
Para ello, que mejor forma que una de las mejores secuencias de presentación de la historia del cine. La que ya ha pasado a los libros de historia del cine en la que el mismo director actúa como maestro de ceremonias dando el pistoletazo de salida al significado de “Like a virgin”. Poco importa lo que en el fondo diga la letra de la canción, con toda la naturalidad de una conversación entre tipos de los que desconocemos su profesión, pasamos de Madonna a por qué el personaje de Steve Buscemi no deja propinas, para luego, cuando ya tenemos alguna de las claves de los protagonistas, crear mitología con los personajes de espíritu retro, vestidos con sus finas corbatas y trajes negros a ritmo de la música que es otro de los elementos clave de las películas del director. Y es que la mitomanía hace de Tarantino un particular fanático.
La estructura se vale de la elipsis para que de golpe entremos en la huida del fallido atraco. Cada personaje escapa hacia un lado para reunirse en el hangar concretado como punto de encuentro. A partir de aquí la estructura estará centrada en dos puntos. Tratar de averiguar quien es el infiltrado, y hacer un repaso a partir del cambio de punto de vista (anunciado mediante crédito) de cada protagonista. De esta forma vamos a saber quien es quien, y vamos a introducir los elementos necesarios para que avance la trama. En realidad es aquel recurso que tantas alabanzas le valió en Pulp fiction, pero que en esta alcanza el mayor grado de perfección, porque en ningún momento el espectador es consciente del recurso. Tarantino fue alabado por la crítica internacional, pero en realidad, el gran merito del director es su cinefilia, que le lleva a copiar al mencionado Godard, del que ahora reniega, pero que ha supuesto uno de los referentes más influyentes de su primer cine, probablemente el mejor.
La naturalidad de la estructura, le lleva a introducir un punto de giro fundamental a la hora de metraje. Aquel en la que conocemos la identidad del infiltrado. A partir de este momento, la tendencia natural hubiese sido que el film decayera hasta el desenlace. En vez de eso, consigue un crescendo hasta el enfrentamiento final con algunas de las mejores secuencias de la película. Aquella que define como debe interpretar un actor, maravillosamente enlazada con los ensayos en su propia casa, y con la actuación delante de los atracadores como si de un monologista de televisión se tratara, en una secuencia en la que imaginariamente vemos la situación que el personaje explica. Todo maravillosamente entrelazado para que sin saltos lleguemos al necesario desenlace.
Una obra capital que abrió la puerta de los imitadores de una industria necesitada de guías a los que seguir. Porque una cosa es la intertextualidad de la que Tarantino hace gala, y otra bien distinta es la copia por copia. Fantástico debut que merece ser añadido a las devedetecas del buen aficionado al cine.
Víctor Gualda.
1 comentario:
Me parece que en Reservoir Dogs Tarantino actúa como cuando un buen director de actores sujeta a un gran actor con tendencia a la sobreactuación. R D es puro Tarantino pero sin las superpajas que se ha hecho después, quizá gracias a la timidez que supone debutar. Conmovedora la relación entre el noble Keitel y Roth. Inolvidalbe peli.
Jesús Raza
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