viernes, 29 de febrero de 2008

AMERICAN GIGOLO

“...Vaya, la incapacidad de expresar el amor: el gigoló. Eso es. Esa es la metáfora... Tenemos a un hombre que se dedica al negocio de proporcionar amor, por tanto es la metáfora perfecta para alguien que no puede expresarlo. Es la representación de una cosa mediante su contrario”

Lección de cine en cuatro líneas del director y guionista de esta película Paul Schrader. Y es que, para su segunda película, el director nos mete en la piel del gigoló americano a través de Richard Gere. En el anterior párrafo, el director nos cuenta prácticamente toda la película. Quién, cómo y por qué. Ahí está el tema y el argumento de esta maravillosa película, que trata de la búsqueda del amor. Todo lo demás es puramente circunstancial, o simplemente papel de caramelo. Me refiero a la trama que hace avanzar la película por medio de un extraño asesinato... pero vayamos por partes.

La presentación del personaje de compras, o preparándose físicamente, nos está contando cosas sobre él. La secuencia del encuentro para que haga de chofer de una señora rica a través de una proxeneta, nos cuenta a que se dedica y con quien se relaciona. Vemos su carácter. Vemos como negocia el dinero que ha de cobrar. Vemos que ella le proporciona clientes ricas, pero que él se ha establecido por independiente. La secuencia en el bar de un hotel cuando Gere se acerca a la mujer que habla en francés al camarero, nos muestra que es culto y cómo opera. Pero en esta secuencia con Lauren Hutton dada su trascendencia, nos muestra además que Schrader es un maestro de las secuencias cara a cara. Los diálogos, el subtexto, los silencios, las respuestas, hacen de una secuencia que en otro director hubiese resultado larga y aburrida, sea en él un sello de identidad. Ella prácticamente le insulta. Pero él tiene demasiada clase para dejarse insultar, o para ponerse a su altura. Ni siquiera por esta atractiva e inteligente rubia. Una retirada a tiempo es una victoria, y Julian-Gere no necesita demostrar nada a nadie. Por eso prefiere irse. Por eso luego Hutton aparece en su apartamento. Ambos son “profesionales” en lo suyo, pero ambos están solos. Aún no lo saben, pero se necesitan porque cada uno representa lo que el otro es.

Por medio un nuevo proxeneta de más baja estofa. Un gay que le proporciona trabajos de peor “categoría”. Tendrá que ir a ver a otro cliente que quiere que folle a su mujer mientras él mira. Inmediatamente descubrirá que no es sólo eso, también la tiene que atar, golpear y sodomizar. Richard la trata con cariño, lo hará porque es su trabajo, pero piensa que no se lo merece. Schrader nos ahorra esta parte. Su gigoló americano no puede perder nuestro respeto cayendo tan bajo ante nuestros ojos. Otras clientas, otras situaciones incluso divertidas cuando va de compras a una tienda con una de sus protectoras y se hace pasar por gay estereotipado. Todo para que acto seguido descubramos que la rubia (Hutton) que tanto le gusto resulta ser la esposa de un político. Enlazado a continuación para hacernos descubrir al tiempo que nuestro protagonista, que la mujer a la que tuvo que esposar ha aparecido muerta. El conflicto que mueve la trama acaba de estallar ante nuestros ojos. ¿Quién va a ser acusado del asesinato?. Elizondo, un policía implacable se ocupará del caso. Fantástica la secuencia del encuentro en el baño entre ambos. De nuevo Schrader pone a dos personajes cara a cara. De nuevo el subtexto. Gere acusa disimulada-descaradamente al inspector de estar celoso. Se permite el lujo de dar consejos estéticos. Es demasiado chulo para no ser culpable, y él lo sabe.

A partir de aquí la caída en picado del personaje. Necesita que alguien le eche una mano para librarse del marrón, pero vive en un mundo irreal en el que cada uno se ocupa de lo suyo. En el que las apariencias son más importantes que la verdad. El director nos hace sentir la tensión de ver que no tiene escapatoria. Nadie le va a ayudar. No tiene amigos. Sólo tiene una amante que le busca, pero a la que no puede implicar. Para darle mayor dramatismo también ella le deja. Es periodo de elecciones y no puede hacer daño a la carrera de su marido. Un Gere acorralado empieza a hilar cabos. Se encuentra en su garaje al amante del proxeneta que le contrató. Algo no funciona. Su casa se ha convertido en terreno peligroso. Busca y no encuentra. Coge el coche. Una mancha de grasa delata que algo ocurre. Busca y encuentra. La respuesta está en los bajos de su coche. Ahora lo entiende todo. El espectador puede imaginar, pero necesita confirmación. Así que Richard va a buscarla. Un enfrentamiento con el proxeneta. Todo se aclara. De nuevo un fantástico cara a cara. Ahora no hay subtextos. Ahora las verdades se escupen a la cara. Son dos personajes que se hablan como iguales. El proxeneta no tiene problema para decirle a la cara la verdad. Es un mierda que no gusta a nadie. Un prepotente que se ha ido sacudiendo a todos, por eso es una víctima fácil, un cabeza de turco por el que nadie moverá un dedo. La secuencia termina dramáticamente. Podría decir que la película acaba aquí. Pero Schrader, tal vez presionado por los productores, tal vez por criterio propio, nos añade un happy end innecesario. Alguien si que le quiere, y esta dispuesto a lo que sea. Demasiado blando. A estas alturas todos sabemos que tus amigos (los de cualquiera) no los eran, y que incluso se alegrarán de verte perecer. Sólo por el placer de compadecerte y criticarte. La otra opción, la que toma el director, sirve para cerrar el circulo. A fin de cuentas, Julian-Gere, deambula sin rumbo y contempla a hurtadillas las vidas de otros, no tiene vida propia, pero la quiere aunque no sabe como conseguirla. Con este final, y gracias a ella, su meta-motivación estaría satisfecha, igual que la del espectador medio.

Mención especial a un Richard Gere sencillamente espectacular. Y no me refiero físicamente (que también) sino a la facilidad de transmitir la dualidad entre chulo descarnado y hombre sensible, entre la falta de escrúpulos y el miedo. Muy bien en todos los cara a cara, la cámara le quiere y Schrader lo sabe. Tal vez por eso la leyenda dice que se negó a hacer la película si Gere no era su protagonista. En cuanto a Schrader como director; “Blue Collar” la primera. Una película excepcional sobre los sindicatos y la naturaleza humana, como “Taxi Driver” o “Toro salvaje”, como lo son“Light Sleeper” o “Afliction”, como lo son “La ultima tentación de Cristo” o “Hardcore”. Y es que Schrader es un guionista, y a veces director, que basa su cine en personajes muy desarrollados y utiliza la trama para ponerlos en apuros que nos muestren lo más profundo de la condición humana.

Víctor Gualda.

lunes, 25 de febrero de 2008

LA EXTRAÑA QUE HAY EN TI

En fin, poco se puede decir a nivel cinematográfico de esta película. Su atractivo radica en que la dirige Neil Jordan, al que se le presupone una cierta calidad basada en anteriores producciones, e interpretada por una Jodie Foster que se prodiga poco en la pantalla grande (una película por año, como buena estrella que es). Lo que no puedo entender es la motivación que le ha llevado a elegir la producción que comentamos. Tal vez que es un personaje femenino principal protagonista en la que los actores masculinos son relegados a meras comparsas. Pero fuera de esta razón (que es de peso, no crean que no) poca motivación más se me ocurre. Tal vez el “salario”, pero no creo que Jodie esté nada mal de dinero. Así que descarto esta opción.

