“... una vez te chingas y otra te jodes"... Qué bonito es el cine cuando se basa en una idea sencilla, puede que tópica, pero bien llevada y sin preteciosidades. Incluso se pueden mezclar los tonos sin que la sinfonía desafine (perdón por el juego de palabras facilón). Ese es el caso de la película que nos ocupa. Situada en mitad de ninguna parte entre la comedia y el drama, la producción mejicana basada más en el ingenio que en la originalidad, es una de esas películas de fina e irónica crítica al sistema, con grandes dosis de situaciones cómicas más en el fondo que en la forma (que también está muy bien cuidada). Una de esas películas que hacen disfrutar y reflexionar a partes iguales. Lo cual no es tan frecuente como debería. Y es que cuando las cosas no se pueden arreglar, al menos vamos a reírnos con conciencia.
Ambientada en los años 40, ya el arranque es ágil y bien llevado. Y no me refiero a la secuencia que sirve (casi) como recurso habitual para cerrar más tarde el circulo. Me refiero al encadenado de personajes que hacen llegar desde uno de los miembros de más poder de la jerarquía del PRI hasta el más humilde de los afiliados que trabaja en una cacharrería, Juan Vargas. El motivo no puede ser otro que utilizarle de conejillo de indias en un pueblo de campesinos, San Pedro de los Saguaros, para que asuma la alcaldía dejada por el depuesto alcalde a base de machete. Es fácil hacerse a la idea de que el buen hombre ha llegado colmado de buenas intenciones y con ganas de sacar adelante el pueblo. Pero las costumbre o tradiciones (las personas en realidad) hacen que sea imposible llevar a buen puerto esas buenas intenciones y pronto se encuentra con las autoridades competentes. Osease, el cura, el médico, la meretriz... las decisiones se le volverán en su contra y tendrá que pedir consejo a sus superiores. Que le dotan de los dos instrumentos que necesita cualquier gobernante que se precie. La constitución, y el revolver, para hacer la conveniente interpretación de la ley. El resto casi se lo pueden imaginar. El duro ascenso político, por el bien del pueblo al que exprimir por medio de impuestos y chantajes. Pero el aprendizaje es duro porque es de ida y vuelta, y también a él le pasará factura. Una vez metido en la bola ya todo da un poco igual, se pierde la perspectiva y todo vale. Ello origina las situaciones más inverosímiles. Y es que gobernar para llevar el progreso social es difícil si no se cuenta con la financiación adecuada. Un poste casi como monumento se instala en la inexistente plaza del pueblo, y sirve de símbolo del progreso en forma de electricidad que el PRI va a traer. Para ello la extorsión es el mejor de los métodos de financiación de la decrepita economía del lugar. Al menos hasta que los contribuyentes se revelen. Es entonces cuando hay que, en nombre del bien común, utilizar la pistola. Luego basta con un conejillo de indias como excusa para que pague el pato (aprendizaje vivido en carne propia). Pero no nos adelantemos.
Interesante, a pesar de su obviedad es la subtrama que simboliza a los norteamericanos con uno de ellos como socio de la alcaldía. "El gringo"que ayuda a nuestro protagonista cuando el coche se le queda tirado en mitad de la nada. Pero la ayuda no es ni gratuita, ni desinteresada... ni siquiera es ayuda. Como las arcas del ayuntamiento aún no están saneadas (la secuencia pertenece al primer tramo del metraje), Vargas le promete pagarle en un futuro no muy lejano. Por supuesto el americano, símbolo de un país, reclama la deuda, y como no hay presupuesto, el mejicano le ofrece cobrar a través de su ayuda para hacer llegar el manido progreso. Como reflejo de la política exterior de un país no está nada mal. El cargo además no le deja tiempo a nuestro protagonista para atender sus obligaciones maritales, demasiado ocupado con las prostitutas. Ella se tomará la justicia por su mano y se dejará llevar por el canto de sirenas del sueño americano.
