El tema de los psicópatas en el cine es atractivo pero está sobreexplotado. Al menos eso es lo que se desprende de la última película de este subgénero que nos acaba de llegar. Mr Brooks es una especie de pastiche absurdo para tratar de sacar a flote la más que acabada carrera de Kevin Costner.
En este caso el “psicópata americano” es un floreciente hombre de negocios (hace cajas, ¿será metáfora de los ataudes para sus víctimas?) que recibe premios por su contribución social, mientras por la noche se pone el chándal y los tacones, y se dedica a matar a desconocidos mientras follan. Pero como este punto está demasiado explotado, el director y guionista Bruce A Evans y el guionista y productor Raynold Gideon deciden colocarle una especie de alter ego llamado Marshall en la piel del sobreactuado William Hurt, que ejerce de diablillo tentador sobre la conciencia del bienintencionado Kevin (este tipo tiene que quedar bien aunque haga de psicópata) El resto casi se lo pueden imaginar.
Después de una elipsis (no cinematográfica) de dos años, “el asesino de la huella”, marca de la casa necesaria para cualquier alterado americano, ha decido volver a las calles. Sus motivaciones no son la venganza ni la justicia, sino saciar una adicción muy personal. Pero la precipitación le ha hecho cometer un fallo impensable en alguien que prepara tan a conciencia sus crímenes. En el último asesinato se dejó las cortinas de sus víctimas abiertas, y un vecino voyeur le fotografió.
A partir de aquí, un par de subtramas se abren en forma de abanico. Por un lado, el chantaje al que le pretende someter el fotógrafo voyeur de nombre anodino Smith (Dane Cook). Circunstancia que no deja de ser en realidad una excusa para buscar un “malo” peor que el propio psicópata en cuestión. La motivación de este no es el dinero, como todos habremos imaginado, sino que para tratar de aportar originalidad, el fotógrafo quiere participar como parte activa (que triste forma de justificar a Kevin). Por otro lado está la trama de la poli guay en piel de Demi Moore. Una chorrada del tipo; niña-rica-que-quiere-aportar-algo-a-la-sociedad-y-demostrar-que-es-util. Ella por supuesto tiene su propia subtrama particular con el divorcio de un aprovechado que quiere exprimirla. Además tendrá otra subtrama estúpida que no pinta nada en la película con una pareja de asesinos despiadados y tatuados, estereotipo burdo y becerril del delincuente habitual, que justifica su buen hacer policial, ya que es absolutamente incapaz de atrapar al inteligente y limpio “asesino de la huella”. De regalo otra subtrama, en este caso la de la hija de Kevin (realmente la más interesante) que está subexplotada. Como se pueden imaginar, todo se relacionará, y unas tramas llevaran a las otras. No voy a desvelar el desenlace, pero todo es previsible, o casi, porque la sorpresa está en que descubrimos que Demi Moore es una lerda que no pintaba realmente nada en la película (¿se leerá ella misma los guiones antes de aceptarlos, o lo hará su agente?), en realidad todo ha sido una excusa para engrandecimiento de Kevin, que sólo purga sus pecados en sueños, mientras se persigna y promete que a partir de ahora va a ser buen chico y se va a dedicar a sus obras filantrópicas.... Una estupidez vamos.
Entre las cosas que me gustaría resaltar de la película, destacaré dos. El amigo invisible del protagonista William Hurt, que me sorprendió porque no me esperaba que el asesino tuviese un alter ego distinto a él mismo, pero que desde luego en el guión tiene una función meramente práctica... Avisa al espectador de lo que va a hacer Kevin, de lo que piensa, le da ideas, anticipa acciones, incluso siendo producto de la mente del protagonista, es capaz de equivocarse o verse sorprendido por su creador (así como le va a coger la policía) Es como si hubiesen utilizado a Hurt como un espectador al que ir contándole las claves del personaje y así evitar que se pierda en la historia. Lastima que el pseudo personaje esté tan sobreactuado y sobreexplotado, porque podía haber dado mucho más de si.
En segundo lugar está el tema de la hija. Aunque a nivel formal es una chorrada para rellenar minutos y para darnos una sorpresa final, el planteamiento de que la psicopatía se pueda transmitir, igual que una enfermedad genética, de padres a hijos me pareció interesante. En esta, Kevin se limita a ejercer de tutor protector para salvarle el culo a su hija. Una especie de tragedia griega entre la culpa y las obligaciones filiales que aquí queda sepultada bajo el peso del protagonista. Lastima. Por cierto, "la culpa" es uno de los temas que trata la película, pero una vez más se limita a un par de secuencias estereotípicas de esas en las que el protagonista pasa por una iglesia, o por un grupo de Alcohólicos Anónimos para soltar como en la confesión todas sus mierdas y volver a tener la conciencia impoluta y lista para asesinar.
El resto de la película es papel de caramelo para que el espectador medio esté entretenido y salga contento del cine. Pero no será esta la que vuelva a impulsar la carrera de este actor en horas bajas. Por cierto, la secuencia que nos muestra quién es el protagonista, en realidad la única en la que vemos al personaje “real” en acción en pantalla, (vaya a ser que nos caiga mal, el resto de sus crímenes son omitidos), pues como decía, la secuencia en la que deberíamos entender el problema del personaje es ridícula. Esa especie de arrebato, de calambre de placer que pasa por el cuerpo del protagonista, da vergüenza ajena a nivel interpretativo, igual que su fetichismo particular de fotografiar a los amantes asesinados en posturitas, que anuncia algún desbarajuste sexual que desde luego no hemos visto en pantalla, porque todo lo que un personaje de estas características hace debería estar justificado por alguna oscura razón, y no ser simplemente un pegote estético... Igual los creadores de Mr Brooks deberían ver algún capítulo de CSI para aprender algo.
