jueves, 2 de septiembre de 2010

VENTA DVDS EN EL MUSEO Y DVDCLUB, CALLE HERNANI, 8


La Devedeteca finaliza su recorrido comenzado hace 6 años y medio.
Continuará la liquidación de su stock (películas de fondo de catálogo y novedades) en el museo y dvdclub Berverly Hills, en la calle Hernani, 8, Madrid 28020. Teléfono 915360527.
Esto ya sí es una despedida, muchas gracias a todos y en especial a nuestros clientes que han hecho posible que este proyecto funcionará.
Un fuerte abrazo a todos,
La Devedeteca.

6-05-2010 | Fuente: Tetuán 30 días

“Beverly Hills” o la catedral del cine
Por fuera, un videoclub; por dentro, todo un museo del Séptimo Arte

“Beverly Hills” es, además del famoso barrio de Los Ángeles donde residen las estrellas del celuloide, un videoclub que es también un sorprendente museo del Séptimo Arte.
Pensado para el deleite y el retiro de los amantes del buen cine, desde el clásico y el de autor hasta el más actual, “Beverly Hills” se distingue por recopilar “todos los géneros cinematográficos, incluidos infantil, musical, acción y western, tan olvidados en otros establecimientos similares”. Ade-más de contar con cerca de 8.000 títulos en DVD, otra de sus peculiaridades es que aquí las cintas de vídeo siguen vivas: se cuentan por cientos las películas en este formato, que todavía hoy un público minoritario sigue alquilando, y más de 700 filmes en el añorado Súper 8 (que su propietario querría poder mostrar algún día a sus clientes) completan la sin par colección de este videoclub.
Troquelados, pósteres, fotocromos, diapositivas, guías, programas de mano, fotografías dedicadas por estrellas del cine... un número incontable de artículos del marketing cinematográfico, auténticos fetiches de coleccionista.


EL PERSONAJE DE MANUEL CALVÍN

“Empecé a escribir, yo solo, copiando los nombres de actores y actrices que aparecían en los magníficos anuncios de cine del ABC: ‘Cary Grant’, ‘Rita Hayworth’... así practicaba mi caligrafía, y así comenzó también mi interés por este apasionante mundo”, recuerda con nostalgia el propietario de “Beverly Hills”, a sus increíbles 62 años de edad.
Más adelante, Manuel Calvín acompañaba a su padre, abogado de Samuel Bronston, productor, entre otras, de 55 días en Pekín, al rodaje de la misma, en Las Matas, “donde se construyó una asombrosa réplica de la capital china, y donde tuve la oportunidad de conocer a Ava Gardner, David Niven y Charlton Heston, con quien me unió una íntima amistad hasta su muerte”.
“Mi contacto con las figuras internacionales del cine continuó a lo largo de casi 20 años como relaciones públicas y segundo jefe de recepción de los hoteles Castellana Hilton (ahora Intercon-tinental) y Villa Magna, y se consolidó al entrar a formar parte, como ejecutivo, de Araba Films, la primera empresa española dedicada a la producción, distribución y exhibición cinematográfica. Allí trabajé durante 15 años, tiempo en el que pude asistir a todos los festivales de cine españoles y europeos, además de a la ceremonia de los Oscar. Estos viajes me sirvieron, aparte de para afianzar mi amistad con gente importante de la industria, para hacerme con todo el material que en parte se exhibe en el videoclub” –y el que no puede verse: en el sótano del local se amontonan docenas de cajas y estanterías, rebosantes de artículos relacionados con la gran pantalla–, “el mismo que antes estuviera expuesto en un piso que habilité como museo del cine, durante alrededor de 30 años, con dos salas de proyección para Súper 8, y por el que también pasaron grandes personalidades del celuloide”.
“Quien fuera mi jefe en Araba Films fue el productor de La novena puerta, en cuyo rodaje –entre París y Toledo– estuve muy implicado. Al director, Roman Polanski, le conocía desde el año 1974, pero fue en esta película cuando empezó mi estrecha relación con su protagonista, Johnny Deep, con quien todavía hoy mantengo contacto; sin olvidar mi amistad con Roman”.
“En los últimos años, he escrito seis libros sobre cine y he colaborado en sendas revistas y programas de radio (en las cadenas Radio 80 y COPE) sobre el mismo tema”.


EN BUSCA DE SUBVENCIÓN

“Manolo, este lugar debería estar subvencionado”, le insisten sus clientes más fieles desde que tuvieron la oportunidad de conocer este pequeño rincón de Tetuán. Una clientela que le anima a que promocione su “museo del cine” a través de las instituciones oficiales, ya que consideran este singular establecimiento como un “bien de interés cultural, único en España y quizás en el mundo, que debería estar subvencionado por algún organismo cultural, público o privado”.
Sea como fuere... Siempre nos quedará “Beverly Hills”… en la calle de Hernani, número 8.

CRISTINA SÁNCHEZ

lunes, 5 de abril de 2010

LA DEVEDETECA CERRARÁ EL 31 DE MAYO

La Devedeteca es un proyecto que comenzó hace más de seis años y a finales de mayo terminará su andadura, debido básicamente a tres factores, uno a la recesión económica que afecta fuertemente al consumo (incluso en bienes de tan bajo coste como es el alquiler de dvds), otro factor es la piratería, y por último problemas con la administración local.

Tras hablar con técnicos y arquitectos nos disponíamos a presentar una licencia de ampliación de la actividad, nos la denegaron supuestamente porque teníamos que presentarla por procedimiento ordinario (carísimo) frente al procedimiento comunicado. Nosotros presentamos el procedimiento comunicado ya que no teníamos que hacer obra, y teníamos informes que señalaban la adecuación de nuestro procedimiento, en fin, nos denegaron la licencia presentamos otro proyecto y no recibimos respuesta, ante la falta de respuesta de la administración y necesitar una licencia para empezar la actividad nos ha forzado a abandonar la posibilidad de ampliación de negocio.

La Devedeteca seguirá alquilando y vendiendo normalmente durante los meses de abril y mayo, pero eso si pondremos todos nuestros títulos en venta (a 5 €). Seguiremos comprando novedades para alquiler.

Los bonos no consumidos se podrán cambiar sus pases por películas, 2 pases una película. Del 24 al 30 de mayo se devolverá el importe de los bonos no consumidos y el 31 el local se cerrará.

Las series de TV se venden a 20€/temporada.

Lamentando mucho este inesperado cierre, también para nosotros porque dábamos por hecho que la administración local no iba a ponernos imposible la ampliación de negocio, nos despedimos del mercado videográfico y de nuestros clientes.

Saludos y nos seguiremos viendo estos dos meses.

viernes, 26 de marzo de 2010

EL BAILE DE LA VICTORIA

A veces me resulta curioso el criterio de la academia de cine a la hora de seleccionar las películas que nuestro país manda para representarnos en los Oscar. No hace falta ser muy espabilado para darse cuenta de que “El baile de la Victoria” no era la cinta adecuada para pasar el primer corte de selección. Y no digo que sea mala película, pero desde luego ni el fondo, ni la forma son las adecuadas.

Para empezar por el principio, la estructura narrativa es defectuosa. Dividido el punto de vista en dos, incluso en tres, la tensión se diluye entre los bloques perdiendo el interés hasta llegar a un desenlace que se me antoja menor respecto al verdadero clímax de la cinta que se encuentra al final del segundo acto. El personaje de Darín (Nicolas) que ejerce de famoso “revienta-cajas” que acaba de salir de la cárcel tiene como objetivo recuperar a su familia después de cinco años resulta baldío. La empatía es la excusa para convertirse en tutor del joven Ángel (Abel Ayala) aprendiz de ladrón con ilusiones e inmadurez repartidas a partes iguales. Este joven, que realmente es el protagonista de la película, o mejor dicho, por guión debería serlo por el peso que adquiere su relación con la muda bailarina de la calle Victoria (Miranda Bodenhofer) además de con la trama “guía” del atraco. En tercer lugar el necesario antagonista con misión incierta, pero que amenaza desde las sombras al trío protagonista.

