viernes, 30 de noviembre de 2007

DEATH PROOF


“Vuelve Tarantino”. No se me ocurre mejor titular posible para resumir esta película. En esta ocasión el amigo Quentin nos tiene una nueva sorpresa preparada. Uno de esos subgéneros de los que se declara admirador desde que trabajaba en el videoclub. La excusa, el proyecto Grindhouse del que formaba parte la película del colega Robert Rodríguez. La recuperación de las películas de genero (más bien subgénero) de las sesiones dobles de los setenta.

Si la de Rodríguez era una película “clásica” de zombis, la que nos ocupa es una mezcla de subgéneros. En concreto del denominado por los yanquis Slasher (aquellas pelis de asesinatos de chicas), y por otra las de persecuciones de coches. Tarantino ha aunado la mejor tradición de chicas espectaculares y coches para esta ocasión. A eso le unimos la recuperación de otro clásico de las películas de directores de culto, Kurt Russell, rescatado por Quentin, (y no por el bueno de Carpenter) en un papel de malo maloso en el que interpreta, según el propio Tarantino, a un “asesino en serie” al que le pone reventar a chicas en su Chevrolet Nova, que utiliza como un arma en vez de la tradicional y recurrente pistola.

La estructura de la película esta claramente dividida en dos. La primera nos sirve de presentación de cómo se las gasta Kurt. Quentin nos muestra a un grupo de chicas de roles bien diferenciados, a las que el director y guionista sigue con su cámara. Porque si hay algo curioso en esta película, es que si el verdadero protagonista es Russell, el punto de vista que controla la película es el de las chicas. El motivo, tal vez mantener el misterio sobre la personalidad y las motivaciones del personaje masculino central de la historia. Así, a través de conversaciones en las que el director recupera la esencia de personalidad que le envió de cabeza a la fama, conocemos a las chicas que forman el grupo principal de este capítulo. Diálogos disparatados en los que el director tiene la originalidad (si, originalidad) de poner en boca de sus actrices diálogos y conversaciones realistas llenas de tacos tan poco habituales en las féminas del celuloide. Las actrices de apellidos Ladd, Poitier y Ferlito, sobre las que no me extenderé más que para decir que consiguen una interpretación fantástica y creíble. Las chicas se encaminan hacia el bar “de moda” con la mejor música del sur de los Estates. El camarero... el inefable Tarantino, que por supuesto no pudo resistirse a hacer un cameo en su propia película. Todo el grueso de la primera parte se desarrolla en el interior de este bar. La presentación definitiva del misterioso Kurt Russell, especialista Mike. La seudoguerra de los sexos, las largas parrafadas de los protagonista, la presentación de la primera víctima Rose McGowan desembarcada directamente de su hermana “Planet terror” en un papel de seudohippie, los celos y rivalidades entre chicas, el cuasi cameo del director y apadrinado colega de Tarantino Eli Roth (Hostel), bailes cachondos y chupitos a mansalva, para rematar la primera parte de la película con una desagradable sorpresa que no desvelaré.

Total, una hora de metraje con epílogo divertido que no va a ninguna parte, y que podía haber decantado la película hacia otro sentido completamente diferente entre un policía y su hijo. Un fundido a negro y un cartel que anuncia que han pasado catorce meses dan paso a la segunda parte de la película. La historia se repite. Un grupo de chicas guapas que de forma insólita compran un vogue italia en mitad de la nada. Más conversaciones divertidas. Repetición de los roles antes presentados en el anterior grupo de chicas para que sintamos que va a suceder lo mismo que con las anteriores, al aparecer una de los fetichismos recurrentes del director. Russell chupa los pies de Rosario Dawson y empezamos a temer por sus vidas... Una conversación dentro del coche sobre la relación de Rosario con su novio, el director de la película que se ha follado a otra el día de su cumpleaños. Otra conversación que recuerda al arranque de “Reservoig Dogs”, pero lejos de la altura de esta y ya estamos metidos en faena.

Sorpresa, las chicas son rebeldes. El especialista de palo Mike se encuentra cara a cara con la doble de las secuencias de acción de Uma Thurman en “Kill Bill”, y otra doble de acción que conduce el sobresaturado Dodge Challenger del 70 como dios, y la batalla por la supervivencia está servida. Primero en un sentido, con Kurt como castigador, y luego en otro como castigado. Los últimos veinte minutos de la película levantan el metraje como una catapulta. La venganza ha llegado, y Russell en el único momento duro interpretativamente al que se tiene que enfrentar refleja el miedo en su rostro. Como colofón, Rosario Dawson da la patada final, en el momento álgido, y sin epílogo en esta ocasión para reflexionar, si descontamos los segundos previos del The End que Tarantino ha recuperado para la ocasión con la tipografía clásica de los setenta.

Detalles a añadir; Tarantino se estrena en “Death Proof” como director de fotografía, y no lo hace mal, pero sin alardes, mezclando estéticas y calidades de negativo. Greg Nicotero repite junto a KNB en los efectos especiales (ya lo hizo en “Planet Terror”) y sobre todo la paradoja de que Kurt es en la ficción una especialista de escenas de riesgo, mientras que algunas de las actrices son en realidad especialistas, como la antes mencionada Zoë Bell,o Tracie Thoms. Que el coordinador de las escenas de acción es Jeff Dashnaw, y merece una mención por lo complicado de su labor, y para terminar, que el segundo grupo de chicas también tiene una interpretación bastante coordinada, aunque no tan buena como la del primero, con la excepción de Rosario Dawson que destaca por encima del todas las demás, aunque sólo sea porque le da consistencia interpretativa al segundo grupo... y no le puedas quitar el ojo de encima.

En resumen, una gamberrada divertida de Tarantino, en algún momento sobrecarga de diálogos, pero que garantiza diversión por encima de guión, efectos u otras consideraciones técnicas. Os dejamos una divertida secuencia de persecuciones de coches en nuestra sección de videos para que os hagáis una idea de lo que os espera.

