martes, 25 de noviembre de 2008

ESCONDIDOS EN BRUJAS

El gran acierto de esta película es el mismo que el de las películas de Tarantino. Mezclar el humor con la violencia. Y es que “Escondidos...” es deudora de los primeros metrajes del americano hasta tal punto, que la comparación con “Pulp Fiction” o “Reservoig Dogs” está garantizada. Por supuesto tiene variaciones. El hecho de que la película esté ambientada en Brujas, convirtiendo la ciudad en un personaje más, no hace otra cosa que crear una nueva escenografía distinta de las calles de L.A. o Nueva York. El punto intercontinental tiene su atractivo, y hay antecedentes claros. “Munich”, los Bournes, el mismo James Bond, o las dos primeras de Guy Richie en Europa, son ejemplos que prueban esta teoría. Y es que en el caso de la que nos ocupa, y a pesar de que se trata de una producción inglesa, está claro que el film busca atraer al público americano tanto como al europeo. Colin Farrell o Ralph Fiennes son actores de sobra conocidos a ambos lados del charco que pueden arrastrar al público a las salas. Además para aportar el punto de calidad interpretativa está el bueno de Brendan Gleeson.

El planteamiento es bien sencillo; dos asesinos a sueldo han tenido que desaparecer de Londres una temporada después de una cagada monumental. Poco importa en que consistía el trabajo. El director se limita a darnos antecedentes en la misma presentación de los personajes. El misterioso jefe ha decidido que Brujas es una ciudad perfecta para desaparecer. Por supuesto como en una buddy movie los personajes antagonistas se complementaran. Gleeson disfrutara de la visita y se interesará por la ciudad y su historia, mientras Farrell, demasiado joven e inquieto se aburrirá y buscará meterse en problemas como forma de redención
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Todo bien hasta este punto. El tono y los personajes ya están definidos. Una subtrama enterita para Farrel con historia de “amor” incorporada también. Pero el director necesita explicar al espectador, poner en antecedentes para que quede perfectamente justificado lo que sucederá en el segundo y tercer tramo de película. Así, un flash-back puramente explicativo servirá para tal efecto. El problema es que a estas alturas ya hemos visto suficientes películas para saber que las dudas morales y los actos extremos tienen unas consecuencias fijas, y a partir del recurso, no es difícil adivinar lo que va a suceder. Dicho y hecho. Está claro que toda acción tiene una reacción, y el caso de esta no es una excepción. Pero antes de que llegue el desenlace, el director y guionista Martín McDonagh ha trazado una trama circular que le da utilidad a cada personaje que ha aparecido en el metraje. La aparición del jefe Fiennes, un poco raro en este tipo de personajes cerriles con código moral absolutamente cerrado, es un tanto extraña pero funciona, más cuando se produce la paradoja de ser víctima de su propio código por una equivocación (en realidad parte del tono de la película). El intenso paciente ingles, resulta ser aquí un implacable que tiene una misión que cumplir. Los personajes que han ido apareciendo tendrán entonces la relevancia necesaria para que se produzca el desenlace... eso si, de forma que no se sale de la estructura convencional ni un segundo.

El director... o tal vez los productores consciente/s de que un final demasiado negativo no gusta al gran público, ha dejado un final ambiguo que invita a pensar que hay esperanza, pero lo cierto es que el plano final debe ser definitivo para que el protagonista expíe sus culpas (la base dramática de toda la película). Una segunda parte en la que apareciese Farrell sería poco menos que una tomadura de pelo... aunque si la película fuera americana y hubiese funcionado en taquilla, el fin justificaría los medios.

Por cierto, que si antes comentaba que la ciudad tiene su importancia y se convertía en un personaje más, no lo decía únicamente por el perfecto decorado que supone la vieja ciudad medieval belga, sino por el peso que tiene en el personaje de Gleeson, que toma un decisión moral basada en los cambios que se producen en él a partir de la visita de la ciudad. Como la evolución del personaje es más lenta que la de su socio, el cambio no choca. Poco a poco el espectador le ha cogido un cariño, aunque inconscientemente sepa cual será su destino. Es más, me atrevería a decir que las convenciones hacen que el destino del personaje sea convertirse en heroe precisamente para expiar la culpa, y es que el elemento religioso está muy presente en todo el metraje (el cura pecador, el asesinato en la iglesia, el campanario y su importancia en el desenlace...). Como colofón; el tópico absoluto. El rodaje del “baile de mascaras” (tal vez infierno) con personajes alegóricos, y la ambientación con la niebla son elementos que cierran el circulo de esta película sustentada en un guión de manual, de la que Syd Field desde Harvard seguro se mostrará orgulloso.

Una idea para guionistas para crear un texto original... Escribir en un papel todos los tópicos, ir planteándolos en el guión, pero resolverlos exactamente al contrario de cómo se hace en todas las películas. Fijo que el que lo haga triunfa, porque la costumbre actual de encorsetar los textos hace las películas demasiado previsibles.

Víctor Gualda.

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