martes, 8 de julio de 2008

SWEENEY TODD

Para comenzar tengo que confesar que los musicales me aburren soberanamente. Estos prejuicios los confieso antes que nada, para que quede claro que mi crítica puede estar influida por mis gustos personales. Si algo me atrajo de la película, no podía ser otra cosa que su director. Tim Burton es un director con un mundo muy personal, con el que a veces conecto y del que otras desconecto. Sus personajes casi siempre son desheredados, apartados de la sociedad que buscan la redención y aceptación de sus semejantes, dispuestos a renunciar a su mundo personal hasta que descubren que lo mejor es aceptarse a si mismos y seguir en su planeta. Sin duda destacaría dos películas de su filmografía. “Ed Wood”, y “Eduardo Manostijeras”. En ambas, como en la que nos ocupa, Johnny Depp ha sabido encajar a la perfección su propio mundo con el del director para convertirse en una especie de alter ego. De hecho en esta, sobremaquillado, excesivo y cada vez más parecido físicamente a Burton, Depp ejerce de brazo ejecutor del director.

En quince minutos escasos Tim Burtom nos ha presentado al personaje protagonista, la situación que vivió en el pasado por medio de una serie de flash-backs intercalados con el presente, y nos ha presentado a su parteneur, la inevitable pareja del director Helena Bonhan Carter. La escena cumbre en este tramo de película, es sin duda el reencuentro con la extensión de su mano; su juego de navajas. Así que al ritmo de la música, con escasos diálogos, que parecen la publicidad dentro del musical, ya que las canciones hacen avanzar la trama (otras veces actúan como voz en off) el director nos sumerge de golpe en su... - no se si definirlo como barroco, o como casi expresionista mundo (más después de ver “El último” de Murnau hace un par de días)- lo cierto, es que si no fuera porque para mi ver a los personajes cantar en mitad de una acción me saca completamente de la película, diría que a estás alturas, tanto la fotografía, como la dirección de arte, como los personajes, envuelven completamente al espectador en el universo del director.

A partir de que conocemos que la motivación del inefable Barbero Todd es la venganza, se desarrollan una serie de subtramas que darán mayor movilidad a la película. Por un lado la de la historia de amor entre la hija del protagonista y el joven marinero-amigo que rescató a Todd de una muerte segura, o la de el barbero-vendedor ambulante de elixires mágicos, que además sirve en tan solo un par de secuencias de excusa para iniciar el festival de sangre.

La cara deforme frente al resquebrajado espejo nos anuncia que se esconde un monstruo vengativo. No piensen que se me ha olvidado el antagonista corrupto y despreciable juez Turpin causante de las desgracias de Todd, interpretado por Alan Rickman. Una vez enlazadas las dos tramas, todo es perfectamente previsible para el espectador que se aburre entre canción y canción, y que espera a partir de este momento el encuentro entre ambos. Por supuesto un encuentro previo para crear tensión. Pero es fácil adivinar que el principal enemigo del protagonista tiene que aguantar vivo al menos hasta el clímax. Como anticipo (y premio al espectador) un giro que complica la llegada a ese delicado momento del desenlace.

... pero antes, una docena de degüellos, que sirven para dar materia prima al negocio de empanadas de la Bonhan Carter. A más asesinatos, más ingresos para la joven que sueña con un futuro, mientras que el “bueno” de Todd-Depp sigue con su particular presente de llegar hasta el juez... vaya a ser que se nos olvide el leit motive de la película. El desenlace se precipita y la escena con el juez en el sillón del barbero es sólo el principio, ya que por supuesto el pecado no puede quedar impune, y el drama necesita llegar a su completa consumación para que todo tenga sentido. La sangre purifica los pecados, los ajenos... pero también los propios.

Como datos biográficos necesarios, y para que no os molestéis en consultar en otras páginas de Internet, diré que el musical lo compuso en 1971 Stephen Sondheim, aunque este hizo una adaptación del relato de 1846 de (probablemente) Thomas Prest. Para ser reentendido y adaptado al medio en la película por el guionista John Logan. Si al espectador le gustan los musicales disfrutará. Aun más si es aficionado al gore. Si es un espectador medio como el que suscribe, le parecerá una perdida de tiempo de dos horas... Al menos en esta ocasión pude aprovechar para escribir la crítica mientras los actores cantaban.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En primer lugar, y sin que se te vaya a subir a la cabeza, me parece redonda tu definición de los personajes de Burton(perfecta en el fondo y en la forma).
Por otro lado el tandem Burton/Depp empieza a aburrirme soberanamente aunque me muero por Johnny y verlo con aspecto de bello cadaver me pone de un dulcísimo humor extraño y me llena de mariposas el estomago (no sé si es un ramalazo de necrofilia pero el que esté libre de perversiones que tire el primer fetiche). Eduardo manostijeras me parece una joya, pero personalmente prefiero a Depp en papeles más de carne y hueso aunque supongo que, como actor, el se lo pasa pipa y debe de ser muy liberador poder dar rienda suelta al histrionismo y jugar a pasarse sin ningún complejo.

No pensaba verla, sobre todo porque me carrrgan los musicales, no hay historia que aguante a un tipo silbando melodías y cantando en mitad de la trama, aunque me confieso fan de West Side Story (os resultará casposilla supongo, es de 1962 creo, pero la música y las coreografias me parecen un diez. Obsoletas a todas luces viendo las nuevas tendencias tribalesepilécticas de la danza)

En fin me estoy haciendo mayor...

Caniche