lunes, 18 de enero de 2010

CELDA 211

Aunque reconozco que los prejuicios ante el unánime impulso de la crítica me habían cortado a la hora de ver esta película, tengo que reconocer que eran sólo prejuicios. La ley que obliga a las televisiones a invertir dinero en cine ha conseguido que las cadenas privadas tengan un departamento dedicado al séptimo arte, y estas lógicamente apuestan a caballo ganador. Los riesgos se minimizan y eso tiene una cara negativa, pero buscar el beneficio obliga a producir cine muy concreto con clara vocación comercial, que a veces aporta algo más. El departamento de cine de Tele5 tiene poco que ver con el que da luz verde a su parrilla televisiva, y Ágora y Celda 211, son apuestas ganadoras que dignifican el pobre panorama cinematográfico español.

Y no digo que la película de Daniel Monzón sea una obra maestra, nada más lejos de la realidad. Desde la primera película el director ha dejado ver una intención de llegar a todos los públicos de forma un tanto americanizada, pero no por ello exenta de calidad. Tal vez esta Celda 211 sea su apuesta más acertada. Este director ha madurado y exprimido el cine que toma prestado del otro lado del atlántico, y en esta ocasión lo ha fusionado con aspectos patrios de nuestra sociedad (lo cual por cierto se agradece). Adaptación de la novela de Francisco Pérez Gandul y con la colaboración de Guerricaechevarria, Monzón ha conseguido un film dinámico, con los tiempos muy bien marcados, y sustentado sobre interpretaciones fantásticas. No sólo la del próximo Goya al mejor actor Luís Tosar, que sencillamente se sale de la pantalla, y del que no voy a decir nada porque esta todo dicho, sino sobre un plantel de secundarios que aportan credibilidad y buen hacer. Habría que dedicar un artículo completo a las interpretaciones acertadas de Morón, Solo, Etura, Romero, incluso las de Resines y Bardem que tal vez sean el mayor lastre de guión, que no de interpretación… pero tranquilos que no hay espacio en el blog. Baste decir que sin estas aportaciones, sumadas al acertado montaje de Mapa Pastor, la música de Roque Baños y sobre todo a la cámara dinámica de ese francotirador maravilloso que es Carles Gusi, que siempre aporta credibilidad en estas películas que dependen menos de las marcas y más de que el encuadre sea el que busca al actor.

Por poner algún “pero” a esta película más pequeña en producción de lo que ofrece en pantalla, será la definición de los roles lo que se me atraganta. Esta claro que el personaje de Malamadre está claramente definido, y convenientemente evolucionado, también el de Juan (Ammann) con algún momento de sobreactuación y un giro dramático un tanto impostado. Pero será la indefinición de los “malos”, a pesar de lo acertado de las interpretaciones, lo que menos me convenza. Ninguno de ellos está dramáticamente desarrollado. Son estereotipos que en realidad no encarnan a individuos, sino a instituciones deshumanizadas representadas por cargos públicos (o a la hipocresía de un sistema demasiado pendiente de los medios de comunicación). El mensaje parece ser que el sistema siempre aplasta al individuo, y estamos de acuerdo, por eso el personaje de Resines es sólo un peón forzado de guión que sirve de engranaje para forzar un cambio en el coprotagonista (Ammann), pero en realidad su subtrama está metida con calzador (terrible el plano de televisión en el que se levanta el casco), en un libreto por lo demás bastante homogéneo. Pasa lo mismo con el personaje del hermano Bardem, un colombiano de México que está instrumentalizado para producir un desenlace que acaba justificando de alguna manera al “malo” real, que no es otro que el estado, y que además de forzado (me refiero al desenlace) me resulta un tanto mal rodado. Esta apreciación, reconozco que es bastante subjetiva porque me da la impresión de que algo entre el punto de vista y el montaje falla en ese clímax que después de la cercanía de todo el metraje se me hace por momentos lejano y ajeno.

Me reitero; merece la pena ver esta película porque con el permiso de Ágora, Gordos, El baile de la victoria, El secreto de sus ojos (la producción es de Tornasol) e incluso la no nominada Los abrazos rotos, Celta 211 es la mejor, o al menos la más completa película española del año… aunque eso lo decidirán los académicos en un par de meses.

Víctor Gualda.

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