Si “Senderos de Gloria” es la película antibelicista por excelencia como argumentábamos en su crítica, entre otros motivos porque retrataba la guerra desde el más alto escalafón a un soldado raso, la que nos ocupa no le queda atrás. En aquella el enemigo no aparecía en pantalla. Era una especie de ente indeterminado “los alemanes”. Pues en el caso de esta, el director va un poco más allá. La guerra de Bosnia sirve de excusa para presentar a dos soldados de bandos contrarios que podrían haber sido perfectamente vecinos por no decir hermanos y que se ven atrapados entre dos fuegos.
La película arranca con una patrulla Bosnia que se pierde buscando sus trincheras en la espesura de la niebla y la noche. El director nos presenta el tono de cómica amargura inmediatamente con un chiste que dice algo así como “-¿Qué diferencia hay entre un pesimista y un optimista?. –Que el pesimista piensa que nada puede ir peor, mientras que el optimista sabe que siempre puede ser peor”. Para confirmar la paradoja, cuando amanece y se va la niebla, la patrulla descubre que no sólo se perdieron, sino que está cerca de las líneas serbias. La desesperada huida conduce a nuestro protagonista bosnio Ciki a una trinchera entre las dos líneas de fuego. Los serbios envían a un par de hombres para asegurarse de que están todos muertos, uno de ellos Nino es un debutante en el juego de la guerra. Y es entonces cuando se encuentran los dos enemigos irreconciliables. A partir de estos momentos tendrán que convivir al menos por unas horas hasta que su situación se aclare. Los diferentes cambios de poder nos muestran que ambos se comportan igual cuando tienen un arma en la mano. El director y guionistas Danis Tanovic nos muestra además que en una guerra no hay buenos y malos, que todos son ciudadanos iguales que por decisiones políticas de las que no entienden nada, se ven ahora pegándose tiros. Lo resumen todo a justificar quién empezó. En realidad son como niños que discuten. Pero pronto vemos que igual que son enemigos irreconciliables, tienen cosas en común. En este punto hay un diálogo sobre una ex novia de Ciki que era del pueblo de Nino, y que pienso podría haberse aprovechado un poco más para que ambos tuviesen más en común, y así conseguir que el espectador se sintiese un poco más identificado, para que cuando se produzcan las diferencias irreconciliables fuese aún más absurdo todo.
Pero el director prefiere abrir el guión y mete un par de subtramas. Por una parte uno de los soldados bosnios abatidos no esta muerto sino herido, pero el enemigo le ha puesto una mina debajo que al moverse puede estallar, y por otra entra en juego los soldados de la ONU que están desplazados allí, encabezados por un sargento concienciado, y por supuesto la prensa, que sigue los acontecimientos y que tiene pinchada la frecuencia de los cascos azules para presentarse en el lugar inmediatamente. A partir de este punto la critica se desplaza hacia la ONU, sus restricciones (sólo están en el conflicto como árbitros del partido) sus mandos, y sus relaciones con la prensa. Una noticia que informa de las decisiones de los políticos respecto a la guerra sirve de punto de inflexión y nos saca a la hipocresía de la “macropolítica”. Pero todo es una excusa para que el espectador valore que los que se enfrentan en las trincheras son gente de la calle que poco o nada tienen que ver con políticos que sólo aparecen en escena de manera simbólica para hacerse la foto, mientras viven seguros en sus chalets sin sentir en su piel las decisiones que ellos mismos toman. Además el director nos hace conscientes del poder de la prensa que obliga a tomar decisiones de maquillaje para que parezca que todo está bajo control.
El final tiene unas conclusiones previsibles cuando ha germinado la semilla del odio, y la imagen con la que termina la película debería hacernos reflexionar de que los únicos que pagan las consecuencias son siempre los mismos, mientras la ONU se marca una “victoria” mediática, que al final será lo que los espectadores que vemos el telediario sentados en nuestros cómodos sillones valoremos. Esto me hace reflexionar que hubiese sucedido si la prensa se hubiese enterado de la verdad. Tal vez lo que en aquella fantástica película de Wilder “”El gran carnaval” en la que acertadamente el personaje de Kirk Douglas explicaba que centrar la noticia en un hombre llega más al espectador, lo humaniza más que un millar de muertos. El caso es que la reflexión de ambas debería llegarnos, porque nosotros como espectadores hemos sido testigos aunque no lo haya hecho la prensa. Pero en este punto siempre inconscientemente justificamos nuestra conciencia pensando que lo que acabamos de ver es una ficción, igual que este artículo... al menos hasta que nos toque vivirlo en nuestra piel.