En realidad los conflictos y objetivos de los personajes están bien planteados (probablemente herencia de la novela de Skármeta), y es en los bloques que los desarrollan donde demasiadas secuencias informativas y otras repetitivas para reforzar los roles, donde se pierde el equipo guionista encabezado por el propio escritor, Fernando Y Jonas Trueba. Pero no todos los defectos vienen dados por un guión mal estructurado o unos diálogos forzados en muchas ocasiones, sino que, y esto es lo más curioso, la película está mal dirigida en varios tramos. Fallos como las voces en off de Darín y su mujer en el tenso encuentro, recuerdan al cine de un amateur, o los cambios de género del drama, a la buddy movie, al thriller, y lo que es peor a la comedia esperpéntica, como la terrible y fallida secuencia del tribunal de danza, hacen que me pregunte si es posible que este director sea el mismo que ha ganado un Oscar por una película fantástica como es “Belle Epoque”.

Respecto al fondo, ambientada en el Chile reciente, me pregunto si el discurso moral es, “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”… aunque con peaje, o el baldío intento de denunciar las diferencias sociales que impiden a los que están en la parte baja de la pirámide incorporarse a una sociedad que les rechaza (por no hablar de una crítica pueril del final de la época de Pinochet). No creo que sea la intención siquiera. Trueba tiene muchas virtudes, pero en esta ocasión los defectos se comen una película carente de tensión dramática que da secuencias a un Darín que se come la película con su presencia como actor, pero también por la mala distribución de las escenas, ralentizadas en la presentación sólo por el hecho de que es el único actor capaz de levantar el film. Al final dos horas de un metraje al que le sobran veinte minutos como mínimo, que da lugar por este defecto de forma, a meter el verdadero desenlace al final del segundo tercio de película mientras resuelve la que debería ser (y es) la trama guía en quince minutos, y lo que es peor, obviando todas las convenciones para que el subgénero del cine de atracos funcione. Si a eso añadimos un final incierto y negativo que hace que el público se aleje más si cabe de personajes por los que debería estar obligado a sentir al menos cierto cariño, estamos ante una película incuestionablemente fallida.

Es una pena que esta película con buena intención y buena base se vaya al garete por la falta de buen pulso en la dirección, la falta de un guión consistente y equilibrado, y unas interpretaciones sobreactuadas en los principales (con la excepción de un Darín desubicado y tópicas en los secundarios. Esperemos que sólo sea el primer impulso después de años sin ponerse detrás de la cámara de un director con sobrada experiencia y que, espero, todavía tiene mucho que aportar.

Víctor Gualda.

jueves, 18 de marzo de 2010

BONNIE AND CLYDE

Estamos ante uno de esos clásicos que merece la pena revisar cada cierto tiempo. Una película que tuvo un parto difícil incluso una vez estrenada, pero que supuso un antes y un después en el cine made in hollywood, un referente del pasado siempre a recuperar como ejemplo de cine barato pero con excelente factura, que además tendría peso en el posterior cine de los setenta, rodada en su mayoría en exteriores, y que dinamitó el caro cine de estudio.

Ambientada en la América justo posterior a la depresión, nos muestra un país que se lame las heridas, una América de antihéroes, de individuos que a su pesar son utilizados por el sistema para ejemplificar el nuevo orden que está por llegar. El de la necesidad de los gobiernos por recuperar el control de una sociedad a la que se le escapan los mal llamados valores tradicionales y confronta al individuo contra un sistema culpable de los desastres del país. Antihéroes inmaduros cuya única ambición es volver a los orígenes (el personaje de CW vuelve buscando el refugio de una autoridad corrompida y amoral paterna, Bonnie que busca la imagen materna como referente a pesar de la advertencia de esta o Clyde sin más referente que su hermano).

Y es que son los personajes otro de los valores de la cinta, un Clyde inmaduro y apasionado al que le buscan los problemas, una Bonnie que siente la necesidad de salir de su burbuja. Juntos inician la road movie que les lleva a recorrer el suroeste del país atracando bancos, que pocas veces atracan, y de manera natural y no premeditada hacer banda con el chaval CW y con el propio hermano de Clyde y la mojigata mujer de este. Los problemas de impotencia sexual de Clyde llevaron en el guión original de David Newman y Robert Benton a formar un trío con CW, con el Truffaut de Jules and Jim como director, pero con el alejamiento de la cinta de la mano europea, y los complejos del propio Beatty, se consiguió un efecto fantástico: La evolución de la impotencia del personaje desaparece al tiempo que la violencia decrece, convirtiéndole en vulnerable. Una especie de semidiós mitológico condenado por superar sus propios complejos.

También intervino en el guión Robert Towne, aunque de manera indirecta, mejorando algunos diálogos, y cambiando el orden de algunas secuencias, entre ellas una fundamental, la del enterrador, que supone un punto de inflexión en el texto y la entrada en el túnel que condena a los protagonistas a una muerte anunciada, desde la aparición del peligroso antagonista que supone el policía burlado.

Casi no merece la pena mencionar la violencia que desprenden las imágenes del film. Un sello de identidad demasiado evidente que estuvo a punto de llevar al traste la película y que bajo la mano de Arthur Penn alcanza cotas impresionantes; la sangre a borbotones dentro del mismo plano en que los antihéroes disparan, o el final ralentizado mientras las balas agujerean los cuerpos sin piedad y el extraordinario montaje, barrieron a partir de su estreno las mojigatas escenas violentas precedentes y dieron paso en Estados Unidos al posterior cine de personajes sicológicamente torturados.

Os recomiendo el fantástico libro de Biskind “Moteros tranquilos, toros salvajes” para conocer los detalles de esta producción y de muchas otras que revolucionaron el cine en la década de los setenta, y por supuesto la revisión de esta cinta imprescindible en la historia del séptimo arte.

Víctor Gualda.

miércoles, 10 de marzo de 2010

DIATRIBA CONTRA EL DOBLAJE

Por Javier Martinez

“Lentejas; si quieres las comes, y si no, las dejas.” Prometo haber escuchado esta frase tan castiza en boca de uno de los personajes de la película Shadows (1959), dirigida por John Cassavetes, padre del cine indie (por independiente de los grandes estudios) americano. Si alguien no lo cree, al DVD me remito. No sé si Cassavetes —más conocido por su faceta de actor en películas como Doce del patíbulo o La semilla del diablo— visitó alguna vez España; no obstante, apostaría mi brazo izquierdo a que no era conocedor de nuestro refranero popular. Recuerdo que vi esta película en el cine de verano que habilita la Universidad Complutense en su Jardín Botánico, y que, tras un amago inicial en el que todo parecía ir como mi amigo y yo esperábamos, los responsables del proyector corrigieron el “error” y nos deleitaron con la versión doblada de dicha película. Unos diez minutos después y tras unas líneas de diálogo, se comenzaron a escuchar airadas protestas de un sector del público asistente. Recuerdo una que se me quedó grabada a fuego por su tono, mezcla de indignación y comicidad, y que decía: “¡¡Esto es mentira!!”. Por fin escuchaba a alguien levantar la voz ante un tema que, a sabiendas de que ha sido y sigue siendo polémico, siempre se ha tratado con desdén por considerarse fútil, pese a que esté alimentando a toda una fuerte industria en nuestro país, y aquí está el quid de la cuestión.

Muchas veces he oído la expresión “Yo no voy al cine a leer”. Qué casualidad que no pocas veces la haya pronunciado una persona que trabaja en un estudio de postproducción de sonido o de doblaje. Se trata de una postura tan lícita como la que yo defiendo aquí, mas tiene un trasfondo negativo que más adelante trataré de desarrollar.

