miércoles, 27 de mayo de 2009

SITCOM

Qué agradable sorpresa encontrarme con la recién editada opera prima de François Ozon. Si el cortometraje es una escuela para los futuros directores de cine, el director francés aprendió con más de una docena de cortos a manejar el lenguaje cinematográfico, en “Sitcom” da una lección de estilo, manejo del ritmo, mezcla de géneros, inteligencia narrativa llevada al esperpento y mala baba, que en los tiempos de mediocridad que corren es de agradecer. Más, después de visionar las decepcionantes “The Fall” del realizador publicitario Tarsem y la pretenciosa “Siete almas” con un Will Smith que busca el reconocimiento en el drama. Ambas un quiero y no puedo con presupuesto pero sin ideas.

Resulta que para su puesta de largo, Ozon decide hacer una película arriesgada como pocas, y lanzarse a retratar a una típica familia burguesa francesa que todos hemos visto en un centenar de películas de otros consagrados burgueses, que a estas alturas sólo enganchan a los que han evolucionado como ellos. Por medio de un sorpresivo (casi de ciencia ficción), pero familiar incidente incitador (que diría el otro) darle un repaso a la clase media francesa. Un experimento de laboratorio con poderes paranormales que desnuda sin tapujos la hipocresía, los complejos, los trabas de los presuntos liberales franceses.

El título (tan importante para definir el tono y atraer al espectador) no puede ser más acertado. “Sitcom” es eso, una comedia de situación que no huye del gag televisivo, que juega con los tempos, que sorprende y que despierta la carcajada más sádica. La llegada del “nuevo miembro de la familia” hace perder los papeles a todo el que se atreve a acercarse a ella. La compulsión del primer giro dramático únicamente abre la puerta de un nuevo tiempo, en el que las cosas van a cambiar radicalmente, con los tabues sexuales como excusa. El sadismo, la homosexualidad, el vouyerismo y hasta el incesto tienen espacio en la trastienda de esta arquetípica “buena” familia llevada hasta el extremo. Así, sin apenas darte cuenta, cada nuevo tabú es esquivado con una situación más bizarra. Las relaciones de familia, padres, hijos, asistentas españolas, novios gays, etc avanzan hacia el infinito, con la única referencia de cordura de un psicólogo que apenas aparece, pero que nos recuerda que en el mundo real las cosas son de otra manera. Sino seria fácil que nada acabase por emocionarnos. Pero hay algo más increíble. Si el director ha conseguido llevarnos a un plano paralelo en el que todo es posible con credibilidad, uno se puede preguntar hacia dónde nos llevará el desenlace. Y es que es este, después de un segundo acto que no hace más que crecer, lo que define el recuerdo que posteriormente tengamos de la película. Pues un Ozon arriesgado hasta la extenuación se atreve con un alucinante más difícil todavía. Un desenlace Kafkiano que o te llevan a la tumba o te consagran (algo así como el desenlace de Magnolia) y supera el envite con nota. Pero además, nos deja un epílogo con una escena irónica que nos devuelve a la cotidianidad y nos recuerda que esta siempre es más absurda que la ficción.

Una comedia negra que supone el debut de uno de los contemporáneos franceses más interesantes, siempre original y arriesgado, en el que los temas de la violencia, crítica social y sexo están presentes como radiografía de una sociedad hipócrita, más preocupada por la moral y la apariencia que por los dramas que esconde en su interior, pero que inevitablemente siempre surgen.

Víctor Gualda.


sábado, 23 de mayo de 2009

BRIGADA 21

“Brigada 21” y “Asalto a la comisaría del distrito 13”. Dos películas de este “subgénero” del policiaco, con veinticinco años de diferencia en las que se aprecia la evolución de los tiempos, los temas que interesan al espectador, la forma de rodar y las maneras de interpretar. Ambas sin estar en el olimpo de las obras maestras, son más que apreciables y pertenecen a dos directores que han pasado a la historia del cine, que dan muestra de oficio y buen hacer. Pero aparte de la evidencia de que ambas se desarrollan prácticamente íntegramente dentro de una comisaría de policía, tienen la peculiaridad, cada vez menos frecuente de desarrollarse casi a tiempo real y definidas por la unión de historias paralelas..

En el caso de “Brigada 21”, lo primero que hay que saber es que su prácticamente única localización, se debe a que está basada en una obra de teatro. La vida de esta comisaría, algo light para los tiempos que corren, no tiene desperdicio. Una ludópata (que ganó un discutible premio en Cannes por su interpretación) Un par de ladrones pillados desvalijando un piso (que por cierto parecen sacados de la comedia del arte); un chaval guiado por sus complejos hacia el éxito de su novia, y su enamorada cuñada, y por fin, un policía recto e inflexible que también esconde oscuros complejos que le enfrentarán al amor de su vida.

Tal vez lo mejor de “Brigada 21” sea la puesta en escena. Si en una película convencional, las localizaciones y la cámara delimitan los movimientos escénicos y el ritmo. Aquí en apenas unos metros cuadrados se concentran más de una docena de actores, que darán vida a las diferentes tramas. El ritmo de las entradas y salidas, los cambios de escenario dentro de la misma comisaría, dejan ver la evidencia de que es un texto para Broadway de Sydney Kingsley. Todo ello con un ritmo interno en los diálogos y las pausas casi frenético, que apenas da tiempo a coger aire al espectador, y con una interpretaciones llenas de vitalidad y sentimiento. A destacar (cómo no) el fantástico policía interpretado por Kirk Douglas, al que tradicionalmente se le atribuye un personaje unidimensional, cuando en realidad se trata de un personaje complejo, que en el crescendo de la película tendrá que enfrentarse consigo mismo y con sus miedos, aunque menos desarrollado de lo necesario, por la propia estructura teatral. El desenlace como redención, algo previsible, pero hasta el último aliento, Douglas hace una interpretación soberbia y llena de energía. El guión le reserva además la única sorpresa narrativa, con la trama que juega con la tensión y la anticipación del espectador. Va dando pistas y centra la curiosidad sobre un extraño triangulo que pondrá en jaque al personaje, y le llevará de cabeza hacia su destino, en una mezcla de tramas. El destino le da una oportunidad de justificar su falsa indolencia en un estilo casi shakespiriano, alejado de las convenciones del cine y más cercano al teatro… una vez más magistral. Por destacar un par de puntos más de la adaptación de Philip Jordan y Robert Wyler, la presentación de Douglas a través de terceros y los antecedentes antes de la aparición del propio personaje, para crear la ilusión de conocerlo de toda la vida. Visualmente, la secuencia de la transparencia en el furgón policial, que a pesar de estar rodada en estudio, es con el arranque y la secuencia del beso en el taxi parado, lo único que se desarrolla en presuntos exteriores.

En definitiva, una maravillosa película del maestro William Wyler para aquellos que disfruten con una buena puesta en escena, e interpretaciones magistrales, basada en el texto y con medios limitados.

Víctor Gualda.

ASALTO A LA COMISARIA DEL DISTRITO 13

Por su parte en “Asalto …”, su escasa escenografita se debe a lo escaso del presupuesto. Unas secuencias en exteriores que presentan a los distintos personajes, y que van a desembocar en una comisaría desvencijada por traslado, a cargo de un policía novato. Será el violento escenario en el que unos pistoleros tendrán que hacer frente a los vengativos (la venganza mueve toda la trama) pandilleros sin rostro. Al héroe Bishop, le acompañara el antihéroe Napoleón Wilson y la chica, como socios de este western urbano.