Víctor Gualda.

martes, 27 de noviembre de 2007

EN TIERRA DE NADIE

Si “Senderos de Gloria” es la película antibelicista por excelencia como argumentábamos en su crítica, entre otros motivos porque retrataba la guerra desde el más alto escalafón a un soldado raso, la que nos ocupa no le queda atrás. En aquella el enemigo no aparecía en pantalla. Era una especie de ente indeterminado “los alemanes”. Pues en el caso de esta, el director va un poco más allá. La guerra de Bosnia sirve de excusa para presentar a dos soldados de bandos contrarios que podrían haber sido perfectamente vecinos por no decir hermanos y que se ven atrapados entre dos fuegos.

La película arranca con una patrulla Bosnia que se pierde buscando sus trincheras en la espesura de la niebla y la noche. El director nos presenta el tono de cómica amargura inmediatamente con un chiste que dice algo así como “-¿Qué diferencia hay entre un pesimista y un optimista?. –Que el pesimista piensa que nada puede ir peor, mientras que el optimista sabe que siempre puede ser peor”. Para confirmar la paradoja, cuando amanece y se va la niebla, la patrulla descubre que no sólo se perdieron, sino que está cerca de las líneas serbias. La desesperada huida conduce a nuestro protagonista bosnio Ciki a una trinchera entre las dos líneas de fuego. Los serbios envían a un par de hombres para asegurarse de que están todos muertos, uno de ellos Nino es un debutante en el juego de la guerra. Y es entonces cuando se encuentran los dos enemigos irreconciliables. A partir de estos momentos tendrán que convivir al menos por unas horas hasta que su situación se aclare. Los diferentes cambios de poder nos muestran que ambos se comportan igual cuando tienen un arma en la mano. El director y guionistas Danis Tanovic nos muestra además que en una guerra no hay buenos y malos, que todos son ciudadanos iguales que por decisiones políticas de las que no entienden nada, se ven ahora pegándose tiros. Lo resumen todo a justificar quién empezó. En realidad son como niños que discuten. Pero pronto vemos que igual que son enemigos irreconciliables, tienen cosas en común. En este punto hay un diálogo sobre una ex novia de Ciki que era del pueblo de Nino, y que pienso podría haberse aprovechado un poco más para que ambos tuviesen más en común, y así conseguir que el espectador se sintiese un poco más identificado, para que cuando se produzcan las diferencias irreconciliables fuese aún más absurdo todo.

Pero el director prefiere abrir el guión y mete un par de subtramas. Por una parte uno de los soldados bosnios abatidos no esta muerto sino herido, pero el enemigo le ha puesto una mina debajo que al moverse puede estallar, y por otra entra en juego los soldados de la ONU que están desplazados allí, encabezados por un sargento concienciado, y por supuesto la prensa, que sigue los acontecimientos y que tiene pinchada la frecuencia de los cascos azules para presentarse en el lugar inmediatamente. A partir de este punto la critica se desplaza hacia la ONU, sus restricciones (sólo están en el conflicto como árbitros del partido) sus mandos, y sus relaciones con la prensa. Una noticia que informa de las decisiones de los políticos respecto a la guerra sirve de punto de inflexión y nos saca a la hipocresía de la “macropolítica”. Pero todo es una excusa para que el espectador valore que los que se enfrentan en las trincheras son gente de la calle que poco o nada tienen que ver con políticos que sólo aparecen en escena de manera simbólica para hacerse la foto, mientras viven seguros en sus chalets sin sentir en su piel las decisiones que ellos mismos toman. Además el director nos hace conscientes del poder de la prensa que obliga a tomar decisiones de maquillaje para que parezca que todo está bajo control.

El final tiene unas conclusiones previsibles cuando ha germinado la semilla del odio, y la imagen con la que termina la película debería hacernos reflexionar de que los únicos que pagan las consecuencias son siempre los mismos, mientras la ONU se marca una “victoria” mediática, que al final será lo que los espectadores que vemos el telediario sentados en nuestros cómodos sillones valoremos. Esto me hace reflexionar que hubiese sucedido si la prensa se hubiese enterado de la verdad. Tal vez lo que en aquella fantástica película de Wilder “”El gran carnaval” en la que acertadamente el personaje de Kirk Douglas explicaba que centrar la noticia en un hombre llega más al espectador, lo humaniza más que un millar de muertos. El caso es que la reflexión de ambas debería llegarnos, porque nosotros como espectadores hemos sido testigos aunque no lo haya hecho la prensa. Pero en este punto siempre inconscientemente justificamos nuestra conciencia pensando que lo que acabamos de ver es una ficción, igual que este artículo... al menos hasta que nos toque vivirlo en nuestra piel.

“En tierra de nadie” se llevó un merecido Oscar a la mejor película extranjera en el año 2002. Un reconocimiento tan justo por su valor cinematográfico como por su función de crítica a un sistema jerarquizado e injusto.

Víctor Gualda.

viernes, 23 de noviembre de 2007

SENDEROS DE GLORIA

Atención porque nos encontramos ante, tal vez, la mejor película de Stanley Kubrick. Esto por supuesto es una opinión muy personal. Kubrick es uno de esos pocos que pueden contar sus películas por obras maestras, y hablar de “la mejor” es un poco gratuito. “La chaqueta metálica”, La naranja mecanica” “2001 odisea en el espacio”, “El resplandor”, “Lolita” “Barry Lindom”, “Atraco perfecto” son películas que traspasan el genero que tratan, para hacer una reflexión sobre ser humano. Pero lo cierto es que “Senderos de gloria” es una película muy especial.

De todos es sabido que es un alegato antibelicista y una critica a los intereses políticos que conlleva sin precedentes. Desde la primera secuencia en la que los dos generales tienen un cara a cara completamente subtextual, a la última en la que Douglas observa como se emocionan sus soldados en el único momento de relajación que tienen en toda la película antes de reincorporarse a las trincheras, el director nos muestra que las clases sociales también juegan un papel en el ejercito, y que para la política, el ser humano sólo es una masa de carne informe a la que sacrificar única y exclusivamente por decisiones que se toman en un palacete o una oficina, mientras el estado mayor disfruta de privilegios y fiestas al tiempo que sus hombres mueren en el campo de batalla.

