viernes, 28 de marzo de 2008

"LEONES POR CORDEROS" CONTRA "ONCE"










A priori comparar estas dos películas es como comparar la noche y el día. Ambas pertenecen a este “arte-negocio” llamado cine, pero en realidad, tienen algo muy importante en común. Ambas son a su manera películas de personajes donde el individuo tiene más peso que el argumento, ambas nos hablan de la naturaleza humana, y ambas son de concepción sencilla.

Porque a pesar de su apariencia y reparto, “Leones por corderos” es una película simple. La película de Redford llega en un momento en el que la política exterior de Estados Unidos está en entredicho. Más por la proximidad de las elecciones en aquel país, y por la política que ha llevado durante los últimos seis años respecto a la ocupación de Irak (¿es una película oportunista?).

La película de John Carney es aun más sencilla. Simplemente trata de dos personajes que se encuentran, cada uno con sus circunstancias, y de alguna manera se ayudan para evolucionar y dar un poco de sentido a la vida del otro. Pero no de la manera convencional, tipo comedia-romántica-americana, sino traspasando el estereotipo y convirtiéndolos en personas de carne y hueso...

En “Leones por corderos”, vemos a través de tres personajes, (seis en realidad) el pasado, el presente y el futuro de Estados Unidos. Merryl Streep es una periodista de la vieja guardia a la que se le ha concedido una entrevista con un senador republicano, Cruise, que tiene “un plan” (dejémoslo ahí de momento) mientras que Robert Redford es un profesor de universidad que trata de hacer comprender a uno de sus alumnos la importancia de que participe en sus clases para poder aportarle un futuro a su país (¿Ha hecho Redford alguna vez a lo largo de su carrera un personaje negativo?). Esta trama enlaza con un par de soldados desplazados a Afganistán que como forma de compromiso dejaron la universidad (eran alumnos de Redford) para enrolarse en el ejercito. La misión que tiene planeada Cruise les ha dejado en mitad de las montañas a merced de los Talibanes. Esos enemigos invisibles, que sólo reconocemos como puntos en una pantalla del satélite (hay que tratar de evitar cualquier posible identificación con ellos. Son el enemigo, y punto)

“Once” está planteada con elementos de comedia. Un joven que toca la guitarra en las calles de su ciudad para ganar un sobresueldo a su empleo en la tienda de reparación de aspiradoras de su padre, además de poder desarrollar su pasión, que no es otra que la de componer, conoce a una chica Checoslovaca que vende flores por las calles. El rechazo inicial, pronto torna en amistad, al descubrir nuestro protagonista que ella sabe tocar el piano. Destacar en esta primera parte el acertado tono de comedia que hace que el espectador se enganche.

El caso es que Cruise le adelanta a Meryl sus planes para invadir Irán, que resulta ser el nuevo eje del mal (siguen utilizando el mismo concepto que hace seis años). Es evidente que ella, que ha sido una periodista contestataria desde Vietnam, se da cuenta desde el primer minuto que va a ser utilizada por el ambicioso senador para hacerle la campaña de publicidad y apoyar sus planes. La excusa, la de siempre. La seguridad del pueblo americano a costa de la vida de cientos de miles de Iraníes en este caso. El medio, reventar Afganistán que al estar en medio geográficamente ya han convertido en campo de práctica de tiro para pasar a Irán. Así que los yankies presuponen que Afganistan sirve de paso a los insurgentes, todo ello a pesar de los enfrentamientos entre chiies y sunies, pero cualquier excusa es buena para hacer caja (esa es la realidad no mencionada en el film). Meryl hace su trabajo a la perfección con comentarios irónicos sobre la política llevada por el presidente Bush. Pero no resulta mas que un monigote en manos del manipulador senador. Mientras que en la mesa de su despacho, Redford vende al joven sus ideas demócratas cargadas de moralina y nacionalismo (en EEUU no existe la izquierda), de patria y de bandera. Es interesante el planeamiento del profesor de que el poder manipula a los jóvenes, los distrae para que no se ocupen demasiado de la política y no puedan crear ideas propias. El argumento del joven tampoco es nuevo. Los políticos son basura. Manipuladores, trapicheros, interesados, que basan su política en lo que quiere oír el votante y no en lo que tienen que hacer en la legislatura (¿no empieza a sonarnos demasiado en nuestro propio país?)

Mientras tanto nuestros jóvenes “Once”, ajenos a los problemas internacionales y centrados en los personajes (el individuo), se plantean la posibilidad de hacer algo juntos. En este caso grabar una maqueta. Los problemas personales de la Checa; tiene una hija de dos años, un marido en Chequia que en algún momento volverá, hacen que la empatía de los dos personajes sólo se quede en tensión sexual que no llega a concretarse. Las secuencias de la grabación del disco, y la “prueba del coche” nos hablan de personas que luchan por una ilusión. Todo muy sencillo, sin alardes. Secuencias interrumpidas (o complementadas) por temas musicales. Pero las realidades de ambos son muy distintas y cada uno tendrá que seguir su camino. Uno de ellos tal vez para no volver a retomarlo (él le da la posibilidad de que no pierda su interés, aunque la secuencia es demasiado edulcorada y sólo nos hace ver sólo un plano del personaje, el de bueno sin doblez). La inmovilidad de ella está perfectamente representada por el piano que toca, mientras él, libre, con el único contrapeso de su guitarra y una relación fallida puede seguir adelante...

Los desenlaces de los leones y corderos son previsibles. Por una parte, la inmovilidad consciente del personaje de Meryl (la paradoja que aporta el mayor interés a la película), por otro el final trágico adelantado de los soldados inmigrantes (qué importan las víctimas del otro bando, si esas no son personas), y finalmente el final abierto del alumno, que al representar el fututo tendrá que tomar sus propias decisiones.

Las conclusiones son sencillas para ambas películas. Los americanos han conseguido un país de mierda (el propio y el ajeno) por culpa de políticos manipuladores profesionales que toman decisiones desde la comodidad del sillón de su despacho, nada ni nadie podrá pararlo desde los distintos estratos de la sociedad (al menos esa es lo que reflejan en esta película). Porque los medios están manipulados por el poder, y los que vayan llegando pronto se adaptaran al juego y serán más de lo mismo. Hasta el que se supone que representa las ideas más progresistas (Redford) no es más que un conservador que elude a los valores tradicionales de la bandera, el pueblo, la tradición, la familia. Esta película, reflejo de una sociedad, y los últimos acontecimientos “reales” no hace más que señalarnos que estamos ante los primeros síntomas del declive del imperio americano.

Mientras tanto, nuestros humildes protagonistas de “Once” tienen que seguir su camino, aunque este no sea el que al espectador le gustaría. Él, con su maqueta bajo el brazo irá a conquistar Londres. Y la sensación que nos deja el director es que lo conseguirá, porque se ha empeñado (de hecho lo consigue metafóricamente con el Oscar “real” a la mejor canción este año) en que veamos la calidad de su trabajo a lo largo de toda la película. Un final agridulce porque ella se quedará inamovible (a pesar de la compensación) Una película que al contrario del mal rollo de su homóloga, deja muy buen sabor de boca a pesar de la simplicidad de su argumento... o tal vez gracias a eso, porque hay veces que menos es más.

Víctor Gualda.

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