Quiero destacar la capacidad narrativa de Carpenter que también firma el guión (además del montaje, música) utilizando un par de elementos, prescinde de la coherencia narrativa y busca una situación extrema que defiende a lo largo de más de una hora de metraje con un ritmo y potencia visual imparable. Y si al texto se le puede atribuir cierta falta de coherencia, es por que claramente el director prescinde de las florituras tradicionales, pero no hay que olvidar que los diálogos son fantásticos, y que la unión de personajes antagónicos por un mismo objetivo es magistral, contra un enemigo despersonalizado y sin más matiz psicológico que la violencia por violencia. De esta forma, se lanza a un western clásico (se le atribuye un homenaje a Howard Hawks en Rio Bravo) en el que un trío protagonista tendrá que enfrentarse contra el mal en forma de pandilla urbana.

Me gustaría destacar en esta, la presentación de los personajes por medio de tramas paralelas en la primera media hora de película. Los presos en el autobús, el novato que se queda a cargo de la comisaría desmontada por traslado, los malos malísimos, que buscan víctimas y crean la tensión que se alargara en toda la película. Y cómo no, la premisa necesaria para que la trama arranque, que le cerraría las puertas a cualquier director a Hollywood, con el cruel asesinato de la niña y la huida del padre vengativo buscando refugio.

A partir del encierro en la comisaría, pura acción a tiempo real (incluso hay referencia a este por parte de Bishop). La sensación de agobio y asfixia presente a lo largo de todo el metraje y aumentada por el corte de luz, la relación entre los antagonista, Ethan Bishop (Austin Stroker) como personaje recto y moral dispuesto a cumplir su cometido hasta las últimas consecuencias, y sobre todo el de Napoleón Wilson, como antagonista antihéroe que tanto le gusta a Carpenter. El buen ritmo, los buenos diálogos e interpretaciones, con la excepción de Leigh (Laurie Zimmer) que tal vez debería haber muerto en el envite (de lo mala que es), y las secuencias de acción a tiro limpio, hacen el resto. En cuanto a la música, compuesta por el mismo Carpenter, consigue crear sensación de agobio, aunque es un tanto ochentera (con sintetizador incluido), y tal vez esté sobrevalorada. En definitiva, un clásico mejor que su remake, y uno de los títulos emblemáticos del director. Imprescindible.

Víctor Gualda.

miércoles, 20 de mayo de 2009

MUERTE EN BANGKOK

El primer largometraje de los hermanos tailandeses Pang, causó cierto impacto en cine made in Hong Kong, que les situó en el punto de mira de Hollywood y tanto esta, como “The eye”, tuvieron sendos remakes de dudosa calidad en EEUU. Pero este "Bangkok Dangerous" tiene tantas cualidades como defectos.

Tal vez entre los defectos, se note ciertas carencias narrativas tanto en el guión como en la planificación, saltos en la continuidad de la historia que se pueden entender por tratarse de una primera película, pero que no empañan el merito de un muy buen trabajo visual y una historia con un lado violento, pero no exento de ternura.

La primera parte del film, está concebida para presentarnos a los dos protagonistas. Se tratan de un par de asesinos a sueldo. Kong se ocupa de los asesinatos, y tiene la peculiaridad se ser sordomudo. Es en este punto en el que los Pang centran todos los esfuerzos. Es una característica del cine oriental que sus asesinos a sueldo tengan taras físicas que contrastan paradójicamente con su violenta ocupación, y que sin embargo sitúan al espectador casi directamente en su orbita.

Una serie de flash-backs nos cuentan los antecedentes para que nos vayamos familiarizando con los personajes y no les cojamos antipatía, flash-backs muy detallados que no hacen sino ralentizar el arranque de una trama principal variable. Conocemos a Aon, la striper exnovia de Joe (el sicario que ejerce de hermano mayor) a través de la que se hacen los encargos y la metodología. Todo ello para tras más de media hora de metraje, dar paso a una trama secundaria que sirve a Kong para descubrir su lado más sensible. Las taras físicas o la ocupación separan al joven de la conciencia de las relaciones humanas, y será a través de la farmacéutica Fon cuando nuestro protagonista comience a descubrir un mundo nuevo. Pero como nada es perfecto, y los Pang no quieren abandonar el lado más violento de la historia, introducen un giro determinante primero para Joe y luego para Kong

A partir de este punto las venganzas serán la única motivación. Y por supuesto (esto no cambia sea cual sea la latitud del cine) la culpa sólo puede ser expiada a través de la sangre. Poco importan los esfuerzos de los personajes, la historia ha tomado su camino, y después del antecedente de un asesinato injusto a un inocente, el espectador conoce cual será el final a través del camino de un destino marcado.

