domingo, 31 de enero de 2010

LA CINTA BLANCA

Michael Haneke se ha convertido en uno de los directores más reputados del mundo por su capacidad de hurgar en los miedos colectivos y crear sensaciones de angustia. La violencia, casi siempre implícita, pero también a veces explicita, remueve las conciencias de las clases medias acomodadas europeas (su principal público). La cinta blanca no podía ser menos. Los premios ya recibidos y los que le quedan por recibir la avalan como película indispensable en su filmografía, por no decir obra maestra indiscutible.

La acción se traslada a un pueblo alemán un año antes de la primera guerra mundial. Haneke se toma mucho tiempo (tal vez demasiado) en presentarnos la estricta disciplina moral a la que son sometidos los jóvenes del pueblo, pero no sin antes iniciar la tensión con un atentado sobre el médico. De esta forma abre una trama que podríamos considerar un falso thriller coral, y el drama cotidiano que explica el carácter de una sociedad endogámica que vive de cara al exterior, pero escondiendo sus propias miserias. La hipocresía de la religión es una presencia consciente o inconsciente a lo largo de todo el metraje, y uno de los temas que crítica la película. Un duro yugo que se cierne sobre las cabezas de los habitantes, que han acomodado su vida a las apariencias. Todos saben, pero todos callan. La religión está construida sobre los andamios de la culpa, y este es otro tema que explota el director y que enlaza el thiller y el drama, en una trama que poco o nada tiene que ver con las convenciones que nos llegan desde el otro lado del atlántico. Ese es el gran acierto de este director, que es capaz de ponernos un espejo delante, en el que los europeos y nuestro sentimiento de culpa heredado de la religión, nos hace tremendamente frágiles y maleables. Los valores morales anteriores a la guerra, aunque a veces también extrapoladles a la actualidad, estrangulan tanto que el resultado sólo puede ser la violencia, parece querer hacernos reflexionar el director

El hilo conductor de la trama es el recurso de la voz en off del maestro del pueblo, que recuerda lo sucedido en el curso del año anterior a la guerra. Fantásticamente utilizado porque tiene la habilidad de no contarnos lo que vemos en pantalla, sino complementar y seguir el drama/misterio de los “atentados” selectivos. Interesante también resulta el recurso de elegir a los protagonistas por ser los representantes morales de la sociedad dentro de este microcosmos. El médico, el cura, el maestro… así como la utilización de los niños representantes del futuro casi inmediato, y el papel de la mujer casi invalidado dentro de la comunidad. La simbología, el blanco y negro, y la brutalidad de algunas secuencias dialogadas crean un tono que empuja al espectador contra el sillón. Haneke plantea las preguntas pero da pocas respuestas, involucrando al espectador para obligarle a reflexionar (como es habitual en su cine). Las relaciones clandestinas e incluso incestuosas, son apenas sugeridas; los caracteres de sus personajes, la diferencia de clases (que dan lugar al odio y la envidia) sus miedos, sus iras... nada es explicito. Tal vez con la excepción de la secuencia en la que el maestro (y el espectador despistado) comprende el significado de los actos, que resulta incluso demasiado obvia y explicativa. Da igual, porque ni siquiera la verdad tiene cabida en una comunidad tan cerrada que prefiere vivir en una mentira perpetua.

Haneke recuerda a Dreyer y su sentido de culpa por momentos, también a Bergman y sus reflexiones sobre la muerte, pero sin perder sus señas de identidad englobando todo en el miedo y dando la solución de la violencia, el odio y el rencor como únicas vías de escape. Lo extraño es que ahora el reconocimiento le venga de EEUU, tal vez en el reflejo individual de una sociedad reprimida, pero menor en el colectivo. La cinta blanca, no es una película para todos los públicos, el ritmo compensado pero lento y la larga duración del metraje, unido a un blanco y negro que parece trasladar a otra época y una planificación sobria, hacen de esta película una obra de culto instantánea de esas que se estudian en las escuelas de cine. Una película indispensable, pero difícil de recomendar al gran público.

Víctor Gualda.

martes, 26 de enero de 2010

UP IN THE AIR

La premisa sobre la que se sustenta esta película es sencilla. Un tipo (Clooney) trabaja viajando para despedir gente en empresas en las que los jefes no se atreven a tomar la iniciativa. En realidad poco o nada tiene que ver el mercado laboral americano con el nuestro, así que por lo que vemos la identificación está completamente descartada. Toda la película se sustenta en el simpático capullo solitario que interpreta Clooney (Ryan Bingham) y en la visión simplista de la situación socioeconómica de unos EEUU también en crisis. Opción oportunista que me recuerda a la época de las películas de Capra y su visión positiva del individuo y moralista de la sociedad.

Para empezar el conflicto de la película es prácticamente inexistente. Tal vez hubiese estado bien que el propio Clooney hubiese sido despedido para sufrir en sus carnes una situación injusta y dolorosa. En vez de eso, nos presenta al personaje como un solitario egoísta sin ninguna empatía con la gente que va a despedir. Su trabajo consiste en minimizar los costes para las empresas y evitar las posibles demandas, y para ello se valdrá de una palabrería hueca muy lejana a la realidad, y frases echas. Los guionistas Reitman (también director) y Turner, se valen del recurso en alza de las nuevas tecnologías para desbancar y abaratar los costes de los despidos, una vez desaparecidos los viajes de los matones que hacen el trabajo sucio, una sencilla pantalla de ordenador será la forma de comunicación. El personaje de Clooney, con una doble moral que parece reflejar la de su sociedad, arremete contra las nuevas formas, y trata de demostrar que el individuo es insustituible y se lleva a la joven aprendiza presunta experta en despidos on line (Anna Kendrick) de viaje para que viva por si misma las situaciones reales. Y aquí se supone que está la paradoja y el conflicto. Falso, la única que aprende, la única que se humaniza y evoluciona es Natalie-Kendrick. Clooney-Bingham permanece en su torre de cristal y nada crece en su personaje dentro de la trama principal.

Pero como el recurso manido de la repetición se hace cansino, y reiterar los planos jugando con su maletita, han introducido un personaje complementario/antagónico para que el ¿antihéroe? se de cuenta de lo desamparado que está, y otra subtrama que lo ablande con la boda de su hermana. Será entonces cuando lo ridículo de la situación se dispare hasta el infinito. No desvelaré el desenlace, pero supone una patada en los genitales del personaje de Clooney, y una constatación de que la doble moral americana es la que manda… o cómo interpretar la secuencia en la que él va en busca de su “chica”, porque se da cuenta de que no puede morir sólo y que la vida es más bonita con alguien al lado. El moralismo barato que nos vende la película es una mierda tan hipócrita como su propio personaje, la deshumanización de una sociedad capitalista que no entiende de personas sino de números está aquí, y el protagonista lejos de descubrir que dentro de el hay una persona con sentimientos, entiende que no hay esperanza para el individuo, y lejos de luchar contra la sociedad, o contra si mismo… o contra algo, sólo reacciona de manera artificial en un par de secuencias, para descubrir que en realidad todo es mentira (y no me vale la idea de que igual eso precisamente es lo que denuncia, porque entonces el personaje hubiese reaccionado). Al final te quedas con la sensación de que la única salida es la de uno de los despedidos, tirarse por un puente. Buen mensaje para una película que pretende ser una comedia negra, y que se queda en un drama blanco.

Que conste que la película me resultó entretenida y aunque conserva el tono y muchas similitudes entre los personajes, principalmente de “Gracias por Fumar”, y la idea de hacer una crítica de la sociedad aparece en ambas, el último plano de “Up in the air” rompe las buenas intenciones, mientras que “Juno” es mucho más fresca y tiene poco que ver. En esta sólo rescataría la realización en las secuencias de la boda de la hermana, que se escapan del cine convencional para resultar más dinámicas e independientes (fantástica la secuencia del tablero de fotos), pero no es suficiente para compensar un guión que arrastra un mensaje demoledor, que parece financiado por las grandes multinacionales como excusa para abaratar costes. A fin de cuentas si el que te despide también tiene sus propios dramas, todo es más llevadero… y es que todos los grandes hombres pasaron por esa situación para convertirse en lo que después fueron.