El desfase es tan grande, que cuando los enemigos tratan de pararle, Vargas ya está metido en una rueda de la que no puede salir. Ha llegado el momento de quedarse con todo, y para ello lo mejor es eliminar a sus enemigos con las artes más viles. A la proxeneta a base de hierro, al médico-oposición a base de acusaciones y bulos de pederastia. Todos tienen algo que ocultar, así que no será difícil hacer el trabajo. Cuando el camino está libre ya se puede llegar al extremos para reventar todo, no hay oposición ni control posibles así que tonto el último, lo que lleva al inevitable alzamiento con el que arrancó el metraje. Los aliados ocasionales, me refiero a la iglesia, claro, en un claro y buen reflejo de su "moral" se posicionan con facilidad a donde mejor les sopla el viento, al fin y al cabo, el cura entiende que el exceso de presión sobre los campesinos les va a dejar sin nada y él no podrá comprar su coche de importación americano. Y es que la humildad está hecha para los fieles, no para los curas. La situación estalla cuando las elecciones para gobernador son perdidas, y en plena huida, el jefe del protagonista. Aquel que le había dado la constitución (muy buenas también las secuencias en las que Vargas rompe las páginas y crea sus propias leyes)... y la pistola, pasa por el pueblo para “remendar” el desastre. Remiendo que consiste en llevarse el dinero que nuestro protagonista ha ido "ahorrando". Esto es superior a la “moral” de cualquier político, y el descontrolado alcalde no lo puede permitir. Un epílogo más que genial, con fantástica paradoja incorporada, da fin a una película cuyo argumento es extrapolable en mayor o menor medida a casi todos los países en los que la democracia es ejercida por sátrapas. En el nuestro todos recordamos casos.
El cine mejicano está en alza. Lo curioso (como me comentaba una socia psicóloga), es que aparte de ser un cine fronterizo (tan de moda en los últimos tiempos), tiene la peculiaridad de ser muy duro con ellos mismos. Autocrítico y autofustigador, carga moral que la cinematografía de casi ningún país soporta. Sólo hace falta ver producciones como esta misma, “Padre Nuestro” o “Babel” para entenderlo. “La ley de Herodes” alcanzó tal repercusión en Méjico (1999), que el presidente de la época Ernesto Zedillo logró vetar la exportación de la película (como un personaje más)... al menos hasta un año después, momento en que terminó su periodo presidencial. De cualquier forma como hemos indicado en otras ocasiones, el cine es un reflejo fiel de la mentalidad colectiva de cada país, unos prefieren exonerarla, y otros auntoengañarse.
Víctor Gualda.
Ambientada en los años 40, ya el arranque es ágil y bien llevado. Y no me refiero a la secuencia que sirve (casi) como recurso habitual para cerrar más tarde el circulo. Me refiero al encadenado de personajes que hacen llegar desde uno de los miembros de más poder de la jerarquía del PRI hasta el más humilde de los afiliados que trabaja en una cacharrería, Juan Vargas. El motivo no puede ser otro que utilizarle de conejillo de indias en un pueblo de campesinos, San Pedro de los Saguaros, para que asuma la alcaldía dejada por el depuesto alcalde a base de machete. Es fácil hacerse a la idea de que el buen hombre ha llegado colmado de buenas intenciones y con ganas de sacar adelante el pueblo. Pero las costumbre o tradiciones (las personas en realidad) hacen que sea imposible llevar a buen puerto esas buenas intenciones y pronto se encuentra con las autoridades competentes. Osease, el cura, el médico, la meretriz... las decisiones se le volverán en su contra y tendrá que pedir consejo a sus superiores. Que le dotan de los dos instrumentos que necesita cualquier gobernante que se precie. La constitución, y el revolver, para hacer la conveniente interpretación de la ley. El resto casi se lo pueden imaginar. El duro ascenso político, por el bien del pueblo al que exprimir por medio de impuestos y chantajes. Pero el aprendizaje es duro porque es de ida y vuelta, y también a él le pasará factura. Una vez metido en la bola ya todo da un poco igual, se pierde la perspectiva y todo vale. Ello origina las situaciones más inverosímiles. Y es que gobernar para llevar el progreso social es difícil si no se cuenta con la financiación adecuada. Un poste casi como monumento se instala en la inexistente plaza del pueblo, y sirve de símbolo del progreso en forma de electricidad que el PRI va a traer. Para ello la extorsión es el mejor de los métodos de financiación de la decrepita economía del lugar. Al menos hasta que los contribuyentes se revelen. Es entonces cuando hay que, en nombre del bien común, utilizar la pistola. Luego basta con un conejillo de indias como excusa para que pague el pato (aprendizaje vivido en carne propia). Pero no nos adelantemos.
Interesante, a pesar de su obviedad es la subtrama que simboliza a los norteamericanos con uno de ellos como socio de la alcaldía. "El gringo"que ayuda a nuestro protagonista cuando el coche se le queda tirado en mitad de la nada. Pero la ayuda no es ni gratuita, ni desinteresada... ni siquiera es ayuda. Como las arcas del ayuntamiento aún no están saneadas (la secuencia pertenece al primer tramo del metraje), Vargas le promete pagarle en un futuro no muy lejano. Por supuesto el americano, símbolo de un país, reclama la deuda, y como no hay presupuesto, el mejicano le ofrece cobrar a través de su ayuda para hacer llegar el manido progreso. Como reflejo de la política exterior de un país no está nada mal. El cargo además no le deja tiempo a nuestro protagonista para atender sus obligaciones maritales, demasiado ocupado con las prostitutas. Ella se tomará la justicia por su mano y se dejará llevar por el canto de sirenas del sueño americano.