Curiosos resultan ciertos detalles de la película. Los ralentizados, los efectos visuales tan trillados en el cine made in Hong Kong tal vez tengan una justificación, pero al ver esta película del año 1999, nos damos cuenta lo rápido que pasan de moda. Y es que secuencias visualmente fantásticas, como la del desenlace (de la que no hablaré por no estropear la sorpresa del que no la haya visto y se anime) como la del asesinato del metro; fantástica por el tempo narrativo perfecto. También otras que parecen sacadas directamente del manga y que son prescindibles, como por ejemplo la del fundido encadenado de la primera venganza o la de la violación. Tal vez hubiese sido interesante ver la secuencia a través de la videocámara del secuaz que la graba mezclando formatos (igual que en las escenas de la infancia de los protagonistas en 8mm) en vez de recurrir al picado de cortes intensificado por las luces estroboscopicas del club….) En definitiva que la modernidad tiene el problema de dejar de serlo con rapidez. De todas formas, tengo que decir que “Muerte en Bangkok” me recuerda poderosamente a las películas de John Woo. Una especie de mezcla entre “The Killer” y “Hardboiled”, pero algo más preciosista. Como queriendo tomar algo prestado de la estética de Wong Kar-Wai. Sean estas sus influencias o no, la película les granjeó un buen número de fans, y les llevó a ganar un premio en el Festival de Toronto, que les puso en el punto de mira internacional.

Víctor Gualda.

sábado, 16 de mayo de 2009

TIME

Pocas veces una película tan ridícula en el planteamiento, me parece tan profunda y necesaria para la reflexión. Y es que Kim Ki-duk se pasa por el arco (perdón por el chiste fácil) el principio de credibilidad que cualquier narración necesita. Pero no importa, porque consigue algo que sólo unos pocos directores en todo el mundo logran. Engancharte a la pantalla por la necesidad de saber qué va a pasar con esta surrealista pareja y de paso hacerte pensar.

Ki-duk, consigue una mezcla de géneros sorprendente y sorpresiva con unos pocos elementos y sólo un par de personajes, ni siquiera necesita un tercero como elemento desestabilizador, y es que la inestabilidad habita en ellos. Sobre todo en el personaje de See-Hee Una chica insegura y celópata, que da muestras de una psicosis que le lleva a hacer una locura presuntamente por amor (para el que considere eso amor) Si el planteamiento es un alarde de economía narrativa (aunque algo menos que en otras producciones del director) la actitud de los personajes está llevada a la ciencia ficción. Las acciones y reacciones son arbitrarias y teledirigidas. Lo que me sorprende en este punto es la capacidad para enganchar de la que hablaba. Lo normal es que cuando se pierde la credibilidad, el espectador aproveche para hacer otras actividades lúdicas. Pero Ki-duk cambia de género y tono con total desparpajo y se pasa al thriller. La incógnita del rostro de la protagonista hace que el espectador se revuelva intranquilo en el sillón por saber como será la nueva See-hee, y las consecuencias de los actos sicóticos de ella ante el amor verdadero. Todo ello enmarcado en el paso del tiempo como contenedor que dosifica los actos, y que ha sido el causante del desgaste de la relación, y por tanto de la locura de ella.

La belleza plástica de la que suele hacer gala el director cobra toda su magnitud al sobreexplotar, de forma presumiblemente simbólica, el parque de las esculturas de Baemigumi en la isla de Mo, del escultor Lee Il-Ho. Especialmente aquella que muestra la portada, que sirve de marco de ese paso del tiempo que ha desgastado la relación, mientras muestra a través de las fotos la evolución de la misma.

