miércoles, 31 de diciembre de 2008

CREPUSCULO





La película que más expectativas ha creado en las navidades, no es una película; Es un capítulo piloto para una serie de televisión. Y es que a pesar de que reconozco que me ha gustado, tengo clarísimo que aparenta mucho más de lo que realmente es. La estructura, los diálogos, el argumento, hasta la fotografía me recuerdan a una serie de televisión de última generación. Es más, la serie “True Blood”, también de vampiros, producida por Alan Ball para HBO, es mil veces más película que la que nos ocupa. La excusa es que se trata de un film para adolescentes, pero la realidad es que es un tratado de moralina barata americana donde moral, miedo al sexo y enaltecimiento de la familia para superar los problemas, son el centro de toda la trama.

Al ver "Crepusculo" me da la impresión de que volvemos atrás en el tiempo. El mestizaje de géneros ha propiciado la llegada de la modernez a la estética cinematográfica, pero en realidad tras el trasfondo fantástico no se trata más que de una historia clásica de amor improbable (ya ni siquiera imposible) El envoltorio de papel de caramelo que reinventa las normas ya es suficiente para despertar el interés. Estos vampiros vestidos de Bershka con su ropa juvenil y ultramoderna, con el corte de pelo más cool del mercado, son sólo muñecos intercambiables. Dicen que son vampiros, pero podrían ser albañiles con doble vida como agentes secretos, o porteros de discoteca con varias carreras universitarias. Parece que el hecho de ser inmortales no les ha hecho madurar, y los diecisiete años serán eternos. Así Robert Pattinson, Edward el vampiro protagonista, no es más que un saco de estereotipos y gestos estudiados delante del espejo, que me recuerdan al James Dean de “Rebelde sin causa”. Sufrir porque son incomprendidos y adolescentes, disfrutar porque son jóvenes y guays, pero sin romper las reglas. Menos mal que no beben, porque sino en la garantizada segunda parte (que correspondería con el capítulo 2 de la serie) irían al psicólogo igual que lo hacían los niños pijos de “Sensación de vivir” cuando se tomaban una cerveza. Y es que los productores de la cinta sólo han pensado en llenar la cartera, y para ello, qué mejor que los mayores y más desprotegidos consumidores del planeta. Planteado como una saga más de Harry Potteres, estos vampiros no se han corrompido con la inmortalidad (lo que les haría interesantes), al contrario, han decidido hacer un pacto superguay para no probar la sangre humana (Por si los jóvenes americanos empezaban a lanzarse...) No tienen sexo, aunque duermen juntos, quieren integrarse en la sociedad y por eso siguen yendo año tras año al instituto. No es de extrañar, resulta que la escritora del best seller en el que está basada la película, Stephanie Meyer, es una ama de casa mormona madre de tres hijos que se aburría en casa. Ahora es una multimillonaria que va a estrangular la gallina de los huevos de oro y de paso las mentes impresionables de toda una generación de jóvenes de todo el mundo.

De la estructura poco o nada hay que destacar, todo gira en torno a la relación de los dos protagonistas Kristen Stewart, Bella en la película, la chica recién llegada con “problemas” porque se tiene que ir a vivir al pueblo de su padre, pero que tiene buena relación con su madre. El capítulo entero girará en torno al ahora si, ahora no, pero como era insuficiente, decidieron meter a unos vampiros malos. Pero malos, malos. El estereotipo es algo que se domina por estas latitudes, y será el único elemento externo que mueva la trama. Casi se agradece, porque empezaba a revolverme en el sillón. Un poco de acción, algo de publicidad de un coche superguapo, y a la mierda la tradición vampírica... Pero por favor, si hasta el nuevo motivo por el que no puede darles la luz es ridículo estúpido y absurdo.... Ahora, hay que reconocer a los creadores que tienen motivos para darse palmaditas en la espalda. La película está funcionando como un reloj, igual que lo hará la futura saga. Películas baratas en tiempos de crisis, series de televisión caras para compensar. El mercadeo está intercambiando los papeles en Estados Unidos. En España, pues lo de siempre, a defender la cultura ajena, mientras que la propia desaparece. Y es que la globalización convierte a los políticos responsables de la cultura en muñequitos intercambiables (¿alguien se acuerda como se llama la responsable actual?), como los personajes de cualquiera de estas series B que se estrenan en todo el mundo. Pero ojo, la película no engaña como los políticos. Promete lo que da, y da lo que promete. Resulta tan entretenida como vacía. Es una carcasa atractiva, y si te has dejado llevar, fijo que te compras una chupa como la del prota... porque mola.

Víctor Gualda.

martes, 23 de diciembre de 2008

LA GRAN ILUSIÓN

Otra de las sorpresas de los últimos meses ha sido la edición de “La gran ilusión”. Una de las cumbres del director Jean Renoir, y una de las primeras (sino la primera) película antibelicista. A nivel cinematográfico me ha llamado la atención comprobar lo hábil que es el director para utilizar la guerra como trasfondo, pero introducir diferentes temas que son los que realmente le preocupan. Además, analizando la estructura he observado que es muy particular. Me atrevería a afirmar que años después, Kubrick le copia elementos claves en su también película antibelicista “Senderos de gloria”. Luego me extenderé algo más en este punto.

La película es del año treinta y siete y está ambientada en la primera guerra mundial. El argumento es tan sencillo como inocente su tono, pero no por ello hay que desdeñar la mala baba que esconde. Todo el arranque está planteado casi en tono de comedia (el director lo utiliza para engancharnos)... Un par de oficiales franceses van a sobrevolar una zona alemana para salir de dudas sobre unas fotografías poco claras. En esta primera secuencia, Renoir no se limita a presentarnos a los personajes, sino que como decía define el tono. Pero no hay que dejarse engañar. Inmediatamente después sabemos que el avión ha sido derribado por los alemanes. En este punto es importante señalar que la elipsis es una característica fundamental de la película, y no me refiero en concreto a la del avión derribado, sino a que es complicado ver una película bélica (o antibélica) en la que no haya una sola secuencia de guerra.

Lo cierto es que los oficiales encarnados por Jean Gavin y Pierre Fresnay han sido capturados, e inmediatamente Renoir nos presentará al tercer personaje protagonista de esta historia, su captor interpretado por Erich von Stroheim. El curioso antagonista alemán caracterizado de manera alucinante. Pero antes nuestros prisioneros son llevados a un “campo de concentración” (lo pongo entre comillas porque en realidad parecen unas vacaciones en el campo) Lo cierto es que sin más dilación el director le recuerda al espectador que la obligación de cualquier preso es intentar fugarse. El típico agujero excavado desde la celda será entonces la excusa. En este tramo de película el director nos muestra personajes alegres, motivados, que comen mejor que los alemanes (muy buena la secuencia explicativa en la que desde el punto de vista alemán entendemos por qué) Sin detenerme demasiado en el argumento, diré que la película va adquiriendo un tono cambiante con Gavin encerrado en “el agujero”. Ese elemento dramático fundamental, imborrable e imprescindible de cualquier película carcelaria que se precie (y esta también lo es) Los giros en el guión no son exclusivos del cine americano, y Renoir introduce uno inesperado cuando parece que llega la hora de la fuga. Es en este momento cuando reaparece el viejo conocido Von Stroheim del arranque. El nuevo “director” de la cárcel adquiere protagonismo. Todo ello sin cambiar el punto de vista principal que acompaña a los franceses, pero que en algún momento y mediante truco comparte con los alemanes.

Es a partir de aquí (más o menos la mitad del metraje) donde la película adquiere un ritmo, tensión y las mejores secuencias a nivel cinematográfico. Aunque ya nos había dado pistas, es entonces cuando Renoir desarrolla la relación entre Fresnay y Stroheim como dos iguales que se respetan, y nos hacen plenamente concientes de las diferencias de clase entre ellos y el resto. Tema fundamental de la película y retratado a la perfección. Ambos saben que al ser militares de formación y de familia de alta posición, están condenados a desaparecer en el futuro por los cambios sociales. El francés lo asume mientras que el alemán se lamenta (tal vez su ortopedia sea un símbolo). También es cuando se reinicia la trama principal de la fuga, y como consecuencia asistimos a una secuencia alucinante. La que yo (aunque supongo que cualquiera) titularía como de Hamelin. El oficial francés se convierte en un improvisado flautista que arrastra a las ratas tras de él a pesar de que conoce su destino. Al ser una película de fuga, llega el momento del clímax cuando todavía queda el tercer tramo de la nueva película que se inicia. Kubrick utilizó también el clímax en este punto, para luego introducir la parte del juicio, y una reflexión final en la última secuencia de la película.... pero volvamos a Renoir

Se inicia la tercera parte de la película. Otra genialidad. La tensión se mantiene a duras penas por la incertidumbre de saber si los presos lograrán su objetivo. Por el camino se paran en una casa habitada por una mujer alemana y su hija. Maravillosa la secuencia para la reflexión en la que ella, Dita Parlo, explica que su padre, su hermano y su marido murieron en las tres mayores victorias alemanas (mejor dicho, de la patria). Renoir riza el rizo en esta película que no tiene buenos o malos (los alemanes aunque de manera más general están retratados como individuos dentro de sus propias circunstancias) y demuestra que es fácil olvidar que el individuo debería estar por encima de las ideologías, pero desgraciadamente esto rara vez ocurre. La secuencia del Belén compartido, o el plano general en el que nuestros protagonistas huyen en mitad de la nieve, determinan la forma de pensar del director, para quien la naturaleza no entiende de las fronteras que inventan los hombres.

Una obra maestra que corre el riesgo de aburrir al espectador actual no iniciado, porque a pesar de que no dejan de ocurrir “cosas”. A pesar del interés de los personajes, de lo genial tratamiento del tema, del trasfondo moral e intelectual, y de que invita a la reflexión constantemente, no se acomoda al ritmo y la estructura que se ha impuesto en el cine actual. Para finalizar, os amplio la información sobre los elementos extra-cinematográficos de “La gran ilusión”, que casi parecen el argumento para otra película.

Víctor Gualda.

(...) La historia de las peripecias de esta película podrían ser un buen guión cinematográfico. En esa época Jean Renoir era uno de los artistas plenamente comprometidos en propagar las ideas políticas del Frente Popular que gobernaba en Francia. Y en ese momento lo que convenía era el pacifismo y la fraternidad entre los pueblos. El título hace referencia a un ensayo del economista Norman Angell publicado en 1909. En este ensayo, Angell defendía que la economía de los países europeos había llegado a tal grado de desarrollo y cooperación que la guerra se había convertido en una futilidad y el militarismo en obsoleto. En 1914 la historia se encargó de rebatir su hipótesis por lo que no es de extrañar que le dieran el Nobel de la Paz en 1933. Seis años después la Historia volvió a refutar su hipótesis."La gran ilusión" fue un completo éxito en toda Europa y los Estados Unidos, siendo la primera película extranjera nominada a mejor película en los Oscars. Como era de esperar la cinta fue prohibida en la Alemania nazi donde Jean Renoir fue definido por Goebbels como el "enemigo público cinematográfico Nº 1". También fue prohibida en Bélgica y en la Italia fascista a pesar de ganar el premio en el Festival de Venecia. Incluso en Francia la censura obligó a eliminar 18 minutos (¡Y eso que gobernaba el Frente Popular!).Se cuenta que la película gustó tanto a Hitler como a Mussolini. Cada uno la vio en pase privado, pero evidentemente no podían permitir que dicha película se proyectara bajo sus regímenes. Tras la invasión alemana de Francia, se impartió la orden de confiscar todas las copias y el original. En 1942 se pensó que estas habían sido destruidas a causa de un bombardeo británico sobre las instalaciones donde se habían depositado los rollos de película.En 1958 se encontraron copias de la película. A pesar de su mal estado, en la restauración intervino el propio Jean Renoir y la película pudo ser reestrenada en 1960. Sin embargo en 1990 se reencontró el negativo original. Durante la ocupación, Frank Hansel, un oficial alemán que había sido archivista cinematográfico, envió la película en secreto al Reichsfilnarchiv donde estaría segura de cualquier daño. Cuando Berlín fue ocupada, dichos archivos estaban en la zona rusa y estos fueron confiscados y enviados a Moscú. En 1960, el negativo fue devuelto a Francia, pero se pensó que era una copia más y durante 30 años permaneció oculto en la Cinemateca de Toulouse. Fue encontrado durante una inspección rutinaria de los archivos. (...)

Extraido de "Blog dedicado al cine bélico e histórico"

viernes, 19 de diciembre de 2008

EL CASTIGO (¿cine en formato televisivo?)

España es un repetidor de contenidos. Casi cualquier formato de éxito ha pasado antes por televisiones de otros países. Aunque no es exactamente el caso de esta miniserie de dos capítulos, lo que si es cierto es que producir series con un formato menos televisivo y más cinematográfico era algo que tenía que llegar a nuestro país. Series como “Los Soprano” o “A 2 metros bajo tierra” en Estados Unidos producidas para la televisión por cable, han funcionado en todo el mundo. El problema es que los presupuestos de esas series suelen ser elevados, y en nuestro país es impensable. Más, cuando series baratas (en todos los sentidos) hechas en tres decorados y con estereotipos baten record de audiencia cada semana. Hay que agradecer a A3, pero sobre todo a Calparsoro haber abierto la veda (aunque no es el primero ni el mejor, Benito Zambrano ya dio el salto a la tele con su serie “Padre Coraje” para el mismo canal), y a los espectadores el haber respondido.

El director vasco empezó desde lo más alto con su “Salto al vacío”, y luego como el título de su película ha ido haciendo caída libre. Tal vez por un exceso de egocentrismo, tal vez que se autolimita a temas violentos demasiado dramáticos y sin ningún sentido del humor lo han alejado de la taquilla de las salas, tal vez que su estilo cinematográfico se ha ido quedando obsoleto y tuvo su momento en los 90 cuando este estilo era novedoso y tenía múltiples seguidores. Pero hay que reconocerle que en historias pequeñas, y en momentos contados roza la genialidad, aunque luego las estructuras generales de sus guiones sean un desastre. Ignoro si “El castigo” es un proyecto de encargo o una especie de telefilme ideado por él, pero el hecho de que este basado en una historia real, que la estructura y planificación sean casi cinematográficos, y que tiene a un canal por detrás, le han aportado una base sólida y muy interesante. En realidad no se trata de nada novedoso. “Prison Break” o “Perdidos” tienen una estructura muy similar, pero en nuestro país esto es una puerta cerrada que ahora (parece) por fin encuentra una rendija.

La miniserie es inteligente en varios aspectos. Genera el interés a través de un flash-back en el que vemos a uno de los chavales que será protagonista que llega a una comisaría de policía, y comienza a recordar lo sucedido. Vemos su llegada al “campamento” y que va a ser tratado con dureza. Inmediatamente conocemos al grupo de cinco chicos que integraran los presos de esta trama pseudocarcelaria. Y como tal, no queda otro remedio de intentar la fuga. Mediante nuevos flash-backs que están introducidos en el principal conoceremos los antecedentes de los chicos protagonistas. Esto sirve además para cambiar los puntos de vista sobre el personaje que tomará el protagonismo en cada segmento de la trama. Los “malos” están menos desarrollados, y solo adquieren peso especifico para que entendamos sus razones antagonistas y por supuesto también tienen un pasado (del que sólo se darán pequeñas pinceladas). En este punto tengo que resaltar la recuperación por parte de Calparsoro de su actor fetiche en los comienzos Alfredo Villa, un tipo demasiado condicionado por su físico y sus carencias interpretativas, pero que tiene un carisma especial (aunque aquí su personaje no tiene ningún desarrollo y sólo sirve de brazo ejecutor). En cuanto a la interpretación, a pesar de que todos están moderadamente correctos, los chavales no tienen un nivel muy destacable, pero el físico (al estilo americano) y la situación les favorece. Diálogos aprendidos demasiado de memoria y con falta de naturalidad no estropean el tono general. Es el ritmo, justificable por el formato televisivo, lo que más me chirría. La tensión está muy bien conseguida, con una banda sonora que la reactiva, pero a pesar de que los diálogos son cortos y directos, muy cinematográficos en definitiva, el pulso del director hace que algunas secuencias sean lentas. Tal vez un crescendo del ritmo, planos más cortos (que aporta mayor intensidad dramática), más conflicto interno entre los “malos”, montaje más picado según avanza la trama y castigos más crueles, hubiese elevado el metraje. Pero aun así el efecto cinematográfico de ver algo diferente está conseguido. El primer capítulo sigue las pautas de las series americanas dejando la trama en un punto álgido. Pero cuando se retoma es más de lo mismo. Todo demasiado igual. Una subtrama con una de las chicas eleva la tensión y sirve para llevar la trama de fuga hacia el previsible desenlace. El clímax más previsible si cabe. Pero en realidad el espectador medio es lo que espera. Tal vez en una versión más cinematográfica hubiese hecho menos concesiones. Alguno de los personajes hubiese tenido un desenlace más dramático, y el telefilme sería cine. El epílogo, con ese plano general que tanto gusta al director (ya lo conocíamos de “Asfalto”) y que tira del recurso de la sorpresa, no lo hará con el espectador habituado, que incluso lo relacionará con “La naranja mecánica” (¿será un homenaje?) pero producirá un efecto de desasosiego, y con un poco de suerte unos segundos de reflexión en el espectador medio... El tiempo suficiente para cambiar de canal.

Insisto, hay que felicitar a Calparsoro por este éxito a pequeña escala (en realidad más espectadores que cualquiera de sus películas en el cine) El futuro de la profesión en nuestro país está en la televisión, y eso es algo que irán aceptando. Los actores hace tiempo que lo comprendieron, y aunque hay realizadores que se han pasado a la tele, los buenos resultados de audiencia de la miniserie; barrió a Tele5 con casi cinco millones y medio de espectadores, un 27,8 de share, harán que sean los mismos canales los que reclamen a directores de peso para nuevos proyectos, generalmente con la etiqueta de “basado en hechos reales”. De momento, y para el que no lo haya visto, A3 tiene colgados en su página los dos capítulos completos.

Víctor Gualda

martes, 16 de diciembre de 2008

NOVECENTO

Como crítica cien del año, otra de las novedades de las últimas semanas que ha sido rescatada al formato DVD y que es necesario comentar, es la obra magna del director italiano Bernardo Bertolucci. El ahora desinflado realizador, del que tenemos la noticia de que en estos días está presentado en “cualquier” festival (Estoril) su documental “Bertolucci secondo il cinema”, que precisamente trata sobre la realización de la película que nos ocupa. En fin, ya era hora de que se editase, porque esta obra maestra, lección de cine, de cinco horas de duración, esconde un fragmento importante de la historia de Italia. Nada menos que los cinco primeras décadas del siglo veinte.

Para ello cuenta con la inestimable colaboración de dos pesos pesados de la historia del cine. Digo dos, pero podría decir cuatro o seis. DeNiro y Depardieu, pero también Sutherland, Burt Lancaster, Dominique Sanda Laura Betti y Sterling Hayden y la ayuda técnica que engrandece la cinta de la fotografía de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.

Contar el argumento de la película es como contar la historia de Italia en toda la primera mitad del siglo veinte, desde el día de la muerte de Verdi hasta el día de la liberación del fascismo, pero Bertolucci ha querido centrarlo todo en las diferencias de clase, maravillosamente mostradas, e incluso la evolución dentro de las mismas clases con el paso de los años. Para ello ha utilizado tres generaciones de una misma familia primero terratenientes explotadores de los campesinos que trabajan para ellos, que forman la “otra” clase social en que se divide la historia. Se ha criticado a Bertolucci por ser parcial, por hacer un alegato comunista y antifascista. Tal vez sea cierto, la película está sesgada, pero en el siglo de los -ismos, es necesario que las verdades se expongan. Los obreros, los campesinos, los verdaderos perdedores de cualquier guerra, tal vez no tengan caras reconocibles en los libros de historia, pero son parte imborrable. Porque a pesar del duro alegato comunista, ellos no defienden a Stalin, sino lo que les dicta la razón.

La estructura dramática no está definida en este caso por actos, sino más bien por la vida de los protagonistas, desde la infancia a la vejez, aunque todo dentro de ello atienda a una lógica estructura dentro de otra, como círculos concéntricos cerrados por las secuencias de las vías del tren....Tal vez el fallo principal de la cinta, y por la que le ha venido la mayor parte de las críticas negativas (aparte de por la duración) es por la poca intensidad dramática de los personajes principales, pero creo que tiene explicación, El director le da prioridad a la situación sociopolítica del país en los momentos dramáticos, las secuencias políticas se alargan hasta la saciedad con largos planos, y alarde de medios como travellings o grúas que se elevan constantemente.