Al igual que hay personas que leen La fortaleza digital o Ángeles y demonios por puro entretenimiento o por deseo de evasión, así hay un gran número de ellas que acuden a los multicines a ver Dos chalados y muchas curvas (largo capítulo aparte merecen las supuestas traducciones de los títulos originales o el veneno de la mercadotecnia en el cine) o Saw 3. No habría nada que objetar a estas personas si existiese una sana relación entre el cine de vocación comercial y el entendido como séptimo arte. Pero la realidad es otra; la realidad es que quienes manejan los hilos no tienen ningún afán de deleitar al espectador, sino de aligerar en lo posible su bolsillo con productos que no tienen en cuenta si dicho espectador posee inteligencia o capacidad crítica, o si se puede molestar por el ruido del maíz crujiente. Por (casi) todos es sabido que las salas de cine ingresan más dinero por las palomitas que por las entradas. Sobran los comentarios en este punto.

Un dato interesante al respecto es que de las veinticinco salas —nada menos— que tienen los Cines Kinépolis de la Ciudad de la Imagen de Madrid (un enorme complejo dedicado al esparcimiento de toda la familia), ni una sola de ellas proyecta películas en versión original subtitulada. Ni siquiera tienen la intención de maquillar su ansia de lucro habilitando una sala para los amantes de las películas en su lengua original; ésos que dicen que el cine es una forma de arte o aquéllos que arguyen que el doblaje es una perversión del trabajo actoral y, por consiguiente, de la obra cinematográfica.

Otro dato significativo y quizá más cercano se halla en la televisión. Los responsables de la programación televisiva no cesan de humillar y menoscabar al cine y a los cinéfilos. Programas como el desaparecido ¡Qué grande es el cine! o el reciente Cinema Off emiten películas que poco tienen que ver con Pretty Woman o Torrente 2: Misión en Marbella dobladas al castellano, cuando la gran mayoría de espectadores de este tipo de películas son carne de cines en versión original; personas alérgicas al doblaje. La cuestión es que los responsables de las televisiones tienen como único objetivo llegar al mayor número de telespectadores, aunque esto suponga tener que emplear estrategias como exhibir películas coloreadas (todos sabemos que el blanco y negro produce rechazo en la mayoría de los televidentes —más aún en los jóvenes—) como en el caso de Robin de los bosques (1938) , previa a la invención del cine en color, o El hombre que nunca estuvo allí (2001), filme en blanco y negro que en su edición en DVD presenta la opción de visionado en color, pero estrenado en todas las salas del mundo en su formato original. Para agravar aún más la falta de respeto hacia el telespectador, se introducen largos cortes publicitarios que convierten a la persona que consigue ver de principio a fin una película en un héroe.

El cine está más sujeto al negocio descarado que otras disciplinas artísticas como la pintura, la escultura o la literatura. Algo similar le ocurre a la música, pues cualquier mamarracho puede poner su voz en un disco y venderse millones de copias, si bien es cierto que la música goza de algunos templos sagrados, véase el Auditorio Nacional de Música de Madrid o el Teatro Real o varias salas de conciertos donde se programan actuaciones de verdaderos músicos: Galileo Galilei, El Sol, Moby Dick, Café Central.... No así el cine. Casi extinguidas las llamadas salas de arte y ensayo, los bastiones del cine con pretensión de conmover o de estimular la inteligencia, es decir, sin la abierta finalidad de enriquecerse a costa de exhibir bodrios mayúsculos previa oferta de palomitas más refresco, son cadenas como los Cines Renoir o los Verdi, en algunos de cuyos complejos se pueden encontrar palomitas, dulces, pipas y caramelos, tan molestos para el espectador con déficit de atención. La excepción que confirma la regla es la Filmoteca Española (en el caso de Madrid), el museo del cine. Las filmotecas en general, presentes en varias Comunidades Autónomas, que no en todas. La diferencia en relación a las salas de conciertos musicales estriba en que las filmotecas no proyectan estrenos. Sus funciones más destacadas son las de restauración de películas y exhibición de rarezas, así como la programación de ciclos temáticos por autores, corrientes, países, etc. Sea como sea, las filmotecas no dejan de ser círculos marginales frente a la proliferación de multicines en los que se pueden adquirir hasta nachos con queso o introducir pizzas en la sala (ej.: Cines Capitol).

Los perjuicios del doblaje

Al comienzo de este escrito he mencionado una frase que les resultará familiar a los aficionados al cine: “Yo no voy al cine a leer”. Este argumento sólo responde a un síntoma, quizá a dos: ignorancia y/o vagancia. Con los subtítulos se pierde información visual, con lo que eso conlleva: una pequeña dificultad añadida en el seguimiento de la trama y un cierto menoscabo en la labor artística de la obra cinematográfica: puesta en escena, iluminación, fotografía…. Aquí acaban los defectos siempre que los subtítulos sean fieles al diálogo original. El resto son todo ventajas:

– La versión original respeta la actuación de los actores (e indirectamente respeta a todas las personas que han trabajado en la película: autor del guión, sonidista…). Es triste que muchos fans de Robert DeNiro nunca hayan escuchado a Robert DeNiro, sino a Ricardo Solans interpretando a Robert DeNiro. La voz de un actor es tan importante como el violín de un violinista. Esto es lo mismo que decir que la versión original nos asegura el disfrute de la obra de arte tal y como fue creada y su no adulteración.

– La versión original facilita el aprendizaje de otras lenguas. Cualquier escuela de idiomas recomienda el uso de películas subtituladas como herramienta de aprendizaje (ej.: Speak Up). (El Estado podría aprovechar el tirón que tiene el cine entre los jóvenes para mejorar su pobre nivel de inglés. Esto incluye algunas, muchas, ediciones de películas en DVD sin subtítulos en español o con unos lamentables.)

– La versión original evita la mediación de la peor cara de la industria de doblaje, fruto del intrusismo que padece en los últimos tiempos (voces de famosos poco o nada satisfactorias). Sirva como muestra la desafortunada labor del cantante Dani Martín en Escuela de rock (2003). Sin duda, lo peor de la película. Asimismo, nos ahorra el desasosiego de estar viendo Bailando con lobos en una cadena, y al cambiar de canal aprovechando la publicidad constatar que tanto Kevin Costner en dicha película como Bruce Willis en Sin City tienen la misma voz, la de Ramón Langa, omnipresente en el doblaje español.

En Latinoamérica y en buena parte de Europa se proyectan las películas en versión original subtitulada. Además del ahorro de tiempo y dinero que esto supone, no es casualidad que en esos lugares se hable —en términos generales— inglés mejor que en nuestro país. Y me refiero al inglés porque nos guste o no la maquinaria norteamericana lo domina todo, y el cine no iba a ser menos. A nadie se le escapa la importancia que tiene hoy en día el manejo del inglés. Que se lo digan a los mileuristas. La mayoría de distribuidoras en nuestro país (y no sólo en el nuestro) son americanas, y por lo tanto dan clara preferencia a sus películas a la hora de exhibirlas en las salas. Aquí es donde entra en juego la industria de doblaje española, famosa por ser probablemente la mejor del mundo. Lo que no se dice es que pocos países le otorgan tanta importancia al doblaje como España.

Carlos Boyero es un importante crítico cinematográfico español. Escribe regularmente en el diario “El Pais” (anteriormente en "El Mundo") y desde hace cerca de cinco años responde semanalmente a preguntas de los internautas sobre cine, música, literatura, política y deportes. Del archivo de este chat he rescatado estas reflexiones:

«El doblaje me parece un crimen, supone desvirtuar lo que ha pretendido el director y los actores. Sin embargo tengo una impresión mucho más grata de los doblajes que oía en mi infancia que los actuales, que me parecen lamentables, afectados, todo en ellos huele a falsedad. Y si la historia va de jóvenes enrollados ya es para echarse a temblar. La interpretación de un actor descansa como mínimo en un 50% en la utilización que hace de su voz».
«Todo lo que es creíble y lírico en VO puede resultar afectado, o grotesco al doblarlo».