En cuanto al argumento, tema, estructura, ritmo, tono e interpretación hay poco que comentar. Es una thriller correcto, que se puede traducir por paralelismo en un western, en el que las praderas han sido sustituidas por edificios y calles de un Nueva York que corresponde más al que conocemos de los ochenta, que al que nos muestra el cine norteamericano actual (por cuestiones de trasfondo, y de mensaje implícito adherido al argumento). Pero por partes. Decía que puede compararse con un Western porque el tema es la venganza. Una joven y guapa pareja multirracial a punto de casarse saca a pasear a su perro por el parque de noche, y son agredidos por un grupo de chavales sin motivación aparente. Pero claro, los medios de comunicación nos saturan cada día con hechos violentos sin más fin que el de grabarlo en el móvil. Algo de esto hay en la película. La paliza acaba de mala manera para el buen chaval medico. Lo cierto es que la situación produce algo más que magulladuras en nuestra protagonista e inicia una carrera de obstáculos poco definidos. ¿Venganza? ¿miedo?... da igual, en los estates cualquier excusa es buena para comprar un arma. La motivación esta servida. Nuestra protagonista se convierte en un ave nocturna que como única forma de redención, encuentra liberar a la maravillosa ciudad que un día fue (antes de los atentados, claro) con el alcalde republicano Rudolph Giuluani y reconvertirla, en una ciudad respetable a base de tiro limpio. Y es que los ochenta, años en los que Harry el sucio protegía la city hasta la llegada del italoamericano en 1994, quedan lejos, y una nueva “brave one” ha llegado.

Por supuesto, como el peso es demasiado grande para su espalda, entra en juego una baza que le garantiza la bendición que otorga la placa del “cura” (como sustento moral me refiero) que representa a Dios-ley. Un buen (como no) poli interesado en su caso entra en la trama con su propia subtrama a cuestas. Las motivaciones; de nuevo poco claras. ¿Le cae bien? ¿Es fan del programa de radio que ella presenta? ¿le gusta? Por si acaso, los guionistas dejan claro que el sheriff está divorciado. Es un abnegado policía que sólo quiere cumplir con su obligación. Obligación obstaculizada por la ley (aquí esta la paradoja que echabais de menos) Un malo maloso al que no vemos hacer ninguna de las acusaciones que se le imputan, tipo trafico de drogas, trafico de personas, armas... resulta que este señor del que tenemos que creer que es tan malo, es intocable para la justicia gracias a su amplio equipo de abogados. Así que la vengadora enmascarada con la justificación de que hay una extraña en ella, está dispuesta a hacer el trabajo sucio. Su seguridad ha aumentado de tal forma que ya no necesita pistola. Ella misma se convierte en un arma mortal. Por supuesto nuestro poli que ejerce de bueno, pero no de tonto, se queda del tema al hacer unas comprobaciones tipo CSI y pronto sabe que es ella la vengadora.

Por supuesto, un espectador poco atento que chatea en internet mientras ve la película ya se imagina lo que va a pasar. Más, después de la secuencia de la rueda de reconocimiento, en la que Jodie hace como que no reconoce a su agresor, para así luego poder ocuparse ella misma. Una secuencia excusa con video del móvil para que el espectador no olvide lo que sucedió en la presentación, y se ponga de parte de ella, y la secuencia más “peligrosa” (y no me refiero cinematográficamente) de toda la película. La devolución del “favor” por parte del poli... Una puta locura vamos.

Y es que bajo mi modesta opinión, el planteamiento de la película. Y me refiero al trasfondo, es muy peligroso en un país con una mentalidad tan cuadriculada y conservadora como la americana, con la dificultad añadida de que allí cualquiera puede tener un arma. No quiero resultar moralista, pero el mensaje viene a querer decir que lo mejor contra la burocracia (conflicto y problema real de la película) es la ley del talión. La venganza está justificada y protegida por sus representantes. Lo importante es el fin. Y este no es otro que el de limpiar las calles de basura negra y latina (muy encubierto este punto con el novio y el policía, pero implícito) de puteros y traficantes. Así que la ley del far west sigue vigente. Lo importante es que no sea evidente. Porque lo que no se ve, no existe. La protagonista tiene la oportunidad de apoyarse en la ley en la rueda de reconocimiento. Pero en vez de eso, elige tomarse la justicia por su mano. Está bien. La ley es una mierda y la burocracia aun más. Pero tal vez hubiese estado bien que se planteara la posibilidad de que hay que buscar soluciones contra el paro, la delincuencia, los proxenetas, los traficantes o la arbitrariedad de las leyes. No que la única solución posible fuese ejercer de manera poco ortodoxa como vengadores (ni siquiera en las pelis de Harry). Y es que el cine no deja de ser un reflejo de la sociedad. Y la norteamericana está bien podrida. Al menos eso es lo que nos muestran en su cine “social” y su política exterior.

Víctor Gualda

viernes, 22 de febrero de 2008

DISTURBIA

A lo largo de la historia del cine se han utilizado varios métodos para llevar a los espectadores a las salas. Entre ellos las secuelas, los remakes, o las copias descaradas de argumentos de “hermanas mayores”. “Disturbia” es un claro ejemplo de esta última modalidad de copia (¿plagio?). La que nos ocupa es una clara relectura de “La ventana indiscreta”. Pero hay que reconocer que las viejas formulas siempre que se hagan con honestidad, funcionan. Y eso es lo que sucede con la que nos ocupa.

El guión está bien estructurado y la película funciona. A pesar de utilizar recursos de manual y no salirse ni un fotograma de las estructuras de las películas de suspense. Da igual que este claro cual va a ser el desenlace. Si el espectador se mete en la historia, se enganchará sin remisión y se dejará llevar al previsible final.

El arranque sigue las normas de cualquier manual de guión americano de probada eficacia. Ya sea Syd Field o McKee. Escena espectacular que enganche al tiempo que presenta al personaje principal y sus circunstancias psicológicas, pero que no tiene nada que ver con la trama que más adelante se desarrollará. A continuación los guionistas Christopher Landon y Carl Ellsworth nos preparan para las circunstancias que atrapan al adolescente protagonista Shia LaBeouf en casa y con escasa posibilidad de movilidad. Una cadena imaginaria enganchada al tobillo. Un policía antagonista con motivos poco maduros que convertida esos límites ficticios en una barrera infranqueable. Una madre despistada y bienintencionada en la piel de Triniti (Carrie-Anne Moss). El aburrimiento como excusa. Unos binoculares para controlar al vecindario, entre ellos una joven nueva vecina. El colega como extensión del cuerpo atrapado del protagonista, son los ingredientes para preparar ese plato, que no por comerlo habitualmente deja de gustar.

Luego un segundo acto que mantiene la tensión y el interés, que se fundamenta en la sospecha y que aumenta ese interés, la subtrama con la vecinita, la vigilancia, la madre incrédula, el traspaso de los límites por parte del sospechoso, la perfecta, matemática y previsible sucesión de los sustos, la secuencia de tensión y suspense fantásticamente conseguida utilizando las últimas tecnologías, y todo esta preparado para el tercer acto que da la razón al protagonista.

No lo desentramaré, pero funciona. El espectador descubre al tiempo que LaBeouf las normas tan bien aprovechadas por Hitchcock. La tensión se acumula con la madre como excusa. Da igual que lo hayas visto mil veces. Me recordó a la fantástica “Tesis”, tal vez aun más compleja aquella porque Amenabar jugaba con la ambigüedad de “quién” es el asesino. Pero en esta todo cumple su función sin buscar originalidades que no hubiesen llegado a buen puerto. El desenlace es previsible, pero mientras este llega, estás con el protagonista sin condiciones.