Los dramas personales de los personajes están de esta forma poco definidos, o colocados en diferentes momentos de la cinta, de forma que casi no coinciden temporalmente. De hecho entre los dos protagonistas principales apenas hay tensión dramática, y eso tiene que ver con la obsesión del director de “cuidarlos” hasta la extenuación. El conflicto es necesario, más entre dos amigos tan distintos como estos, que pertenecen a distintas clases sociales tan marcadas. Pero en vez de eso, Bertolucci hace concesiones entre ambos, separando de manera radical sus vidas, y no aprovechando el conflicto inevitable entre ambos. En vez de eso, introduce a un “malo” que realmente es el que mejor aprovecha su papel. Por las connotaciones dramáticas, y porque Donald Shutherland es una actor que no deja escapar un papel bombón como este sin sacarle el máximo partido. Así carga sobre sus espaldas el odio del espectador, que desea su muerte y la de su esposa, pero en realidad es el que está por encima de todos a nivel interpretativo. Son sus secuencias las que crean mayor desasosiego. Las que crean las sensaciones y sentimientos más extremos en el espectador. Su locura inflada por el rencor de su esposa (increíble Laura Betti), por sus ambición y necesidad de ser más de los que es, por la certidumbre de que nunca lo podrá ser y representando a los camisas negras fascistas, tiene su punto álgido cuando se convierte en un psicópata que garantiza la antipatía del público con el asesinato de un niño. DeNiro también sufre una transformación con el paso de los años que le impide aceptarse a si mismo como un rico burgués explotador aunque acaba asumiendo su rol. Pero sus momentos dramáticos son para su relación con la burguesa hippie con la que se casa interpretada por Dominique Sanda. Mientras, Depardieu es el más coherente, el que sigue un camino trazado desde la infancia. Lo que es evidente es que Bertoluci cincela personajes de hierro. Creemos saber como reaccionaran en cada momento porque los hemos visto mil veces en la vida real. Lástima que todo ello no haya sido introducido en una trama que hubiese aprovechado la comunicación y la magia que tienen las secuencias que comparten los dos amigos protagonistas. La del reencuentro a la vuelta de la guerra de Depardieu, la de la puta epiléptica, la de la discusión por la mujer de DeNiro, o la final en el juicio improvisado, sólo confirman las de ambos personajes cuando son niños y se conocen, estableciendo una relación con tintes homosexuales. También quiero destacar la química que tienen el par de secuencias que comparten los padres de los dos protagonistas, interpretados por Burt Lancaster y Sterling Hayden (que hace de sus interpretaciones hieráticas una marca de estilo), que te dejan con las ganas de más por la fantástica química que hay entre ambos.

Todo es grande en esta película; como la espectacular fotografía de Storaro que cambia a cada fragmento de película, y crea el ambiente necesario para identificarlo con el momento histórico o la situación dramática. Así la primera parte y la parte de la liberación deja ver los verdes, los azules de un cielo despejado como símbolo de la esperanza, mientras que los ocres o los grises mandan en la parte dedicada al fascismo. Las secuencias dramáticas están adornadas con grandes contrastes. Me recordó en varios momentos la película a Amarcord, pero las similitudes creo que estaban más relacionadas con las reacciones de algunos personajes de marcado carácter italiano y con el ritmo de la cinta. La música grandilocuente, como siempre marca de la casa de Morricone, acompaña también en todo momento.

Estamos pues ante una obra capital del cine que es necesario reivindicar. Hay que agradecerle al productor Alberto Grimaldi, que se arriesgase con una obra como esta, que hoy en día no se podría plantear de ninguna manera como un largometraje, y como serie podría llegar a tener el mismo presupuesto, pero difícilmente el mismo desarrollo y los mismos actores. El que no la haya visto tiene una oportunidad de sentir casi la experiencia única que tiene un niño cuando ve una película que luego descubrirá como obra maestra cuando sea mayor y tal vez haya perdido la capacidad de soñar. Reconozco que a mi me pasó con “Erase una vez en América”, con “El padrino”, con “Indiana Jones”, con “Novecento”. Por eso volver a verla es como volver a sentirse un niño, aunque ahora entienda la crudeza de la historia de la que me hablan. Pero las imágenes son mágicas, y por ello deben ser reivindicadas.

Víctor Gualda.

viernes, 12 de diciembre de 2008

CASUAL DAY

Me encuentro frente a la película española revelación de este año. Las expectativas son muchas por las buenas críticas, y tal vez la minuciosidad a la hora de analizarla juegue en su contra, porque después de verla me da la impresión de que no es para tanto. Desde luego no le voy a negar las virtudes, que las tiene, pero al final llego a la conclusión de que es una película más en el triste panorama del cine español.

Su mayor baza es el fantástico reparto. Juan Diego, Luis Tosar son dos pesos pesados que se comen el metraje para que juegue a su favor. Luego tiene un reparto equilibrado que no desentona y le da credibilidad, aunque haya personajes que si se hubiesen suprimido no hubiese pasado nada, todo ello a pesar de reconocer que cumplen una función dentro de la trama. Me refiero al de Alberto San Juan, Marta Etura o Malena Alterio. El tema es de actualidad, los diálogos tratan de aportar frescura, las tramas personales están bien envueltas en la estructura narrativa. Pero insisto, la película destaca por la falta de otras cintas que le hagan sombra, más que por meritos propios. Y es que cada año se presenta en nuestro cine alguna película que casi podría ser (e incluso alguna lo es) una obra de teatro con decorados naturales. Por ejemplo “El método” o “Smokintg Room” con un tema relacionado con la empresa y con las formas de relacionarse de los personajes. “

En “Casual Day” asistimos a un extracto de un grupo de personajes que por obligación se reúnen fuera de su ámbito de trabajo para compartir unas horas de su vida en aquello que las multinacionales americanas llama un “casual day”. Es decir comparten sus problemas con el espectador, que asiste como un miembro más de la empresa a la vida de personas que son fáciles de identificar en la nuestra propia. La virtud es que a pesar de responder a estereotipos, el director Max Lemcke y los guionistas Pablo y Miguel Remón son capaces sin estridencias de hacernos sentir parte del grupo. Cada uno tiene sus propios problemas para integrarse. Juan Diego y Tosar son jefes y cumplen con sus roles de abuso de poder y discriminación, Javier Rios y Estibaliz Gabilondo son personajes atrapados muy bien construidos como yerno y amiga de la hija del jefe. Pero destaca también Carlos Kaniowski, ese secundario habitual, que aporta credibilidad a todos sus personajes, y que aquí es un hombre de mediana edad, con subtrama propia, al que ha dejado su mujer. Alex Angulo como apocado que sabe lo que se juega y es un arrastrado empleado medio. Un Alberto San Juan como psicólogo que parece un cura en cuanto le sacas de sus personajes de cómico-serio (siempre utiliza las mismas inflexiones de voz), pero que siempre está correcto, Secun de la Rosa y Mikel Losada que rellenan esta película de actores, con personajes de peso menor. Por último personajes anecdóticos que tienen una sola secuencia funcional, pero bien aprovechada Etura y Alterio. Precisamente Marta Etura introduce la película y la trama principal que sobrevolará toda la película. Al ser casi a modo de monólogo y en la primera secuencia, no puedes evitar fijarte casi en cada palabra. Inmediatamente te das cuenta de que estás dentro de una película, de que los diálogos están bien, pero no son frescos ¿por qué la mayoría de los actores españoles se conforman con interpretar?. Me pregunto si el no haber eliminado la secuencia prólogo no le hubiese dado más que quitado a la película, convirtiendo el personaje de Etura en un personaje al que se elude pero nunca vemos, y creando así expectativas al espectador... En fin, estas son soluciones que no vienen ahora al caso.

Lo cierto es que la presencia de Arturo Valls con un personaje trepa secundario y gañan me hizo preguntarme si no estaba asistiendo a un capítulo sin gags divertidos de “Cámara Café”. Y es que ese es otro de los problemas de nuestro cine. A pesar de la buena solvencia de los actores de la cinta, los hemos visto en tantas películas y series de televisión, que uno se pregunta si es que no hay más que una veintena de actores en nuestro país. Aunque de esto no podemos culpar a los productores, porque si al público patrio le cuesta ir al cine a ver a conocidos, los desconocidos ni estrenan. La pescadilla que se muerde la cola. Por eso no quiero que parezca una mala película. Todo lo contrario es una película más que correcta, y hay que felicitar a Lemcke por ser capaz de sacarla adelante. Porque si los anteriores fueron años tristes, este se salvará por los estrenos de Almodóvar y Amenabar, para que luego asistamos estupefactos a las ruedas de prensa de los políticos dándose palmaditas en la espalda, diciendo que a pesar de la crisis se ha subido la cuota de pantalla del cine español respecto al año pasado... Eso si que es una película. Dan ganas de decir –señora (por la ministra de turno), váyase a la mierda-

Víctor gualda.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

CAUTIVOS DEL MAL

La acaban de editar por fin en DVD. Una de las obras maestras del cine clásico americano. Cine dentro del cine. Kirk Douglas en estado puro. Vincente Minnelli firmando su mejor título lejos del musical, tal vez junto a “El loco del pelo rojo” también con Douglas. La película es un alarde de técnica y de buen quehacer artesano, que según los rumores que nos llegan de la época, basaba el personaje principal en O´Selznick, en Welles o en Lewton (tal vez una mezcla de los tres)... aunque podría ser cualquier productor que se precie de serlo. En realidad da igual; Douglas construye un personaje complejo, el de Jonathan Shields, y con la energía que imprime a todas sus creaciones le da personalidad propia a ese odioso pero irresistible productor.

El arranque es sencillamente espectacular. A través de los protagonistas de los tres bloques en los que va a estar dividida la película, el guionista Charles Schnee nos deja ver que todos ellos tienen motivos para odiar a Shields. Todavía no le conocemos. Las expectativas se van creando por las reacciones. Se habla de él creando perspectivas que el espectador necesita conocer. Primero por separado, Un travelling con grúa que marca un plano dentro de un rodaje, nos sitúa dentro del mundo del cine. Luego los tres protagonistas sentados en el despacho del hombre de confianza del también productor y amigo interpretado por Walter Pidgeon nos van a dar paso a los flash-backs que van a componer la película. Al estilo de “Ciudadano Kane” vamos a conocer la personalidad de nuestro protagonista. Al igual que en ella es una falsa sensación, pues el punto de vista principal siempre estará con Douglas-Shields, o en último caso se moverá discretamente según convenga. Otro elemento interesante de esta estructura inicialmente planteado por Welles y luego repetido hasta la saciedad, es que la acción va avanzando temporalmente y no se desarrolla simultáneamente en acciones paralelas, de manera que la trama no deja de avanzar, marcando el arranque, triunfo y declive del personaje.

