martes, 4 de noviembre de 2008

EL QUINTETO DE LA MUERTE

Algo más de diez años antes del estreno de esta película, Capra ya había demostrado lo peligrosas que pueden resultar las inocentes ancianitas. Pero parece que Alec Guinness no vio “Arsénico por compasión” y decidió meter en su plan de robo del furgón, a la inocente Katie Johnson. También esta es una comedia negra, aunque al más puro estilo ingles. Producida por los estudios Ealing y dirigida por Alexander Mackendric, la historia y el guión corrieron a cargo de William Rose, que años después ganó el Oscar por “Adivina quién viene a cenar esta noche”

La estructura de “El quinteto de la muerte” es casi perfecta. La película está dividida en dos. Pero antes, ya el arranque es una maravilla de concreción. En la primera secuencia el guionista ya nos ha presentado a la protagonista sobre la que gira toda la trama, y el tono. Todo ello en apenas un par de planos. Aquel en el que la inocente viejecita se acerca a saludar a un bebe y este comienza a llorar despavorido, antes de entrar a la comisaría de policía para contar una historia de ovnis. A continuación, en el más puro estilo expresionista, la sombra amenazante que la observa desde las esquinas, toma la forma de un Alec Guinness apenas reconocible por el esperpéntico maquillaje, y la intención de alquilar un cuarto para ensayar con su quinteto de cuerda. El grupo lo completan, la amenazante presencia de Peter Sellers y Herber Lom (ambos coincidirían luego en “La pantera rosa”) Danny Green y Cecil Parker.

Como decía la película se divide en dos. Después de la presentación entendemos que el grupo lo único que pretende es robar un furgón de dinero. Así la motivación de la historia es la ambición de nuestros protagonistas y el atraco. En apenas una hora de metraje ya ha pasado de todo a base de sketch sobre la línea argumental. Pero una vez llevado a cabo el plan con la involuntaria ayuda de la anciana, la motivación está a punto de tomar un giro de ciento ochenta grados, y a partir de que todo el “pastel” se descubre, es la codicia la que toma protagonismo. En esta segunda parte, la trama sufre una aceleración aun mayor si cabe hasta el, tal vez a estas alturas, previsible desenlace. Y es que si hay que ponerle algún pero a esta maravilla, es que a pesar de que no deja de haber giros a lo largo de toda la trama, algunas secuencias se hacen algo pesadas por la repetición del gag, de forma que se produce una paradoja curiosa, y es que el ritmo interno de algunas secuencias es fallido, mientras el ritmo total de la obra es fantástico.

Me gustaría además destacar la fotografía de Otto Séller, que utiliza a la perfección el Technicolor con colores contrastados y sombras muy acentuadas que no molestan al tono de comedia y aportan el punto siniestro que tiene además la película, me encantan además las viejas transparencias. Pero por encima de todo, a recordar el travelling lento sobre a habitación ocupada por los instrumentos, mientras de fondo suena las Cuatro Estaciones.

De la versión que hicieron los hermanos Coen en 2004 hay poco que decir. En realidad se limitaron a copiar de mala manera la estructura dramática (que siguen casi al milímetro). La pena es que no supieron interpretar las claves de la película y se limitaron a utilizar el tono de comedia (que por mucho que insistan no es precisamente su género fuerte) Así, se perdió por el camino la tensión dramática de la original, la mezcla de géneros, la fantástica ambientación, e intentando mejorar el ritmo con la presentación del grupo de ladrones, ralentizaron la acción, de forma que se perdió parte del ritmo original. Además la motivación de los personajes después de conseguir su objetivo no es la codicia, sino la estupidez. En esta no han utilizado a la abuela para su plan (únicamente la casa desde la que hacen el robo) mientras que en la versión de Mackendric la involucraban en una inolvidable secuencia que mezclaba suspense con comedia a la salida de la estación. Tampoco es comparable Tom Hanks con Alec Guinness, pues si el británico está algo sobreactuado, no desentona con el tono general, mientras que el americano resulta pesado con sus largas parrafadas... en definitiva, como dijo Billy Wilder después de su remake ”Primera Plana” de la original “Luna Nueva”... (más o menos) -...nunca la tenía que haber hecho, si la primera era una obra maestra y no había nada nuevo que aportar-.

Víctor Gualda.

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