Víctor Gualda.

viernes, 22 de enero de 2010

SHERLOCK HOLMES

Después de ver esta película, mi primer impulso es decir que es una mierda, de presupuesto, pero una mierda. Dándole vueltas al asunto, tal vez esté influido por las novelas y las películas que se han hecho del detective, puede incluso que todo sea una cuestión de prejuicios puristas, así que le voy a dar el beneficio de la duda antes de sugerir esperar a que se edite en DVD.

Lo cierto es que el bueno de Ritchie no puede ser el único culpable de la caracterización de estos improbables Holmes y Watson, e imposible guión, ya que el texto lo firman Michael Robert Johnson, Anthony Peckham y Simon Kinberg. Ni siquiera voy a decir que Ritchie se repite más que la cebolla y que su carencia de talento en la realización de cine (que no de videoclips) es más que evidente, y que ya ha tenido tiempo de demostrar que es capaz de hacer cosas diferentes. Desde la elección de los actores, pasando por la desmitificación del personaje, por el ritmo defectuoso y por la pretenciosidad del film, todo lo que se me ocurre es negativo.

Que conste que convertir a Downey Jr alias pseudo Sherlock en héroe de músculo no me parece mal, incluso se agradece. El problema es el resto de la caracterización. Olvidemos el pequeño detalle de que el personaje es yonki, que sólo lo recuerdo en la versión de Wilder, pero entiendo que para vender hay que obviar; olvidemos que Holmes es misógino empedernido y tal vez gay reprimido, pero no explicito como muestra esta versión; que le apasiona el violín y no las performances con cuerdas, y lo más importante; que su atractivo está en la pedantería de su deducción siempre por delante de Scothland Yard y no en la reproducción macarra de los hechos con la complicidad de la policía (como en la secuencia de la estrella en el suelo por ejemplo).

De Watson-Law poco o nada, ya que en esta buddy movie, es un personaje complementario cuyo única función (ya que la de cronista se le arrebatan con el punto de vista siempre en Downey Jr) la de médico, es anulada casi en el arranque del film, y sencillamente sirve de extensión como cinturón negro, y como niñera a tiempo completo de un enfermo mental... Del personaje interpretado Rachel McAdams poco o nada ya que está introducido como mero contrapunto femenino y apenas se notaría si se eliminara del film.

De la trama; la deficiente y un tanto equivoca mezcolanza de las sectas satánicas (luego arrebatada para no dejar nada a la imaginación) y las sociedades masónicas, lideradas por un personaje que ha perdido antes de comenzar y cuyo atractivo no es que sea una mente brillante, sino que conoce su propio plan, desmitificado casi desde el comienzo, desaprovechando el posible morbo de la inmortalidad, y arrebatando el misterio a una trama demasiado enrevesada para tan poco. Del tono; la comedia americana más burda muy lejos de la fina ironía y del humor negro ingles, olvidando el suspense y centrándose en la sorpresa. Del ritmo; deficiente y mal administrado con un metraje demasiado largo y mal distribuido, alargando demasiado secuencias que no aportan nada a la trama y dando demasiado peso a las secuencias de acción. Hasta tal punto, que el espectador llega el desenlace tan cansado que la efectista secuencia del puente resulta menos interesante que otras anteriores.

Lo peor de todo es que la presentación esquiva del personaje de Moriarty, promete una franquicia de varias partes iguales o peores que la primera. Por los mentideros corrió la voz de que cuando la Warner vio el primer montaje de la cinta, hizo a Ritchie grabar nuevas secuencias de todos los personajes y remontar todo el metraje. Me pregunto si dada su capacidad para la postmodernidad que rápidamente se quedan anticuada, la Warner volverá a contar con él para las secuelas, precuelas etc… La publicidad ha convertido la película en un éxito de taquilla, pero me temo que es un espejismo muy lejano al personaje literario de Arthur Conan Doyle, que realmente es el sustento del negocio, así que creo que puedo afirmar que no es una cuestión de purismo, sino más bien de sentido común decir que este Sherlock Holmes es una basura.