La secuencia de presentación de Douglas-Shields es de nuevo genial. En el entierro del padre de Shields, uno de los asistentes se dedica a insultarlo todo el rato sin saber que quien está a su lado es su hijo. Luego la genial sorpresa que no desvelaré, pero que también ha sido utilizada en diversas ocasiones incluso en nuestro cine (era la base argumental de “Familia” por ejemplo). Es el principio de la relación que entre el futuro director oscarizado interpretado por Barry Sullivan y el futuro productor oscarizado (obtuvieron el permiso de la academia para utilizar la estatuilla del tío Oscar), que les llevará a trabajar para un estudio en una sección de cine de serie B. La ambiciosa personalidad de Douglas les llevará a convertir una película, cuyo argumento me recordó a “La mujer pantera” de Tourneur, en un pequeño éxito que les abre las puertas de producciones más ambiciosas. Es entonces cuando llegará el primer desengaño.

Para el segundo Schnee y Minnelli han sembrado antecedentes pero sin descubrir la personalidad de la futura actriz Lana Turner, que interpreta a la insegura hija de otro actor de “raza”... Los precedentes nos hacen imaginar por donde vendrá el golpe. Pero antes vamos a asistir a la confirmación de que Shields es capaz de cualquier cosa por el cine... o tal vez por él mismo. El camino está marcado, y aquí la sorpresa vendrá al saber hasta donde llegará la falta de moral del protagonista. No importa, porque aun hay más. Ya sabemos de lo que es capaz el productor. La moral no es una de las características de su personalidad. Parece que los escrúpulos son para quien tiene vida personal, y Shield-Douglas no lo tiene. Por eso está dispuesto a “eliminar” a la mujer del futuro pullitzer Dick Powell encargado de sacar adelante su siguiente guión.

Pero Minnelli no ha querido dejar a nuestro protagonista como héroe, la lección de vida y de oficio se la da un personaje secundario, el director de sus películas interpretado por Ivan Triesault , cuando en un aparte, (quien sabe si para saldar alguna deuda personal del propio Minnelli), le explica a Shields-Douglas que lo principal para dirigir es La Humildad, algo de lo que él carece. Por supuesto nada es gratis, y el precio, es la decadencia que le ha llevado a reunir a sus viejos “amigos” para pedirles que trabajen por última vez para él. El final no es cerrado. Está claro que todos ellos deben lo que son al productor, y no sabemos si en un futuro... que seria la secuela, todos ellos trabajarían juntos en esa apetecible producción.

Lo que me resulta más curioso, del personaje es lo poco que se nos muestra de él. Quero decir, que a pesar de que vemos sus acciones, no se dejan entrever sus intenciones. Se crea de esta forma un personaje que a pesar de que tiene detalles amorales, no deja de caer simpático, y uno llega incluso a justificar sus acciones. Tal vez precisamente porque con ellas, sus amigos han crecido y madurado convirtiéndose en los mejores en su oficio, se crea una empatía en los dos sentidos. En cualquier caso, un guión de hierro con premio de la Academia americana, adaptado por Schnee de “Tribute to a badman” de George Bradshaw.... Sin duda, “Cautivos del mal” es una obra maestra imprescindible, de esas que es necesario revisar cada cierto tiempo.

Víctor Gualda.

viernes, 5 de diciembre de 2008

EXPEDIENTE ANWAR - SACCO Y VANZETTI

Resulta curioso observar como dos películas tan lejanas en el tiempo como las que nos ocupan, sin tener aparentemente nada en común, están tan relacionadas. Empezaremos con la más reciente “Expediente Amwar”. La terrible carátula en la que nos ha llegado la cinta (quién las elegirá) no le hace justicia. Resulta que este thriller es una de las mejores películas americanas del año, comparable en muchos sentidos con “Crash” y con “Traffic”... (aunque no le hayan hecho la misma promoción y el director Gavin Hood, no sea tan reconocido como los de las anteriores producciones) pero me atrevería a decir que esta es una mezcla de las anteriores mejorada. También en esta la historia está dividida en tramas independientes (cuatro en concreto) que obviamente con el paso de los minutos están condenadas a encontrarse. Lo curioso es que parte de las tramas se desarrollan en Estados Unidos, parte en Egipto. Unas en las más altas instituciones, y otras en las clases bajas radicalizadas islámicas.

En cuanto a “Sacco y Vanzetti”, se trata de una película de 1971 basada en un hecho real ocurrido en Estados Unidos, que nos muestra la captura, juicio y condena de dos anarquistas acusados de un atraco que no cometieron (como se demostró) por el hecho de ser anarquistas. Se trata de un perfecto retrato humano de los inmigrantes Italianos en los años veinte, con un trasfondo de mucho mayor calado, la supresión de la izquierda del sistema americano bajo la fachada de la amenaza que suponen los comunistas, socialistas o cualquiera vinculado a movimientos obreros o a las ideas que prioricen al individuo ante el sistema.

Las tramas de Expediente Anwar, se van relacionando con el paso de los minutos. Pronto entenderemos el peso que tiene la política en las vidas de los individuos, en concreto en la de Anwar El-Ibrahimi (Omar Metwally) aunque este no esté vinculados a ningún partido. Sencillamente por el hecho de ser inmigrante (aunque asentado y con un buen puesto reconocido socialmente) una ley promulgada por Clinton y exprimida a partir de la excusa perfecta de los atentados del 11 de septiembre, sirve para pasar por encima del individuo quebrando la propia constitución americana y secuestrando y torturando a quien se quiera, sin derecho a juicio ni a nada. Los famosos vuelos secretos de la CIA (tan de actualidad en nuestro país), sirven para transportar presuntos presuntos, presuntos terroristas (estaría bien que tuvieran derecho a un juicio) sin contar que tienen una vida y una familia. La familia es un elemento mayúsculo representado por la luchadora embarazada ex ridícula protagonista de comedias juveniles Reese Witherspoon. En el lado egipcio, un capitán egipcio Abasi Fawal sin escrúpulos va a sufrir en sus propias carnes la venganza y el odio, tal vez víctima paradójica de su propio extremismo. Mientras un “buen americano”, Jake Gyllenhaal lucha por salvaguardar los derechos del preso. Oponiéndose frontalmente por una radical (esta si que extremista) interpretada por la polifacética y siempre competente Meryl Streep.

El juicio que nos presenta Giuliano Montaldo en su docudrama (el guión esta firmado entre otros por nuestro Vicente Aranda) resultó una pantomima. El veredicto estaba dictado antes incluso de que se produjese. El pecado no era el presunto atraco. La sociedad bienpensante necesita cabezas de turco, y un pescadero y un zapatero emigrantes, más al pertenecer a una organización radical y llevar encima armas de fuego en el momento de su detención, son cabezas de turco perfectos. A partir de aquí, la película se centra en humanizar a los personajes principales. Si la primera parte se basaba en los hechos y en mostrar como los ítaloamericanos eran el lumpen de la sociedad, la segunda se centra en Sacco, menos vinculado a las ideas, atormentado por la perdida de la familia, y centrado en demostrar que el hombre es víctima de las circunstancias. Vanzetti, tal vez el más carismático de los dos, el más idealista y político, lucha por su vida en convencimiento de que ley y justicia deben ser ciegas.

Es en este punto justo donde convergen los argumentos de las dos películas. Ambas reivindican que el hombre (conceptual) tiene que estar por encima de la clase social y de las instituciones. Pero lo que dejan entrever de manera más amplia, es que las leyes siempre favorecen a los ricos y defienden sus intereses (en realidad están dictadas por ellos para salvaguardarlos). Las instituciones por encima del hombre, todo por el pueblo, para el pueblo, pero sin el pueblo. En el caso de Sacco y Vanzetti, al ser considerados como ciudadanos de tercera con un amplio componente racista. Las preguntas sesgadas sobre el amor por la nación, los intereses particulares anteponiendo la familia al pueblo americano, sirven aquí de excusa para castigar al pobre (y anarquista antisistema), mientras que en el expediente Anwar, a través del personaje de Omar Metwally se castiga a cualquier árabe, sencillamente por el hecho de serlo. En realidad no se abandona el componente racista.

“Expediente...” es una película de ficción, y aquí hay un bueno salvador (Gyllenhaal), pero la realidad suele ser mucho más despiadada, y muchos de estos presos torturados luego acaban en Guantánamo o dios sabe donde. No es extraño que se instaure el odio entre las razas, entre los pueblos. No es extraño que los inmigrantes italianos se asociasen para defender sus intereses en el nuevo mundo. Lo que deja patente estas películas, es el increíble salto que existe entre las clases. Por mucho que se intente negar con productos al alcance de todos y la ficción del "todos somos iguales".

Víctor Gualda.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA OLA

Una vez más el cine Alemán se adelanta al del resto de Europea con una de las películas más interesantes del último año. “La Ola” expone(en este momento de crisis) una situación hipotética que a pesar del paso del tiempo se podría repetir. La película plantea que sólo se tienen que dar las situaciones que la favorezcan, y sobre un caldo de cultivo idóneo volveremos a ver la vuelta de los –ismos. Puede que se transformen, que se utilicen los prefijos Neo-, Post-, o moderneces tipo –La Ola-. Esperemos que la película no sea profética, porque ahora nos parece una posibilidad lejana, pero que pasaría si... Lo cierto es que ese planteamiento (quizá lo más interesante del metraje) engancha.

El arranque es sencillo, como todas aquellas películas que exponen claramente desde el inicio la estructura y planteamiento de la idea y el tema. Un profesor de instituto Rainer Wenger (Jügen Vogel) tiene que ocuparse de impartir un taller que no es la que había elegido. A él le hubiese gustado dar el taller sobre la anarquía. Los guionistas Dennis Gansel (también director) y Peter Thorwart nos dejan claro que no es ningún sospechoso desde la presentación. Pero la anticipación de un profesor estirado le obliga a dar el taller de autocracia. Por si hay algún despistado entre los espectadores, los guionistas se toman la molestia de introducirnos en el término, mediante la excusa de la clase. Por si hay algún despistado entre los lectores, se trata de un sistema de gobierno en el que la voluntad de una sola persona es la ley. Por supuesto los alemanes tienen una especie de complejo con el tema después del nazismo, que ya en su momento arrastraban de la primera gran guerra y son perfectos porque parecen estar concienciados con el tema, así que le dan un valor casi psicológico al término.