Si la primera secuencia es un ejemplo de cómo un guionista debe utilizar el subtexto y el diálogo, y una muestra de cómo se toman las decisiones por los que mandan, tras un recorrido por las trincheras, nos encontramos con la humanidad personificada en el personaje de Kirk Douglas, que en una secuencia de enfrentamiento con su superior acaba cediendo ante el imposible decisión de tomar una colina fuertemente protegida por los alemanes. A destacar en este punto otro diálogo de esos que trascienden el cine y que se podría aplicar hoy en nuestra actualidad política. Al argumento populista y moralizante del general que dice algo así como “... donde hay un patriota hay un hombre honrado”, la fantástica replica de Dax Douglas que le contesta “Samuel Jonson decía otra cosa, Decía que el patriotismo es el último refugio de los sinvergüenzas”. La lucha de las banderas concluye por supuesto con la irremisible obligación de lanzar a los soldado a una muerte segura (se habla de que el sesenta y cinco de ellos morirá, simplemente por una decisión de despacho. Pero no es este el único diálogo a destacar. A estas alturas hemos disfrutado de una secuencia de esas que tanto gustan a Tarantino y que “copió” en Pulp Fiction de “Tirad sobre el pianista” de Truffaut, (del que es admirador reconocido) en la que dos soldados hablan sobre si prefieren morir a tiros o a bayoneta. Atención, porque no tiene desperdicio.

Después llega la hora de la batalla. Las secuencias de la batalla están rodadas únicamente desde el punto de vista de Douglas y consisten en el avance hacia la posición del enemigo. En ningún momento vemos un solo alemán, ni un solo enemigo. Solo explosiones y un travelling del avance siguiendo a Kirk, que se arrastra y corre al mando de sus hombres por las alambradas. En este punto hay que destacar el travelling del que ya hemos disfrutado a lo largo de las trincheras siguiendo al general, y que se repite a lo largo de todo el avance. En un movimiento de cámara que se convertirá en una de las marcas de la casa de Stanley. Y es aquí donde situamos el climax de la película, a la orden del general de bombardear sus propias posiciones porque sus hombres apenas pueden avanzar unos metros, o incluso parte de ellos no pueden salir de las trincheras. Si en mitad del metraje llega el punto álgido de la película, podemos decir que a continuación comienza un nuevo metraje. Una segunda parte en la que por una decisión una vez más política, se decide que hay que fusilar a tres hombres elegidos al azar por cobardía. Por supuesto Kirk Douglas será en abogado defensor de esta pantomima en la que la suerte está echada antes de que comience el juicio. Y es que no hay nada más absurdo que una guerra, con la salvedad de que sean tus propios compañeros los que te ejecuten.

Los guionistas (el propio kubrick junto a Calder Willingham y la colaboración de Jim Thompson) introducen la orden del general como punto de inflexión y única esperanza para los condenados. Es entonces cuando pasamos a el punto de vista de ellos que buscan la manera de salir de su calabozo. Idea imposible, que refuerza su desesperación y nos da una crítica más, en este caso a la iglesia de mano del cura que les acompaña en su última noche y que trata de convencerles de que Dios está con ellos. De nuevo hay que destacar diálogos inteligentes y cortantes en este punto. El director consigue crear tensión. Porque si hay algo que cualquier espectador de cine odia es la injusticia. Y en estos momentos del film la sensación de que la esperanza no se pierde para los condenados se explota hasta el final. Pero Kubrick no quiere ser condescendiente. Prefiere la cruda realidad. Es una ficción, pero no tiene porque dejar de reflejar la realidad. Y por lo general la realidad no da concesiones a la injusticia. Para rematar, Dax le encarga la misión de dar la puntilla a los condenados al único personaje que nos ha presentado al principio de la película como cobarde (en otra secuencia que no tiene desperdicio). Como la estructura es prácticamente la de una tragedia griega, el director lejos de conformarse y terminar la película en el lugar donde se espera, nos regala una última secuencia de reflexión en la que Kirk observa como sus soldados pasan de la diversión a la nostalgia a través de una prisionera alemana que les hace un número musical. Es respecto a esta secuencia donde más controversia se ha creado entre los cinéfilos por las multiples interpretaciones que admite. Las hay para todos los gustos, y el tema se ha llevado a debates e incluso congresos de cine. También en internet es tema de controversia. Lo único que puedo aportar es que la canción vendría a titularse en español algo así como “El militar fiel”, que está cantada en alemán popular, y que refiere una historia de amor en la que ella enferma y acaba muriendo... ah, y que la que canta es la mujer de Kubrick. Pero como dice una amiga, desde el 57 en que se hizo la película hasta el 99, año que murió el director, ¿A nadie se le ocurrió preguntarle a Kubrick? (Aunque es una película de reacciones tardías. En España no se estreno en cine hasta 1986).
Por si tenéis alguna interpretación personal que aportar, os hemos colgado la secuencia en nuestra sección “El cortometraje de la semana”... Personalmente me atrevo a proponer una interpretación. Qué tal, si Kubrick siguió aquello que decía Godard de que “una película tiene que tener un arranque, un desarrollo y un final, pero no necesariamente en ese orden” y en realidad esta secuencia hubiese sido en el guión original la secuencia de arranque y presentación del personaje de Kirk Douglas. Ya sé que es poco probable, pero todos sabemos que en el montaje muchas veces se producen variaciones de ese tipo. En fin, es sólo una idea. En definitiva, “Senderos de gloria” es una obra maestra de visionado obligatorio.

Víctor Gualda.

martes, 20 de noviembre de 2007

MI MEJOR AMIGO

Nos encontramos ante una de las mejores comedias de la temporada. Siendo sin lugar a dudas la comedia el genero más difícil sin caer en el estereotipo o en el chiste fácil. La que nos ocupa contiene además un trasfondo crítico de la sociedad actual tan evidente como necesario.

El planteamiento de la película se realiza de forma eficaz. Primero nos muestra al protagonista Daniel Auteuil y su ocupación, copropietario de una galería de arte junto a Julie Gayet. Qué mejor lugar de presentación que una subasta. Auteuil puja por un jarrón que representa la historia mitológica de la amistad entre Aquiles y Patroclo, como metáfora de él mismo y de la historia que vamos a ver. Sin mayor dilación nos muestra a ambos en una cena. Julie critica despiadadamente a Auteuil, tal vez de manera un tanto forzada en cuanto a guión, por el carácter con el que nos presenta a los personajes. El caso es que le reta a que le presente a algún amigo en un plazo de diez días. Como recompensa, el jarrón que acaban de comprar con fondos de la galería. En su búsqueda de un amigo verdadero Auteuil se cruza con un taxista obsesionado con la cultura general y con participar en un concurso televisivo, Bruno interpretado por Dany Boon. Primero lo intentará con presuntos amigos de la infancia o de trabajo. Pero la búsqueda es infructuosa. Después de cruzarse un par de veces, y ver Auteuil que Boon tiene facilidad para relacionarse, le pide que le enseñe lo que sabe. Comienza así la relación entre los dos personajes y la búsqueda del amigo perfecto para que Auteuil gane el ansiado premio. Un par de subtramas complementan la película. Por una, la difícil relación del galerista con una hija a la que prácticamente desconoce, por otra y de nuevo bajo mi punto de vista de forma demasiado forzada, la subtrama del productor de televisión (al que concimos en la subasta de presentación) que también quiere el jarrón.

La película está llevada por un experimentado Laconte con un ritmo fantástico hasta el final del segundo acto, con un golpe de efecto que de nuevo eleva la película. Pero es tal vez el tercer acto para mi el más fallido en cuanto a guión. Una nueva subtrama de la que nos había dejado pistas a lo largo del metraje es la que se hace con el control de la película para conducirnos a una emotiva secuencia televisiva en directo que nos recuerda a los programas de confesiones tipo “El diario de Patricia” más que al pretendido “¿Quiere ser millonario?”, en el que un Auteuil con modestia recién adquirida demuestra que ha aprendido la lección. De repente toda la realidad desbordante a la que el espectador se ha enfrentado en tono de comedia se cae a cambio de un final complaciente tipo hollywood, que el metraje pedía para contentar al confiado espectador. Pero las normas del genero mandan y para un final agridulce hay que tener la capacidad del escéptico e irónico Wilder. Y Laconte que no la tiene, se debe a su público acostumbrado a los seriales televisivos en los que todo acaba con un abrazo y una palmadita en la espalda del ahora si, contento espectador.

Lo que me pregunto es si realmente el espectador ha sido capaz de hacer una reflexión y preguntarse que tiene en común con el personaje del galerista. Cierto es que hay que pertenecer a una burguesía acomodada para identificarse con él. Pero hay algo de Lubitsch (que me perdonen los puristas) en esta película que engancha inmediatamente a todos sin exclusión, sino por identificación con el galerista, si al menos con el taxista. Y es que al final esta comedia no deja de ser una reflexión sobre las clases sociales, además de sobre la amistad, o la falta de ella en nuestra acelerada sociedad, la traición y las relaciones con las personas que tenemos cerca.

En definitiva, un guión de manual tipo “buddy movie” (como dirían los americanos) firmado por el propio Leconte junto Jerôme Tonnerre, sobre una historia de Olivier Dazat, demasiado de cartón piedra en realidad, del que te olvidas por las fantásticas interpretaciones de los actores y por las divertidas secuencias en las que la mano experta del director sabe llevar al espectador por donde quiere. Una comedia fácil, de esas que encantan al público europeo, aunque bajo mi punto de vista de difícil comprensión para el americano. Lo que le restará público internacional. Bajo mi modesto entender la mejor comedia que ha llegado hasta nuestras estanterías desde “Pequeña Miss Sunshine”.

Víctor Gualda.

viernes, 16 de noviembre de 2007

PLANET TERROR

Esta es una de las críticas más complicadas a las que he tenido que enfrentarme en este blog. El motivo; no tengo claro si la película me encantó, o me horrorizó. Creo que lo primero que hay que saber de esta película es que es una coña. Un homenaje a las películas de serie b de zombis de principios de los setenta. "Planet Terror" es la primera de las dos películas que forman el proyecto "Grindhouse", junto a “Death Proof” de Tarantino. Después de verla es fácil llegar a la conclusión de que ambos directores tienen muy claro que lo único que les importa es pasárselo bien y hacer pelis para ellos y sus colegas. “Planet Terror” es una película de argumento sencillo llena de sangre y acción. Lo que realmente la hace especial son las pequeñas subtramas que el director introduce de la relación entre los personajes y las extravagantes y sobreactuadas pinceladas de personalidad que dibuja en ellos.

Una base militar y los experimentos que allí se realizan con armas químicas convierten a la población de un pueblo cercano en zombis. Un pequeño grupúsculo de freakies se enfrentaran a ellos como mejor saben hacerlo, a golpe de machete y pistola. Lo primero que hace el director es ponernos al día en una desagradable medio de coña secuencia de presentación, en la que el amigo Bruce Willis y el “perdido” Naveen Andrews hacen bueno el dicho “cortando cojones se aprende a capar”. A partir de ahí la acción se traslada a otro ex televisivo forense de “A dos metros bajo tierra” Freddy Rodriguez, y representante latino necesario en las películas de Rodríguez, que en seguida es presentado como el líder del grupo resistente. Buenísima la secuencia del hospital cuando Freddy va a rescatar a la chica de la película (protagonista femenina en un reparto plagado de ellas) Rose McGowan. Como antagonista pero colaborador necesario, el director coloca al sheriff (Michael Biehn). El hermano del Sheriff es Jeff Fahey, un cocinero cerdo que aporta el refugio y secuencias cómicas. La rubia lesbiana Marley Shelton es una anestesista que recuerda a Uma Thurman, incluso con una serie de fantasticas secuencias de parálisis en las manos similar a la de Uma en “Kill bill” en los pies. Su antagonista marido, el doctor-chungo Josh Brolin dispuesto a cargarse a su mujer por celos. Otros personajes más secundarios como el poli que al que le cortan el dedo anular (atención a su obsesión por colocarse el anillo) ó el padre de la anestesista, que se carga a su yerno disfrutando del momento con un “nunca me gustó”. Y por supuesto la secuencia escrita para el colega (y yo diría que por él mismo) Tarantino, que se lo debió pasar pipa en la escena de la violación “se me desmonta el miembro”. Pero por encima de todos ellos, la tullida striper reconvertida en superheroina Rose McGowan que supera sus problemas e inseguridades a base de tiro limpio, y que llena la pantalla.

El reparto está integramente compuesto por actores con experiencia en el cine ó televisión fantástico, colaboradores, familiares y amigos del director, desde el hijo de Robert, que tiene un pequeño papel, a sus sobrinas que hacen de gemelas cuidadoras desfasadas. Pero además de los televisivos que ya mencioné, McGowan es una de las protagonistas de “Embrujadas” y trabajó en “Scream” y “Maldita generación”. El sheriff Biehn lo hizo en “Terminator”, “Abyss” y “Aliens”.

La trama principal es sólo una excusa para que el director nos muestre todo un catálogo de vísceras y coñas con las mismas, y la conclusión no puede ser otra que la que es, puro entretenimiento. Destacar que Rodríguez sigue creciendo y una vez más se encarga de la fotografía, estéticamente fantástica, que imita a la de las pelis de los setenta, con la salvedad de que queda demasiado artificial el desgaste del negativo, que canta a posproducción digital. Rodríguez además se encarga de un guión que confiesa nunca pasó de las treinta páginas, del montaje que al realizar en digital, iba haciendo al tiempo que rodaba la película, y de la música que ambienta a la perfección todo el metraje. Por supuesto destacar el trabajo de caracterización y efectos a cargo de Greg Nicolero que aporta sirope de maiz rojo y monstruos deformes a borbotones.

Así que finalmente, aunque la película es más de personajes y de momentos de acción y vísceras que de un elaborado guión, tiene una naturalidad que te introduce directamente en este particular mundo y te transporta a este grupo de resistentes del que de alguna forma te gustaría formar parte. Para terminar, me gustaría destacar el falso trailer de “Machete” con el que comienza la película, y que funciona como un corto del que podéis disfrutar en nuestra sección de "El cortometraje de la semana", hasta la llegada a esta página de la peli de Tarantino que completa el proyecto, “Death Proof”.

Víctor Gualda.



martes, 13 de noviembre de 2007

SPIDERMAN 3

Qué decir de esta nueva entrega de Spiderman. En realidad viendo las dos anteriores está todo dicho. La presente no aporta más que nuevos personajes y por supuesto nuevas dosis de adrenalina y efectos especiales a raudales. De nuevo el superhéroe tendrá que salvar a la maltrecha ciudad de Nueva York de los supermalos de turno y poco más. Tal vez, la única aportación de la nueva entrega sea que Tobey Maguire se tenga que enfrentar con el malo maloso más complicado con que se podía enfrentar. Él mismo. Y es que no hay enemigo más complicado que el “lado oscuro” que todos llevamos dentro. Cuando este enemigo se te presenta, no sólo en el caso de Spiderman, es difícil controlarlo. Por supuesto para el superhéroe esta dificultad es perfectamente superable. Basta que pierda a su fracasada novia (otra novedad de personalidad) Kirsten Dunst y que reciba homenajes por toda la ciudad para que se de cuenta que de que se está dejando llevar por su ego.

Las tramas y subtramas se cruzan a lo largo de un metraje excesivamente largo, casi dos horas y media. El enfrentamiento con su amigo Harry Osborn, (James Franco), para comenzar con alegría la película, acaba con la perdida de memoria del hijo de Duende Verde. Por otro lado está el bueno-malo por las circunstancias “hombre de arena”. Trama tramposa que modifica los sentimientos del espectador zarandeándolos de forma que no sabe como posicionarse a lo largo de todo el metraje, excepto cuando los guionistas deciden reintroducir una trama prestada del primer capítulo de la saga (el asesinato del tío de Peter Parker). A esto le añadimos la repentina competencia del nuevo de la oficina. Un chaval dispuesto a cualquier cosa para conseguir triunfar en el difícil mundo de la empresa, y que está colocado por los Raimi como conejillo de indias para probar el mal y convertirlo en antagonista de Spiderman, todo ello a través de un meteorito que desecha una extraña sustancia que como una infección posee al que tiene cerca sacando lo peor de él. Primero es Spiderman quien prueba sus nocivos efectos, pero con su supervoluntad es capaz de superar esto y mucho más. Atención en este punto a la secuencia tipo cabaret-chugo-voy a darte celos a mi chica. La subtrama de la prota Kirsten que se aleja cada vez más de Tobey por sus propias inseguridades y su fracaso profesional, y a la que su caché le permite colocar una antagonista femenina para así conseguir darle más carga emocional a un personaje que trata de ser un poco menos de cartón piedra, o mera acompañante del superhéroe. Por último una pirueta más para terminar con la redención del amigo Franco, que había recuperado la memoria y en mitad de la película se había empeñado en hacerle la vida un poco más difícil a su ex (ahora no, ahora si) de nuevo superamigo, con un puntito final emocional para que el paciente espectador tenga algo que lamentar.

En definitiva, los guionistas Sam e Ivan Raimi y Alvin Sargent han tratado de profundizar en los personajes (más que los originales de Stan Lee y Steve Ditko) dotándolos de personalidad y sentimientos, pero claro, en una película de estas características esto es casi misión imposible sin caer en el estereotipo en el que irremediablemente caen uno tras otros todos los personajes. Tengo que reconocer que me podía haber indignado en otra ocasión, pero aquí sucede lo contrario. Había oído comentarios antes de verla tipo... "es una película infantil..." Eso me hizo recapacitar sobre el tipo de película al que me enfrentaba. Así que traté de verla sin ideas preconcebidas. Es una película infantil y funciona como tal. Es absurdo querer ver Tarkovsky en una película de Spiderman, así que creo que si falla es por la dualidad que le tratan de dar a los personajes. En una película de estereotipos, los buenos tienen que ser buenísimos y los malos malísimos, no puedes marear al niño de diez años alargando una trama que no va a entender, porque cuando llegue la escena final estará demasiado cansado y confuso como para disfrutarla.

De cualquier forma, después de ver "Superman Returns" recientemente, me inclino a pensar que cualquier entrega de Spiderman es una obra maestra por comparación, y eso que desde la primera, tengo claro que ni Maguire, ni Dunst eran los actores que la saga necesitaba.
Víctor Gualda.

viernes, 9 de noviembre de 2007

LA GENTE DEL CINE

Mucha de “la gente del cine” español (y supongo que otra tanta del mundial; nadie es tan especial, y menos nosotros), y los analistas de guiones tienen que estar necesariamente a su cabeza porque son los primeros impulsores de una producción, deben de tener el mismo gusto que el de ese ¿dos, tres, cuatro, incluso cinco? por ciento de la población española que va a ver cine español (es importante tener en cuenta que fuera lo ven ¿dos, tres, cuatro, cinco?, sólo que mucho me temo que en este caso la cifra no corresponde a ningún porcentaje). Es decir, nos referimos a ese insigne cenáculo de ilustres intelectuales que sólo ve “películas con mayúsculas” encaminadas a retratar la cruda “realidad” ibérica con probado verismo, máximo sentido del riesgo artístico como requisito creativo de obligado cumplimiento, y supina sensibilidad emocional.

Curiosamente, el noventa y cinco por ciento de la población restante, meridianamente torpe, primitiva y mundana, no faltaba más, parece ser que no las ve porque no las “entiende”, al tratar éstas temas demasiado “elevados” y “clarividentes” para sus magras entendederas, y sólo van a ver películas en las que no se contemplen a ellos mismos retratados, “porque para eso ya está la vida diaria” parecen pensar con imperdonable simpleza de miras, y porque los mezquinos de ellos sólo buscan en la butaca un poquito de evasión recreativa… Y claro, es ahora cuando empiezo a comprender por qué en España sólo se “reproducen” las películas que se producen.

En cuanto al tono o al género de una película no creo que haya ni buenas ni malas opciones, porque créanme- y tengan la delicadeza por favor de no preguntarme el motivo-, yo soy también de ese pequeño porcentaje de elegidos para la gloria que va a ver esas películas españolas de corte social, desgarrador y costumbrista. No obstante, hay que entender que los extremos a este respecto son igualmente válidos, aunque obviamente dispares, dado que si voy a ver “Superman”, por poner un ejemplo arquetípico y de calado universal, la cinta también puede llegar a cautivarme por completo, con la puntualización de que uno ha de saber de antemano a qué se atiene, de cara a adoptar la predisposición y el código de visionado adecuados para lograr tales efectos. Una vez en sintonía con el medio, y si la factura de la película es buena- cuestión, me temo, de vital importancia, mi querida “la gente del cine” español- “me la creo” a pies juntillas. Es decir, al contrario de lo que piensan muchos en España- casualmente la mayoría pertenecen a “la gente del cine” español-, creo que esas- para algunos- “películas basura” (“hollywoodenses” en su mayor parte) dirigidas a ese “residual” noventa y cinco por ciento de la embotada población española, no tienen por qué ser necesariamente malas, anodinas, nocivas o estúpidas- aunque también muchas luego lo sean-, que es lo que sospecho que consideran muchas de esas personas tan profundas, sutiles, redundantemente humanas y descarnadas, visionarios gurús todos ellos que, estando por encima del bien y del mal, han sido tocados por la mano del dios del celuloide patrio. Y es que una película, del género y temática que fuere, puede ser lo que a uno le dé la gana siempre y cuando no sea aburrida, del modo que a uno se le antoje, pero que resulte entretenida al fin y al cabo.

Y francamente, con este nuestro percal, la verdad es que entiendo pero que muy bien por qué en España no hay en el cine eso que algunos fantasmas de pacotilla- entre los que por supuesto me incluyo- llaman “industria”, pero lo que ya se me escapa un pelín más es precisar si es por esa forma tan autóctona, natural, honesta, espontánea y poco amiga de hacer concesiones al público embrutecido, que de entender el cine tiene-valga la redundancia- “la gente del cine” español, o porque en el fondo de lo que se trata aquí es de intentar ocultar que la raíz del problema es que los aludidos no tienen ni zorra idea de hacer una buena película de género al uso, ya que resultan una panda de inexpertos y acomplejados diletantes si los comparas con esos otros profesionales del “oficio”- no, no por favor, nada de artistas- foráneos, que son capaces de hacer que te “creas” cualquier cosa, incluso que haya un tipo engominado capaz de ir por los aires con una capa roja y embutido en una malla azulona, al modo de la entrañable Eva Nasarre en su mítico y añorado programa aeróbico “Puesta a punto”.

Mucho me temo que se trata más bien de lo segundo, porque estoy convencido de que no es una cuestión de fondos (encontrar financiación para algo que se confíe- aunque sea remotamente- que va a resultar rentable, es tirado). Y es por eso que hasta que la cosa cambie- y no tiene visos de que vaya a hacerlo en el corto plazo porque estamos como con el dilema del huevo y la gallina- lo fácil seguirá siendo llamar imbéciles al grueso de los espectadores nacionales y seguir chupando del bote de la “Madre Subvenciona”. Y es que “la gente del cine” español es demasiado profunda, mística, sensible y comprometida como para perder el tiempo en ir al cine, pagar seis euros del ala, y pasar un buen rato viendo por ejemplo una vibrante historia clásica de héroes y villanos que, insisto, jamás de los jamases tendría cabida en la vida real de esos espectadores tan pedestres, ignorantes y alienados.

Pero, ¿es que no hay nadie que se acuerde del principal motivo por el que el cine fue inventado? Supongo que entre “la gente del cine” español no, o igual es que prefieren simular un padecimiento de amnesia crónica, siendo mejor para ellos perpetuarse en la convicción de que cualquier cosa que se presuma comercial- inopinadamente o no, me da igual- es un subproducto superficial de ínfima calidad y nulo contenido artístico. No se lo reprocho a nadie que piense así, porque si mi pan de cada día dependiera de ello, creo sinceramente que yo también lo haría. De modo que, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que todos fuéramos capaces de ver indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro” (espléndida película española, por cierto)? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces- en todos los sentidos- de producir indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro”? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces de autoproteger nuestro cine mediante la producción de películas que atrajeran más inversores privados que un parque fotovoltaico? Pues sí, mucho me temo, no que sería, sino que es, del todo, fantástico, sencillamente porque esa ilusión no deja de ser una mera fantasía. Pero bueno, dicen- lo que no sé es quiénes- que soñar es gratis, o por lo menos casi tanto como producir una película a la sombra del Ministerio de Cultura. Ah, por cierto, se me olvidaba, pertenezco al gueto de “la gente del cine” español. Pensaréis que tiro piedras sobre el tejado de mi propia casa. Sí, es cierto, ansío derribarla toda ella cuanto antes para intentar ayudar a construir una nueva. La que habito está en ruinas. ¿Alguien se apunta, amigos de “la gente del cine” español?

SOCIO OPERA Nº 3127

miércoles, 7 de noviembre de 2007

EL INFIERNO DEL ODIO

Hablar de Kurosawa es al cine como hablar de Shakespeare en la literatura o de Picasso en la pintura. Akira es un genio que ha servido de referencia para otros directores, desde Bergman hasta George Lucas. Un hombre que aúna cultura, tradición, mitología, moral, estética y cine. Uno de esos autores que paradójicamente a pesar de su universalidad es un gran desconocido.

En el caso de la película que nos ocupa lo primero que me gustaría destacar es la estructura de el guión. El metraje es de casi dos horas y media y contiene dos películas en una. La primera parte es casi una obra de teatro. El conflicto se plantea desde la primera secuencia. Unos accionistas de una empresa de calzado le proponen a nuestro protagonista hacerle una encerrona al jefe de la empresa aunando las acciones para tomar nuevo rumbo en la realización de calzado más moderno pero de peor calidad. Gondo es un hombre de principios, y aun siendo consciente que la empresa necesita una reestructuración y modernización, piensa que se debe hacer conservando el nivel de calidad del producto, para ello es necesario que él solo se ponga al mando de la nave en un autentico golpe de estado. Parece que el director en el fondo nos habla de la contraposición entre la tradición y la modernidad en términos capitalistas, y de la justificación moral de una acción. Al acabar la reunión y dejar ver que tiene sus propios planes, vemos que por una parte los accionistas se marchan contrariados, y por otra le entrega a su mano derecha y se entiende que amigo un cheque para que pague la compra de acciones que le darían el control absoluto de la empresa. También vemos que su hijo juega con el hijo del criado a vaqueros e indios. En apenas cinco minutos tenemos sobre el tapete planteadas las futuras tramas, los temas y presentados a los principales protagonistas de los mismos. A continuación sin mayor dilación y sin salir en ningún momento del salón de la casa descubrimos por una llamada de teléfono que su hijo ha sido secuestrado. Después de uso segundos de tensión, vemos que el secuestrado en realidad ha sido el hijo del criado que se había intercambiado el disfraz con el hijo del jefe. El secuestrador lejos de dejarse intimidar por la equivocación le sigue exigiendo la misma desorbitada cantidad de dinero. De esta forma nuestro protagonista se enfrenta a la diatriba de pagar por el hijo de su sirviente o no ceder y perder el honor. La aparición de la policía para tratar de arreglar el desbarajuste aporta el resto de elementos para el desarrollo de esta primera parte que transcurre en el espacio de dos días, prácticamente utilizando la aristotélica regla de las tres unidades antes de que tome una decisión. Por supuesto el honor y la moral (se nos presentó como un hombre justo y de principios) se anteponen a los intereses económicos y cede al chantaje. En medio vemos el peso de la mujer en una sociedad tradicional y machista por un lado, y como la amistad es imposible cuando median intereses económicos. Todo el desarrollo de la primera parte que está dividida en tres actos por cierto es como una obra de teatro al estilo shakespiriano (aunque este las dividía en cinco, en el caso de la película la segunda parte correspondería con los actos que faltan)

A partir de que Gondo ha tomado la decisión y ha pagado el rescate la película da un giro de ciento ochenta grados. El punto de vista deja de ser el del padre y la película se centra de forma objetiva y sin punto de vista personificado en la resolución del caso. Pronto vemos como se produce la entrega del dinero al secuestrador y la puesta en libertad del hijo del criado. Hemos salido del salón, de ese espacio asfixiante cerrado y personal para salir a las calles. Descubrimos que la casa de Gondo está en lo alto de una colina (casi en el cielo) como un tótem por encima del infierno de la calle (el calor como símbolo del mismo) en la que se concentra la pobreza y el resto de los mortales. La entrega se produce sin que la policía pueda evitarlo, y ahora tras una exposición de los datos comienza la investigación para restituir el dinero del rico que ya no lo es por haber perdido el negocio y el trabajo en la compañía nacional de calzado. El honor está restituido y los periódicos se hacen eco de las circunstancias profesionales que han rodeado el caso. Un par de secuencias explicativas muy originales informan al espectador de los datos y los ponen tras la pista del secuestrador.

El director desarrolla entonces una nueva subtrama con un par de yonquis muertos que sirven para llevar a la policía hasta el verdadero culpable. En este punto utiliza paralelamente otra subtrama con el niño que había sido secuestrado y el sentido de culpa del padre de este, para llegar al mismo punto que la policía. Una nueva exposición nos lleva ante el culpable, pero en vez de detenerlo, la policía decide que quince años de cárcel no sería suficiente castigo y le dejan actuar para asegurarle la pena capital. El desenlace es el esperado, pero el director no se conforma y en una especie de epílogo de excelente interpretación (tal vez la mejor secuencia a este respecto) enfrenta a los dos protagonistas (el empresario, y el secuestrador) en un cara a cara curioso para intentar comprender la motivación del delincuente.