Víctor Gualda.

lunes, 18 de enero de 2010

CELDA 211

Aunque reconozco que los prejuicios ante el unánime impulso de la crítica me habían cortado a la hora de ver esta película, tengo que reconocer que eran sólo prejuicios. La ley que obliga a las televisiones a invertir dinero en cine ha conseguido que las cadenas privadas tengan un departamento dedicado al séptimo arte, y estas lógicamente apuestan a caballo ganador. Los riesgos se minimizan y eso tiene una cara negativa, pero buscar el beneficio obliga a producir cine muy concreto con clara vocación comercial, que a veces aporta algo más. El departamento de cine de Tele5 tiene poco que ver con el que da luz verde a su parrilla televisiva, y Ágora y Celda 211, son apuestas ganadoras que dignifican el pobre panorama cinematográfico español.

Y no digo que la película de Daniel Monzón sea una obra maestra, nada más lejos de la realidad. Desde la primera película el director ha dejado ver una intención de llegar a todos los públicos de forma un tanto americanizada, pero no por ello exenta de calidad. Tal vez esta Celda 211 sea su apuesta más acertada. Este director ha madurado y exprimido el cine que toma prestado del otro lado del atlántico, y en esta ocasión lo ha fusionado con aspectos patrios de nuestra sociedad (lo cual por cierto se agradece). Adaptación de la novela de Francisco Pérez Gandul y con la colaboración de Guerricaechevarria, Monzón ha conseguido un film dinámico, con los tiempos muy bien marcados, y sustentado sobre interpretaciones fantásticas. No sólo la del próximo Goya al mejor actor Luís Tosar, que sencillamente se sale de la pantalla, y del que no voy a decir nada porque esta todo dicho, sino sobre un plantel de secundarios que aportan credibilidad y buen hacer. Habría que dedicar un artículo completo a las interpretaciones acertadas de Morón, Solo, Etura, Romero, incluso las de Resines y Bardem que tal vez sean el mayor lastre de guión, que no de interpretación… pero tranquilos que no hay espacio en el blog. Baste decir que sin estas aportaciones, sumadas al acertado montaje de Mapa Pastor, la música de Roque Baños y sobre todo a la cámara dinámica de ese francotirador maravilloso que es Carles Gusi, que siempre aporta credibilidad en estas películas que dependen menos de las marcas y más de que el encuadre sea el que busca al actor.

Por poner algún “pero” a esta película más pequeña en producción de lo que ofrece en pantalla, será la definición de los roles lo que se me atraganta. Esta claro que el personaje de Malamadre está claramente definido, y convenientemente evolucionado, también el de Juan (Ammann) con algún momento de sobreactuación y un giro dramático un tanto impostado. Pero será la indefinición de los “malos”, a pesar de lo acertado de las interpretaciones, lo que menos me convenza. Ninguno de ellos está dramáticamente desarrollado. Son estereotipos que en realidad no encarnan a individuos, sino a instituciones deshumanizadas representadas por cargos públicos (o a la hipocresía de un sistema demasiado pendiente de los medios de comunicación). El mensaje parece ser que el sistema siempre aplasta al individuo, y estamos de acuerdo, por eso el personaje de Resines es sólo un peón forzado de guión que sirve de engranaje para forzar un cambio en el coprotagonista (Ammann), pero en realidad su subtrama está metida con calzador (terrible el plano de televisión en el que se levanta el casco), en un libreto por lo demás bastante homogéneo. Pasa lo mismo con el personaje del hermano Bardem, un colombiano de México que está instrumentalizado para producir un desenlace que acaba justificando de alguna manera al “malo” real, que no es otro que el estado, y que además de forzado (me refiero al desenlace) me resulta un tanto mal rodado. Esta apreciación, reconozco que es bastante subjetiva porque me da la impresión de que algo entre el punto de vista y el montaje falla en ese clímax que después de la cercanía de todo el metraje se me hace por momentos lejano y ajeno.

Me reitero; merece la pena ver esta película porque con el permiso de Ágora, Gordos, El baile de la victoria, El secreto de sus ojos (la producción es de Tornasol) e incluso la no nominada Los abrazos rotos, Celta 211 es la mejor, o al menos la más completa película española del año… aunque eso lo decidirán los académicos en un par de meses.