Para que los estudiantes entren por el aro y se interesen en el tema, el carismático profesor propone casi a modo de juego crear un simulacro de autarquía en la clase. Inmediatamente se elige un líder, que no puede ser otro que él mismo. En apenas unos días, la clase se ha convertido en un ejercito con sus propios códigos, uniforme, saludo militar y símbolo identificativo. Todo con un paralelismo casi aterrador con el pasado fascista. Así que el “ya hemos aprendido la lección, no se puede volver a repetir”, se convierte en una realidad que absorbe a la mayor parte de los estudiantes. Las causa son también extrapolables a la sociedad, más para los jóvenes con una personalidad todavía por desarrollar. Sólo la idea de formar parte de algo, que no haya distinciones entre los propios miembros, distinguirse de otros grupos (en este caso presentados como estereotipo de macarras) hace que la identificación inicial se convierta en obsesión. Los problemas se combaten con el grupo, los complejos se superan con facilidad también gracias a él. Por supuesto que hay una “resistencia”, encarnada curiosamente (y digo curiosamente, porque el sexo femenino parece el único con un poco de cordura) por un par de chicas que son las únicas con personalidad propia. En el lado de los adultos, también es una mujer, la de Rainer la que se enfrenta con su hora despótico marido, poniendo en relieve los complejos del profesor, y lo fácil que es perder la perspectiva cuando se viven las cosas desde dentro.

Un Rainer obcecado con la gran labor “social” que, inevitablemente acaba aceptando que la situación se le ha ido de las manos. El problema es que el desenlace no se puede permitir el lujo de hacer como si no ha pasado nada. El profesor tiene que pagar su culpa, y el previsible desenlace es la única alternativa.

Al parecer el argumento no es original, la situación se dio realmente cuando el experimento se realizó en el instituto americano de Cubberley en Palo Alto y fue reflejado por el relato corto de William Ron Jones y en la novela de Johnny Dawkins y Ron Birnbach, pero como decía antes, el hecho de que aquí la acción se traslade a Alemania le da una especial relevancia. Cinematográficamente la película no es perfecta. Los personajes apenas salen de estereotipos marcados por una película que trata de reflejar las reacciones del grupo, mientras que la estructura tiene algunas lagunas que ralentizan la acción, como la de la fiesta que concluye el segundo acto, que no aporta nada. Pero tal vez sea consecuencia de que se rodó en apenas cinco semanas y se buscaba rellenar con las subtramas de los estudiantes. Aun así, es una película interesante que invita a reflexionar, cosa que no es lo habitual en esta época de estrenos espectaculares, que casi anuncian la navidad y los estrenos infantiles y que luego darán paso a las películas que se estrenan con la idea de optar a los Oscar.

Víctor Gualda.

viernes, 28 de noviembre de 2008

007; QUANTUM OF SOLACE

y ahora una de James Bond.... y es que el agente menos secreto del servicio de su majestad se ha convertido por méritos propios en su propio género. Da igual que actor lo encarne. Da igual que los puristas se hagan cruces por la falta de elegancia de Daniel Craig, que ya no exista Q y sus inventos o Money Penny, que el superagente maltrate su Aston Martín para así luego utilizar otras marcas que promocionar, o que su martini se haya convertido en coca cola zero. Bond se ha adaptado de la forma más extraña a su precuela donde la testosterona manda sobre la ironía e inteligencia. Craig es para Bond, lo que los teléfonos móviles para la tecnología. La evolución del héroe a superheroe. Y es que por mucho que se manche el traje, el agente es una especie de Aquiles inexpugnable, al servicio de su majestad espectador. Y si el nuevo espectador quiere violencia por encima de todas las cosas, pues olvidémonos de los modales y el traje. Con un polo y un vaquero blanco se pelea mejor.

Sin embargo me da la impresión que los responsables de esta entrega se han inspirado en el agente amnésico Bourne para la estructura de esta película. Vamos, que es una copia de “El ultimátum...”. No tanto por la repetición de las situaciones, que también, sino porque las escenas de acción están intercaladas a la perfección (hay que reconocerle el merito al director de la entrega Marc Foster) dentro de un argumento con poco peso, pero que deja el tiempo justo para coger aire entre escena violenta y escena más violenta.

El arranque entra de lleno en una escena de persecución de coches sencillamente espectacular. Ya estás situado. Una escena de interrogatorio para coger aire e introducir el McGuffin para descubrir que la organización más ultrasecreta jamás desconocida, está infiltrada en el servicio secreto británico. Así, Judi Dench como M, da paso a la escena más espectacular de toda la película. La persecución por las calles de un pueblo italiano es el clímax. El hombre contra el hombre. Superprofesionales que dejan la última gota de sangre y sudor por cumplir con su obligación. Sencillamente genial. Recuerdo que en "El ultimátum..." esta secuencia correspondía con otra secuencia también espectacular en la estación de Waterloo, pero más basada en el suspense que en la sorpresa, lo que le confería mayor peso cinematográfico.

Da igual, a partir de este momento, vamos a asistir a una sucesión de escenas de acción casi interrumpida por tierra mar y aire. A cada cual más espectacular. Todo rodado al más puro estilo americano. Sucesión interminable de planos, casi siempre cortos para crear más incertidumbre visual siguiendo las enseñanzas del siempre de actualidad Hitchcook, a una media sorprendente, tal vez uno o dos por segundo. Cientos de planos en movimiento para que la retina vea y el cerebro interprete que el movimiento es la base de la acción. Especial mención en este punto a Dan Bradley, responsable de la segunda unidad.

En cuanto al libreto, la nada. Da igual que el texto lo firme Paul Haggis (junto a Neal Purvis y Robert Wade). Aquel que reflejaba la ambigüedad moral y que nos hablaba de que no hay buenos o malos en “Crash”. Bond se ha convertido en un asesino a sueldo del MI6 y tiene que actuar como tal. La excusa; el rencor y el odio al propio sistema que le llevo a perder en la anterior entrega a su amada. Ya está, todo vale. Sólo hay que repetir tres o cuatro veces por medio de diferentes bocas lo mucho que ella le quería para justificar su violencia, sin flash-backs que ralenticen la acción, eso si... que luego hay que pagarle derechos a Eva Green. Por si no ha quedado claro el asunto, diálogos de refuerzo para la carismática Judi Dench. Bond está desatado, e incluso llega a dudar, pero le tiene un cariño casi maternal al agente.

La novedad es el inesperado protagonismo de la inexpresiva Olga Kurylenko. Resulta que la chica Bond de la entrega tiene su propia subtrama... menor por supuesto, pero presente a lo largo de todo el metraje. Ella lucha contra un villano dictador de tres al cuarto, estereotipado hasta las últimas consecuencias. Por cierto, de tensión sexual entre los dos protagonistas nada de nada, (tampoco de comunicación interpretativa, pero a quién le importa). También esto ha sido eliminado del nuevo 007, convirtiéndose en el primer superagente sin licencia, ni tiempo para el sexo, tal vez sea por el estrés. Pero si el malo de la chica es un absurdo, el enemigo directo de Craig es el doble de Polanski, Mathieu Amalric. No se en que lugar leí que se habían inspirado en su personaje de Chinatown (hasta se introduce una trama con el agua), pero el parecido físico es más que razonable. Psicológicamente es algo más complejo, pero tampoco es para tirar cohetes. Secuencias para destacar: la de acción que comenté antes, la del avión y la de la Opera... por inesperado el sistema de Bond para reconocer a los enemigos (me recordó a Cary Grand en “Con la muerte en los talones” pero al revés. Para olvidar; la del desenlace del hotel en mitad del desierto enterito para ser reventado. Lamentable final.

Reconozco que me gustó la película porque me cosió al sillón, pero creo que hay que escuchar la opinión de los fanáticos de la saga. A fin de cuentas, si se basa demasiado la serie en las secuencias de acción, desechando los alicientes adicionales, como los inventos, el humor, los tópicos machistas, etc, la serie puede acabar cansando ... y es que no olvidemos que la repetición es uno de los elementos que han hecho funcionar las aventuras del agente a lo largo de los años, y la acción por la acción acaba aburriendo. No puede ser que el público salga de la sala comparando la última de Bond con "Transporter" o con el mismo Bourne. Una idea para la próxima entrega. En esta faltaba una secuencia de acción en un tren. ¿Qué tal una por los techos del alta velocidad que une Inglaterra y Francia?... mientras lo pensais (o no) os dejo con el video musical de la película, con Alicia Keys y Jack White "Another way to die"

Víctor Gualda

martes, 25 de noviembre de 2008

ESCONDIDOS EN BRUJAS

El gran acierto de esta película es el mismo que el de las películas de Tarantino. Mezclar el humor con la violencia. Y es que “Escondidos...” es deudora de los primeros metrajes del americano hasta tal punto, que la comparación con “Pulp Fiction” o “Reservoig Dogs” está garantizada. Por supuesto tiene variaciones. El hecho de que la película esté ambientada en Brujas, convirtiendo la ciudad en un personaje más, no hace otra cosa que crear una nueva escenografía distinta de las calles de L.A. o Nueva York. El punto intercontinental tiene su atractivo, y hay antecedentes claros. “Munich”, los Bournes, el mismo James Bond, o las dos primeras de Guy Richie en Europa, son ejemplos que prueban esta teoría. Y es que en el caso de la que nos ocupa, y a pesar de que se trata de una producción inglesa, está claro que el film busca atraer al público americano tanto como al europeo. Colin Farrell o Ralph Fiennes son actores de sobra conocidos a ambos lados del charco que pueden arrastrar al público a las salas. Además para aportar el punto de calidad interpretativa está el bueno de Brendan Gleeson.