“En tierra de nadie” se llevó un merecido Oscar a la mejor película extranjera en el año 2002. Un reconocimiento tan justo por su valor cinematográfico como por su función de crítica a un sistema jerarquizado e injusto.
Víctor Gualda.
La película arranca con una patrulla Bosnia que se pierde buscando sus trincheras en la espesura de la niebla y la noche. El director nos presenta el tono de cómica amargura inmediatamente con un chiste que dice algo así como “-¿Qué diferencia hay entre un pesimista y un optimista?. –Que el pesimista piensa que nada puede ir peor, mientras que el optimista sabe que siempre puede ser peor”. Para confirmar la paradoja, cuando amanece y se va la niebla, la patrulla descubre que no sólo se perdieron, sino que está cerca de las líneas serbias. La desesperada huida conduce a nuestro protagonista bosnio Ciki a una trinchera entre las dos líneas de fuego. Los serbios envían a un par de hombres para asegurarse de que están todos muertos, uno de ellos Nino es un debutante en el juego de la guerra. Y es entonces cuando se encuentran los dos enemigos irreconciliables. A partir de estos momentos tendrán que convivir al menos por unas horas hasta que su situación se aclare. Los diferentes cambios de poder nos muestran que ambos se comportan igual cuando tienen un arma en la mano. El director y guionistas Danis Tanovic nos muestra además que en una guerra no hay buenos y malos, que todos son ciudadanos iguales que por decisiones políticas de las que no entienden nada, se ven ahora pegándose tiros. Lo resumen todo a justificar quién empezó. En realidad son como niños que discuten. Pero pronto vemos que igual que son enemigos irreconciliables, tienen cosas en común. En este punto hay un diálogo sobre una ex novia de Ciki que era del pueblo de Nino, y que pienso podría haberse aprovechado un poco más para que ambos tuviesen más en común, y así conseguir que el espectador se sintiese un poco más identificado, para que cuando se produzcan las diferencias irreconciliables fuese aún más absurdo todo.
Pero el director prefiere abrir el guión y mete un par de subtramas. Por una parte uno de los soldados bosnios abatidos no esta muerto sino herido, pero el enemigo le ha puesto una mina debajo que al moverse puede estallar, y por otra entra en juego los soldados de la ONU que están desplazados allí, encabezados por un sargento concienciado, y por supuesto la prensa, que sigue los acontecimientos y que tiene pinchada la frecuencia de los cascos azules para presentarse en el lugar inmediatamente. A partir de este punto la critica se desplaza hacia la ONU, sus restricciones (sólo están en el conflicto como árbitros del partido) sus mandos, y sus relaciones con la prensa. Una noticia que informa de las decisiones de los políticos respecto a la guerra sirve de punto de inflexión y nos saca a la hipocresía de la “macropolítica”. Pero todo es una excusa para que el espectador valore que los que se enfrentan en las trincheras son gente de la calle que poco o nada tienen que ver con políticos que sólo aparecen en escena de manera simbólica para hacerse la foto, mientras viven seguros en sus chalets sin sentir en su piel las decisiones que ellos mismos toman. Además el director nos hace conscientes del poder de la prensa que obliga a tomar decisiones de maquillaje para que parezca que todo está bajo control.
El final tiene unas conclusiones previsibles cuando ha germinado la semilla del odio, y la imagen con la que termina la película debería hacernos reflexionar de que los únicos que pagan las consecuencias son siempre los mismos, mientras la ONU se marca una “victoria” mediática, que al final será lo que los espectadores que vemos el telediario sentados en nuestros cómodos sillones valoremos. Esto me hace reflexionar que hubiese sucedido si la prensa se hubiese enterado de la verdad. Tal vez lo que en aquella fantástica película de Wilder “”El gran carnaval” en la que acertadamente el personaje de Kirk Douglas explicaba que centrar la noticia en un hombre llega más al espectador, lo humaniza más que un millar de muertos. El caso es que la reflexión de ambas debería llegarnos, porque nosotros como espectadores hemos sido testigos aunque no lo haya hecho la prensa. Pero en este punto siempre inconscientemente justificamos nuestra conciencia pensando que lo que acabamos de ver es una ficción, igual que este artículo... al menos hasta que nos toque vivirlo en nuestra piel.
“En tierra de nadie” se llevó un merecido Oscar a la mejor película extranjera en el año 2002. Un reconocimiento tan justo por su valor cinematográfico como por su función de crítica a un sistema jerarquizado e injusto.
Víctor Gualda.
1 comentario:
fue en la gran guerra.La tropa rusa y alemana, ante lo absurdo de la situación que estaban viviendo, saltaron de sus trincheras para fundirse en un amigable abrazo
A eso me ha remitido este magnífico filme
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