viernes, 20 de febrero de 2009

LA MADRE MUERTA

Por fin alguien se ha decidido a editar dos obras emblemáticas del cine español. Y es que hay que dar las gracias a Avalon por atreverse a presentar en edición de lujo, con tres discos, las dos primeras películas de Juanma Bajo Ulloa. “Alas de mariposa” y “La madre muerta” son dos películas que ayudan a entender cual era el camino que a principios de los noventa tomó el cine español, aunque luego se desinflara para no volver a recuperar el vuelo. Directores como Juanma, De la Iglesia, Medem, Calparsoro, Amenabar algo más tarde, hacen una reinterpretación de nuestro cine, dejando a un lado los temas tradicionales y los estereotipos, y se atreven a acercarse al mejor cine americano tanto en su contenido, como en la forma. “La madre muerta” es para mi, la cima de ese cine rompedor lleno de energía, y tal vez “El manso”, la película que nunca llego a hacer Bajo Ulloa (aunque la reinterpretaran otros) supuso el fin de ese cine de calidad, para dar paso a otro cine tan inevitable, como decadente, del que también el director vasco abrió la puerta con “Airbag”.

“La madre muerta” es un cuento, pero no un cuento edulcorado como los que nos ha vendido Disney, en los que los buenos siempre triunfan. Es un cuento en el que los depredadores, están hechos para sobrevivir, pero en el que las criaturas inocentes son además ambiguas y crueles. La primera secuencia va al grano. No se anda con rodeos. La mejor forma de presentar a un personaje es lo más cerca posible del final, e Ismael da paso en un prólogo al final de una historia que inevitablemente da paso a otra. Una historia de amor imposible entre un asesino sin escrúpulos, con su propio código moral que le obliga a ser duro en un mundo implacable y una niña, Leire, que ya no lo es, con la que tiene una deuda pendiente. Pero para que el imprescindible circulo se cierre, hace falta un tercer personaje, la necesaria y enamorada novia de Ismael, Maite, dispuesta a cualquier cosa para no perder el amor de su hombre (en el sentido más masculino y visceral del término) Una vez completado el circulo no hay marcha atrás.

Es maravilloso ser voyeur voluntario de esta historia de amor imposible, y sufrir por Leire, pero también por Ismael y por Maite. El espectador intuye que es imposible que la cosa llegue a buen puerto, pero una vez que el director te ha introducido en el mundo cerrado de los personajes, ni la violencia, ni la visceralidad, ni el gris de la maravillosa fotografía (por no decir atmósfera) que crea Aguirresarobe , ni los símbolos repartidos a lo largo de todo el metraje, ni la música orquestal implacable de Bingen Medizabal, pueden frenar esta trama que tiene todos los elementos que algunos pedimos al cine como forma de expresión. Nada de traumas de infancia explicados a cámara. Nada de artificios grotescos en las relaciones. Los personajes deben tener su pasado, pero el halo de misterio que les rodea te hace imaginar, mientras estás metido de lleno en una historia paradójica de principio a fin. Es fácil identificar los estereotipos, pero las estrellas se conjuntaron para hacer que la interpretación de Karra Elejalde y la de Ana Alvarez esté en el cielo de los privilegiados que han trascendido a su personaje. La de aquellos actores referente que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en actores imprescindibles. Es una pena que nuestro cine no esté capacitado para ser industria ni arte, ni nada, porque sino, estos señores que se reunieron hace diecisiete años e hicieron esta obra maestra, ahora tendrían todos los premios reconocimientos y títulos que otros tienen con mucho menos.

“La madre muerta” no es una obra para alquilar. Ni para bajar de Internet. Es una obra para comprar, revisar y disfrutar con mimo cada cierto tiempo. Hay que agradecer a Avalon y a Juanma haber editado esta maravilla de tres discos en los que se incluye un documental, el cortometraje “El reino de Víctor” y la maravillosa banda sonora original de Bingen Mendizábal. Ojala pronto podamos ver y disfrutar de una nueva película de Bajo Ulloa, porque es uno de los pocos directores que siente el cine como algo más que un medio para hacer dinero.

Víctor Gualda.

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