La excepción

Las películas de animación están dirigidas preferentemente al público infantil. Por ello tiene prioridad la comprensión de los diálogos antes que cualquier otro fin. En este caso, y por no tratarse de actores sino de dibujos, el doblaje está justificado. Del mismo modo, en el caso de los documentales, tampoco hay una labor actoral y generalmente la imagen va acompañada de una voz en off, que bien puede ser doblada al idioma que proceda. Su valor es informativo, no artístico. El lirismo de las imágenes por norma general no se relaciona con la voz interviniente.

sábado, 6 de marzo de 2010

LOS LIMITES DEL CONTROL

Tiene algo que se me antoja impostado la última producción de Jarmusch, y sin embargo sigue conservando esa capacidad de atrapar con la imagen. Tal vez el encuadre y sus personajes ajenos al mundo que les rodea, pero muy integrados en sus propias existencias. Y es la suma de paradojas lo mejor de una película que hay que reconocer que si hubiésemos hecho cualquiera de nosotros no hubiese pasado del salón de la casa de un par de colegas.

Jarmusch es una caja de sorpresas, la evolución de su cine ha sido coherente dentro de su presunta independencia que le llevo de películas frescas sin presupuesto pero llenas de verdad, a otras con algo más de plata, pero más anquilosadas en “lo que esperamos de él”. Su última colaboración con Murray le dirigía directo a una producción media made in Hollywood, pero según sus propias palabras los atentados del 11 s le hicieron replantearse la que iba a ser su siguiente producción. En vez de eso se lanza con red a una producción menor casi minimalista que tampoco responde a su evolución por mucho que parezca una imagen reflejada de su propio cine. Retoma entonces la senda que inicio en “Ghost dog” que a su vez era una versión libre de “Le samurai” (El silencio de un hombre) Retoma entonces el personaje frío inexpresivo con los rasgos de Isaach De Bankolé para cumplir una misión sin concretar dada la naturaleza del propio protagonista.

Es entonces cuando esta road movie se mezcla con el falso thriller y crea un híbrido que no va a ninguna parte. Y digo esto porque de ser una posible obra maestra que mejorara su antecesora, se queda en un quiero y no puedo conceptual que no va a ninguna parte, o eso, o que mi reducida capacidad me impide analizar. Esta bien salirse de las convenciones, ya lo hizo Melville, pero le añadió un fin a su trama y a su silencioso personaje. La suma de compañeros de viaje peculiares en tierra española le hace doblemente guiri, al final los estereotipos pueden con una buena idea por lo nuevo de la narración. De la gran urbe a la casa apartada en el campo pasando por la ciudad media y el pueblecito (de la sociedad al individuo), de los cuadros premonitorios del museo a la realidad de los personajes. De la fantástica y fanática repetición a la nada. Salvan el film la fuerza de las imágenes, pero llamadme loco si pido un poco de sentido común a una trama que existe. El intercambio de cajas de cerilla nos lleva a un desenlace (por llamarlo de alguna manera). No se queda en la mera especulación, así que estaría bien que el ejercicio de minimalismo siguiera unos códigos como suspense, arco del personaje y crecimiento de la trama, que aquí son pura conjetura (y tal vez el valor añadido de la película.

Me llama la atención también el muestrario de freakis que circulan por las calles de nuestro país disfrazados de rubia peligrosa, de camello mejicano, de músico paranoico, de camarero simpático, de ninfomanía matahari. Paso de mencionar los créditos, pero todos ellos son actores solventes que aquí sobreactúan porque no saben de que va la vaina. Están dirigidos mediante el viejo sistema de no darles el guión y marcarles directamente la acción que ellos ejecutan como clowns. Es Jarmusch uno de mis directores favoritos y no voy a hacer leña, pero sin renunciar a la capacidad hipnótica de su cine, tengo que reconocer que esperaba mucho más, y si la película puede pecar de pretenciosa, se lo perdonamos porque sigue teniendo capacidades que otros nunca soñaron estando considerados grandes, la principal, dialogada por boca De Bankolé en el desenlace: la imaginación.

Víctor Gualda.

jueves, 4 de marzo de 2010

CORREDOR SIN RETORNO


Después de "Shutter Island", merece la pena repasar "Corredor sin retorno". El clásico de Samuel Fuller que junto a las películas de Tourneur parece han servido de inspiración a Scorsese. Fuller es un clásico moderno, un director que con pocos medios construye una película brutal y un tanto fuera del sistema tradicional. Destacar la fantástica trama con algo así como una estructura domino, consistente en que cada pieza va dando paso a la siguiente.

Como muestra el botón que supone la primera secuencia. Una aparente sesión sicológica abre paso a nuevos personajes en plano, avanzando a nuevas situaciones. Las conclusiones del primer plano cambian paso a paso hasta el último de la secuencia con algunos de los personajes principales de la trama. El psicólogo, el jefe de nuestro protagonista, la novia de este. Todo ello para dar paso en cada nueva escena a una nueva verdad que evoluciona inexorable. La repetición nos guía para ingresar con nuestro periodista. Pero ¿qué pinta un periodista ingresado voluntariamente en un psiquiátrico? Siguiente pieza que derriba una nueva frontera a través de la que conoceremos la trama. Un reportaje de investigación requiere meterse en harina, y la mentira conducirá a involucrar a nuestro héroe poniendo en peligro su propia integridad.

Es a partir de este momento cuando se vuelve más convencional la trama. Ya sabemos cual es el conflicto que tendremos que resolver. Las entrevistas con los distintos enfermos irán dando datos poco a poco hasta dar con la clave final. Por el camino algunos personajes entrañables, violentos, víctimas de ellos mismos y de una sociedad que oprime al diferente. Crítica social fantástica tanto en esa parte que se dedica a la prensa sensacionalista, demasiado pendiente de premios y reconocimiento, como la muy destacable en la piel del negro que se cree blanco y del ku-klux-klan. Su color multiplica por cien el efecto de lo absurdo. Si sobrecogedoras resultan las deficiencias de los protagonistas, el gran mérito del film está en la evolución nuestro guía hasta acabar afectado. Se trata de una crítica descarnada a los méritos de un sistema obsoleto, que denuncia prácticas abusivas de la época como los baños helados, electroshock o lobotomía por prescripción facultativa. Un cuerdo puede acabar tan mal como los verdaderos enfermos por una praxis equivocada.

Pero la película está repleta de imágenes evocadoras, fantástica la introducción de las imágenes en color de estilo documental que suponen un salto narrativo que provocan un distanciamiento entre realidad y ficción que nos hace más consciente. Desconozco la intención de Fuller, pero el efecto que me produce la introducción de esas imágenes es el mismo que los juegos de Scorsese entre la realidad y la nueva realidad adquirida. También quiero destacar el sencillo efecto de las pesadillas que reproduce a Cathy (Constance Towers) como falsa hermana que afecta la estabilidad de Barret (Peter Breck). Otra curiosidad; si en Vértigo casi nadie recuerda cual el motor que arranca la trama (¿o acaso tú si?), pero que se desvía y acaba desapareciendo para contar la historia de una obsesión, en “Corredor…” sucede algo similar, aunque en ningún momento se pierde de vista el fin último, el desenlace que mueve al personaje se pierde (más bien pierde importancia) y sólo se utiliza como elemento de suspense.

Una película en definitiva para revisar por lo sobrecogedor de algunas imágenes. De lo único que me atrevo a renegar es de esa voz en off del sobreactuado Breck, que ralentiza el ritmo y aporta muy poco a los avances de la trama, y que sencillamente sirve para distinguir entre los momentos cordura y los de locura, pero hablando de imágenes iconográficas que hablan más que mil palabras, destacar ese pasillo infinito que separa el mundo real del paralelo y que da nombre al film. “Corredor sin retorno” hay que revisarla con la inocencia de una película del 63, prescindiendo del ritmo actual, pero sin olvidar la cruda realidad que esconde entre los muros de sus decorados.

Víctor Gualda.

domingo, 28 de febrero de 2010

SHUTTER ISLAND


Por fin llegó la última producción del fantástico Scorsese, ese director que en sus últimas producciones ha perdido el pulso de la carrera que le ha convertido en un clásico incontestable, con la mayor producción de obras maestras en un solo hombre desde Wilder. Y es que su asociación con DiCaprio, desde mi punto de vista por cuestiones puramente de estrategia comercial, ha encontrado una nueva etapa en su cine, que afortunadamente avanza hacia una mejor puerto que como empezó. El aviador, Infiltrados, Gangs of New York, son películas ambiciosa que se quedaron en un quiero y no puedo, y que ahora encuentran una pequeña redención en otra obra menor, pero por encima de las tres producciones precedentes.