El planteamiento es bien sencillo; dos asesinos a sueldo han tenido que desaparecer de Londres una temporada después de una cagada monumental. Poco importa en que consistía el trabajo. El director se limita a darnos antecedentes en la misma presentación de los personajes. El misterioso jefe ha decidido que Brujas es una ciudad perfecta para desaparecer. Por supuesto como en una buddy movie los personajes antagonistas se complementaran. Gleeson disfrutara de la visita y se interesará por la ciudad y su historia, mientras Farrell, demasiado joven e inquieto se aburrirá y buscará meterse en problemas como forma de redención
.
Todo bien hasta este punto. El tono y los personajes ya están definidos. Una subtrama enterita para Farrel con historia de “amor” incorporada también. Pero el director necesita explicar al espectador, poner en antecedentes para que quede perfectamente justificado lo que sucederá en el segundo y tercer tramo de película. Así, un flash-back puramente explicativo servirá para tal efecto. El problema es que a estas alturas ya hemos visto suficientes películas para saber que las dudas morales y los actos extremos tienen unas consecuencias fijas, y a partir del recurso, no es difícil adivinar lo que va a suceder. Dicho y hecho. Está claro que toda acción tiene una reacción, y el caso de esta no es una excepción. Pero antes de que llegue el desenlace, el director y guionista Martín McDonagh ha trazado una trama circular que le da utilidad a cada personaje que ha aparecido en el metraje. La aparición del jefe Fiennes, un poco raro en este tipo de personajes cerriles con código moral absolutamente cerrado, es un tanto extraña pero funciona, más cuando se produce la paradoja de ser víctima de su propio código por una equivocación (en realidad parte del tono de la película). El intenso paciente ingles, resulta ser aquí un implacable que tiene una misión que cumplir. Los personajes que han ido apareciendo tendrán entonces la relevancia necesaria para que se produzca el desenlace... eso si, de forma que no se sale de la estructura convencional ni un segundo.

El director... o tal vez los productores consciente/s de que un final demasiado negativo no gusta al gran público, ha dejado un final ambiguo que invita a pensar que hay esperanza, pero lo cierto es que el plano final debe ser definitivo para que el protagonista expíe sus culpas (la base dramática de toda la película). Una segunda parte en la que apareciese Farrell sería poco menos que una tomadura de pelo... aunque si la película fuera americana y hubiese funcionado en taquilla, el fin justificaría los medios.

Por cierto, que si antes comentaba que la ciudad tiene su importancia y se convertía en un personaje más, no lo decía únicamente por el perfecto decorado que supone la vieja ciudad medieval belga, sino por el peso que tiene en el personaje de Gleeson, que toma un decisión moral basada en los cambios que se producen en él a partir de la visita de la ciudad. Como la evolución del personaje es más lenta que la de su socio, el cambio no choca. Poco a poco el espectador le ha cogido un cariño, aunque inconscientemente sepa cual será su destino. Es más, me atrevería a decir que las convenciones hacen que el destino del personaje sea convertirse en heroe precisamente para expiar la culpa, y es que el elemento religioso está muy presente en todo el metraje (el cura pecador, el asesinato en la iglesia, el campanario y su importancia en el desenlace...). Como colofón; el tópico absoluto. El rodaje del “baile de mascaras” (tal vez infierno) con personajes alegóricos, y la ambientación con la niebla son elementos que cierran el circulo de esta película sustentada en un guión de manual, de la que Syd Field desde Harvard seguro se mostrará orgulloso.

Una idea para guionistas para crear un texto original... Escribir en un papel todos los tópicos, ir planteándolos en el guión, pero resolverlos exactamente al contrario de cómo se hace en todas las películas. Fijo que el que lo haga triunfa, porque la costumbre actual de encorsetar los textos hace las películas demasiado previsibles.

Víctor Gualda.

viernes, 21 de noviembre de 2008

GENTE DE MALA CALIDAD

Me comentaba Juan Cavestany, el director de la película, que en realidad “Gente de mala calidad” no es una comedia. Él lo sabrá mejor, pero yo diría que lo es. Tal vez no la típica comedia española de enredo, sino algo mucho mejor, una comedia negra muy ácida que hace una radiografía con mala leche de la generación de los treintañeros. Aquellos hijos de la transición que nunca tuvieron claro lo que querían hacer con sus vidas, y ahora se enfrentan a la dura realidad de tener que buscarse la vida como puedan.

Cavestany no se ha cansado de repetir que es una película coral. Pero lo cierto es que toda ella pivota sobre el personaje interpretado por Alberto San Juan. Suyo es el arranque en el que descubrimos que malvive durmiendo en el coche, duchándose en el gimnasio, y prostituyéndose para sobrevivir. Tal vez como resultado de su “malavida”, decide volver a casa. Allí se reencuentra con la gente del barrio. Sus amigos de toda la vida.

En este punto el director y guionista ha dedicado un buen tramo de película en que los conozcamos a todos. Maribel Verdú, Francesc Garrido, Javier Gutierrez, Fernando Tejero, Antonio Molero, Pilar Castro y Carmen Ruiz completan el grupo. Lo curioso es que Cavestany ha conseguido crear unos personajes complejos, pero tal vez demasiado extremos. Cuando se entra en el mundo de este grupo, la “normalidad” no tiene razón de ser. Casi se impone el esperpento. No digo que los actores no hagan un gran trabajo. Todos están en el mismo tono, y se consigue que nadie desafine, que nadie este por encima de nadie, que nadie estropee el ritmo. Tal vez por tener el mayor número de planos, tal vez por que actor y director son viejos conocidos, San Juan destaca en un personaje que repite en sus últimas películas, y por supuesto borda. Pero también el resto del reparto es el mejor posible. La Verdú, que lleva años en estado de gracia y que acaba de recibir no se que mierda de medalla (cómo si le hiciera falta) es la que tiene una tarea más complicada. No recuerdo ninguna película en la que haya hecho un personaje tan diferente como este... y lo hace muy bien. Del resto del reparto, estamos más o menos acostumbrados. Todos parecen pertenecer a una especie de clan que se ha ido formando, amparados por la compañía de teatro Animalario y por el guionista David Serrano, que parece ser una especie de líder carismático junto a San Juan, y que en esta ejerce las veces de productor ejecutivo (un poco al estilo de Apatow en EEUU). Así que casi puedo decir que he echado de menos a Guillermo Toledo, otro habitual de la pandi.

Pero no todo es perfecto en esta comedia coral. Tal vez la falta de una línea argumental que vaya más allá del personaje de San Juan se hubiese agradecido. La película es una continuación de situaciones más o menos divertidas, pero llega un punto que tanto sketch y tan poca trama acaban cansando. Puede estar justificado por la falta de metas de los personajes, falta de ambiciones, por lo perdido que están algunos de ellos, tal vez porque el personaje de Alberto necesita llegar a un punto de no retorno que le ayude a aceptar quien es. Pero las situaciones no son lo suficientemente contundentes. Una de las reglas de la comedia, más la más ácida, es mediante la ironía desmenuzar a traves del humor situaciones, pero sin perder las perspectivas de la realidad que se critica. Y sucede, sucede en esta película en la penúltima secuencia. Pero es tan leve, y tan rápidamente suprimida por la imprevista llamada de Verdú, que el efecto dramático se pierde e intercambia por el asombro. El asombro de no saber si el desenlace es positivo y supone el cambio al que debe llegar el personaje de San Juan, o es sencillamente que la historia se repite y está predestinado a no poder salir nunca del bucle en el que está atrapado.

Cavestany, un guionista capaz de lo mejor ("Los lobos de Washington", y lo peor (“Salir pitando”) se estrena como director en solitario (ya codirigió “El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo”), y lo hace con muy buen pie (con el permiso de la taquilla) con esta comedia muy del estilo del colega Serrano, pero aportando algo que su compañero no ha sabido (o tal vez querido) encontrar; una acidez que recuerda a Todd Solondz, y que añadiendo una línea argumental más elaborada, augura un posible buen futuro para la pateada comedia patria.

Víctor Gualda.

martes, 18 de noviembre de 2008

SATANAS

La película colombiana dirigida por el novel Andrés Baiz, es una apuesta muy interesante pero a la que le falta “algo” (tal vez oficio). Mientras la veía no pude dejar de pensar que parecía un cortometraje alargado, e intentaba recomponer la historia en mi cabeza para reducirla a veinte minutos. Y es que la estructura esta dividida en tres historias que no son complementarias. El espectador estará pendiente para saber cuando se unen, pero en realidad, sólo una me parece que tiene la suficiente entidad dramática y podría llevar todo el peso de la trama.

Resulta que Baiz tiene media docena de cortometrajes realizados. Este es su primer largo, tal vez por eso el ritmo me resultaba un tanto amateur. No quiero decir que no sea el correcto, pero se nota una inexperiencia a la hora de conferir el tempo que necesita la historia. Este defecto que es habitual en el cine español por no haber sabido adaptarse a la evolución de los cambios narrativos directamente importados de los americanos, tiene como consecuencia un arranque lento. Se nota desde el primer plano que el director trata de sorprender. Que trata de enganchar al espectador con unos movimientos de cámara potentes y una escena impactante. Todo para presentar a uno de los tres protagonistas. Un cura "bueno" que tiene que cargar con la culpa de sentirse responsable de los actos de una desequilibrada. Al menos esto es lo que entiendo en los primeros compases de película. Luego resulta que la subtrama adquiere mayor protagonismo y se convierte en pieza casi imprescindible del puzzle (casi premonitoria). Particularmente me parece que el director se podía haber ahorrado esta historia desquiciada que pierde credibilidad por lo extrema que resulta. Tal vez como cortometraje independiente hubiese funcionado, pero aquí no hace más que incomodar.

En cuanto al cura, resulta que el director nos quiere presentar que tiene dudas sobre su vocación. Una relación imposible le atormenta. La culpa, que resulta el motor inconsciente de toda la cinta (no confundir con “el tema”, que es otro) no parece que le pase la factura que sería conveniente. Y es que se nota la influencia católica en toda la base de la película. La educación judeo-cristiana tiene un peso y aquí es muy evidente. Lo cierto es que el cura también tendrá que pagar por sus pecados. Así el título resulta muy adecuado para la película en la que un dios vengativo se va a tomar la justicia a través de un manso... no quiero desvelar nada, pero todo el armazón es demasiado evidente.

La segunda pieza o trama principal del puzzle resulta una chica que trabaja en un mercado y tiene la oportunidad de salir adelante a costa de seducir y robar a tipos desprevenidos. Todo ello hasta que se encuentra con la horma de su zapato. Esta es sin duda la historia más deslabazada de las tres. La trama es tópica y funciona como otro corto independiente en el que vemos la evolución lógica, y como la culpa se paga con sangre si antes tu la derramaste (de nuevo el elemento religioso se esconde tras la trama). Curioso que el clímax dramático de esta se resuelva al final del segundo acto y que en el tercero el personaje desaparezca hasta el desenlace.

