lunes, 24 de marzo de 2008

LA EVASION

No se trata de una película de fuga de presos más. “La evasión” tiene algo que la hace especial. Ya la presentación es atípica. Uno de los protagonistas, tal vez el de mayor carisma, arregla un coche en un descampado a las afueras de Paris, y se dirige a la cámara para contarnos que se trata de una historia real vivida en primera persona sobre la fuga que el mismo protagonizó en 1947 de la prisión de La Santé (descrita en la novela de José Giovanni). No sólo eso, sino que nos cuenta que el narrador, el lápiz que va a delinear la historia, es Jacques Becker, director de la película. Con lo cual de manera indirecta está introduciendo al director como un personaje más.

Luego entraremos en la cárcel por medio (como punto de vista introductor) de un personaje “nuevo”, un recién llegado a una celda ya compartida por cuatro personajes que serán los protagonista de la historia. La presentación de cada uno de ellos se hace a grandes rasgos y sirve al espectador para conocerlos tanto a ellos, como al joven recién llegado. Esta presentación como decía es a grandes rasgos, ya que la importancia de la trama se centra en el grupo como unidad, no en los personajes individuales, como lo era la película del compatriota Bresson “Un condenado ha muerte se ha escapado” (valga de pequeño homenaje sin animo de comparar). Aun así inmediatamente vemos los roles; el ideólogo carismático del grupo es el personaje que conocimos en la presentación, el duro, el desconfiado con alma de líder, el simpático conciliador. La llegada del nuevo les hace desconfiar. Por su aspecto vemos que el recién llegado es un niño bien, que parece haberse colado por equivocación en aquella cárcel. Inmediatamente nos damos cuenta que nuestros protagonistas están tramando algo. Paneles de cartón para fabricar cajas son una excusa para ocultar un trabajo que aún no han iniciado. El espectador intrigado se pregunta como piensan arreglarse para huir de una cárcel en la que vemos que las redadas, y las vigilancias de seguridad son constantes.

Pero esta no es una película que pierda el tiempo en elucubraciones. Prescinde prácticamente de elipsis y el ritmo es frenético. Nuestro protagonista carismático, Jean Keraudy desmonta alguna de las tablas del suelo en una esquina de la celda, y con una pieza de la cama plegable de la pared (que en realidad ninguno de ellos utiliza porque duermen en el suelo) comienza a excavar. Todos colaboran en la acción. Dejan a un lado al recién llegado, y a pesar de que este cuenta cual es “su crimen” (algo menor en realidad). Él es el único que cuenta su motivación, introduciendo así una subtrama con personajes a los que probablemente nunca veremos. El resto de los presos no cuentan sus motivos. A fin de cuenta, el director no quiere que los juzguemos moralmente por sus delitos, sino por su afán e involucración en la fuga. No hay más acciones dramáticas, no hay más subtramas. El objetivo es uno, y lo demás no tiene importancia. Sólo se introducen pequeños capítulos para enriquecer la trama en acciones puntuales para conseguir material para la fuga. Ya en el arranque y presentación, la construcción de un “periscopio” para vigilar la llegada de los guardias. La obtención de un par de frascos del botiquín para fabricar un reloj de arena. La construcción con las cajas de cartón e hilo de un sistema para disimular la presencia de dos de los personajes en el colchón de la celda mientras en realidad están cavando, la construcción por parte del líder de una llave maestra etc...

Llama poderosamente la atención que las escenas en la que los presos cavan sean tan realistas. De forma que el espectador se involucra con ellos. Los planos son largos. Los actores están cavando de verdad, eludiendo durante largos tramos las elipsis y aportando credibilidad a cada golpe. Cada minuto es una avance. El director juega muy bien con la tensión dramática y el suspense. Es fácil ponerse en la piel de los prófugos, es fácil querer que se escapen. Una secuencia en la que toda la tensión se acumula en un registro. Una secuencia sobre la verdadera justicia dentro de el micro mundo de la cárcel cuando unos fontaneros les roban el tabaco y unos sellos, y el vigilante (con mando) les permite ejercer como Justicia. En este punto es importante señalar que Becker huye de estereotipos y convierte en humanos a los carceleros. Nada de celdas de aislamiento y recursos fáciles, nada del manierismo de otras películas de fugas. La secuencia más emocional cuando el duro del grupo le confiesa al líder que no puede huir por no darle un disgusto a su madre. La aparición de la subtrama de la novia del preso pijo a la que conocemos en el locutorio de visitas y muestra que es una niña cretina malcriada y que para ellos la cárcel es un juego de niños, como un castigo de colegio por portarse mal. El mismo personaje que confesaba a sus compañeros que había madurado desde que comparte celda con ellos... aunque no lo suficiente.

El trabajo está llegando a su fin. Dos de los personajes hablan de cogen un taxi que pasa junto a ellos. No añadiré más. Sólo salvar unas cuantas imágenes increíbles de la película. Un derrumbamiento, y un primer plano de las manos de dos de los protagonistas que se entrechocan como símbolo de lo que les une, del compromiso, del trabajo en equipo, de los sentimientos. Una secuencia donde vemos a un grupo de guardias a través del periscopio improvisado, y un final predecible, pero no por ello menos alucinante, con sólo dos palabras, y un gesto que dicen más que muchas películas enteras. El director de la cárcel mientras se va de los pasillos señalando una celda, y las palabras -pobre Gaspar- de Jean Keraudy. No hace falta más. Es difícil hacer una critica de esta película sin desentramar toda ella. Es difícil que se entienda esta crítica sin haberla visto. Por eso, lo mejor es que el lector ávido de descubrir nuevas joyas se apresure a verla. No se arrepentirá. Es una pequeña obra maestra. El legado del director que murió meses después de concluir la que probablemente sea su mejor película.