Pero es que lo mejor está aun por llegar. El punto de vista, tan determinante en el cine como en la literatura, Ki-duk lo maneja certeramente a su antojo, y lo va dosificando entre ambos protagonistas, mientras al espectador sólo le ofrece pequeños avances de información para crear el suspense, y luego ponerle temporalmente en la piel de quien lleve el peso dramático. Pero no contento con eso, el giro de timón que le da el personaje de Ji-woo, es más radical aun, pues era el único que parecía mantener la cordura. Nada más lejos de la realidad. Ella sufrirá en sus carnes lo mismo que a sufrido él, y por ende, la incertidumbre se traslada al espectador con los mismos elementos de repetición que en el anterior tramo.

Si la trama es atípica, también lo son los elementos que utiliza el narrador. La puesta en la picota de la cirugía estética, el paso por el horror para conseguir la belleza (al menos eso parece querer decir con la muestra explicita de las imágenes de las operaciones) trasladable a cualquier acto artístico (o no). Lo antinaturales de los diálogos en algunas secuencias (Ki-duk no es un guionista que dialogue mucho) me chirriaron como pocas veces.
Algunos recursos estéticos como las elipsis, con especial interés las del juego con la luz, o el final completamente circular que deja en alto la narración, hacen imprescindible el visionado de esta película del prolífico director Coreano.

Víctor Gualda.



miércoles, 13 de mayo de 2009

EL INTERCAMBIO

La primera reflexión después de ver “El intercambio” es lo curioso que resulta comprobar, como la penúltima película de Eastwood ha tenido menos reconocimiento que su última “Gran Torino”, y como la que hoy tratamos es mucho más compleja y completa (en sentido puramente cinematográfico) que la que interpreta el viejo actor. Lo cual demuestra que el cine no es una ciencia exacta, pero que el espectador medio prefiere las emociones básicas y directas relacionadas con el estereotipo (en aquel caso del viejo fascista obcecado y patriota) antes que identificarse con el drama de una madre que busca a su hijo, y todo lo que rodea los intereses políticos.

Antes de comenzar con el texto, tengo que reconocer que Angelina Jolie, bajo mi punto de vista, hace su mejor interpretación hasta la fecha (incluyendo “Inocencia Interrumpida” que le valió el Oscar) El personaje es un bombón para un mundo en el que personajes protagonistas de ese peso pocas veces caen en manos de una mujer. Pero ella defiende en casi todo momento con credibilidad el personaje. Sólo pondría el “pero” en algunas secuencias demasiado impostadas, o en las que el vestuario pesa más que la interpretación. La protagonista lleva tocados y gorros que no se quita ni para hablar desde el teléfono desde su casa, lo que le infiere cierto aire de antinaturalidad. Pero detalles aparte, la contención es difícil en papeles extremos, y tanto ella, como el actor que más muecas hace con la cara del mundo, John Malkovich, están dirigidos para evitar aspamientos y trasmitir sentimientos, sin caer en la fina línea que lleva al melodrama de sesión de tarde. Pero es que además, están parapetados por unos fantásticos actores secundarios, que regalan credibilidad.