Y es que esta isla ha conseguido imágenes francamente desconcertantes, y eso es parte del alimento del cine. Imágenes que se quedan en el imaginario colectivo y que sirvan de referencia a los cinéfilos de futuras generaciones, igual que los clásicos lo son para el director de origen ítaloamericano. Tal vez la diferencia entre su “nuevo cine” y el “antiguo”, es el empeño en adaptar encargos, y la lejanía psicológica con los personajes. Se echan de menos aquellas interpretaciones de DeNiro, pero también el mundo que envolvía a los antihéroes que les hacia cercanos y viejos conocidos. El talento del escritor Lehane es obvio y se ha convertido en el referente de cabecera del cine negro y policiaco. Las tramas son densas y las atmósferas inquietantes, sus personajes solventes y creíbles aunando el clásico detective con las nuevas tendencias literarias, incluso la adaptación mediana (que no mediocre) del desconocido Laeta Kodogridis encaja en el último cine del director, a pesar de meterse más en harina en el subgénero policiaco con cierto aire a serie B. Aun así sale bastante bien parado a pesar de los bajones de ritmo que sufre el metraje, y la falta de mano de Scorsese para manejar el suspense que debería acompañar a la tensión dramática.

Y es que el director se mueve bien en la distancia corta del drama, y se nota su pasión por el cine de género, pero en las partes que debería mandar el suspense nos quedamos sólo con la inquietud y desasosiego del policía que va perdiendo su identidad. Esa parte en la que el espectador debe sentir que su propia estabilidad psicológica se tambalea y pierde la noción de la realidad está solo conseguida a medias, pero hay que reconocer que es aquí donde obtiene las mejores imágenes. Me quedo con alguna de las secuencias oníricas con su mujer fallecida, a pesar de que los flash-backs centrales ralentizan una película ya de por si larga (casi dos horas y media), pero me atrapan los saltos en la línea argumental injustificados como la bajada del desfiladero (alucinación y realidad se confunden), con la secuencia de las ratas y el personaje guía, casi fantasma de la imaginación del protagonista que nos explica que todo lo que pasara será fruto de la manipulación de nuestra mente. Me quedo con la sensación de angustia que planea todo el film, con los personajes manipuladores y cerrados fantásticamente interpretados (aunque no desarrollados) de Ruffalo, pero sobre todo con Kingley y el posible nazi Von Sydow. Me quedo con el giro que supone la vuelta de tuerca del plan de Dicaprio-Daniels que le convierte de golpe de verdugo a víctima atrapada. Me quedo con un desenlace que hace concesiones al espectador-lector y termina con la impresión que todo es un plan maestro, en vez de dejar el desasosiego que produce ser víctimas de nuestros propios pecados (por cierto que el director introduce la culpa como base del desequilibrio del protagonista, responsable indirecto de la muerte de su mujer (indirectamente primero, y directamente en el nuevo destino)

La tortura sicológica de los nuevos personajes de Scorsese se mueve en la delicada línea de la credibilidad, y en esta ocasión la balanza se decanta por un buen desarrollo, lo que demuestra la evolución de un DiCaprio que crece con los años, aunque todavía le falta acumular experiencia para darles el peso de su predecesor en el cargo, que curiosamente ha tomado el camino inverso. Una película para ver al menos dos veces y apreciar los detalles éticos y estéticos de esta Shutter Island.

Víctor Gualda.

miércoles, 17 de febrero de 2010

INVICTUS


Me resulta difícil valorar esta película que en su estructura narrativa resulta tan poco convencional. No se trata de un biopic al uso en el que seguimos la biografía del personaje y debemos entender como las pequeñas anécdotas secuenciadas forjan el carácter de un personaje histórico. En el caso de Invictus, partimos de la base de que el espectador en mayor o menor medida sabe algo de Mandela. Por si acaso, y sin entrar demasiado en rasgos personales, unas secuencias semidocumentales nos explican el proceso que lleva desde la salida de la cárcel, pasando por las elecciones que le convierten en presidente de Sudáfrica y su obsesión por integrar a negros y blancos para sacar el país adelante social y económicamente. Hay que dejar atrás el apartheid, y la imagen es tan importante como la intención.

Es aquí donde entra el deporte a formar parte de la estrategia política. El equipo de rugby de Sudáfrica, compuesto casi en su totalidad por blancos esta sufriendo una crisis, y los detractores negros pretenden eliminarlo. A fin de cuentas un nuevo orden preside el país y la revancha sobrevuela en el ambiente. Matt Damon interpreta a Francois Peinar, capital del equipo, un blanco pintado como integrador, que se convierte en cómplice de las aspiraciones del presidente, que no son otras que las de convertir al equipo en un símbolo de la reunificación del país. Una bandera a la que seguir en el futuro campeonato que se celebrará en Sudáfrica.

Sin extenderme en el argumento, Eastwood combina a la perfección dentro de una trama adaptación del libro de John Carlin “El factor humano”, que no está novelado, y dota de estructura cinematográfica para que entendamos que Mandela es un hombre de estado. Personaje positivo sin doblez, igual que el capitán del equipo, entienden que no hace falta dar peso a las personalidades si no es con una función de que la trama/historia avance. Sólo unas pinceladas siempre positivas, para mitificar al personaje ya mítico por sus acciones. Mandela es conciliador, trabajador hasta la extenuación, comprometido, carente de rencor pero con mano firme, y porque no, manipulador (curioso que en el rostro de Morgan Freeman hasta esta peculiaridad se convierta en algo positivo).

Es entonces cuando pasamos a lo que siempre acabamos criticando en este blog de las películas de Eastwood. Para llevar a cabo sus planes, necesita al hombre blanco salvador mesiánico, que tiene en su mano el futuro para salvar “la humanidad”. Tal vez con carisma, pero sin ningún rasgo de duda, el capitán toma el relevo para cumplir su misión. No se cuestiona su labor, no importa enfrentarse a los suyos. Tiene una misión que cumplir y lo hará pese a quien pese. Para mostrar la dualidad, el recurso favorito de Eastwood, luchar contra las convenciones morales de la familia, el suave antagonista cercano que aprieta pero no ahoga.

Con todos los elementos sobre la mesa, y pese a la ambigüedad de las relaciones entre protagonistas, unas secuencias para ablandar corazones pétreos. La celda real donde Mandela pasó cerca de treinta años, alguna frase maniquea para ensalzar la emotividad, y último bloque imprescindible para dotar del mayor heroísmo posible. El campeonato lleva al equipo de Sudáfrica a la final contra el equipo neocelandés. La realidad se apodera de la ficción, ya no hay especulaciones y es en el campo donde nacen los mitos. Es entonces cuando Eastwood acerca la cámara más. El espectador debe sentir que el barro le ensucia. Dos horas y media para alcanzar el éxtasis tan complicado de transmitir. Da igual que te horrorice el rugby. Es un deporte de contacto físico, una batalla en el campo que sólo puede ganar uno, y que servirá de escaparate mundial para trasladar a otra orbita algo que muchas veces está politizado pero que en este caso y en muchos otros une. El deporte.

Me quedan las dudas de si la historia ocurrió así, o fue al contrario, Mandela tal vez vio la oportunidad cuando la cosa se estaba fraguando, desde luego resulta una jugada maestra que extraña por la falta de ambivalencia de los personajes. Me resulta inaudito que personajes reales no tengan defectos. Me paso con Harvey Milk, y me vuelve a pasar ahora. Lo que si es cierto, es que la asociación de Eastwood con Freeman vuelve a dar resultado. Atención además al acento de este Mandela que se convierte en Freeman, muy trabajado y que junto a ese carisma tranquilo que desprende, le vale la nominación a los Oscar

Víctor Gualda

viernes, 12 de febrero de 2010

AFTER

En honor a la verdad, hay poco que objetar a esta película que sorprendentemente se ciñe a la perfección a un guión de Rafael Cobos más sustentado en la forma que en el fondo, pero perfectamente válido y desde luego llevado con muy buen pulso por Alberto Rodríguez. Otra cosa será que el tema: La soledad a través de personajes que presuntamente no lo están, como reflejo de la sociedad demasiado volcada hacia el exterior y poco dada a cultivar el interior, tal vez esté llevado al extremo. Para mí, fallo de una película por lo demás más que correcta a nivel formal, y fantástica en sus interpretaciones.