El desfase es tan grande, que cuando los enemigos tratan de pararle, Vargas ya está metido en una rueda de la que no puede salir. Ha llegado el momento de quedarse con todo, y para ello lo mejor es eliminar a sus enemigos con las artes más viles. A la proxeneta a base de hierro, al médico-oposición a base de acusaciones y bulos de pederastia. Todos tienen algo que ocultar, así que no será difícil hacer el trabajo. Cuando el camino está libre ya se puede llegar al extremos para reventar todo, no hay oposición ni control posibles así que tonto el último, lo que lleva al inevitable alzamiento con el que arrancó el metraje. Los aliados ocasionales, me refiero a la iglesia, claro, en un claro y buen reflejo de su "moral" se posicionan con facilidad a donde mejor les sopla el viento, al fin y al cabo, el cura entiende que el exceso de presión sobre los campesinos les va a dejar sin nada y él no podrá comprar su coche de importación americano. Y es que la humildad está hecha para los fieles, no para los curas. La situación estalla cuando las elecciones para gobernador son perdidas, y en plena huida, el jefe del protagonista. Aquel que le había dado la constitución (muy buenas también las secuencias en las que Vargas rompe las páginas y crea sus propias leyes)... y la pistola, pasa por el pueblo para “remendar” el desastre. Remiendo que consiste en llevarse el dinero que nuestro protagonista ha ido "ahorrando". Esto es superior a la “moral” de cualquier político, y el descontrolado alcalde no lo puede permitir. Un epílogo más que genial, con fantástica paradoja incorporada, da fin a una película cuyo argumento es extrapolable en mayor o menor medida a casi todos los países en los que la democracia es ejercida por sátrapas. En el nuestro todos recordamos casos.
El cine mejicano está en alza. Lo curioso (como me comentaba una socia psicóloga), es que aparte de ser un cine fronterizo (tan de moda en los últimos tiempos), tiene la peculiaridad de ser muy duro con ellos mismos. Autocrítico y autofustigador, carga moral que la cinematografía de casi ningún país soporta. Sólo hace falta ver producciones como esta misma, “Padre Nuestro” o “Babel” para entenderlo. “La ley de Herodes” alcanzó tal repercusión en Méjico (1999), que el presidente de la época Ernesto Zedillo logró vetar la exportación de la película (como un personaje más)... al menos hasta un año después, momento en que terminó su periodo presidencial. De cualquier forma como hemos indicado en otras ocasiones, el cine es un reflejo fiel de la mentalidad colectiva de cada país, unos prefieren exonerarla, y otros auntoengañarse.
Víctor Gualda.
1 comentario:
Margüita dijo...
No está nada mal que esta película nos llegue en plena campaña electoral española y americana (bueno, y también por ejemplo en Malta. Si si, la del whisky).
Qué acertada y sencilla crítica a la pseudodemocracia, en este caso Mexicana (aunque extrapolable a "más de varios" países), donde se muestran valientemente y sin tapujos los símbolos políticos del gran roedor mexicano: el Partido Revolucionario Institucional, alias el PRI. Vuelvo a insistir, elementos totalmente extrapolables a otras democracias y a otros partidos.
La evolución del personaje no podría ser más acertada en mi opinión. Primero nos encontramos un humilde hombre, sin identificación política pero con ambición (e ilusión) de progreso que aterriza en medio de la nada, pero que a un segundo de salir huyendo de semejante desierto nativo decirde quedarse siguiendo el consejo de su mujer (no menos ambiciosa): "allí no eras nadie, aquí eres el jefe".
Y así es como nace una especia de "Robin del desierto", consciente de la injusticia social, que roba a los ricos en pro de los pobres. A este justiciero social (que tan sólo tendrá por encima a "la Iglesia", la cual saldrá intacta en todo momento) le sigue la figura del Dictador benevolente: aquel que impone su decreto porque cree saber mejor que el pueblo lo que es bueno para el pueblo. Y así, bajo el manto del progreso y la justicia social, hace y deshace a su antojo. Pero este dictador también se desfigura y se convierte en Tirano, última versión de una decrépita carrera política donde todo vale.
Sin embargo, todo le sale bien a este progratonista, porque nada hay más fructífero que ser un político oportunista y sin ideales. Así que lo que hagas mal aqui, sea bienvenido allí. Sólo hay que estar a atento para ver llegar la ola.
Crítica afinada y puntera. Buenísima. Aunque yo sí cambiaria una cosa de la moraleja ley de herodes. Lo que vemos en la película es más bien un "o chingas, o te joden".
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