Pero la película es mucho más que un puñado de buenas interpretaciones. Ya en el crédito inicial, el director deja claro que está basada en una historia real, y por lo tanto advierte al público que la realidad siempre es mucho más increíble e improbable que la ficción. El guionista J Michael Straczynski se basó un hecho real, para desarrollar este texto que crece sorprendentemente a partir del primer tercio de película. Si el arranque es frío y casi periodístico, con la presentación de la madre soltera que lucha por mantener a su hijo, es a partir de la desaparición de este, cuando la película arranca. Pero en vez de limitarse a la típica búsqueda, la excusa, o premisa, o giro o como quieras llamarlo, se produce cuando la policía (convenientemente presentada) le entrega a la madre un niño que no es el suyo. A partir de ese momento, una película convencional, se dedicaría a la búsqueda de la verdad por parte de la madre. No en esta, eso es sólo la excusa para mostrar (como en casi todas las últimas de Eastwood) la naturaleza humana. El guionista de apellido impronunciable, es capaz por medio de una historia secundaria, de crear una trama paralela que nos cuenta la historia de otro niño que por una investigación rutinaria, es víctima de la culpa (un peso a priori demasiado grande para un menor) La confesión de este, lleva a relacionar ambas tramas. El espectador descubre al tiempo que la madre Jolie, por lo que la identificación está garantizada. Pero la trama de superación no deja de crecer. Llevará a nuevas y sorprendentes situaciones. Mostrará la corrupción de la policía, la hipocresía de los políticos. El poder de los medios de comunicación en la masa civil, el poder casi Kafkiano del sistema frente al individuo…

Lo curioso es que una vez que todo está en su sitio y ambas tramas se cruzan, el texto nos invita a asistir al juicio del pederasta, simultáneamente con el de la actuación policial. La excusa principal de encontrar al desaparecido, no se mantiene como fin último, pero la protagonista manipulada por el reverendo presbiteriano y por su ansiedad materna, disuelve temas que con maestría se mantienen cada uno en su sitio. Las dos historias tienen en común a la Jolie, y sólo el niño puede unirlas. Un Eastwood siempre al límite con las acusaciones fascistoides, muestra una ejecución de pena de muerte hasta el último segundo. Está apoyado por lo salvaje de los hechos, pero no deja de resultar cruel y justificatorio si lo miras fríamente. Es en este tramo donde la película pierde más enteros. El metraje alargado durante dos horas sólo puede ser compensado con la liberación de la tensión como válvula de escape. Pero como no va a suceder, el espectador es manipulado por el monólogo de Jolie, en el que queda claro cual es el sentimiento primigenio que debemos sentir. “La esperanza”. Lo siento Clint. Esa costumbre del crédito manipulado por la palabra no es suficiente para descargar todos los sentimientos que dejas sobre la mesa.

De cualquier forma, una película más para la biografía de Eastwood magistralmente dirigida, austera en la forma, como es marca de la casa, que busca en el interior del individuo, pero con una intención de entretener y conmover casi a partes iguales. Lastima que el tono demasiado dramático (que siempre me hace malpensar que el fin era la búsqueda del Oscar) se adueñe del metraje, y ese final inconcluso sea un gatillazo en las emociones del espectador.

Víctor Gualda.

sábado, 9 de mayo de 2009

LOBEZNO: X-MEN ORIGENES

Dado el éxito de las tres partes de X- Men, y en concreto del carismático Lobezno, que lanzó a la fama a Hugh Jackman, era inevitable que tuviese su propio spin off. Así, esta precuela se convierte por derecho propio en un interesante complemento de la trilogía, con vida propia y necesario para entender el espíritu de la luego celebre “Patrulla X” (así se llamaron en España en los 80).

Visualmente, es el prólogo en el que se cuenta la historia del pequeño Jimmy y su hermano Víctor, en un arranque un tanto shakesperiano, donde el niño y el espectador descubren los poderes de los hermanos. Si en apenas un minutos a ambos les corresponde asumir sus roles, es en el intenso arranque elíptico de batalla a batalla donde vemos como se desarrolla la personalidad combativa de ambos. También lo inevitable de sus destinos cruzados por sus personalidades antagónicas. La secuencia de la separación es un tanto ridícula, pero sirve de excusa además de antecedente para explicarnos qué es el adamantium que tanta importancia tendrá en el personaje, convirtiendo la lucha de egos de los hermanos en un ridículo enfrentamiento un tanto vacío.