Lo primero que hay que destacar de la cinta, es la estructura. Tres personajes: Julio (Guillermo Toledo), Manuel (Tristan Ulloa) y Ana (Blanca Romero) amigos y con vidas y ocupaciones independientes, que se reúnen presuntamente cada cierto tiempo para irse de fiesta, y no perder aquella capacidad de aislarse de los problemas diarios desfasando y buscando una adolescencia que nunca volverá. No es ningún disparate, es un reflejo sino general, si habitual. Con cuarenta años todavía eres joven, y las salidas dislocadas hacen que olvidemos los problemas diarios. Pues bien, el guión trata el tema desde tres puntos de vista diferentes, con situaciones vitales diferentes (recurso fundamental y acierto de la cinta). Lo hace de una forma sencilla y efectiva; crédito con el nombre del prota, y sobre una línea temporal que abarca prácticamente una noche, cada uno, y con ellos el espectador, vive la noche de fiesta de manera diferente. El espectador será el que decida cual es la situación más próxima a la realidad, ya que más allá de la mera repetición (que también) hay pequeñas variaciones dentro de la misma situación. Un acierto de estructura; sencilla, pero bien trabajada.

La otra característica sobre la que se sustenta la película, además de los lógicos conflictos entre los personajes, que sirven al tiempo para definir sus miedos o sus necesidades, es la fantástica interpretación de (sobre todo) un Guillermo Toledo que sencillamente está brutal. Es fácil pensar que interpretar un personaje pedo es fácil, pero Tristán Ulloa y también Blanca Romero están magistrales. He visto mucha gente puesta hasta las cejas en la calle, y lo que veía en la pantalla no desmerece y un ápice la realidad. La cara abotargada, los movimientos imprecisos, la forma de hablar, la continuidad entre los planos grabados algunos en momentos diferentes. Sinceramente me quito el sombrero ante papeles que no están suficientemente valorados porque tienen un arco interpretativo corto y poca evolución dramática, pero ayudados por las situaciones con las que se complementa cada trama, entendemos las actitudes y refuerzan la interpretación. No quiero olvidarme de Blanca (nominada a actriz revelación). No está al nivel de ellos, porque sus angustias están menos desarrolladas con situaciones concretas, y casi siempre relacionadas con Ulloa (subtrama del perro, subtrama personal con Tristán) y en menor mediada con Toledo, pero en ningún momento desentona, y brilla en alguna ocasión por encima de sus compañeros. Si no se vuelve loca (me refiero a que se crea mejor de los que es y estanque su evolución), estamos ante una actriz que nos dará muchas alegrías en el futuro.

Lo que si es cierto, es que el director Alberto Rodríguez no da opciones a los personajes. No da la opción de la esperanza, ni siquiera conforma al espectador con un plano en el que todo vuelva a la normalidad, en vez de eso aparca la película con la secuencia “caliente” como clímax, y un bajón considerable como desenlace y eso deja un desazón difícil de suplir. Necesitamos pensar que después de esa noche todo volverá a la normalidad y que hay esperanza de que cada personaje redima sus carencias, y mejor si es con un plano de los tres juntos… que resultaría igual de valido, con el mensaje claro, pero como en la vida real, con la idea de que la vida sigue y el fin de semana siguiente habrá una nueva falsa esperanza de recuperar lo perdido con los años.

Víctor Gualda.


domingo, 31 de enero de 2010

LA CINTA BLANCA

Michael Haneke se ha convertido en uno de los directores más reputados del mundo por su capacidad de hurgar en los miedos colectivos y crear sensaciones de angustia. La violencia, casi siempre implícita, pero también a veces explicita, remueve las conciencias de las clases medias acomodadas europeas (su principal público). La cinta blanca no podía ser menos. Los premios ya recibidos y los que le quedan por recibir la avalan como película indispensable en su filmografía, por no decir obra maestra indiscutible.

La acción se traslada a un pueblo alemán un año antes de la primera guerra mundial. Haneke se toma mucho tiempo (tal vez demasiado) en presentarnos la estricta disciplina moral a la que son sometidos los jóvenes del pueblo, pero no sin antes iniciar la tensión con un atentado sobre el médico. De esta forma abre una trama que podríamos considerar un falso thriller coral, y el drama cotidiano que explica el carácter de una sociedad endogámica que vive de cara al exterior, pero escondiendo sus propias miserias. La hipocresía de la religión es una presencia consciente o inconsciente a lo largo de todo el metraje, y uno de los temas que crítica la película. Un duro yugo que se cierne sobre las cabezas de los habitantes, que han acomodado su vida a las apariencias. Todos saben, pero todos callan. La religión está construida sobre los andamios de la culpa, y este es otro tema que explota el director y que enlaza el thiller y el drama, en una trama que poco o nada tiene que ver con las convenciones que nos llegan desde el otro lado del atlántico. Ese es el gran acierto de este director, que es capaz de ponernos un espejo delante, en el que los europeos y nuestro sentimiento de culpa heredado de la religión, nos hace tremendamente frágiles y maleables. Los valores morales anteriores a la guerra, aunque a veces también extrapoladles a la actualidad, estrangulan tanto que el resultado sólo puede ser la violencia, parece querer hacernos reflexionar el director

El hilo conductor de la trama es el recurso de la voz en off del maestro del pueblo, que recuerda lo sucedido en el curso del año anterior a la guerra. Fantásticamente utilizado porque tiene la habilidad de no contarnos lo que vemos en pantalla, sino complementar y seguir el drama/misterio de los “atentados” selectivos. Interesante también resulta el recurso de elegir a los protagonistas por ser los representantes morales de la sociedad dentro de este microcosmos. El médico, el cura, el maestro… así como la utilización de los niños representantes del futuro casi inmediato, y el papel de la mujer casi invalidado dentro de la comunidad. La simbología, el blanco y negro, y la brutalidad de algunas secuencias dialogadas crean un tono que empuja al espectador contra el sillón. Haneke plantea las preguntas pero da pocas respuestas, involucrando al espectador para obligarle a reflexionar (como es habitual en su cine). Las relaciones clandestinas e incluso incestuosas, son apenas sugeridas; los caracteres de sus personajes, la diferencia de clases (que dan lugar al odio y la envidia) sus miedos, sus iras... nada es explicito. Tal vez con la excepción de la secuencia en la que el maestro (y el espectador despistado) comprende el significado de los actos, que resulta incluso demasiado obvia y explicativa. Da igual, porque ni siquiera la verdad tiene cabida en una comunidad tan cerrada que prefiere vivir en una mentira perpetua.

Haneke recuerda a Dreyer y su sentido de culpa por momentos, también a Bergman y sus reflexiones sobre la muerte, pero sin perder sus señas de identidad englobando todo en el miedo y dando la solución de la violencia, el odio y el rencor como únicas vías de escape. Lo extraño es que ahora el reconocimiento le venga de EEUU, tal vez en el reflejo individual de una sociedad reprimida, pero menor en el colectivo. La cinta blanca, no es una película para todos los públicos, el ritmo compensado pero lento y la larga duración del metraje, unido a un blanco y negro que parece trasladar a otra época y una planificación sobria, hacen de esta película una obra de culto instantánea de esas que se estudian en las escuelas de cine. Una película indispensable, pero difícil de recomendar al gran público.

Víctor Gualda.

martes, 26 de enero de 2010

UP IN THE AIR

La premisa sobre la que se sustenta esta película es sencilla. Un tipo (Clooney) trabaja viajando para despedir gente en empresas en las que los jefes no se atreven a tomar la iniciativa. En realidad poco o nada tiene que ver el mercado laboral americano con el nuestro, así que por lo que vemos la identificación está completamente descartada. Toda la película se sustenta en el simpático capullo solitario que interpreta Clooney (Ryan Bingham) y en la visión simplista de la situación socioeconómica de unos EEUU también en crisis. Opción oportunista que me recuerda a la época de las películas de Capra y su visión positiva del individuo y moralista de la sociedad.