En definitiva una película menor, de entretenimiento y suspense para adolescentes que cumple un objetivo tan loable y simple, pero tan difícil en ocasiones, como el de entretener. Una relectura de los clásicos que puede servir para interesar por identificación a los más jóvenes e introducirlos en un género que ha evolucionado poco en los últimos años, pero que mueve sensaciones primarias dentro del espectador que pocos géneros consiguen tan bien... Lástima de cartel y título que no le hacen justicia. Y es que a veces algo tan poco trascendente a priori como la imagen que promociona puede jugar en contra. El original de la película (el que tenéis al principio de la crítica), es un cartel diseñado para atraer adolescentes interesados en el terror, y luego la película es otra cosa, lo que puede llevar a decepciones inmerecidas. Igual con un título que no dice nada. A veces me pregunto quien elegirá estos diseños y nombres que le hacen flaco favor a una película que podría funcionar y por el contrario acaba pasando sin pena mi gloria por la cartelera.

Víctor Gualda.

martes, 19 de febrero de 2008

LA GRAN ESTAFA

Cuando se estrenó leí críticas y opiniones para todos los gustos, pero la mayor parte de ellas no especialmente positivas. Con el referente del director sueco afincado en Hollywood Lasse Hallstrom, que hace películas que siempre tienen algo interesante, pero nada que destaque (me refiero a que no son reconocibles por su estética o por sus elementos de personalidad como las de Almodóvar o Scorsese por ejemplo) me lancé a la aventura de perder casi dos horas frente a la pantalla. La verdad es que la película me gustó, y aunque reconozco que le falta algo, no desentona con el resto de la producción del sueco. Y es que Hallstrom me recuerda un poco a Mitchell Leisen, un artesano que hace cine con un buen nivel, pero que no pasará a las enciclopedias como un “grande”.

En primer lugar me interesa el hecho de que la película este basada en un personaje atractivo que es capaz de sobrepasar los limites morales marcados por la sociedad para salir de su situación personal. Es un poco como aquel actor en paro de “Tootsie” que es capaz de vestirse de mujer y engañar a todos para demostrar su valía. En el caso del personaje interpretado por Richard Gere se trata del escritor Clifford Irving, un escritor que busca el reconocimiento desesperadamente y es capaz de decir que está en contacto directo con un personaje tan controvertido como Howard Hughes que llevaba veinte años sin conceder una entrevista, para escribir nada menos que su biografía. En este punto tengo que darle las gracias a Scorsese por acercarnos a el personaje en la fallida “El aviador” que nos ayudo a conocer la personalidad del excéntrico millonario. Con este referente, el espectador español, al que apenas le suena Hughes, es capaz de entender lo difícil y extraordinario de la empresa de Cllifford-Gere. Ayudado por el siempre creíble Alfred Molina que da vida al amigo intimo Dick Suskind, la pareja emprende el mayor engaño al publico americano hasta el caso Watergate, del que es precedente.

El director y el guionista (William Wheeler) nos presentan la situación y a los personajes. Nos muestran la confección del engaño, y nos dan de pasada un referente clave del escritor, que ya había escrito un libro sobre Elmyr de Hory, aquel extraordinario falsificador de obras de arte del que parece que aprendió mucho el propio Clifford, pero que en la película solo es mencionado de pasada. Así que el arranque ya resulta interesante. Pero más aun lo es cuando entra en contacto con editoriales y revistas, es entonces cuando vemos quienes son los verdaderos estafadores, con el beneplácito de las leyes, eso si. Pero la empresa es tan increíble que estos dudan de la veracidad del proyecto. Es entonces cuando Gere-Hallstrom recurren al recurso mil veces utilizado, pero que aquí funciona a las mil maravillas, de la voz en off explicativa del escritor contando como fue el primer encuentro con el archimillonario, apoyado por las imágenes casi de suspense que lo ilustran y que aligeran una información necesaria para el espectador. De esta forma el director se asegura además que el desarrollo del personaje que acaba creyendo reales sus propias mentiras, sea creíble. E incluso crea en el espectador la incomodidad de no saber si lo son o no (interesante este recurso sino lo hubiera reventado el propio director cuando vemos que está solo en la habitación)

Pero volvamos a donde nos habíamos quedado. Una vez “colocado” el libro, la pareja de escritores necesita información para darle credibilidad a su mentira, y es ahí donde comienza lo más increíble de la historia... La visita al que fue mano derecha Hughes y que les proporcionó el grueso de la información del libro. Por otro lado la información en forma de correo que le llegó desde Las Vegas que implicaba a Nixon en la percepción de fondos a cambio de tapar un escándalo con la TWA. El cobro de un cheque en Suiza, que se supone destinado al millonario por los derechos editoriales de su biografía, y que cobra en una escena de nuevo subexplotada en cuanto a suspense la mujer de Clifford (Macia Gay Harden, que borda este tipo de papeles) La subtrama de la amante de Clifford encarnada por Julie Delpy, que no tiene peso en la trama pero si en el personaje y el desenlace.
Varias emocionantes secuencias, especialmente aquella en que un Gere de espaldas a la cámara confiesa todo en un travelling circular, para que en el último momento descubramos que es una voz en off, mientras en “realidad” lleva la mentira aún mal lejos (continuo recurso este de apostar doble o nada que reaviva la trama y por tanto la emoción)

El tercer acto no desentona con lo anterior, y supone la desarticulación de todo el entramado. Este punto es previsible, pero lo bueno es como está contado, Las fichas de domino empujan unas a las otras hasta llegar al punto álgido con la intervención (real) del propio Hughes por medio de una conferencia radiada que hace explotar todo. Mientras que Hallstrom y Wheeler hábilmente presentan al millonario como principal beneficiado y de paso enganchan con el mencionado caso Watergate. Atrás quedan escenas de grafólogos y periodistas que comprueban la veracidad de una mentira muy bien encajada que consigue engañar a todos. En realidad, te hubiese alegrado que el escritor hubiese conseguido su objetivo, porque no hace daño a nadie. Creo además, que está muy bien reflejada la crisis de confianza que sufrió el pueblo americano a partir de este hecho y sobre todo a partir de las escuchas del hotel del partido demócrata por parte de Nixon.

Las interpretaciones son correctas, Gay Harden y Alfred Molina están fantásticos, también Gere, pero tal vez era un papel para él cuando tenia veinte años menos. Ahora creo que supone un contrapeso para la película al ser “la última de...”, y eso lastra. Tal vez sea que el tono de la película no este bien definido y pase por la comedia, el drama, el suspense e incluso el Thriller y eso desoriente. Pero insito que la película es correcta y los géneros están bien mezclados. En definitiva; entretenida, bien dirigida, bien interpretada, con momentos emocionantes, pero a la que como a todas las del director, le falta algo... tal vez algo de personalidad histriónica en algún momento.

Víctor Gualda.

sábado, 16 de febrero de 2008

PROMESAS DEL ESTE

El nuevo rumbo que ha tomado el cine de Cronenberg le ha acercado a un mayor número de público. Desde su anterior “Una historia de violencia”, su hermético cine ha pasado a inaugurar una nueva época en este artista de culto, que le ha granjeado nuevos fans. Los mismos que ahora redescubren al autor y sus antiguos títulos, y le elevan a los altares de los que nunca bajo para unos pocos.