Como en cualquier película de cualquier género, la necesaria premisa será una engañiza para que el personaje principal encuentre una motivación para intervenir y dar un giro necesario a su vida. El ardid servirá de excusa para que el protagonista busque la venganza a través de la sangre de su antagonista, en este caso “Dientes de Sable” Es tal vez el punto más interesante, porque se trata de una lucha de iguales, y lo que es mejor, de hermanos. Otro giro, de nuevo demasiado impostado, servirá para reforzar el esqueleto y los instintos asesinos del personaje de Wolverine. El trasfondo del experimento gubernamental para crear el soldado perfecto, hace que nuestro personaje entre en una lucha de valores del que ya había dado cuenta el arranque de la película. Y es que en realidad todo es circular en el libreto. Todo se repite al menos un par de veces con desigual resultado, pues donde el personaje fallaba, evoluciona para convertirse en más fuerte. También la premisa vuelve a la vida de Logan, por supuesto de la manera más justificada, y sirve de arranque para la primera parte de “X Men”. Pero antes, el enfrentamiento definitivo, en el que los hermanos volverán a unir sus espaldas para luchar contra el mal común, que no es otro que la naturaleza humana contra lo antinatural, creado por la ambición de control del hombre. Lastima que las consecuencias morales queden tan diluidas en los efectos especiales, y que al final el guión resulte completamente previsible y exento de sorpresa, porque el planteamiento, que ya aparecía en el cómic (aunque convenientemente manipulado), se autolimita al cambiar de formato. Y es que resulta difícil equilibrar el trasfondo, por la dictadura de lo que el público medio espera de una película de superhéroes.

Ninguna objeción al trabajo de Hugh Jackman, que sabe aprovechar para rendirle un homenaje al personaje que primero le convirtió en estrella, y que ahora le convierte en más millonario. Al parecer tanto él como Liev Schreiber pasaron meses de gimnasio para moldear el cuerpo que necesitaban los personajes, y tengo que reconocer que a pesar de la desconfianza que me ofrecía Schreiber (también a los productores), hace un buen trabajo, que deja la dureza de Lobezno a la altura de una señorita (como siempre que se le da peso al antihéroe antagonista), y que funciona a la perfección para crear las dudas del personaje moralmente irreprochable (demasiado estereotipado para mi gusto). Quedan enlazados además los términos en los que se desarrollará la biografía de Lobezno en el cómic, y presentados los personajes líderes de los X-Men. Los efectos son tan espectaculares como artificiales, pero cumplen con lo esperado. Ahora a luchar en la taquilla… pero esa guerra la tienen ganada de antemano.

Víctor Gualda.

martes, 5 de mayo de 2009

WEEDS

No me quiero cortar para definir “Weeds” como la mejor serie de la televisión desde “Los Soprano” y “A dos metros bajo tierra”. Y es que muchas han sido las pretendientes, y hay buenos ejemplos como “Mad Men”, o como la sobrevalorada “The Wire” (que particularmente me aburrió mortalmente en la primera temporada), pero para mi, esta las supera a todas de mano (a la espera de ver “In Treatment” que parece ser otra revelación, creada por Hagai Levi y en la que está involucrado Rodrigo García).

El argumento sobre el que arranca “Weeds” es sencillo. Una viuda (Mary Louise Parker) de clase media-alta, con dos hijos, tiene que dedicarse a vender marihuma para mantener su nivel de vida. Con esta premisa, y ya comenzada la trama, da comienzo la serie. En tono de comedia negra, sin importar los antecedentes, el creador Jenji Kohan nos mete de lleno en los problemas cotidianos y propios de su peligrosa profesión de esta mujer blanca, que está dispuesta a hacer lo que sea, paradójicamente ejerciendo un rol habitualmente masculino. Pero el trasfondo global va mucho más lejos. La serie le pega un repaso a la clase media acomodada americana que no deja títere con cabeza. La hierba es sólo una excusa para criticar de forma directa la hipocresía, la falsa doble moral, la estupidez de la religión (atención a la caña que le mete tanto a católicos como a judíos), el puritanismo, el racismo, la incomunicación, la falta de madurez, la eutanasia, el ejercito, la pornografía, las relaciones sexuales, la legalización de las drogas, la política y un largo etcétera que se va desarrollando a lo largo de hasta el momento cuatro temporadas (en nuestro país sólo tres editadas)

