viernes, 23 de noviembre de 2007

SENDEROS DE GLORIA

Atención porque nos encontramos ante, tal vez, la mejor película de Stanley Kubrick. Esto por supuesto es una opinión muy personal. Kubrick es uno de esos pocos que pueden contar sus películas por obras maestras, y hablar de “la mejor” es un poco gratuito. “La chaqueta metálica”, La naranja mecanica” “2001 odisea en el espacio”, “El resplandor”, “Lolita” “Barry Lindom”, “Atraco perfecto” son películas que traspasan el genero que tratan, para hacer una reflexión sobre ser humano. Pero lo cierto es que “Senderos de gloria” es una película muy especial.

De todos es sabido que es un alegato antibelicista y una critica a los intereses políticos que conlleva sin precedentes. Desde la primera secuencia en la que los dos generales tienen un cara a cara completamente subtextual, a la última en la que Douglas observa como se emocionan sus soldados en el único momento de relajación que tienen en toda la película antes de reincorporarse a las trincheras, el director nos muestra que las clases sociales también juegan un papel en el ejercito, y que para la política, el ser humano sólo es una masa de carne informe a la que sacrificar única y exclusivamente por decisiones que se toman en un palacete o una oficina, mientras el estado mayor disfruta de privilegios y fiestas al tiempo que sus hombres mueren en el campo de batalla.

Si la primera secuencia es un ejemplo de cómo un guionista debe utilizar el subtexto y el diálogo, y una muestra de cómo se toman las decisiones por los que mandan, tras un recorrido por las trincheras, nos encontramos con la humanidad personificada en el personaje de Kirk Douglas, que en una secuencia de enfrentamiento con su superior acaba cediendo ante el imposible decisión de tomar una colina fuertemente protegida por los alemanes. A destacar en este punto otro diálogo de esos que trascienden el cine y que se podría aplicar hoy en nuestra actualidad política. Al argumento populista y moralizante del general que dice algo así como “... donde hay un patriota hay un hombre honrado”, la fantástica replica de Dax Douglas que le contesta “Samuel Jonson decía otra cosa, Decía que el patriotismo es el último refugio de los sinvergüenzas”. La lucha de las banderas concluye por supuesto con la irremisible obligación de lanzar a los soldado a una muerte segura (se habla de que el sesenta y cinco de ellos morirá, simplemente por una decisión de despacho. Pero no es este el único diálogo a destacar. A estas alturas hemos disfrutado de una secuencia de esas que tanto gustan a Tarantino y que “copió” en Pulp Fiction de “Tirad sobre el pianista” de Truffaut, (del que es admirador reconocido) en la que dos soldados hablan sobre si prefieren morir a tiros o a bayoneta. Atención, porque no tiene desperdicio.

Después llega la hora de la batalla. Las secuencias de la batalla están rodadas únicamente desde el punto de vista de Douglas y consisten en el avance hacia la posición del enemigo. En ningún momento vemos un solo alemán, ni un solo enemigo. Solo explosiones y un travelling del avance siguiendo a Kirk, que se arrastra y corre al mando de sus hombres por las alambradas. En este punto hay que destacar el travelling del que ya hemos disfrutado a lo largo de las trincheras siguiendo al general, y que se repite a lo largo de todo el avance. En un movimiento de cámara que se convertirá en una de las marcas de la casa de Stanley. Y es aquí donde situamos el climax de la película, a la orden del general de bombardear sus propias posiciones porque sus hombres apenas pueden avanzar unos metros, o incluso parte de ellos no pueden salir de las trincheras. Si en mitad del metraje llega el punto álgido de la película, podemos decir que a continuación comienza un nuevo metraje. Una segunda parte en la que por una decisión una vez más política, se decide que hay que fusilar a tres hombres elegidos al azar por cobardía. Por supuesto Kirk Douglas será en abogado defensor de esta pantomima en la que la suerte está echada antes de que comience el juicio. Y es que no hay nada más absurdo que una guerra, con la salvedad de que sean tus propios compañeros los que te ejecuten.

Los guionistas (el propio kubrick junto a Calder Willingham y la colaboración de Jim Thompson) introducen la orden del general como punto de inflexión y única esperanza para los condenados. Es entonces cuando pasamos a el punto de vista de ellos que buscan la manera de salir de su calabozo. Idea imposible, que refuerza su desesperación y nos da una crítica más, en este caso a la iglesia de mano del cura que les acompaña en su última noche y que trata de convencerles de que Dios está con ellos. De nuevo hay que destacar diálogos inteligentes y cortantes en este punto. El director consigue crear tensión. Porque si hay algo que cualquier espectador de cine odia es la injusticia. Y en estos momentos del film la sensación de que la esperanza no se pierde para los condenados se explota hasta el final. Pero Kubrick no quiere ser condescendiente. Prefiere la cruda realidad. Es una ficción, pero no tiene porque dejar de reflejar la realidad. Y por lo general la realidad no da concesiones a la injusticia. Para rematar, Dax le encarga la misión de dar la puntilla a los condenados al único personaje que nos ha presentado al principio de la película como cobarde (en otra secuencia que no tiene desperdicio). Como la estructura es prácticamente la de una tragedia griega, el director lejos de conformarse y terminar la película en el lugar donde se espera, nos regala una última secuencia de reflexión en la que Kirk observa como sus soldados pasan de la diversión a la nostalgia a través de una prisionera alemana que les hace un número musical. Es respecto a esta secuencia donde más controversia se ha creado entre los cinéfilos por las multiples interpretaciones que admite. Las hay para todos los gustos, y el tema se ha llevado a debates e incluso congresos de cine. También en internet es tema de controversia. Lo único que puedo aportar es que la canción vendría a titularse en español algo así como “El militar fiel”, que está cantada en alemán popular, y que refiere una historia de amor en la que ella enferma y acaba muriendo... ah, y que la que canta es la mujer de Kubrick. Pero como dice una amiga, desde el 57 en que se hizo la película hasta el 99, año que murió el director, ¿A nadie se le ocurrió preguntarle a Kubrick? (Aunque es una película de reacciones tardías. En España no se estreno en cine hasta 1986).
Por si tenéis alguna interpretación personal que aportar, os hemos colgado la secuencia en nuestra sección “El cortometraje de la semana”... Personalmente me atrevo a proponer una interpretación. Qué tal, si Kubrick siguió aquello que decía Godard de que “una película tiene que tener un arranque, un desarrollo y un final, pero no necesariamente en ese orden” y en realidad esta secuencia hubiese sido en el guión original la secuencia de arranque y presentación del personaje de Kirk Douglas. Ya sé que es poco probable, pero todos sabemos que en el montaje muchas veces se producen variaciones de ese tipo. En fin, es sólo una idea. En definitiva, “Senderos de gloria” es una obra maestra de visionado obligatorio.

Víctor Gualda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre instituciones:
Descarnada es la diatriba que el coronel Dax encara al general Broulard.Pero más terrible aún es la implacable respuesta de este.
"Me han ordenado ganar la guerra...,"
Con las instituciones topaste mi coronel

Anónimo dijo...

El epílogo se podría considerar como un milagro del cine.En él, un personaje rabanero, increiblemente soez y mal encarado nos emboca en la que habrá de ser la única secuencia amable del metraje.La escena,una fragil y asustada muchacha, con su popular e infantil canción,hace girar lentamente la vocinglera y mostrenca cantina hacia una individualizada compañía de infantes, emocionada en lejanos recuerdos
Excelente broche para una emblemática película