Otra cuestión diferente es la historia que a priori es el base principal de la película. La del mencionado manso, al que en todo el arranque de la película el director se ha tomado la molestia de dedicar mucho tiempo (demasiado) para presentar. Baiz nos enseña a un hombre solo (en el guión se comete la equivocación de decirlo por boca del protagonista). Sus desencuentros sexuales, la imposible relación con la madre castrante, la mala influencia de la consciencia de la clase social, son elementos para los que el texto se toma casi media película. La frustración se va apoderando de él, y haber pertenecido al ejercito americano le confiere la seguridad de las armas. Así cuando en el último tercio de película el personaje se destapa como ángel exterminador, ningún espectador se puede mostrar sorprendido. Sabemos que todos los que le incordiaron pasaran por su furia. Me recordó este punto a aquel experimento triunfal de Gus Van Sant en “Elephant” en el que las historias se desarrollaban de manera paralela cambiando los puntos de vista hasta el desenlace. Lástima que aquí el intento resulte fallido, porque la propuesta es de las más interesantes que he visto en el subgénero “asesinos en serie”.

Desde el principio sabes que los personajes están llamados a encontrarse, pero sólo el cura y Eliseo (un Damián Alcazar que sobresale del reparto por su inacción) lo harán cuando corresponde, y desde luego no con la suficiente contundencia dramática. Hubiese necesitado Baiz recortar más el arranque y entrelazar más las historias para que adquiriesen el peso necesario y la película fuese una de las referencias de este año. Pero lo que es seguro, es que se trata de un estreno como director potente,que le permitirá al menos hacer su siguiente película... que particularmente espero con curiosidad.

Víctor Gualda.

lunes, 10 de noviembre de 2008

LOS AMOS DEL MUNDO: Arturo Pérez Reverte

Para el que no lo sepa, a finales de este mes cerramos La Devedeteca de Martín de los Heros. Aunque la piratería y la crisis son dos de los motivos claves (eso no es ningún secreto para nadie), hay otros que no viene al caso explicar. De cualquier forma, quiero expresar personalmente mi agradecimiento a todos aquellos que han estado con nosotros durante todo este tiempo. Seguiremos en Opera. No sé que repercusiones tendrá para la continuidad de este blog, pero seguro que seguiré tratando de colgar críticas, aunque no puedo garantizar que sea con la regularidad actual. De momento, os cuelgo un artículo de Perez Reverte que no tiene desperdicio. El tipo lo escribió hace ahora diez años y se me ponen los pelos como escarpias al leerlo. No está relacionado con el cine, pero si con el momento actual. Para el que piense que esto es un blog de cine y no un muro de lamentaciones, le diré que también al cine le influyen estas situaciones de crisis y por lo tanto legitiman la utilización del espacio para el pataleo. Suscribo personalmente cada palabra de este artículo de plena actualidad, y os animo a que lo leáis.
Víctor Gualda.

(Artículo del escritor español Arturo Pérez-Reverte, publicado en 'El Semanal' el 15 de noviembre de 1998, y que ahora, diez años después, parece una visión de Nostradamus) .

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos.
Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street , y dicen en inglés cosas como long-term capital management , y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.
Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.
No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.
Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.
Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad.

Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.
Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.
Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.
Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

viernes, 7 de noviembre de 2008

EL OTRO

La película de Robert Mulligan de 1972 resulta una rara avis con una capacidad de enganche que pocas veces me produce el género de terror. Pero no se trata este de un terror que se recrea en el mal gusto, sino que lejos de ello explota el lado más dramático de la psique del individuo, para crear situaciones perfectamente verosímiles. Así la película se podría situar sin ningún complejo en la categoría de película dramática gracias a la inestimable aportación de Uta Hagen, con las dosis suficientes del llamado terror psicológico, maravillosamente ampliado por la caja de resonancia de la banda sonora de un Jerry Goldsmith involucrado en un proyecto aparentemente menor, pero que no tiene desperdicio.

Además de la aportación de Hagen, me gustaría destacar la interpretación de los gemelos Martín y Chris, que con esa mezcla de miedo e inocencia son capaces de trastornar al más pintado. De hecho es fácil caer en el tópico de pensar que ambos actores son el mismo. Pero la clonación digital no se estilaba aun en la época, y aunque rara vez comparten plano, los Udvarnoky trasmiten unas sensaciones que van desde Jekill y Mr Hide de Stevenson hasta el Goliadkin de Dostoievski, abriendo una amplia gama de registros. Tal vez a estas alturas y con las referencias que tenemos en la actualidad, la sorpresa no sea tan grande como debió serlo a principios de los setenta. Ahora es fácil apuntarse al carro de la obviedad, pero estoy convencido que los espabilados directores actuales (entre ellos Amenabar) han bebido directamente de estas fuentes, y es que hacer referencia a “El final de la escalera”, “La profecía” o “La semilla del diablo” es más fácil que la evidencia de la influencia de esta pequeña obra maestra.

Lo que más turbación me produce es que la película huye de los típicos y tópicos decorados que incitan inconscientemente al miedo. La granja en la que se desarrolla el metraje parece el lugar idílico en el que a todos nos gustaría vivir... al menos una temporada. La luz, la música, el riachuelo, la familia son elementos que tienen su encanto. La película está basada en la novela del escritor de género Tom Tryon que firma además el guión, y desconozco si el planteamiento es el mismo, pero ha conseguido un libreto que tiende voluntariamente a ir creciendo con el paso de los minutos, de forma que pocas veces he visto en este extraño arte, que en apenas hora y media es capaz de darle la vuelta a cualquier situación. Así lo que en principio parece un sueño paradisiaco, se transforma en una pesadilla hasta el momento de clímax. Pero es que además, lejos de conformarse con el momento climático del necesario descubrimiento, Mulligan da un doble salto mortal antes de finalizar la película, demostrando lo poderoso que puede llegar a ser el lado oscuro. Los hechos se precipitan hacía lugares siempre peligrosos y pocas veces explorados en la narrativa cinematográfica, involucrando a un recién nacido justo antes de un desenlace, que a pesar de lo previsible, nos hace dudar de la identidad del hermano que se asoma a la ventana. Porque si es cierto que el fuego sirve para espiar los pecados, no necesariamente son los del principal involucrado, sino los de aquellos que los alentaron... aunque fuera con la buena intención de proteger a los inocentes (madre mía, por no querer desvelar nada, lo bíblico que me quedó)

Lo cierto es que estamos ante una gran desconocida que debería tener su sitio en los altares del cine, pero el terror (aunque no sea específico) es casi siempre considerado un género menor. Desde aquí reivindico el buen cine. Aquel que no entiende de géneros o números y que aporta sensaciones. Eso que resulta que siendo el fin último, rara vez se consigue.

Víctor Gualda.

martes, 4 de noviembre de 2008

EL QUINTETO DE LA MUERTE

Algo más de diez años antes del estreno de esta película, Capra ya había demostrado lo peligrosas que pueden resultar las inocentes ancianitas. Pero parece que Alec Guinness no vio “Arsénico por compasión” y decidió meter en su plan de robo del furgón, a la inocente Katie Johnson. También esta es una comedia negra, aunque al más puro estilo ingles. Producida por los estudios Ealing y dirigida por Alexander Mackendric, la historia y el guión corrieron a cargo de William Rose, que años después ganó el Oscar por “Adivina quién viene a cenar esta noche”

La estructura de “El quinteto de la muerte” es casi perfecta. La película está dividida en dos. Pero antes, ya el arranque es una maravilla de concreción. En la primera secuencia el guionista ya nos ha presentado a la protagonista sobre la que gira toda la trama, y el tono. Todo ello en apenas un par de planos. Aquel en el que la inocente viejecita se acerca a saludar a un bebe y este comienza a llorar despavorido, antes de entrar a la comisaría de policía para contar una historia de ovnis. A continuación, en el más puro estilo expresionista, la sombra amenazante que la observa desde las esquinas, toma la forma de un Alec Guinness apenas reconocible por el esperpéntico maquillaje, y la intención de alquilar un cuarto para ensayar con su quinteto de cuerda. El grupo lo completan, la amenazante presencia de Peter Sellers y Herber Lom (ambos coincidirían luego en “La pantera rosa”) Danny Green y Cecil Parker.

Como decía la película se divide en dos. Después de la presentación entendemos que el grupo lo único que pretende es robar un furgón de dinero. Así la motivación de la historia es la ambición de nuestros protagonistas y el atraco. En apenas una hora de metraje ya ha pasado de todo a base de sketch sobre la línea argumental. Pero una vez llevado a cabo el plan con la involuntaria ayuda de la anciana, la motivación está a punto de tomar un giro de ciento ochenta grados, y a partir de que todo el “pastel” se descubre, es la codicia la que toma protagonismo. En esta segunda parte, la trama sufre una aceleración aun mayor si cabe hasta el, tal vez a estas alturas, previsible desenlace. Y es que si hay que ponerle algún pero a esta maravilla, es que a pesar de que no deja de haber giros a lo largo de toda la trama, algunas secuencias se hacen algo pesadas por la repetición del gag, de forma que se produce una paradoja curiosa, y es que el ritmo interno de algunas secuencias es fallido, mientras el ritmo total de la obra es fantástico.

Me gustaría además destacar la fotografía de Otto Séller, que utiliza a la perfección el Technicolor con colores contrastados y sombras muy acentuadas que no molestan al tono de comedia y aportan el punto siniestro que tiene además la película, me encantan además las viejas transparencias. Pero por encima de todo, a recordar el travelling lento sobre a habitación ocupada por los instrumentos, mientras de fondo suena las Cuatro Estaciones.

De la versión que hicieron los hermanos Coen en 2004 hay poco que decir. En realidad se limitaron a copiar de mala manera la estructura dramática (que siguen casi al milímetro). La pena es que no supieron interpretar las claves de la película y se limitaron a utilizar el tono de comedia (que por mucho que insistan no es precisamente su género fuerte) Así, se perdió por el camino la tensión dramática de la original, la mezcla de géneros, la fantástica ambientación, e intentando mejorar el ritmo con la presentación del grupo de ladrones, ralentizaron la acción, de forma que se perdió parte del ritmo original. Además la motivación de los personajes después de conseguir su objetivo no es la codicia, sino la estupidez. En esta no han utilizado a la abuela para su plan (únicamente la casa desde la que hacen el robo) mientras que en la versión de Mackendric la involucraban en una inolvidable secuencia que mezclaba suspense con comedia a la salida de la estación. Tampoco es comparable Tom Hanks con Alec Guinness, pues si el británico está algo sobreactuado, no desentona con el tono general, mientras que el americano resulta pesado con sus largas parrafadas... en definitiva, como dijo Billy Wilder después de su remake ”Primera Plana” de la original “Luna Nueva”... (más o menos) -...nunca la tenía que haber hecho, si la primera era una obra maestra y no había nada nuevo que aportar-.