Para empezar el conflicto de la película es prácticamente inexistente. Tal vez hubiese estado bien que el propio Clooney hubiese sido despedido para sufrir en sus carnes una situación injusta y dolorosa. En vez de eso, nos presenta al personaje como un solitario egoísta sin ninguna empatía con la gente que va a despedir. Su trabajo consiste en minimizar los costes para las empresas y evitar las posibles demandas, y para ello se valdrá de una palabrería hueca muy lejana a la realidad, y frases echas. Los guionistas Reitman (también director) y Turner, se valen del recurso en alza de las nuevas tecnologías para desbancar y abaratar los costes de los despidos, una vez desaparecidos los viajes de los matones que hacen el trabajo sucio, una sencilla pantalla de ordenador será la forma de comunicación. El personaje de Clooney, con una doble moral que parece reflejar la de su sociedad, arremete contra las nuevas formas, y trata de demostrar que el individuo es insustituible y se lleva a la joven aprendiza presunta experta en despidos on line (Anna Kendrick) de viaje para que viva por si misma las situaciones reales. Y aquí se supone que está la paradoja y el conflicto. Falso, la única que aprende, la única que se humaniza y evoluciona es Natalie-Kendrick. Clooney-Bingham permanece en su torre de cristal y nada crece en su personaje dentro de la trama principal.

Pero como el recurso manido de la repetición se hace cansino, y reiterar los planos jugando con su maletita, han introducido un personaje complementario/antagónico para que el ¿antihéroe? se de cuenta de lo desamparado que está, y otra subtrama que lo ablande con la boda de su hermana. Será entonces cuando lo ridículo de la situación se dispare hasta el infinito. No desvelaré el desenlace, pero supone una patada en los genitales del personaje de Clooney, y una constatación de que la doble moral americana es la que manda… o cómo interpretar la secuencia en la que él va en busca de su “chica”, porque se da cuenta de que no puede morir sólo y que la vida es más bonita con alguien al lado. El moralismo barato que nos vende la película es una mierda tan hipócrita como su propio personaje, la deshumanización de una sociedad capitalista que no entiende de personas sino de números está aquí, y el protagonista lejos de descubrir que dentro de el hay una persona con sentimientos, entiende que no hay esperanza para el individuo, y lejos de luchar contra la sociedad, o contra si mismo… o contra algo, sólo reacciona de manera artificial en un par de secuencias, para descubrir que en realidad todo es mentira (y no me vale la idea de que igual eso precisamente es lo que denuncia, porque entonces el personaje hubiese reaccionado). Al final te quedas con la sensación de que la única salida es la de uno de los despedidos, tirarse por un puente. Buen mensaje para una película que pretende ser una comedia negra, y que se queda en un drama blanco.

Que conste que la película me resultó entretenida y aunque conserva el tono y muchas similitudes entre los personajes, principalmente de “Gracias por Fumar”, y la idea de hacer una crítica de la sociedad aparece en ambas, el último plano de “Up in the air” rompe las buenas intenciones, mientras que “Juno” es mucho más fresca y tiene poco que ver. En esta sólo rescataría la realización en las secuencias de la boda de la hermana, que se escapan del cine convencional para resultar más dinámicas e independientes (fantástica la secuencia del tablero de fotos), pero no es suficiente para compensar un guión que arrastra un mensaje demoledor, que parece financiado por las grandes multinacionales como excusa para abaratar costes. A fin de cuentas si el que te despide también tiene sus propios dramas, todo es más llevadero… y es que todos los grandes hombres pasaron por esa situación para convertirse en lo que después fueron.

Víctor Gualda.

viernes, 22 de enero de 2010

SHERLOCK HOLMES

Después de ver esta película, mi primer impulso es decir que es una mierda, de presupuesto, pero una mierda. Dándole vueltas al asunto, tal vez esté influido por las novelas y las películas que se han hecho del detective, puede incluso que todo sea una cuestión de prejuicios puristas, así que le voy a dar el beneficio de la duda antes de sugerir esperar a que se edite en DVD.

Lo cierto es que el bueno de Ritchie no puede ser el único culpable de la caracterización de estos improbables Holmes y Watson, e imposible guión, ya que el texto lo firman Michael Robert Johnson, Anthony Peckham y Simon Kinberg. Ni siquiera voy a decir que Ritchie se repite más que la cebolla y que su carencia de talento en la realización de cine (que no de videoclips) es más que evidente, y que ya ha tenido tiempo de demostrar que es capaz de hacer cosas diferentes. Desde la elección de los actores, pasando por la desmitificación del personaje, por el ritmo defectuoso y por la pretenciosidad del film, todo lo que se me ocurre es negativo.

Que conste que convertir a Downey Jr alias pseudo Sherlock en héroe de músculo no me parece mal, incluso se agradece. El problema es el resto de la caracterización. Olvidemos el pequeño detalle de que el personaje es yonki, que sólo lo recuerdo en la versión de Wilder, pero entiendo que para vender hay que obviar; olvidemos que Holmes es misógino empedernido y tal vez gay reprimido, pero no explicito como muestra esta versión; que le apasiona el violín y no las performances con cuerdas, y lo más importante; que su atractivo está en la pedantería de su deducción siempre por delante de Scothland Yard y no en la reproducción macarra de los hechos con la complicidad de la policía (como en la secuencia de la estrella en el suelo por ejemplo).

De Watson-Law poco o nada, ya que en esta buddy movie, es un personaje complementario cuyo única función (ya que la de cronista se le arrebatan con el punto de vista siempre en Downey Jr) la de médico, es anulada casi en el arranque del film, y sencillamente sirve de extensión como cinturón negro, y como niñera a tiempo completo de un enfermo mental... Del personaje interpretado Rachel McAdams poco o nada ya que está introducido como mero contrapunto femenino y apenas se notaría si se eliminara del film.

De la trama; la deficiente y un tanto equivoca mezcolanza de las sectas satánicas (luego arrebatada para no dejar nada a la imaginación) y las sociedades masónicas, lideradas por un personaje que ha perdido antes de comenzar y cuyo atractivo no es que sea una mente brillante, sino que conoce su propio plan, desmitificado casi desde el comienzo, desaprovechando el posible morbo de la inmortalidad, y arrebatando el misterio a una trama demasiado enrevesada para tan poco. Del tono; la comedia americana más burda muy lejos de la fina ironía y del humor negro ingles, olvidando el suspense y centrándose en la sorpresa. Del ritmo; deficiente y mal administrado con un metraje demasiado largo y mal distribuido, alargando demasiado secuencias que no aportan nada a la trama y dando demasiado peso a las secuencias de acción. Hasta tal punto, que el espectador llega el desenlace tan cansado que la efectista secuencia del puente resulta menos interesante que otras anteriores.

Lo peor de todo es que la presentación esquiva del personaje de Moriarty, promete una franquicia de varias partes iguales o peores que la primera. Por los mentideros corrió la voz de que cuando la Warner vio el primer montaje de la cinta, hizo a Ritchie grabar nuevas secuencias de todos los personajes y remontar todo el metraje. Me pregunto si dada su capacidad para la postmodernidad que rápidamente se quedan anticuada, la Warner volverá a contar con él para las secuelas, precuelas etc… La publicidad ha convertido la película en un éxito de taquilla, pero me temo que es un espejismo muy lejano al personaje literario de Arthur Conan Doyle, que realmente es el sustento del negocio, así que creo que puedo afirmar que no es una cuestión de purismo, sino más bien de sentido común decir que este Sherlock Holmes es una basura.

