sábado, 6 de marzo de 2010

LOS LIMITES DEL CONTROL

Tiene algo que se me antoja impostado la última producción de Jarmusch, y sin embargo sigue conservando esa capacidad de atrapar con la imagen. Tal vez el encuadre y sus personajes ajenos al mundo que les rodea, pero muy integrados en sus propias existencias. Y es la suma de paradojas lo mejor de una película que hay que reconocer que si hubiésemos hecho cualquiera de nosotros no hubiese pasado del salón de la casa de un par de colegas.

Jarmusch es una caja de sorpresas, la evolución de su cine ha sido coherente dentro de su presunta independencia que le llevo de películas frescas sin presupuesto pero llenas de verdad, a otras con algo más de plata, pero más anquilosadas en “lo que esperamos de él”. Su última colaboración con Murray le dirigía directo a una producción media made in Hollywood, pero según sus propias palabras los atentados del 11 s le hicieron replantearse la que iba a ser su siguiente producción. En vez de eso se lanza con red a una producción menor casi minimalista que tampoco responde a su evolución por mucho que parezca una imagen reflejada de su propio cine. Retoma entonces la senda que inicio en “Ghost dog” que a su vez era una versión libre de “Le samurai” (El silencio de un hombre) Retoma entonces el personaje frío inexpresivo con los rasgos de Isaach De Bankolé para cumplir una misión sin concretar dada la naturaleza del propio protagonista.

Es entonces cuando esta road movie se mezcla con el falso thriller y crea un híbrido que no va a ninguna parte. Y digo esto porque de ser una posible obra maestra que mejorara su antecesora, se queda en un quiero y no puedo conceptual que no va a ninguna parte, o eso, o que mi reducida capacidad me impide analizar. Esta bien salirse de las convenciones, ya lo hizo Melville, pero le añadió un fin a su trama y a su silencioso personaje. La suma de compañeros de viaje peculiares en tierra española le hace doblemente guiri, al final los estereotipos pueden con una buena idea por lo nuevo de la narración. De la gran urbe a la casa apartada en el campo pasando por la ciudad media y el pueblecito (de la sociedad al individuo), de los cuadros premonitorios del museo a la realidad de los personajes. De la fantástica y fanática repetición a la nada. Salvan el film la fuerza de las imágenes, pero llamadme loco si pido un poco de sentido común a una trama que existe. El intercambio de cajas de cerilla nos lleva a un desenlace (por llamarlo de alguna manera). No se queda en la mera especulación, así que estaría bien que el ejercicio de minimalismo siguiera unos códigos como suspense, arco del personaje y crecimiento de la trama, que aquí son pura conjetura (y tal vez el valor añadido de la película.

Me llama la atención también el muestrario de freakis que circulan por las calles de nuestro país disfrazados de rubia peligrosa, de camello mejicano, de músico paranoico, de camarero simpático, de ninfomanía matahari. Paso de mencionar los créditos, pero todos ellos son actores solventes que aquí sobreactúan porque no saben de que va la vaina. Están dirigidos mediante el viejo sistema de no darles el guión y marcarles directamente la acción que ellos ejecutan como clowns. Es Jarmusch uno de mis directores favoritos y no voy a hacer leña, pero sin renunciar a la capacidad hipnótica de su cine, tengo que reconocer que esperaba mucho más, y si la película puede pecar de pretenciosa, se lo perdonamos porque sigue teniendo capacidades que otros nunca soñaron estando considerados grandes, la principal, dialogada por boca De Bankolé en el desenlace: la imaginación.

Víctor Gualda.

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