Víctor Gualda.

viernes, 31 de octubre de 2008

PASO DE TI

La asociación del director y guionista Judd Apatow y la productora Shauna Robertson, ha dado como fruto una revisión de la comedia americana. Los responsables directos de “Lío embarazoso” y “Virgen a los 40” y productores de “Supersalidos” y de la que nos ocupa, han sabido darle un giro al concepto de comedia. Así, la que a priori se presenta como una de las películas golfas de la temporada, resulta ser una comedia romántica en toda regla. Y es que si algo hay que reconocerles a los, en esta ocasión, productores Judd Apatow y Shauna Robertson, es su capacidad para saber aunar el espíritu gamberro de los ochenta pasado por la licuadora de la modernidad, y añadir unas pizcas de romanticismo, para obtener como resultado un producto para adolescentes y treintañeros de consumo divertido, que a priori no resulta pretencioso, y como no, que respeta a pie juntillas todas las convenciones del genero. Y es que por mucho que el lobo se vista de seda...

En el caso de “Paso de ti”, un guionista colega de Apatow llamado Jason Segel se lo guisa y se lo come, siendo escritor y protagonista. En la dirección, otro colega de Apatow, Nicholas Stoller, también guionista televisivo y que con esta debuta como director. La estructura de la película no lleva a engaños. Se ahorra las presentaciones y sigue la vieja máxima de empezar por el final del conflicto, al menos del que sirve de arranque de la película. Apenas ha presentado al personaje en cinco minutos, y ya sabemos que es un vago, que compone música ambiental para una serie. Que está liado con una de las actrices (Kristen Bell) de series tipo CSI del momento (que además resulta una crítica descarada) y que ella le va a dejar. Lo curioso en este arranque de película en realidad es el interés de Segel por enseñar la polla todo lo que pueda, de forma que un conflicto tan básico, como los motivos por los que la actriz deja al músico holgazán, pierde interés por adivinar las veces que la enseñará. Una vez superada la primera prueba de fuego lo siguiente será el tópico. Cuantas mujeres, cada cual más peculiar (recurso manido hasta la extenuación) necesitará el protagonista para olvidar a su ex. Pero en vez de cerrarse a lo fácil, el guionista se decanta por el segundo tópico más sencillo. Largarse de vacaciones a Hawai. Por supuesto allí se encontrará con su exnovia y el tipo por el que le ha cambiado, un músico modernillo que parece estar siempre fumado (Rusell Brand). No os asustéis, apenas he contado un tercio de película, no contaré más y todo está por pasar, aunque aquel que espere sorpresas, mejor que se vea una película de otro género.

La incorporación de la espectacular actriz televisiva Mila Kums y del músico místico Brand será lo que mueva la trama. Elementos desestabilizadores y fantásticos antagonistas de los personajes. Lo mejor en este punto es que en vez de recurrir a la comedia de enredo, el personaje está planteado (tal vez por una cuestión de ego) como en una comedia de situación. Y es que Segel trata de ser un tipo serio (siguiendo las pautas de Steve Carrell), introducido en una situación compleja, pero siempre tratado con un tono cómico por las circunstancias a las que se tiene que enfrentar. En cuanto a los antagonistas , director y guionista han tenido el buen gusto e inteligencia de introducir personajes divertidos, pero que no resultan antipáticos, sino todo lo contrario. Así la película se va convirtiendo en un terceto en un tono más dramático, compensado gracias a la inestimable colaboración especial de un personaje invitado que no es otro que Brand, que a pesar de rozar el estereotipo, no pierde la coherencia en ningún momento. Además colaboradores habituales de Apatow como son Paul Rudd como surfista pasado y Jonah Hill como fan psicópata, mantienen el tono cómico en un nivel elevado.

Además, al ser el propio guionista el actor principal, se ha reservado un doble final, primero en la comedia romántica, con una secuencia de desenlace muy divertida aunque poco realista, pero que al público americano (y porque no, también al europeo) encantará por sus imprescindibles connotaciones morales, y un segundo, con ese regustillo de superación que se hace doblemente entrañable por sus protagonistas; las marionetas del mítico Jim Hemson. Para terminar descubrimos que enseñar la polla era un gag, que además sirve de confirmación de que nuestro protagonista ha hecho lo adecuado con su cambio de relación, y deja claro que su ego no tiene complejos.

Sólo un par de detalles más, la tendencia de todas las películas de la “saga” a una duración de casi dos horas, resultando algo largas para tratarse de comedia, y esta es tal vez la más descafeinada de todas las entregas. Tal vez el nivel de “Virgen a los 40”, la película que dio lugar al resto, sea difícil de alcanzar. Aunque aquella tuviese una estructura dramática más deslavazada, era mucho más salvaje, y es que poco a poco han ido edulcorando los diálogos en las siguientes entregas, para buscar repetir el final feliz y los principios morales que tanto gustan al público, con el fin último de que llegue al mayor número de espectadores posible... y por consiguiente alcancen mejores cifras en taquilla.

Víctor Gualda.

martes, 28 de octubre de 2008

BLADE RUNNER

A falta de novedades interesantes, buenos son clásicos. Y es que esta película del año 1982 lo es en toda regla. Siempre me ha resultado intrigante por varios motivos. Como en los buenos guiones, hay una trama que camina por la superficie que resulta ser sólo la punta del iceberg. El tamaño de lo que está debajo es lo que determina el calado. Y bajo mi punto de vista, en Blade Runner lo que esconde bajo la superficie es capaz de hundir veinte Titanics. Hasta el punto de trascender sobre el propio Ridley Scott y convertirlo en un personaje más como en un juego de cajas chinas imposible.

Sobre la superficie, es sencillamente un thriller policíaco en el que el personaje de Harrison Ford es un detective (Deckard) que tiene como misión encontrar a cuatro criminales esclavos que se han amotinado en una cárcel (otro planeta). Como se trata de una película futurista, estos desaparecidos resultan ser robots casi perfectos. Este giro con la introducción de robots, ya le confieren a la película un nuevo argumento. El prometeico, que requiere un análisis más detenido. Y es que estos cuatro humanoides (replicantes) saben que tienen las horas contadas, y buscan a su creador para pedirle que les alarguen la vida. De forma que ese viejo sueño de la inmortalidad, se traspasa a unos seres artificiales, que en realidad son más humanos que los propios humanos. A nivel argumental, no están dotados de sentimientos, lo que lleva a pensar que cuando asesinan con sus propias manos para conseguir su objetivo, en realidad son unos psicópatas incapaces de empatizar (un nuevo argumento). Pero ni siquiera este punto es real. Pues con los modelos más evolucionados, Sean Young y Rutger Hauer (Nexus 6) entendemos que el sufrimiento y el miedo están presentes al haber sido hechos a imagen y semejanza de su creador. Que resulta ser una extrapolación de Dios. De modo que “el creador” Tyrell lo es en toda la extensión de la palabra. Además, a partir de este punto, se introduce un elemento mesiánico. Y es que el hijo del creador que en principio no está dispuesto a morir, acaba aceptando su destino, y de alguna manera con su gesto, y con imágenes simbólicas, como la de clavarse el calvo en la mano, o el de liberar la paloma antes de morir (Espíritu Santo), se convierte en un Jesucristo capaz de perdonar (no al creador al que inflinge el castigo de la mortalidad, pero si al hombre, representado por Harrison Ford). De esta forma, el punto de vista principal dominado por Ford, es sencillamente una excusa para contar una historia mucho más profunda, y al detective, el único don que se le da, es el de enamorarse de uno de estos replicantes perfectos, con el consiguiente desengaño del amor imposible, colocándole en una situación ambigua, y sirviendo de simple cronista y excusa para contar la historia de Prometeo, que aparte de robar el fuego de los dioses, es el primer escultor de hombres. Cuando estos vayan a reclamar el poder de la inmortalidad, su “padre” Tyrell les dirá algo así como... tenéis el don del libre albedrío, por qué no disfrutáis de él mientras podáis... Pero una inteligencia superior busca trascender. Y este es el punto en el que meto en la trama al director. Me planteo si Scott no es otro Dios, que ha creado una película que busca trascender (consciente o inconscientemente). Es su manera de pasar a la historia, de alcanzar la inmortalidad. A fin de cuentas, es a la que más vueltas le ha dado. Haciendo montajes y remontajes a lo largo de los años (en alguno ni siquiera ha intervenido), y buscando la perfección hasta el extremo. Eliminando por ejemplo la voz en off de Harrison Ford, para (bajo mi punto de vista) eliminar los vestigios de las películas de subgénero de detectives y conferirle el don de obra maestra superior. Y es que cualquier protagonista vale tanto como bien desarrollado esté su antagonista. Y en el caso de este, Roy (Rutger), se eleva por encima del detective y se convierte en el verdadero heroe.

-“...todos estos momentos se perderán en el tiempo como lagrimas en la lluvia”- es un epitafio perfecto mientras la lluvia, que no deja de caer en todo el metraje, se mezcla con las lágrimas de la certeza. Ha llegado el fin para el ser más poderoso creado por el hombre. Ha llegado la muerte para el hombre.

Atrás quedan temas, secuencias y momentos memorables que comentar, como la banda sonora de Vangelis, la fantástica escenografía del decadente futuro diseñada por el artista conceptual Syd Mead y combinada por la dirección artística de David Snyder, inspirada en el trabajo de Moebius (que rechazó trabajar en la película) o subtramas como la de “la inmortal” partida de ajedrez, las influencias de “Metrópolis”, o los cotilleos de rodaje de peleas entre Director y protagonistas. Pero el espacio es reducido y “Blade Runner” es una obra maestra que necesita muchas líneas para comentar. Como epílogo homenaje, los dos finales; el original, y el de la reedición. Creo que Harrison estaba de acuerdo con que se eliminara. No le culpo... yo mismo eliminaría este último párrafo, meramente informativo “happy end”.

Víctor Gualda.