Víctor Gualda.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Margüita dijo:
La película en si es una gran lección de honor, de consistencia, de personalidad. Y por ahí engancha, pero creo que justo ahí está el truco. En tu opinión, la presentación de los presos es superficial porque lo verdaderamente importa, es el grupo como unidad, como suma de sus elementos. Sin embargo, yo creo que esa es la estrategia más fácil para hacernos olvidar su condición de presos. Nos olvidamos de sus delitos (nunca los llegamos a conocer) y así resulta más fácil desear con todas nuestras fuerzas cavar un túnel con ellos. Sin embargo, el director sí nos presenta al personaje "pijo", como tu lo llamas (yo lo titulé de "afrancesado"). De él si sabemos por qué merece estar ahí. Y sólo por eso, él ya es distinto. Nunca podremos verle como a uno más.

Y ya con tono de humor, dos notas. La primera, que hay momentos en que ni el propio McGiver. La segunda, que aveces dudo si a los presos se les da un mapa de la carcel cuando entran, porque parece un elemento común en todas películas de este género. Ah, y una tercera. En esa cárcel estaban todos sordos, porque menuda escandalera!

Anónimo dijo...

Te has quedado corto en lo de "pequeña obra maestra".
Prescindiendo prácticamente de las elipsis consigue un ritmo hipnótico.Esla quintaesencia del cine de fugas,una sinfonía de ruidos y manos.
El tono panegírico lo justifico:Becker, discípulo de Renoir, falleció antes de terminar el montaje de la peli.
"Paris, Bajos fondos" es otra maravilla de película.
Zero

Anónimo dijo...

Apenas recuerdo el filme, lo tengo entre brumas.
Por los comentarios vuestros, pienso que el director en su presentación, haya querido mostrarnos su simpatía hacia personas que transgreden una leyes promulgadas para aherreojarles.Sobre otras gentes, que se saltan esas mismas leyes,pensadas desde su origen para su favor

Anónimo dijo...

Fe de errata: En el comentario anterior donde dice aherreojarles debería de decir aherrojarles

Anónimo dijo...

Margüita dijo:

Si a lo que te refieres es la, llamémosla arbietrariedad, del sistema judicial, estoy completamente de acuerdo contigo en que esa es la realidad diaria.
Sin embargo, no creo que ese sea exactamente el planteamiento de la película. Aunque si vuelvo a verla, intentaré tenerlo en cuenta.

Anónimo dijo...

Por si puedo ayudar a desentrañar:
Becker fue hijo de la alta sociedad, y los que han coincidido con él contaban que era un gentleman(como curiosidad,en "La gran ilusión", donde fue ayudante de Renoir, hace un cameo de militar británico, y si no recuerdo mal, hay una acción con un reloj de pulsera donde muestra su carácter aristocrático).
Seguramente Becker haya descargado culpabilidad de clase en el personaje de Gaspar.
Pero no creo que allí se halle el quid, sino en uno de los leitmotivs de su cine:la nobleza,la camaradería(muy propia del hampa,por otro lado).
Así, nos muestra cómo "Roma no paga traidores" en ese final en que el propio alcaide hace degradar moralmente a Gaspar, con la genial metonimia de la corbata.
Zero.

Anónimo dijo...

Me refiero a que la ley en la historia,ha sido y sigue siendo, un instrumento de legitimación de "costumbres, intereses, privilegios, formas de sentir, etc... de un grupo(dictadura)o de varios(democracia),privilegiados de la sociedad".
No más de un uno por ciento de los miembros de esos grupos pisa nunca la carcel
No se si Becker intentó hacer una metáfora sobre la solidaridad humana, en el intento se salir de esa terrible prisión.A mí me gusta pensar que así fue

Anónimo dijo...

Creo que todos teneis razón, y no pienso que esteis diciendo cosas diferentes. Es más, creo que todas ellas se complementan. Lo cierto es que Becker hace una critica de clase (incluso autocrítica) ya que el traidor es el "pijo". Pero también creo que en el caso de la película es circunstancial. Si el director utiliza lo utiliza en la película es para que nos sintamos más identificados con el grupo y veamos el elemento diferencial. A fin de cuentas, no sólo conocemos el delito del "pijo", sino que además vemos que es una tonteria. Pero me gustaría rescatar la secuencia en la que el pijo se da cuenta que son "buenos tipos" y así lo reconoce. El problema es que es un niño cobarde (tal vez este condicionado por la clase, pero no lo creo). Y actua como tal al final. Pero incluso en la genial secuencia del director y la corbata (completamente de acuerdo con Zero)creo que el personaje aprende. El problema es que lo hace a costa de "los buenos", y eso no nos gusta.
Bi

Anónimo dijo...

Margüita:
Bueno, bueno... El propio Becker no se creería el suculento debate que ha suscitado su presentación de los personajes!

Última nota por mi parte (o eso creo). Gaspar no es un niño bien, de alta sociedad. Al menos no desde la cuna. Recordemos que él es mecánico de coches y VIVE DE su mujer. Es su mujer la que tiene el dinero. La que tiene el status del que él también se sirve. Pero en eso, como en su comportamiento dentro del grupo de celda, es un personje interesado, que se mueve por su propia conveniencia. EN la película lo vemos varias veces. Si el día que por primera vez vio la calle desde la alcantarilla hubera estado solo... alguien duda que se habría ido dejando atrás al resto grupo?

Anónimo dijo...

No solo Gaspar, todos los personajes de la celda se mueven a conveniencia."La de salir del submundo en que están inmersos de nacimiento". La diferencia es que Gaspar lo intenta apoyado en la individualidad de su figurada inteligencia, mientras los demás lo buscan por medio de su adición al grupo.
Y ya si que me escapo por el foro