Víctor Gualda.

lunes, 18 de enero de 2010

CELDA 211

Aunque reconozco que los prejuicios ante el unánime impulso de la crítica me habían cortado a la hora de ver esta película, tengo que reconocer que eran sólo prejuicios. La ley que obliga a las televisiones a invertir dinero en cine ha conseguido que las cadenas privadas tengan un departamento dedicado al séptimo arte, y estas lógicamente apuestan a caballo ganador. Los riesgos se minimizan y eso tiene una cara negativa, pero buscar el beneficio obliga a producir cine muy concreto con clara vocación comercial, que a veces aporta algo más. El departamento de cine de Tele5 tiene poco que ver con el que da luz verde a su parrilla televisiva, y Ágora y Celda 211, son apuestas ganadoras que dignifican el pobre panorama cinematográfico español.

Y no digo que la película de Daniel Monzón sea una obra maestra, nada más lejos de la realidad. Desde la primera película el director ha dejado ver una intención de llegar a todos los públicos de forma un tanto americanizada, pero no por ello exenta de calidad. Tal vez esta Celda 211 sea su apuesta más acertada. Este director ha madurado y exprimido el cine que toma prestado del otro lado del atlántico, y en esta ocasión lo ha fusionado con aspectos patrios de nuestra sociedad (lo cual por cierto se agradece). Adaptación de la novela de Francisco Pérez Gandul y con la colaboración de Guerricaechevarria, Monzón ha conseguido un film dinámico, con los tiempos muy bien marcados, y sustentado sobre interpretaciones fantásticas. No sólo la del próximo Goya al mejor actor Luís Tosar, que sencillamente se sale de la pantalla, y del que no voy a decir nada porque esta todo dicho, sino sobre un plantel de secundarios que aportan credibilidad y buen hacer. Habría que dedicar un artículo completo a las interpretaciones acertadas de Morón, Solo, Etura, Romero, incluso las de Resines y Bardem que tal vez sean el mayor lastre de guión, que no de interpretación… pero tranquilos que no hay espacio en el blog. Baste decir que sin estas aportaciones, sumadas al acertado montaje de Mapa Pastor, la música de Roque Baños y sobre todo a la cámara dinámica de ese francotirador maravilloso que es Carles Gusi, que siempre aporta credibilidad en estas películas que dependen menos de las marcas y más de que el encuadre sea el que busca al actor.

Por poner algún “pero” a esta película más pequeña en producción de lo que ofrece en pantalla, será la definición de los roles lo que se me atraganta. Esta claro que el personaje de Malamadre está claramente definido, y convenientemente evolucionado, también el de Juan (Ammann) con algún momento de sobreactuación y un giro dramático un tanto impostado. Pero será la indefinición de los “malos”, a pesar de lo acertado de las interpretaciones, lo que menos me convenza. Ninguno de ellos está dramáticamente desarrollado. Son estereotipos que en realidad no encarnan a individuos, sino a instituciones deshumanizadas representadas por cargos públicos (o a la hipocresía de un sistema demasiado pendiente de los medios de comunicación). El mensaje parece ser que el sistema siempre aplasta al individuo, y estamos de acuerdo, por eso el personaje de Resines es sólo un peón forzado de guión que sirve de engranaje para forzar un cambio en el coprotagonista (Ammann), pero en realidad su subtrama está metida con calzador (terrible el plano de televisión en el que se levanta el casco), en un libreto por lo demás bastante homogéneo. Pasa lo mismo con el personaje del hermano Bardem, un colombiano de México que está instrumentalizado para producir un desenlace que acaba justificando de alguna manera al “malo” real, que no es otro que el estado, y que además de forzado (me refiero al desenlace) me resulta un tanto mal rodado. Esta apreciación, reconozco que es bastante subjetiva porque me da la impresión de que algo entre el punto de vista y el montaje falla en ese clímax que después de la cercanía de todo el metraje se me hace por momentos lejano y ajeno.

Me reitero; merece la pena ver esta película porque con el permiso de Ágora, Gordos, El baile de la victoria, El secreto de sus ojos (la producción es de Tornasol) e incluso la no nominada Los abrazos rotos, Celta 211 es la mejor, o al menos la más completa película española del año… aunque eso lo decidirán los académicos en un par de meses.

Víctor Gualda.

sábado, 9 de enero de 2010

AVATAR

Cuando vi estas navidades Avatar, no tenia claro que me hubiese acabado de convencer. Por eso no me animé a escribir una crítica inmediata. Mejor dejarla reposar unas semanas y luego decidiría si escribir algo. Ahora que ha pasado el tiempo, creo que en líneas generales me pareció una película emocionante, con buenas secuencias de acción y muy bien distribuido el ritmo, algo complicado para un film que dura más de dos horas y media, pero no es oro todo lo que reluce.

La película tiene la virtud de tener un guión más que correcto. Con una presentación de la trama, los personajes y sobre todo, del mundo en el que Cameron nos va a introducir (fundamental en el cine fantástico) más que correcta, diría que fantástica. El tono y los efectos visuales parece que han alucinado a todo el mundo, a mi me han parecido más de lo mismo (¿o es que alguien sabe distinguir la técnica digital que han utilizado?), aunque reconozco que no la vi en 3D. A estas alturas en las que todas las películas americanas están repletas, los efectos deben ser sólo un vehiculo efectivo (y efectista, por qué no) para contar una historia que atrape al espectador. Hasta en este punto tengo que reconocer el merito de un director con una película de tan grandes dimensiones como su ego. El problema es que cuando rasco veo más de lo mismo. Cartón piedra sin piedad e ideas moralizantes a grandes rasgos con las que cualquier individuo de a pie debe estar de acuerdo, pero que en el desarrollo lógico de la trama caen por su propio peso como lugares comunes.

Y es que por muy azules que sean los muñecos protagonistas, el trasfondo no deja de ser hipócrita y los personajes no dejan de ser estereotipos de buenos contra malos, llevados más lejos con la ayuda de la ciencia por un lado y los militares por otro. Y es que semanas después de la reunión de Copenhague sobre el cambio climático, hablar de individuos, héroes (tan necesarios en las crisis para todos los que gustamos de sentarnos en el sillón mientras otros arreglan los problemas) que son capaces de hacer frente a los sicópatas despersonalizados que representan empresas privadas, ejércitos y gobiernos, no son más que una utopía de mercadillo. Y la idea está bien, pero se ciñe tanto a los giros dramáticos de manual, que casi da vergüenza ajena cuando el héroe minusválido consigue sus propósitos contra las superpotencias bélicas, después, por supuesto como mandan las reglas del guión, de que todo parezca perdido.

Definitivamente las historias que funcionan siguen siendo las que hablan de amistad, amor, compromiso, y sobre todas las que tienen un final positivo, es decir, las de toda la vida. Pero estas buenas intenciones no son revolucionarias, así que tras una campaña de marketing devastadora que incluye anuncios, carteles, videojuegos, muñequitos, estreno para las navidades y demás parafernalia, con un presupuesto en publicidad mayor que varias películas españolas juntas, es difícil no caer en la tentación de ir al cine a ver esta superproducción. Nadie parece salir decepcionado porque la película da lo que promete; espectáculo visual a raudales. Pero por desgracia a estas alturas para mi no es suficiente con los fuegos artificiales. A día de hoy la película más cara de la historia ya ha duplicado en taquilla su desorbitado presupuesto. Hay quien dice que pasara a la historia, pero por suerte, las películas que lo hacen son aquellas que prescinden de los estereotipos. Las que tienen personajes complejos con conflicto interno (aquí levemente matizados por rasgos de personalidad del personaje minusválido, los demás son sencillos muñecos) No es suficiente con que un héroe luche contra el sistema, de paso se lleve a la chica, y salve un mundo paralelo. No es suficiente con el discurso pronaturalista sustentado en la destrucción. No es suficiente con unos efectos especiales que evitan mezclar la imagen real y la digital (los pocos planos cortos en que lo hacen cantan por bulerias). No es suficiente con que me vendan motos usadas. Avatar es igual que “La guerra de las galaxias” en simple, o peor aún Avatar es igual que Titanic pero con más efectos especiales. Eso si, le reconozco el merito a Cameron que justifica cualquier apuesta arriesgada. No creo que nadie se aburra viendo esta película… ¿acaso el cine americano es algo más que puro entretenimiento?

Víctor Gualda.