Víctor Gualda.
En este caso el “psicópata americano” es un floreciente hombre de negocios (hace cajas, ¿será metáfora de los ataudes para sus víctimas?) que recibe premios por su contribución social, mientras por la noche se pone el chándal y los tacones, y se dedica a matar a desconocidos mientras follan. Pero como este punto está demasiado explotado, el director y guionista Bruce A Evans y el guionista y productor Raynold Gideon deciden colocarle una especie de alter ego llamado Marshall en la piel del sobreactuado William Hurt, que ejerce de diablillo tentador sobre la conciencia del bienintencionado Kevin (este tipo tiene que quedar bien aunque haga de psicópata) El resto casi se lo pueden imaginar.
Después de una elipsis (no cinematográfica) de dos años, “el asesino de la huella”, marca de la casa necesaria para cualquier alterado americano, ha decido volver a las calles. Sus motivaciones no son la venganza ni la justicia, sino saciar una adicción muy personal. Pero la precipitación le ha hecho cometer un fallo impensable en alguien que prepara tan a conciencia sus crímenes. En el último asesinato se dejó las cortinas de sus víctimas abiertas, y un vecino voyeur le fotografió.
A partir de aquí, un par de subtramas se abren en forma de abanico. Por un lado, el chantaje al que le pretende someter el fotógrafo voyeur de nombre anodino Smith (Dane Cook). Circunstancia que no deja de ser en realidad una excusa para buscar un “malo” peor que el propio psicópata en cuestión. La motivación de este no es el dinero, como todos habremos imaginado, sino que para tratar de aportar originalidad, el fotógrafo quiere participar como parte activa (que triste forma de justificar a Kevin). Por otro lado está la trama de la poli guay en piel de Demi Moore. Una chorrada del tipo; niña-rica-que-quiere-aportar-algo-a-la-sociedad-y-demostrar-que-es-util. Ella por supuesto tiene su propia subtrama particular con el divorcio de un aprovechado que quiere exprimirla. Además tendrá otra subtrama estúpida que no pinta nada en la película con una pareja de asesinos despiadados y tatuados, estereotipo burdo y becerril del delincuente habitual, que justifica su buen hacer policial, ya que es absolutamente incapaz de atrapar al inteligente y limpio “asesino de la huella”. De regalo otra subtrama, en este caso la de la hija de Kevin (realmente la más interesante) que está subexplotada. Como se pueden imaginar, todo se relacionará, y unas tramas llevaran a las otras. No voy a desvelar el desenlace, pero todo es previsible, o casi, porque la sorpresa está en que descubrimos que Demi Moore es una lerda que no pintaba realmente nada en la película (¿se leerá ella misma los guiones antes de aceptarlos, o lo hará su agente?), en realidad todo ha sido una excusa para engrandecimiento de Kevin, que sólo purga sus pecados en sueños, mientras se persigna y promete que a partir de ahora va a ser buen chico y se va a dedicar a sus obras filantrópicas.... Una estupidez vamos.
Entre las cosas que me gustaría resaltar de la película, destacaré dos. El amigo invisible del protagonista William Hurt, que me sorprendió porque no me esperaba que el asesino tuviese un alter ego distinto a él mismo, pero que desde luego en el guión tiene una función meramente práctica... Avisa al espectador de lo que va a hacer Kevin, de lo que piensa, le da ideas, anticipa acciones, incluso siendo producto de la mente del protagonista, es capaz de equivocarse o verse sorprendido por su creador (así como le va a coger la policía) Es como si hubiesen utilizado a Hurt como un espectador al que ir contándole las claves del personaje y así evitar que se pierda en la historia. Lastima que el pseudo personaje esté tan sobreactuado y sobreexplotado, porque podía haber dado mucho más de si.
En segundo lugar está el tema de la hija. Aunque a nivel formal es una chorrada para rellenar minutos y para darnos una sorpresa final, el planteamiento de que la psicopatía se pueda transmitir, igual que una enfermedad genética, de padres a hijos me pareció interesante. En esta, Kevin se limita a ejercer de tutor protector para salvarle el culo a su hija. Una especie de tragedia griega entre la culpa y las obligaciones filiales que aquí queda sepultada bajo el peso del protagonista. Lastima. Por cierto, "la culpa" es uno de los temas que trata la película, pero una vez más se limita a un par de secuencias estereotípicas de esas en las que el protagonista pasa por una iglesia, o por un grupo de Alcohólicos Anónimos para soltar como en la confesión todas sus mierdas y volver a tener la conciencia impoluta y lista para asesinar.
El resto de la película es papel de caramelo para que el espectador medio esté entretenido y salga contento del cine. Pero no será esta la que vuelva a impulsar la carrera de este actor en horas bajas. Por cierto, la secuencia que nos muestra quién es el protagonista, en realidad la única en la que vemos al personaje “real” en acción en pantalla, (vaya a ser que nos caiga mal, el resto de sus crímenes son omitidos), pues como decía, la secuencia en la que deberíamos entender el problema del personaje es ridícula. Esa especie de arrebato, de calambre de placer que pasa por el cuerpo del protagonista, da vergüenza ajena a nivel interpretativo, igual que su fetichismo particular de fotografiar a los amantes asesinados en posturitas, que anuncia algún desbarajuste sexual que desde luego no hemos visto en pantalla, porque todo lo que un personaje de estas características hace debería estar justificado por alguna oscura razón, y no ser simplemente un pegote estético... Igual los creadores de Mr Brooks deberían ver algún capítulo de CSI para aprender algo.
Víctor Gualda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario