Mucha de “la gente del cine” español (y supongo que otra tanta del mundial; nadie es tan especial, y menos nosotros), y los analistas de guiones tienen que estar necesariamente a su cabeza porque son los primeros impulsores de una producción, deben de tener el mismo gusto que el de ese ¿dos, tres, cuatro, incluso cinco? por ciento de la población española que va a ver cine español (es importante tener en cuenta que fuera lo ven ¿dos, tres, cuatro, cinco?, sólo que mucho me temo que en este caso la cifra no corresponde a ningún porcentaje). Es decir, nos referimos a ese insigne cenáculo de ilustres intelectuales que sólo ve “películas con mayúsculas” encaminadas a retratar la cruda “realidad” ibérica con probado verismo, máximo sentido del riesgo artístico como requisito creativo de obligado cumplimiento, y supina sensibilidad emocional.
Curiosamente, el noventa y cinco por ciento de la población restante, meridianamente torpe, primitiva y mundana, no faltaba más, parece ser que no las ve porque no las “entiende”, al tratar éstas temas demasiado “elevados” y “clarividentes” para sus magras entendederas, y sólo van a ver películas en las que no se contemplen a ellos mismos retratados, “porque para eso ya está la vida diaria” parecen pensar con imperdonable simpleza de miras, y porque los mezquinos de ellos sólo buscan en la butaca un poquito de evasión recreativa… Y claro, es ahora cuando empiezo a comprender por qué en España sólo se “reproducen” las películas que se producen.
En cuanto al tono o al género de una película no creo que haya ni buenas ni malas opciones, porque créanme- y tengan la delicadeza por favor de no preguntarme el motivo-, yo soy también de ese pequeño porcentaje de elegidos para la gloria que va a ver esas películas españolas de corte social, desgarrador y costumbrista. No obstante, hay que entender que los extremos a este respecto son igualmente válidos, aunque obviamente dispares, dado que si voy a ver “Superman”, por poner un ejemplo arquetípico y de calado universal, la cinta también puede llegar a cautivarme por completo, con la puntualización de que uno ha de saber de antemano a qué se atiene, de cara a adoptar la predisposición y el código de visionado adecuados para lograr tales efectos. Una vez en sintonía con el medio, y si la factura de la película es buena- cuestión, me temo, de vital importancia, mi querida “la gente del cine” español- “me la creo” a pies juntillas. Es decir, al contrario de lo que piensan muchos en España- casualmente la mayoría pertenecen a “la gente del cine” español-, creo que esas- para algunos- “películas basura” (“hollywoodenses” en su mayor parte) dirigidas a ese “residual” noventa y cinco por ciento de la embotada población española, no tienen por qué ser necesariamente malas, anodinas, nocivas o estúpidas- aunque también muchas luego lo sean-, que es lo que sospecho que consideran muchas de esas personas tan profundas, sutiles, redundantemente humanas y descarnadas, visionarios gurús todos ellos que, estando por encima del bien y del mal, han sido tocados por la mano del dios del celuloide patrio. Y es que una película, del género y temática que fuere, puede ser lo que a uno le dé la gana siempre y cuando no sea aburrida, del modo que a uno se le antoje, pero que resulte entretenida al fin y al cabo.
Y francamente, con este nuestro percal, la verdad es que entiendo pero que muy bien por qué en España no hay en el cine eso que algunos fantasmas de pacotilla- entre los que por supuesto me incluyo- llaman “industria”, pero lo que ya se me escapa un pelín más es precisar si es por esa forma tan autóctona, natural, honesta, espontánea y poco amiga de hacer concesiones al público embrutecido, que de entender el cine tiene-valga la redundancia- “la gente del cine” español, o porque en el fondo de lo que se trata aquí es de intentar ocultar que la raíz del problema es que los aludidos no tienen ni zorra idea de hacer una buena película de género al uso, ya que resultan una panda de inexpertos y acomplejados diletantes si los comparas con esos otros profesionales del “oficio”- no, no por favor, nada de artistas- foráneos, que son capaces de hacer que te “creas” cualquier cosa, incluso que haya un tipo engominado capaz de ir por los aires con una capa roja y embutido en una malla azulona, al modo de la entrañable Eva Nasarre en su mítico y añorado programa aeróbico “Puesta a punto”.
Mucho me temo que se trata más bien de lo segundo, porque estoy convencido de que no es una cuestión de fondos (encontrar financiación para algo que se confíe- aunque sea remotamente- que va a resultar rentable, es tirado). Y es por eso que hasta que la cosa cambie- y no tiene visos de que vaya a hacerlo en el corto plazo porque estamos como con el dilema del huevo y la gallina- lo fácil seguirá siendo llamar imbéciles al grueso de los espectadores nacionales y seguir chupando del bote de la “Madre Subvenciona”. Y es que “la gente del cine” español es demasiado profunda, mística, sensible y comprometida como para perder el tiempo en ir al cine, pagar seis euros del ala, y pasar un buen rato viendo por ejemplo una vibrante historia clásica de héroes y villanos que, insisto, jamás de los jamases tendría cabida en la vida real de esos espectadores tan pedestres, ignorantes y alienados.
Pero, ¿es que no hay nadie que se acuerde del principal motivo por el que el cine fue inventado? Supongo que entre “la gente del cine” español no, o igual es que prefieren simular un padecimiento de amnesia crónica, siendo mejor para ellos perpetuarse en la convicción de que cualquier cosa que se presuma comercial- inopinadamente o no, me da igual- es un subproducto superficial de ínfima calidad y nulo contenido artístico. No se lo reprocho a nadie que piense así, porque si mi pan de cada día dependiera de ello, creo sinceramente que yo también lo haría. De modo que, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que todos fuéramos capaces de ver indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro” (espléndida película española, por cierto)? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces- en todos los sentidos- de producir indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro”? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces de autoproteger nuestro cine mediante la producción de películas que atrajeran más inversores privados que un parque fotovoltaico? Pues sí, mucho me temo, no que sería, sino que es, del todo, fantástico, sencillamente porque esa ilusión no deja de ser una mera fantasía. Pero bueno, dicen- lo que no sé es quiénes- que soñar es gratis, o por lo menos casi tanto como producir una película a la sombra del Ministerio de Cultura. Ah, por cierto, se me olvidaba, pertenezco al gueto de “la gente del cine” español. Pensaréis que tiro piedras sobre el tejado de mi propia casa. Sí, es cierto, ansío derribarla toda ella cuanto antes para intentar ayudar a construir una nueva. La que habito está en ruinas. ¿Alguien se apunta, amigos de “la gente del cine” español?
Curiosamente, el noventa y cinco por ciento de la población restante, meridianamente torpe, primitiva y mundana, no faltaba más, parece ser que no las ve porque no las “entiende”, al tratar éstas temas demasiado “elevados” y “clarividentes” para sus magras entendederas, y sólo van a ver películas en las que no se contemplen a ellos mismos retratados, “porque para eso ya está la vida diaria” parecen pensar con imperdonable simpleza de miras, y porque los mezquinos de ellos sólo buscan en la butaca un poquito de evasión recreativa… Y claro, es ahora cuando empiezo a comprender por qué en España sólo se “reproducen” las películas que se producen.
En cuanto al tono o al género de una película no creo que haya ni buenas ni malas opciones, porque créanme- y tengan la delicadeza por favor de no preguntarme el motivo-, yo soy también de ese pequeño porcentaje de elegidos para la gloria que va a ver esas películas españolas de corte social, desgarrador y costumbrista. No obstante, hay que entender que los extremos a este respecto son igualmente válidos, aunque obviamente dispares, dado que si voy a ver “Superman”, por poner un ejemplo arquetípico y de calado universal, la cinta también puede llegar a cautivarme por completo, con la puntualización de que uno ha de saber de antemano a qué se atiene, de cara a adoptar la predisposición y el código de visionado adecuados para lograr tales efectos. Una vez en sintonía con el medio, y si la factura de la película es buena- cuestión, me temo, de vital importancia, mi querida “la gente del cine” español- “me la creo” a pies juntillas. Es decir, al contrario de lo que piensan muchos en España- casualmente la mayoría pertenecen a “la gente del cine” español-, creo que esas- para algunos- “películas basura” (“hollywoodenses” en su mayor parte) dirigidas a ese “residual” noventa y cinco por ciento de la embotada población española, no tienen por qué ser necesariamente malas, anodinas, nocivas o estúpidas- aunque también muchas luego lo sean-, que es lo que sospecho que consideran muchas de esas personas tan profundas, sutiles, redundantemente humanas y descarnadas, visionarios gurús todos ellos que, estando por encima del bien y del mal, han sido tocados por la mano del dios del celuloide patrio. Y es que una película, del género y temática que fuere, puede ser lo que a uno le dé la gana siempre y cuando no sea aburrida, del modo que a uno se le antoje, pero que resulte entretenida al fin y al cabo.
Y francamente, con este nuestro percal, la verdad es que entiendo pero que muy bien por qué en España no hay en el cine eso que algunos fantasmas de pacotilla- entre los que por supuesto me incluyo- llaman “industria”, pero lo que ya se me escapa un pelín más es precisar si es por esa forma tan autóctona, natural, honesta, espontánea y poco amiga de hacer concesiones al público embrutecido, que de entender el cine tiene-valga la redundancia- “la gente del cine” español, o porque en el fondo de lo que se trata aquí es de intentar ocultar que la raíz del problema es que los aludidos no tienen ni zorra idea de hacer una buena película de género al uso, ya que resultan una panda de inexpertos y acomplejados diletantes si los comparas con esos otros profesionales del “oficio”- no, no por favor, nada de artistas- foráneos, que son capaces de hacer que te “creas” cualquier cosa, incluso que haya un tipo engominado capaz de ir por los aires con una capa roja y embutido en una malla azulona, al modo de la entrañable Eva Nasarre en su mítico y añorado programa aeróbico “Puesta a punto”.
Mucho me temo que se trata más bien de lo segundo, porque estoy convencido de que no es una cuestión de fondos (encontrar financiación para algo que se confíe- aunque sea remotamente- que va a resultar rentable, es tirado). Y es por eso que hasta que la cosa cambie- y no tiene visos de que vaya a hacerlo en el corto plazo porque estamos como con el dilema del huevo y la gallina- lo fácil seguirá siendo llamar imbéciles al grueso de los espectadores nacionales y seguir chupando del bote de la “Madre Subvenciona”. Y es que “la gente del cine” español es demasiado profunda, mística, sensible y comprometida como para perder el tiempo en ir al cine, pagar seis euros del ala, y pasar un buen rato viendo por ejemplo una vibrante historia clásica de héroes y villanos que, insisto, jamás de los jamases tendría cabida en la vida real de esos espectadores tan pedestres, ignorantes y alienados.
Pero, ¿es que no hay nadie que se acuerde del principal motivo por el que el cine fue inventado? Supongo que entre “la gente del cine” español no, o igual es que prefieren simular un padecimiento de amnesia crónica, siendo mejor para ellos perpetuarse en la convicción de que cualquier cosa que se presuma comercial- inopinadamente o no, me da igual- es un subproducto superficial de ínfima calidad y nulo contenido artístico. No se lo reprocho a nadie que piense así, porque si mi pan de cada día dependiera de ello, creo sinceramente que yo también lo haría. De modo que, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que todos fuéramos capaces de ver indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro” (espléndida película española, por cierto)? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces- en todos los sentidos- de producir indistintamente y sin prejuicios “Superman” y “Azul oscuro casi negro”? ¿No sería fantástico, “la gente del cine” español, que fuéramos todos capaces de autoproteger nuestro cine mediante la producción de películas que atrajeran más inversores privados que un parque fotovoltaico? Pues sí, mucho me temo, no que sería, sino que es, del todo, fantástico, sencillamente porque esa ilusión no deja de ser una mera fantasía. Pero bueno, dicen- lo que no sé es quiénes- que soñar es gratis, o por lo menos casi tanto como producir una película a la sombra del Ministerio de Cultura. Ah, por cierto, se me olvidaba, pertenezco al gueto de “la gente del cine” español. Pensaréis que tiro piedras sobre el tejado de mi propia casa. Sí, es cierto, ansío derribarla toda ella cuanto antes para intentar ayudar a construir una nueva. La que habito está en ruinas. ¿Alguien se apunta, amigos de “la gente del cine” español?
SOCIO OPERA Nº 3127
1 comentario:
En primer lugar, me gustaría dar la enhorabuena al socio 3127 de ópera por su iniciativa a colaborar en el blog! (Si esto se amplía y empieza a haber movimiento, hasta yo me animaré!!)
Creo que se agradecen tus quejas y protestas, tu intento de revulsión, pero... cuál es el objetivo final? No entiendo a dónde quieres llegar. Crees que el cine comercial nos hará más internacionales? (eso mismo debió de pensar Santiago Segura... al que no le ha ido nada mal, pero sin pasar de Andorra...). Yo creo que lo único que nos hará internacionales será el buen cine. El buén guión. La buena dirección. La buena interpretación. Cuando logremos conjugar esos tres factores, viajaremos en el tiempo y el espacio (eso debió pensar Gillermo del Toro, e hizo El laberino del Fauno....).
Valoro tu intención de llegar con "nuestro" cine a más de un "insigne cenáculo de ilustres intelectuales"... aunque creo que sobrevaloras la capacidad intelectual que es necesaria para ver cine español. Tampoco hace falta ser tan listo para entederlo... no? ... la gente no ve cine español porque le aburre. Porque (casi) siempre le cuentan lo mismo, y porque se harta de ver a los mismos actores en los mismos personajes una y otra y otra vez. No entiendo por qué referirse como " intelectualmente elistista" a un cine que, en ocasiones, es simple y llanamente malo.
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