En definitiva una película muy compleja en cuanto a estructura y en cuanto a temas que trata de una manera u otra. Con muchos puntos de debate tanto sociales, como morales, que darían más para escribir un libro que un artículo para detallarlos pormenorizadamente, espacio y tiempo del que desgraciadamente no disponemos. Sólo plantear unas cuestiones al respecto. ¿Acaso no ha cometido Gondo una traición a su jefe igual que su mano derecha con él? Aunque el director nos presente sus motivaciones como altruistas. ¿Es equiparable el mal con el castigo?... ó tal vez se ponen al mismo nivel. ¿Acaso nuestro protagonista no habría dudado en no pagar si no hubiese sido por la intercesión de su mujer? ¿Qué hay del consejo que le da a su hijo cuando está jugando con el hijo del criado de que espere a su enemigo y luego no tenga piedad? ¿no refleja realmente su moral? ¿Es tal vez una forma de que madure el personaje? Porque en realidad lo único que le restituye el honor (tan importante en esta sociedad... o más bien en esta clase social) es el niño.

Sirva como anécdotas de la influencia de Kurosawa en el cine occidental, y para concluir el artículo que la principal fuente de referencia de George Lucas para su “Guerra de las galaxias” es la película de Kurosawa “La fortaleza escondida”, y es que para Kurosawa el guión es el punto más importante de una película. Según el mismo dice “Un buen director puede producir con un buen guión una obra maestra; con el mismo guión, un director mediocre puede hacer una película pasable. Pero con un mal guión ni siquiera un buen director puede hacer una buena película”.

Víctor Gualda.

viernes, 2 de noviembre de 2007

EL PROFESIONAL (LEON)

Luc Besson es un director empeñado en hacernos ver que en Europa se puede hacer cine de acción típicamente americano con tanta o más calidad que ellos. “El quinto elemento”, “Nikita dura de matar” sirven de perfecto ejemplo. Pues en el caso de “León” el profesional consigue dar un paso más mezclando el cine de personajes con el de testosterona y tiros.

La película cuenta la imposible relación de una niña de doce años (Mathilda) y un asesino profesional (León). Pero no uno estereotipado de película de mafiosos, sino uno inconsciente que a duras penas se ocupa de si mismo. León es vecino de un traficante de tres al cuarto que acaba de jugarle una mala pasada a otro mafioso. Este no es otro que un jefecillo de policía (Gary Oldman) que trapichea en sus ratos libres para sacarse un sobresueldo, o al menos eso imagino yo, porque el personaje del policía no sale del estereotipo de malo desequilibrado y sin sentimientos, pero como digo no es más que un estereotipo que ni siente ni padece. Su actitud no cambia ni una sola vez en toda la película, y la única pincelada de caracterización es que le gusta la música de Mozart, lo cual no deja de ser curioso, porque la música del compositor ni siquiera le pega este “malo” de manual. Pero lo importante como decía no es la historia del poli malo, que no es más que una excusa para desarrollar la relación de los dos personajes principales.


Mediante una subtrama en la que los polis se cargan a toda la familia de pseudomafiosos con los que el director se ha molestado que no sintamos identificación alguna y no nos importe que los eliminen violentamente. Ni siquiera le importa a la hija Mathilda, que lejos de sentirse triste o preocupada, basa toda su motivación en la venganza de su hermano pequeño al que el director también ha eliminado. Con la prudencia de no mostrárnoslo directamente se asegura de que entendamos por medio de la tiza que dibuja su contorno en el suelo del parket, cuando Mathilda vuelve a su casa a recoger algunas cosa que dejó olvidadas.


La niña consigue huir colándose en la vida y la casa de su criminal pero buen vecino asesino. A partir de que cruza el marco de la puerta la vida de León cambia radicalmente. Su vaso de leche y su simbólica planta dejan de ser sus únicas preocupaciones, y la chica le remueve y cambia la vida. A partir de la aparición de ella, un absurdo e infantil trato le precipita hacia su incierto destino (en realidad ambos son dos niños). Primero cuando ella en un alarde de inconsciencia típico de la edad entra en la comisaría de policía para eliminar al verdugo de su hermano, lo que motiva que León tenga que arriesgarse y entrar a rescatarla. A partir de este momento se inicia un juego de gato y ratón que hace MADURAR a nuestro entrañable asesino, haciendo que pierda su condición de semidios inmortal inconsciente de los problemas mortales, para volverse un humano más que también sangra cuando le disparan, y la sangre no es más que una metáfora de lo personal. A encontrado a una mujer, (si, mujer) que le hace sentir hombre y tiene que comportarse como tal. La traición de su “padre” (Danny Aiello) lo conduce directamente hacia el precipicio y su falta de egoísmo le dirige hacia un final irremediable, que el director sabe aprovechar para introducir magistralmente una escena de tensión y darnos la esperanza a través de un plano subjetivo en el que nos metemos en la piel de León con la esperanza de que llegue a la luz del final del túnel. El director todavía nos habla de esperanza en la imagen final, con otra imagen simbólica que no es la que probablemente le hubiese gustado introducir (esta hubiese sido el embarazo de la niña para albergar la esperanza a través de la inmortalidad de un hijo sangre de su sangre) Pero las convenciones son las convenciones y la relación con claro contenido sexual pederasta se ha reducido significativamente y sólo se sugiere de manera sutil.

Es sin duda la composición del personaje e interpretación de Jean Reno lo mejor de la película. El francés trasciende el estereotipo y con su buen hacer consigue inmediatamente la identificación del espectador, ayudado eso si por un guión perfectamente equilibrado, una planificación espectacular, y un montaje muy yanqui. Los demás personajes no hacen sino acompañar al profesional. Natalie Portman defiende a la perfección su papel, y Gary Oldman con su histrionismo, consigue robar plano y darle algo al un personaje que sobre el papel y como ya dije no es más que un estereotipo de malo maloso. La cálida fotografía de Tierry Arbogast es fantástica, así como también hay que hacer mención especial a la música de Eric Serra. Tal vez la mejor película del francés Besson, que renunció al anquilosado cine de diálogos sobreintelectualizados del cine francés que últimamente sólo se mira al ombligo, para dar un paso más y lanzar un puente entre Europa y Estados Unidos.
Víctor Gualda.