Lo primero que me gustaría destacar es la buena mano en la dirección y el buen trabajo de guión que ha sabido seguir una línea dramática clara sin sacar los pies del tiesto (para mi uno de los defectos del cine del director) La secuencia de presentación ya te deja pegado al sillón por su rudeza y realismo. Pero es que no hay que olvidarse de que estamos tratando con un director al que no le gustan los artificios, que no hace concesiones y que no va a darte una palmadita en la espalda para que sigas viendo su película. Inmediatamente pasa a otra secuencia, no menos dura, de una chica embarazada que se desangra en una tienda. Por supuesto acaba en un hospital. Lugar en el que trabaja Naomi Watts, nuestra protagonista. En sólo cinco minutos ya nos ha presentado las dos líneas arguméntales principales de toda la película. Por un lado la mafia rusa, y por otro a nuestra protagonista femenina, una enfermera de origen ruso. Nada a sido casual, todo tendrá trascendencia en el desarrollo de la película. Pero está encajado a la perfección de tal manera que ni te fijas en el cúmulo de casualidades. La trama avanza a toda velocidad. Conoceremos a nuestro chofer Viggo (de manera muy inteligente, como un personaje secundario sin excentricidades que corresponde con su rol dentro de la “familia”), mano derecha de chanchullos de Vincent Cassel, el hijo de un capo de la mafia rusa dueño de un restaurante. Todos ellos personajes complejos, con miedos y dobles fondos. Tal vez el de Vigo sea el más lineal, pues aunque aún no conocemos su juego, parece que la ambición es su motivación. Cronenberg juega muy bien con la diferencia entre las apariencias y el trasfondo. Nadie es lo que parece. Hay dobles oscuras intenciones, y lo deja entrever a través del diario que sirve de leiv motive de la película.

La utilización del diario es una excusa para introducir una voz en off que acompaña diferentes puntos a lo largo de toda la película. Pero hasta este recurso tan manido esta introducido maravillosamente. La voz en off no es explicativa, sino que lleva su propio ritmo y va contando la historia de la chica a lo largo de todo el metraje, y puntualmente introduce información que tendrá trascendencia, y que nos muestra el verdadero calado de los personajes involucrados. La tenacidad de Naomi por traducir el diario por medio de su tío, y así encontrar a los parientes cercanos del niño, la hacen introducirse en el peligroso y oscuro mundo para el que no está preparada. Si a eso añadimos la extraña atracción que siente por el chofer Mortensen, ya tenemos todos los elementos para el peliculón. Steve Knight (guionista) ha encajado todos los elemento de la trama, y si en “Una historia de Violencia” la película se rompía en el tercer acto (parte que no correspondía por cierto con el cómic en que estaba basada)... en la que nos ocupa todo encaja. El asesinato de la primera secuencia, cobra importancia en una subtrama que enriquece la trama principal, y que sirve de excusa para el desenlace. El diario y Naomi, nos sirven para ver las dos caras de la moneda de las personalidades de padre (fantástico Armin Mueller-Stahl) e hijo. Los complejos de este último. La atracción implícita que siente por Mortensen. Y por fin la sorpresa final de la que han ido dejando pistas a partir de la primera hora de metraje. En este punto más o menos, la traición y por consiguiente, la secuencia de la sauna, que es de las mejores secuencias de “acción” rodada desde hace décadas. Con rudeza y simplicidad a partes iguales, porque tiene ese estilo Cronenberg que le hace diferente, que huye del efectismo barato de superproducción (curiosa paradoja) y que compone una de esos momentos que hacen que siempre se encuentre en el subconsciente como referencia años después.

En definitiva, una película que trata temas universales como la ambición, la amistad, la traición, con el trasfondo actualizado de las mafias rusas y sus códigos, muy al estilo de otras mafias, como la sobreexplotada italiana. Los tatuajes como “libro de familia” (espectacular la secuencia de la entrada de Vigo en la familia) son detalles que aportan originalidad a un tema subexplotado aun. Otro de los asuntos que me llaman la atención es la relación de los personajes con el sexo femenino. Parece que las mujeres son mercancía de usar y tirar. La prostitución en la mayor parte de los casos que presenta como no consentida, además este parece ser el punto débil del rudo Mortensen, que deja entrever que no comparte ideales, y que da pistas bien mediado el metraje de su verdadero trasfondo... Como curiosidad, la relación entre Viggo y Vincent que me plantea dudas sobre la verdadera motivación del personaje. ¿Atracción por parte de Cassel hacia Mortensen? ¿Impotencia? ¿admiración? ¿Complejo de Edipo respecto al padre? No acabo de entender al personaje que obliga a su amigo a “violar” delante de él a una prostituta para probar su virilidad. Que hace negocios de espaldas a su padre tal vez para probarle algo, tal vez para demostrar que representa el futuro de la familia, en contraposición con la fidelidad filial por parte del patriarca dispuesto a utilizar a un Viggo cabeza de turco, que al sustituir simbólicamente al hijo por él en la secuencia de la sauna, está tomando el mando de la familia después de salir victorioso del envite. Maravilloso también el diálogo entre Naomi y Armin como ejemplo de subtexto. La aparente cordialidad que esconde una amenaza velada y que es trasmitida al personaje y al espectador creando una sensación de tensión e inquietud. Hasta el personaje casi sacado de la comedia del arte que representa el tío de la protagonista (Jerzy Skolimowski) y que guionista y director saben utilizar indiferentemente para relajar o para añadir tensión, están encajados en una de las mejores películas de los últimos años.


En “Promesas del Este” el director repite con Mortensen, y es que esta asociación, le ha reportado tanto a uno como a otro sus mejores críticas de su carrera. La película no tiene desperdicio. Desde la fantástica y fría fotografía de Peter Suschitzky, la maravillosa interpretación de Viggo, que como decía borda el papel de chofer-asesino ruso y por supuesto Naomi Watts. Me gusta la protagonista que ha escogido Cronenberg. Estoy cansado de las típicas niñas-heroínas con cara de niñas pijas y tetas de silicona que nos hacen sentir como pederastas aunque sea mirándolas de soslayo. Afortunadamente quedan actrices que a pesar de haber superado ampliamente la treintena siguen mantenido un carisma, una presencia y nivel interpretativo por encima de la media de la barbie superstar prototípica salida de películas universitarias para adolescentes, y Naomi es la reina de esas actrices antes que “estrella de usar y tirar”.

Víctor Gualda.

jueves, 14 de febrero de 2008

LOS TESTIGOS

Tal vez sea Techiné uno de los directores que con mayor justicia haya sido calificado de “muy francés”.Este apelativo, tan peyorativo, quizá sirva para distanciarnos de una cultura que ya corrimos a gorrazos cuando traían su código napoleónico.Los tópicos son así, sin vuelta de hoja:un cine de personajes, la mayoría burgueses, muy independientes, con la vida tan resuelta como para permitirse infedilidades y demás exploraciones del tiempo de ocio, que dialogan y dialogan lo que otros resolveríamos a hostias, siempre fieles a sus valores, sinceros hasta el tuétano.
Si en “Los juncos salvajes”(obra maestra con mayúsculas incomprensiblemente no editada en DVD) las quiebras y dudas se originan por el tormentoso paso de la adolescencia, en “Los testigos” lo que muestra la fragilidad del ser humano es una cuestión de coyuntura:el surgimiento del Sida a principios de los 80.
Mientras el Cáncer es una Intifada, la multiplicación caótica de células, contra el Sida se libra una guerra:así, tras los 70 en que se recogían las rosas caídas del cielo,el Sida trajo consigo el castigo divino a la depravación, tan repentino como devastador, librando una guerra de trincheras sin trincheras, y de tan inesperado que muchos cayeron como moscas.