Mary Louise Parker les da sentido con su maravillosa interpretación a la cabecilla de este grupo humano asentado en la ciudad de chalets de Agrestic primero, Mayestic después, y un pueblo fronterizo finalmente. Su familia y un grupo de vecinos encabezados por la necesaria antagonista Celia Hobs (Elizabeth Perkins) darán vida frente a nuestros ojos a las miserias de su país con una pequeña muestra sociológica centrada en una comunidad.

Las dos primeras temporadas cierran una especie de bloque. Como un largo en el que todo encaja para llegar a una situación extrema. Tal vez sean las más blandas en cuanto al tono (aunque no en cuanto al fondo), aunque son las que más cohesión tienen. Los creadores huyen del realismo oscuro y sin perder el tono de comedia de situación (en realidad falsa sitcom), le imprimen una sensación de buen rollo que tal vez esté relacionado con los efectos de la maría. La tercera arranca más lenta, la crítica social es mucho más descarnada (sencillamente magistral la secuencia de la cruz robada que da luz a la plantación de maría) y se sustenta sobre los problemas políticos, administrativos con esa especie de telepredicador inmobiliario interpretado por Matthew Modine, y la necesidad de nuestra protagonista de seguir creciendo en el negocio. El final de la tercera temporada es de obra maestra. Si el fuego purifica los pecados, un incendio a gran escala purificara los de los habitantes de Mayestic. Pero los creadores supieron entender que para que la cuarta temporada tuviera sentido, había que dar un giro radical, desprenderse del lastre de personajes que no aportaban y darle un nuevo comienzo a la vida de nuestra protagonista. Por supuesto no se olvidan de los personajes que más vida le dan a la serie, y el nuevo renacer será una carga de futuro y pasado fronterizo.

El éxito deja ver más presupuesto, más escenografías, aun a riesgo de romper la monotonía endogámica que suele llevar acompañadas las sitcoms convencionales. Aun así hay que reconocer el merito de ser capaces de mantener el interés de los capítulos ,que a pesar de durar menos de media hora, están perfectamente estructurados para hacer seguir evolucionando una trama principal, y una o a veces dos tramas secundarias (en otras ocasiones para la segunda subtrama no son más que sencillos running gags). Como nada es perfecto, hay momentos, desenlaces sobre todo que se han alterado de manera algo antinatural, con reacciones que no corresponden a los roles de los protagonistas (en realidad reacciones muy humanas), en pos del efectismo, pero los guionistas saben llevar los capítulos hasta un desenlace que como buenos inventores del formato (los americanos) saben dejar en lo más alto del clímax, con nuevas sorpresas adicionales que van enganchando al espectador (sirva de ejemplo el previsible pero inesperado desenlace de la cuarta).

La serie, que se emite por cable (Showtimes) en Estados Unidos, y que sigue la estela de las HBO, ha sobrepasado la cuarta temporada y sigue agrandando su trayectoria (está claro que buscan un perfil de espectador muy específico. Demócrata, clase media, blanco, con televisiones de pago, que de alguna forma se ven reflejados en los perfiles y asumen la crítica por el tono cómico) En nuestro país se emite por Canal +, o sea que sólo unos pocos privilegiados la disfrutan, y Cuatro, con esa habilidad que tienen los programadores, la emiten los fines de semana a la una y pico de la mañana. Así que no queda otro remedio que alquilarla (a ver si La Devedeteca se anima de una vez por todas), o comprarla. Lo que puedo garantizar es que es una buena inversión que proporcionará horas de buen rollo y diversión. Por último, una reivindicación para las cadenas de nuestro país; - estaría bien si de una puta vez se respetan los formatos y no se estiran los capítulos como chicles. La duración es importante, y las series españolas de setenta minutos son un puto coñazo-.

Víctor Gualda.