Dentro del mundo series, recientemente se ha editado en DVD esta miniserie de la HBO sobre la segunda guerra de Irak. A priori tal vez sólo sea atractiva para los que gusten de hazañas bélicas. Como no es mi caso, la vi con reservas y por recomendación. Enseguida me di cuenta de que la serie esconde realidad y crítica, y huye de los convencionalismos patrióticos y panfletarios. Basada en el libro del reportero Evan Wright y adaptada y producida por Ed Burns y David Simon cuenta la invasión de las tropas americanas a Irak a través de los ojos de una unidad de marines americanos.
Igual que me pasó con la también fantástica “Hermanos de Sangre”, al reducir el drama a un conjunto de personajes que tiene que vivir en las condiciones extremas de la guerra, nos alejamos del componente político que llega a través de las imágenes de televisión o de los periódicos. Casi de inmediato olvidamos los verdaderos intereses económicos que mueven las guerras y entendemos que los soldados son individuos que sienten y padecen. La mayoría convencidos de que están haciendo un bien para la humanidad, y por supuesto con sentimientos encontrados ante la muerte. La justicia y la injusticia tienen un nuevo matiz más personal a través de los ojos de los soldados, todos ello sin olvidar los propios conflictos entre los miembros del batallón, con el mando, las prioridades de guerra, o los conflictos étnicos y la deshumanización que producen las condiciones extremas. De hecho las secuencias con escenas en combate están reducidas a un par a lo largo de los siete capítulos que componen la miniserie.
En cuanto al formato, está rodada con cámaras digitales muy dinámicas en las escenas fuera de los vehículos y que acompañan casi en todo momento a los personajes dando la sensación de movilidad e imagen documental. También la estructura del guión en este caso, como si el espectador adquiriese el rol del periodista de Rolling Stone (alter ego de Wright) que acompaña a los soldados en la misión, que por los datos, anécdotas, desarrollo de los personajes y desarrollo de las tramas, se limitase a mostrar recortes de lo sucedido en campo de batalla, y en conjunto, el espectador sacase una visión general que compone un todo con la línea argumental que va desde la entrada en Irak hasta la ocupación de Bagdad. De esta forma el punto de vista esta desarrollado en general desde el diálogo y no desde el interior de los personajes o la acción, marcando una distancia fría y objetiva que impide identificarse con los soldados, como si por el hecho de no formar parte de su unidad, el espectador nunca pudiese pertenecer a esta particular familia de los marines. También se deja ver que la idea de reflejar objetivamente lo narrado en el libro hace que nos alejemos de la estructura tradicional del cine para acercarnos a algo parecido a la realidad. En un guión tradicional las tramas se cierran, el espectador necesita que las situaciones injustas se resuelvan, que por pequeñas que sean las subtramas, estas tengan una resolución, que el enemigo no tenga personalidad y sencillamente represente “el mal”. Aquí las resoluciones no llegan, la impotencia se adueña como en la vida real del espectador que ve como la injusticia, la culpa, los enchufes o los mandos se equivocan. Los malos prácticamente no existen, ya que sin entrar en profundidad en personajes Irakies (tan sólo un oscuro traductor) están humanizados cuando son civiles, y justificados cuando son soldados que sencillamente hacen sus trabajos. Las balas son parte de la batalla y no entienden de bandos, y como dice uno de los protagonistas, ellos no son más que guerreros ancestrales que cumplen con su obligación.
Para recrear el Irak de los últimos días de Hussein, los responsables trasladaron el rodaje a Sudáfrica y Mozambique. Como pocos hemos estado en la zona de conflicto la credibilidad está a salvo, en parte gracias a la fantástica producción. Por cierto, quiero destacar del extenso reparto a dos actores que creo que destacan por encima de los demás, a Alexander Skarsgard como jefe de grupo (Iceman) y al conductor medio yonqui interpretado por James Ransone, pero en general el nivel de todo el reparto es muy alto. La serie está dirigida sólo por dos directores (en este tipo de series suele haber uno por capítulo) Simon Celton Jones y Susana White. No se si es casualidad pero creo que los que dirige ella (caps 1,2,3 y 7) están mejor aprovechados que los que dirige él. En definitiva, recomiendo “Generation Hill” como otra gran serie de esas a las que ya nos tiene malacostumbrados la HBO, y que por supuesto son impensables en nuestra mediocre producción televisiva.