Tan a bocajarro aparece esta pandemia que en nuestro protagonista(Manu,un joven gay,vitalista y de provincias) no se operan grandes cambios, salvo los propios de un cuerpo enfermo y un humor más agrio.Simplemente deja testimonio.
Así, como uno de tantos que cayeron sin saber por qué, tal vez haya sido escogido a traición por vivir como quiso, y por ello las cuestiones morales sobran.No es un personaje conciencia, sino una víctima.Pero vayamos por partes:
Como en una de tantas “familias” que se forman de manera espontánea, hay una serie de personajes que gravitan en torno a Manu.Y aquí es donde Techiné muestra su gran sensibilidad no sólo para dirigir actores,sino para guiar sus sentimientos.Todos ellos giran en torno a la individualidad y al sacrificio(o véase la responsabilidad), y tal vez el personaje más cercano a la pureza de Manu sea Adrien, un médico gay cincuentón interpretado de manera portentosa por Michel Blanc, que convierte su amor platónico hacia Manu en un compromiso lavado de interés.Si una imagen ha de resumir el filme es la de un Adrien borracho y despechado, que al borde del ridículo atisba en el pecho de Manu unas manchas sospechosas.Sólo los grandes hombres reaccionan como en ese momento lo hace el personaje interpretado por Michel Blanc.
Adrien contrasta así con el egoísmo de Sarah (Emmanuelle Béart) y la aspiración de triunfo personal y la cerrajón a la vida de Julie, la hermana de Manu, o del marido de Sarah, un arribista que comparte pasión y orígenes humildes con nuestro protagonista.
Por tanto, como en otras películas de Techiné, los personajes más férreos son los femeninos.
Y si me centro en el personaje de Sarah es porque rechaza su reciente maternidad.Caprichosa, trivial, excesivamente segura de si misma, impermeable a un matrimonio que no funciona, vé a su bebé como un estorbo(en esa no asunción de la maternidad, que contrasta claramente con el sacrificio de Adrien hacia Manu, seguramente haya una crítica a ese segundo sexo del que habló la Beauvoir).En este sentido es impagable la conversación que mantiene con su madre (que le hace ver la fragilidad y el milagro de la vida) o cuando trasportan el cuerpo de Manu al pueblo donde creció.Cuando descubrimos ese álbum de fotos y la figura de su padre, el personaje adquiere una dimensión casi que arquetípica.

Por todo ésto, tal vez la reflexión de la película sea la progresiva pérdida de la interdependencia de la sociedad occidental, donde aún nos manejamos con fronteras verticales (véase las de clase)pero en la que nacen uniones de nuevo cuño como la orientación sexual.
Y contrariamente a otras producciones, la enfermedad es vista desde la distancia, sin garra ni fatalismo, adoleciendo de manera premeditada de esa “panache” que los franceses tanto exigieron a Miguel Induráin.La muerte no cierra el film, sino un epílogo tan moral como anecdótico, que muestra que si bien los juncos se contorsionan, no quiebran.

Así es el cine de este gran director, que recoge la modernidad del Renoir menos militante y cuyo empeño es el de hacer la crónica del hombre en cambio, con sus dudas y deseos, en contacto con los otros y con la naturaleza.

Zero en conducta

lunes, 11 de febrero de 2008

NO ES PAIS PARA VIEJOS

¡Qué pena que lo que podría haber sido casi una obra maestra, se haya quedado sólo en una buena película! Este es el primer comentario que me viene a la cabeza después de ver la última película de los hermanos Coen. El "fallo" de la película como casi siempre en estos casos, el guión.

Dejemos a un lado la excelente interpretación como psicópata de Javier Bardem, que no hace más de lo que ya le hemos visto en alguna película patria. El ritmo, planteamiento y personajes de la película son fantásticos y coherentes. El planteamiento es sencillo, y aunque en el montaje se le ha dado prioridad a la secuencia de presentación de Javier, (probablemente porque realmente parece un psicópata e impresiona, lo cual facilita un buen arranque) El protagonista de esta película, donde no lo hay, es Josh Brolin. Un cazador furtivo que se encuentra con una alegría-marrón a partes iguales. Un tipo con conciencia, en un mundo fronterizo de tipos sin ética que se rigen por intereses. De forma que después de apropiarse de un maletín (madre mía lo que da de si el tema de los maletines) se tendrá que enfrentar a los dueños del "McGuffin" encabezados por el psicópata Bardem.

En el bando de los malos, como en muchas películas de los Cohen, una extraña mezcolanza de personajes cada uno de su padre y de su madre, muy bien dibujados con pinceladas de personalidad que los hacen especiales. A la cabeza de todos estos “malos”, un personaje que con otro actor probablemente hubiese sido un saco de estereotipos. Pero esa es la grandeza de Bardem. No se conforma y siempre quiere sacarle más a sus criaturas, aunque en este caso su recreación no va hacia ninguna parte sobre el papel. El personaje no cambia, no evoluciona, no aprende. El tercer “protagonista”, el fantástico Tomy Lee Jones, interpreta a un policía al borde de la jubilación que quiere hacer las cosas bien, pero que permanece un tanto al margen sin llegar a entrar de lleno en la trama principal. De forma que todo se queda en un mano a mano entre perseguidor y perseguido... O al menos así tendría que haber sido. Una subtrama paralela con mejicanos sin cara ni personalidad se encargan de reventar la película.

Porque si los dos primeros actos, responden a la perfección a un buen guión, con alguna secuencia de esas que forjan un premio de la academia. Tipo la de la tienda de suministros en mitad del desierto en la que la suerte se decide por una moneda (curiosa la utilización del azar a lo largo de toda la película) Cuando llega el final del segundo, la película se va por el desagüe de manera tan evidente y básica que me hago una serie de preguntas. ¿Por qué los directores se han saltado una de las normas básicas del guión? tal vez para darle originalidad... No me puedo creer que la situación que se vive al final del segundo acto. No quiero desvelar nada, sólo diré que no se muestra en pantalla el desenlace del protagonista. Sabemos lo que pasa a través de los ojos de Tommy Lee, pero ni siquiera él es testigo directo. ¿Por qué el cara a cara no se produce con un Bardem, desapareciendo en ese momento incluso del metraje? ¿Por qué esos mejicanos tienen un peso que no les corresponde en el desenlace cuando el jefe de ellos (único que tiene cara) ha sido sacado por la fuerza de la peli previamente?... Y no me refiero a buscar el final clásico, no. Podría haber pasado lo que fuese, pero con los protagonistas en pantalla. Como desenlace omitido es más que suficiente la secuencia de la señora Brolin (Kelly Mcdonald) cara a cara con el psicópata Bardem, en la que no vemos lo que sucede entre ellos, pero lo intuimos al ver a Javier mirarse la suela de las botas después de salir de casa de ella. Necesitamos que haya un nuevo encuentro entre los protagonistas. Pero en vez de eso. Los Coen echan el freno de mano con una especie de epílogo en el tercer acto con el metraje que les sobraba, y lo meten a capón (llegué a preguntarme si no se habían equivocado en el orden de los rollos). La secuencia con el ¿hermano? de Tommy Lee, el monólogo del mismo, la desaparición de la famosa maleta que los directores-guionistas dejan como final abierto (aunque el guión se empeña en darle una importancia que no tiene). El personaje de Woody Harrelson, que tiene cero repercusión en la trama. Son detalles que hacen de una película que a pesar de su ritmo (me recordaba a una mezcla entre los relatos sureños de Shepard, y las novelas de Raymond Chandler), de su genial planteamiento, y su maravillosa interpretación, se vaya al traste. Dejando un sabor de boca agridulce al espectador que esperaba que toda la tensión que consiguen ir encadenando se vaya al garete al tirar de la cadena del tercer acto.
Tendremos que leer la novela de Cormac McCarthy en que está basada la película para saber como resuelve el escritor el embrollo. Por cierto, la secuencia previa a la bajada del telón es sin embargo de nuevo maravillosa aunque previsible, igual que lo puede ser el premio al mejor intérprete secundario, que en realidad Javier convierte en un personaje principal.

Habrá que felicitar a los Coen de cualquier manera por volver a la senda del buen cine. Ya que “No es país para viejos”, tiene ese aroma de otras películas suyas fantásticas como “Sangre fácil”, “El gran Lebowsky”, “Muerte entre las flores” o “Fargo”, mientras que se aleja de otras fallidas como “Crueldad intolerable” o “The Ladykillers”

Víctor Gualda.

viernes, 8 de febrero de 2008

EL ORFANATO

No seré yo quien diga que “El Orfanato”, el barco más reluciente del cine español este año, es una mala película. Pero no lo haré porque su director es un novel que se enfrenta a un proyecto grande, y eso siempre es un handicap a tener muy en cuenta. Pero concesiones aparte, no es oro todo lo que reluce, y se trata de una película sobrevalorada, con demasiados elementos en común con el reciente cine “español” de éxito, como para ser un producto casual fruto del talento.

El primero que tiene que haberse quedado encogido en el asiento es Amenabar. Ha debido verse reconocido a la perfección, porque la película tiene muchos elementos en común con su cine, y en concreto con “Los Otros”, película de la que es descarada deudora en cuanto a argumento (al menos eso nos parece a los profanos) Además ha utilizado a una de las últimas actrices fetiches de Alejandro, Belén Rueda, para un personaje muy Nicole Kidman (curiosa y efectiva mezcla). Ese argumento de la chica que llega al gran casón con niños, en el que no esta claro el límite entre los vivos y los muertos, no es un tema demasiado original. Pero vamos, tampoco lo fue para el director chileno–español que coincidió espacio-temporalmente (según él cuenta por casualidad) con un Bruce Willis con idénticos poderes. Así que no creo que Alejandro se esté persignando con su sacrosanto Oscar.

Otro tema es el autoplagio consentido. Este si me parece algo más vergonzante. La mano del mejicano productor de la cinta Guillermo del Toro es demasiado evidente en esta. Sobre todo en la resolución, que está directamente copiada de su hermana mayor de producción española “El laberinto del Fauno”. Por mucho que su reluciente premio Goya, Sergio G. Sánchez se empeñe en ofenderse y contarnos que el guión estuvo en un cajón diez años, intuyo una reescritura de ultima hora (¿me equivoco?).

(ahí van unos cuantos elementos del argumento. Si no la viste, casi mejor que te saltes este parrafo)
En el momento en que el espectador descubre que la madre ha matado al niño (en este punto todo el mundo justifica a la madre diciendo que fue un accidente involuntario... curioso) se desentrama toda la historia. Pero este seria un final demasiado duro e insatisfactorio para el espectador. Como lo sería que en “El laberinto...” la niña muriese y ya. Entonces se recurre a ese mundo paralelo de fantasía en el que todo es posible. El personaje renuncia al mundo real demasiado oscuro, para irse al mundo fantástico que en principio era inaccesible. De esta forma, se convierte en la nueva casa en la que todos los personajes podrán vivir a gusto lejos del mundanal ruido. Son los fantasmas del orfanato del que ahora Belén, siendo una más, cuidará. El mismo mundo de fantasía donde la niña era una princesa en “El laberinto...” Ahora si. El espectador se puede quedar tranquilo. Su entrada ha merecido el elevado precio que ha pagado por ella. Lastima que en la vida real no haya segundas oportunidades después de muerto... El caso es que Guillermo que es un tío listo, ha aplicado la misma estructura narrativa al final de ambas películas a pesar de ser de géneros diferentes, y es que el mejicano (al que le atribuyo la concesión final) ya ha hecho muchas películas de muchos tipos y en muchos sitios para saber lo que funciona con el público.

Pero para llegar a ese punto de conexión, la película utiliza elementos directamente importados del cine de terror de los setenta. De nuevo los referentes parecen los mismos que los de Amenabar. El casón aislado importado de “Psicosis” es el plano recurso al que recurrir cuando no hay nada que contar. Las escaleras, los pasillos, las habitaciones, e incluso nuestra protagonista sentada en una silla de ruedas son lugares comunes en el cine de terror clásico. Luego el elemento serie B del segundo acto para rellenar y al tiempo distraer, con la aparición estelar de Geraldine Chaplin como elemento de enlace entre la realidad y lo sobrenatural. A partir de su aparición todo es posible. Ella le da la alternativa a Belén y le descubre al espectador que es una superdotada enferma que conecta con el mundo de los muertos. Y con los vivos, porque resulta que Alejandro nos descubrió que Belén Rueda era actriz. Y ella ha asumido el papel y se lo cree. Y no hay nada más importante para un actor que tener la seguridad suficiente como para reflejar lo que el texto impone. Si con “Mar Adentro” todavía le temblaban los tobillos, en la siempre desprestigiada gala de los Goya supo reclamar su momento de gloria ante la posibilidad de no disponer de otra oportunidad. Aquel momento de gloria y otros que no tienen que ver con lo profesional, le han dado una serenidad a sus arrugas que atrae a la cámara y le bastan para sostener la responsabilidad de una película tan compleja como esta, y eso no es poco. No sucede así con el resto de los actores, que afortunadamente para su comercialización fuera de nuestras fronteras apenas tienen texto. Y no es que lo hagan mal, es sólo que los personajes no tienen ni la entidad ni el carisma necesario. Pero da igual, porque como decía el peso es al completo para Belén, y ella lo sabe sobrellevar.

La fotografía, la música y los efectillos, como sustos gratuitos para crear ambiente también están correctamente introducidos, formando un conjunto que crea sensación de que acabas de ver una gran película internacional que puede funcionar en cualquier punto del planeta. Madre desesperada, niño desaparecido, misteriosa casa. Un pelotazo de taquilla vamos. Habrá que darle la oportunidad a su joven director de demostrar en su siguiente trabajo que nada a sido casual. Porque “imitar” (siempre entre comillas) una película de Amenabar es fácil, pero su intachable carrera hasta la fecha, es mucho más complicada de plagiar. De cualquier forma, como siempre, mi rendida admiración a un director novel capaz de sacar adelante su proyecto y levantar él solito la cuota de pantalla del cine español. ¿No resulta un poco preocupante por cierto? De cualquier forma, felicidades por las nominaciones, y por los premios al director novel, guión adaptado y demás premios técnicos, que no son poca cosa, a pesar de que Bayona hubiese comprado una estantería nueva para todos los que pensaba que se iba a llevar.

Por cierto, para los que se alegran de la desgracia ajena, les diré que no es demérito de “El Orfanato” no estar en los Oscar. La película tiene el nivel requerido, con algunos momentos mejores incluso que los de “Los Otros”. La diferencia estriba en una obviedad. En la de Amenabar estaban implicados los poderosos (por entonces) Cruise, y aun mejor, Harvey Weinstein que se ocupo de la publicidad y distribución en la película consiguiendo que estuviese en los primeros puestos de la taquilla americana durante semanas. Y es que el productor-distribuidor, estaba en aquel momento en el zenit de su carrera, y era capaz de conseguir cualquier cosa (lo demuestra el hecho de que consiguió que la sosa Gwyneth Paltrow ganara una Oscar, que ya tiene merito). Con semejantes padrinos, era difícil no ser caballo ganador. Mientras que Del Toro ya triunfó el pasado año y no tiene tanto peso en la industria americana. Así que, felicidades de nuevo Bayona, porque tienes más merito del que a la mayoría de tus detractores les gustaría.

Víctor Gualda.

miércoles, 6 de febrero de 2008

LA SOLEDAD

Es curioso lo que ha sucedido con esta pequeña “peliculita” y no lo digo en tono despectivo hacia sus creadores, sino más bien hacia la gran masa de la población consume-cine de nuestro país. De ser una película que parecía haberse colado en los Goya de prestado, se ha convertido en la más solicitada de nuestras estanterías, e incluso Cameo se va a lanzar a reestrenarla esta misma semana en las salas. Tengo que comunicaros que la película sigue siendo la misma que antes de los premios de nuestra academia. La misma por cierto que fue al pasado festival de Cannes, donde Rosales es seguido con interés desde su anterior fantástica opera prima “Las horas del día”. Y es que en nuestro país somos por norma general los últimos en enterarnos de lo que pasa en casa.

Lo primero felicitar a su director Jaime Rosales que igual aun no lo sabe, pero acaba de pasar de ser un perfecto desconocido, a ser una estrella mediática a la que mirar con lupa en su próximo proyecto... El hombre del momento tiene motivos fundados para dar las gracias a su equipo, porque si algo hay que destacar no son los premios que le dieron, sino a los que no le nominaron. Para empezar, y con permiso de Maribel (Verdú) me gustaría felicitar a Petra Martínez que bajo mi modesto punto de vista hace la mejor interpretación femenina del año, e injustamente, ni siquiera ha sido nominada. A Petra (Antonia en la película) ya la conocéis por el corto de Mateo Gil que colgamos la semana pasada “Allanamiento de morada” pero en esta, borda a la perfección el papel de madre y eje de tres de las protagonistas femeninas. Por otro lado esta la otra madre, la separada que con su hijo decide irse a vivir a Madrid (Sonia Almarcha), que también hace un papel complicado merecedor de algún reconocimiento... pero más tarde hablaré de la interpretación.

Se equivocan aquellos que la critican la película porque dicen aquello de “es que no pasa nada”. Al igual que en “Las horas del día”, la película tiene una línea dramática perfectamente delineada con todos los elementos de rigor. Pequeña no significa descuidada. Resulta un poco engañosa para el espectador despistado porque el ritmo es lo que condiciona al usuario medio de cine comercial. En el caso de “La soledad” el director trata de que este sea casi documental para aportarle el mayor realismo posible al metraje. De esa forma condiciona los elementos más “cinematográficos”; la fotografía que busca el mayor realismo posible con una imagen neutra y cero movimiento de cámara, tratando de colocar al espectador en un punto objetivo. Por otro lado, ningún tipo de música que altere o condicione las emociones. Pero curiosamente utiliza un recurso expresivo que no deja de ser estético y por tanto que se salta su propia norma, la muy comentada "polivisión", que no es otra cosa que la utilización de un par de cámaras partiendo la imagen en dos (en plano fijo, eso si) y recogiendo simultáneamente lo que sucede en distintas habitaciones de la casa, o incluso sustituyendo el popular plano contraplano de toda la vida. La idea, o la excusa, no lo sé, creo que es que permite contemplar las reacciones de los actores aportando más realismo, más inmediatez, pero el tipo de interpretación no necesita de estos recursos en realidad, con lo cual no deja de ser pura estética.

La película se plantea como pequeños dramas cotidianos. (¿La cotidianeidad como forma de expresión no la hemos visto con Guerín en “En construcción”, o incluso en las últimas de Gus Van Sant?) desarrollados por dos tramas principales asentadas sobre la base de los personajes. Por una parte una madre divorciada que se traslada a Madrid con su hijo de apenas un año, y sus dos compañeros de piso, de una de las cuales, Ines (Miriam Correa) parte la otra trama que da forma a este conglomerado de problemas cotidianos, y que consiste en su relación con los miembros de su familia. Así el director nos anuncia los cambios de acto por capítulos (no deja de ser una estructura convencional) con un punto de giro bastante duro mediada la película, que hace plantearse al espectador como va a reaccionar la involucrada. No desvelare las claves de la trama, pero insisto en que no se salta los lugares comunes del cine convencional. Lo que hace es mostrarlos de forma “más objetiva”. Solo añadir que tiene mucho en común en su estructura y forma de contar la historia con la anterior “Las horas del día”, con lo cual el espectador avisado no se sorprenderá.

En cuanto a la interpretación, el director ha debido utilizar un método muy común en el rodaje con actores no profesionales (aunque en este caso lo son) consistente en dibujar la estructura de las secuencias, marcar lo que debe pasar en cada una de ellas, para luego improvisar con los actores y hacer que hagan suyo el inexistente texto. De esta forma el actor se hace con el personaje y se consigue un efecto más realista en los diálogos. Tal vez en este punto sea muy repetitiva la opción de no mover a los actores, me refiero a la puesta en escena. Los personajes conversan, se pelean o se expresan en la mayor parte de las ocasiones sentados. Bien alrededor de una mesa, o en un sillón, pero pocas veces expresan dramáticamente la situación sino es por boca, cuando la expresión corporal es tan importante como lo que se dice, más si hacemos caso a los clásicos que parecen servir de inspiración a Rosales, e incluso si nos fijamos en situaciones parecidas de nuestro entorno. De cualquier forma mi más sincera felicitación a todo el reparto porque están fantásticos, y este pequeño detalle de la puesta en escena es sólo una cuestión de dirección.

Para cerrar esta crítica, quiero felicitar a Rosales por la valentía de acercar este tipo de cine al espectador medio saturado de explosiones y efectos especiales. A sus productores por una apuesta arriesgada, aunque estoy escuchando estos días que es cine independiente y no puedo estar más en desacuerdo, porque en nuestro país no existe el concepto de industria, y en la producción de esta película (tenga el presupuesto que tenga) han intervenido los conductos habituales de producción y distribución. Ministerio, TVE, Televisión de Catalunya, ICO, Media (CEE), Catalan films, The Match factory, Wanda Visión, Cameo... y esto no es lo que habitualmente entendemos por cine independiente. Aún así, felicidades y gracias por esta pequeña obra maestra que acerca lo cotidiano a la ficción. Ojala hubiese muchos productores dispuestos a arriesgar, seguramente se levantaría el nivel del moribundo cine español.

Víctor Gualda.

lunes, 4 de febrero de 2008

LOS GOYA; CRONICA DE UNA GALA TELEVISADA


Poco habría que decir de la gala de este año, si no fuera porque la película que triunfó era la que menos contaba en las quinielas. Muchos dirán a toro pasado que ya lo sabían, o que tenía que acabar pasando que el cine de calidad se impusiera al comercial, refrendando así las palabras de la presidenta de la academia, pero lo cierto es que pocos contaban con “La soledad” como la gran triunfadora del año.

En cuanto a la gala, más de lo mismo. Y es que imagino que los recortes hicieron mella. El poco presupuesto, del que Corbacho hizo alguna coña, y la velocidad de la entrega (no lo llamare ritmo), de la que Corbacho no paró de hacer coñas, condicionaron otra aburrida entrega de premios. En realidad, casi podían haber dado los premios en el telediario. La exigencia de brevedad, y los cortes a machete de montaje (con ese falso directo peligroso porque se puede interpretar como una forma de censura), sobre todo en la primera hora de gala, sumado a la consigna de no hacer valoraciones políticas a un mes de las elecciones... menos mal que Alberto San Juan se saltó el protocolo con una consigna contra la conferencia episcopal, que por cierto le viene bien a los socialistas... total, que fue una gala descafeinada, descafeinada.

El momento de humor sin embargo no lo puso el siempre irredento y fantástico un año más Corbacho, sino la antes mencionada presidenta, con su historia lacrimógena tipo monólogo a la que le faltó un actor de calidad para que se nos escurriera la lagrima, hablando del cine como arte en vez de cómo negocio. Sonó a excusa por los pobres resultados, que el ministerio se apresuro a inflar horas antes de la gala con las cifras oficiales de “El orfanato”, pero querida Ángeles, no seamos ingenuos, el cine se alimenta de espectadores, o al menos así debería ser, y dentro de poco esa niña de la que hablabas tendrá que recitar las películas españolas como antaño la lista de los reyes godos. Por cierto, muy acertada la coña que soltó Corbacho de los cuatrocientos euros de ayuda al espectador que vaya a ver una película española. El cine español está en CRISIS, y hay que buscar soluciones, no excusas.

Poco que comentar de la gala, el interminable desfile de vestidos prestados por las firmas que se llevan una impagable publicidad en televisión y revistas del corazón, de las que hay que destacar el escote de la Nimri, la cola de la Pataki, el buen tipo de Rueda, o la anorexia de la Toledo (ah no, que ella es delgada desde pequeña). De los de caballero poco que mencionar, ya que todos iban de negro y en televisión lucen parecido (menos los de Corbacho y Santi Millan creo).

El momento emotivo de la ceremonia por supuesto, la entrega del Goya de honor a Don Alfredo Landa, que como buen cómico no se levantó a la carrera para recogerlo, sino que supo dilatar su momento de gloria en un interminable aplauso, pero que fue víctima de su propia emoción al no ser capaz de juntar ordenadamente las silabas del discurso que tenía preparado. No importa, sus más de cien películas hablan por usted, y nos obligan a rompernos las manos aplaudiendo. Gracias Don Alfredo. Hablando de discurso, o más bien de agradecimiento, el mejor fue el de este año controvertido cortometraje (el premio, no el corto), que supo conjugar la ironía y la triste realidad al contar que a pesar de su nombre árabe no le había cacheado a la entrada. Estuvo bien además el momento del mejor actor, con un Alberto que parecía fumado (aunque en su defensa debo decir que siempre parece estarlo) pero que gracias a la chuleta no se olvido ni de la iglesia. En este apartado, destacar además la lista de las trece rosas de Alcaine, y por supuesto el primer discurso de Jaime Rosales a pesar de las caras del público que enfocó la televisión, que no tenían pinta ni de saber quien era Vittorio de Sica, ni de haber visto “Ladrón de bicicletas”. Muchos lo calificaran de moralista, pero yo lo calificaría de necesario, más que la lista de los reyes godos. Además la humildad de atribuir meritos a todo su equipo (por el formato Polivisión y demás), y el guiño en el segundo discurso a directores españoles que hicieron y hacen un cine diferente, pero que en realidad es el que nos acerca al mejor cine europeo.

Imagino que “J” (Juan Antonio Bayona) todavía estará preguntándose como se le escaparon los dos premios gordos para los que parecía predestinado, dado el aplomo con el que recogió el de mejor director novel. Por cierto, que ni el comentario irónico del guionista de “El orfanato” Sergio G. Sánchez al recoger su premio, ni el hecho de que llevase diez años en un cajón el guión, impiden que a todos nos recuerde poderosamente la película a “Los Otros”. De hecho estoy convencido de que cuando Amenabar la vio, se reconoció perfectamente en cada plano.
Para terminar, felicitar a Maribel Verdú, que muchos consideraran sorpresa, pero que lleva más años en la profesión, que ceremonias los Goya, y que a pesar de su irregularidad merecía un reconocimiento en forma de pintor de una vez por todas.

En definitiva, una gala más, que pasado mañana ya estará olvidada, igual que anoche lo estuvieron las más de cien películas que se produjeron en el 2007 y que no tuvieron representación ayer en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid.

Víctor Gualda.

viernes, 1 de febrero de 2008

CAOTICA ANA

Julio Medem es un referente en el último cine español. Este punto nadie lo discute. Julio se ha labrado una carrera muy particular en la que cada título tiene algo especial. Su estreno en el largometraje con “Vacas”, fue bajo mi punto de vista la mejor de todas las suyas y desde entonces ha acudido puntual a su cita cada dos años (aproximadamente) con las salas. Con desigual resultado, pero siempre teniendo algo que ofrecer. Ha sido a partir de su documental “La pelota vasca” donde la estabilidad de su cine se ha roto. No vamos a comentar las manidas circunstancias políticas que rodearon a esta, los problemas de producción de “Caótica Ana”, o las circunstancias personales que han rodeado la elaboración del guión. Ni siquiera el apoyo mediático del que dispone el director han servido para paliar su película más floja hasta el momento.

Porque “Caótica Ana” tal vez sea una película bienintencionada, tal vez la idea de vivir a través de la hipnosis la vida de otras mujeres luchadoras sea buena, pero se trata de un guión fallido. Lento, denso, desestructurado que no llega a conectar con el espectador. No nos sentimos identificados con ninguna de esas mujeres aventureras porque no llegamos a conocer a ninguna. Porque todo lo que se refiere a ellas está contado por boca de otros, o por fotografías. Nos tenemos que conformar con lo que nos cuenta la cámara voyeur de Bebe o el niño hipnotizador, y así es difícil entrar en un mundo tan complejo y sentir identificación. Tal vez lo mejor de la película sea la historia de amor entre los personajes. Esos vehículos raros y especiales que tan bien sabe conducir el vasco. Ese amor romántico incondicional de Ana que le hace autodestruirse, pero que tiene más que ver con el siglo diecinueve (igual que la hipnosis) que con la actualidad. Bonita la historia de amor y desamor. ¿Quién no ha sufrido por él?

Curiosos resultan los personajes secundarios. Las relaciones con los hombres El padre, Said, Ismael, el yanqui, como personajes abstractos a los que es difícil entender o situar. En contraposición con las mujeres, que están perfectamente dibujadas. Justine que se autodefine como mecenas parece representar la madre severa que trata de sacarlo todo de Ana y que la protagonista nunca conoció. Linda, la amiga inseparable hermana postiza y protectora que sirve de conciencia, de ojos del subconsciente de ella.

Pero Medem es un fantástico constructor de imágenes estéticas, y la película está plagada de ellas. Particularmente me gusta las de animación, perfectamente integradas en la historia y en el mundo de Ana. Pero como ya he dicho, el mundo consciente de Ana está subexplotado, en contraposición con el subconsciente que está mal sobreexplotado. Como siempre el director utiliza las imágenes para introducir los símbolos de los que está plagada la película. Incluso en el desenlace, la mujer comprometida en la que se supone que se ha convertido Ana es un símbolo que recoge el testigo de sus anteriores vidas de mujeres comprometidas. Lástima que roce el ridículo, porque la "misión" que le ha sido encomendada a la protagonista está resuelta en una secuencia decepcionante e infantil.

Sin embargo, y a pesar de que, insisto, me parece de lejos su peor película, hay algo que se te queda en un hueco del subconsciente. Apartado de la mayor parte del cine español del que apenas te acuerdas del título cuando han pasado unos meses (en algunos casos ni siquiera cuando acabas de salir de la sala) Hay algo que te obliga a pensar soluciones para una trama descompensada. En el fondo te gustaría que la película funcionase, porque no es tan fácil acceder a un mundo tan mágico en el cine como el del director vasco. Tal vez la experiencia le sirva para intentar ser en la próxima menos pretencioso, y vuelva a sus historias basadas en la poesía visual, la trama y los personajes, y no tanto en localizaciones en medio mundo para no contar nada. Como paradoja, decir que esta película tan difícil de catalogar puede ser una de esas que al cabo de los años se conviertan en “rareza-de-culto-seña-de-identidad" de un director personal tipo “Barton Fink” de los Coen (sin animo de comparar), porque lo que es seguro es que sus defectos son compensados en cierta medida por su capacidad de dibujar personalidades complejas, y eso la saca del furgón de cola que es el cine español.
Víctor Gualda.