Víctor Gualda.

sábado, 9 de enero de 2010

AVATAR

Cuando vi estas navidades Avatar, no tenia claro que me hubiese acabado de convencer. Por eso no me animé a escribir una crítica inmediata. Mejor dejarla reposar unas semanas y luego decidiría si escribir algo. Ahora que ha pasado el tiempo, creo que en líneas generales me pareció una película emocionante, con buenas secuencias de acción y muy bien distribuido el ritmo, algo complicado para un film que dura más de dos horas y media, pero no es oro todo lo que reluce.

La película tiene la virtud de tener un guión más que correcto. Con una presentación de la trama, los personajes y sobre todo, del mundo en el que Cameron nos va a introducir (fundamental en el cine fantástico) más que correcta, diría que fantástica. El tono y los efectos visuales parece que han alucinado a todo el mundo, a mi me han parecido más de lo mismo (¿o es que alguien sabe distinguir la técnica digital que han utilizado?), aunque reconozco que no la vi en 3D. A estas alturas en las que todas las películas americanas están repletas, los efectos deben ser sólo un vehiculo efectivo (y efectista, por qué no) para contar una historia que atrape al espectador. Hasta en este punto tengo que reconocer el merito de un director con una película de tan grandes dimensiones como su ego. El problema es que cuando rasco veo más de lo mismo. Cartón piedra sin piedad e ideas moralizantes a grandes rasgos con las que cualquier individuo de a pie debe estar de acuerdo, pero que en el desarrollo lógico de la trama caen por su propio peso como lugares comunes.

Y es que por muy azules que sean los muñecos protagonistas, el trasfondo no deja de ser hipócrita y los personajes no dejan de ser estereotipos de buenos contra malos, llevados más lejos con la ayuda de la ciencia por un lado y los militares por otro. Y es que semanas después de la reunión de Copenhague sobre el cambio climático, hablar de individuos, héroes (tan necesarios en las crisis para todos los que gustamos de sentarnos en el sillón mientras otros arreglan los problemas) que son capaces de hacer frente a los sicópatas despersonalizados que representan empresas privadas, ejércitos y gobiernos, no son más que una utopía de mercadillo. Y la idea está bien, pero se ciñe tanto a los giros dramáticos de manual, que casi da vergüenza ajena cuando el héroe minusválido consigue sus propósitos contra las superpotencias bélicas, después, por supuesto como mandan las reglas del guión, de que todo parezca perdido.

Definitivamente las historias que funcionan siguen siendo las que hablan de amistad, amor, compromiso, y sobre todas las que tienen un final positivo, es decir, las de toda la vida. Pero estas buenas intenciones no son revolucionarias, así que tras una campaña de marketing devastadora que incluye anuncios, carteles, videojuegos, muñequitos, estreno para las navidades y demás parafernalia, con un presupuesto en publicidad mayor que varias películas españolas juntas, es difícil no caer en la tentación de ir al cine a ver esta superproducción. Nadie parece salir decepcionado porque la película da lo que promete; espectáculo visual a raudales. Pero por desgracia a estas alturas para mi no es suficiente con los fuegos artificiales. A día de hoy la película más cara de la historia ya ha duplicado en taquilla su desorbitado presupuesto. Hay quien dice que pasara a la historia, pero por suerte, las películas que lo hacen son aquellas que prescinden de los estereotipos. Las que tienen personajes complejos con conflicto interno (aquí levemente matizados por rasgos de personalidad del personaje minusválido, los demás son sencillos muñecos) No es suficiente con que un héroe luche contra el sistema, de paso se lleve a la chica, y salve un mundo paralelo. No es suficiente con el discurso pronaturalista sustentado en la destrucción. No es suficiente con unos efectos especiales que evitan mezclar la imagen real y la digital (los pocos planos cortos en que lo hacen cantan por bulerias). No es suficiente con que me vendan motos usadas. Avatar es igual que “La guerra de las galaxias” en simple, o peor aún Avatar es igual que Titanic pero con más efectos especiales. Eso si, le reconozco el merito a Cameron que justifica cualquier apuesta arriesgada. No creo que nadie se aburra viendo esta película… ¿acaso el cine americano es algo más que puro entretenimiento?

Víctor Gualda.