martes, 11 de marzo de 2008

TORO SALVAJE

Volví a verla sólo por pique. Joaquín decía que era mejor que “Uno de los nuestros”, pero para mi aquella, es el techo de la cinematografía de Scorsese, y aunque tenía buen recuerdo del viejo Jack La Motta, el retirado Henry Hill me traía demasiados buenos recuerdos. Así que me lancé a revisar... conclusión; ambas son obras maestras incomparables, incluso entre ellas mismas. Ambas son esas extrañas “rara avis” en las que los astros se alinean y todo funciona a la perfección. Como una máquina bien engrasada.

Tal vez “Toro salvaje” sea una película más centrada en el personaje que en la trama. Tiene una estructura más simple, pero no por ello menos efectiva. Martín estaba pasando momentos difíciles por problemas personales, y pensaba que no iba a volver a dirigir después de varios fracasos, así que puso toda la energía que destilaba su boxeador De Niro en esta especie de pseudobiopic. Con la inestimable ayuda del especialista en personajes limite de personalidad compleja y conflicto interno, Paul Schrader. Martín mete en este film todo el ambiente que ha vivido en piel propia en su barrio italiano de Nueva York. Y cuando Scorsese involucra su propia experiencia, la película tiene tendencia a funcionar. “Who,s kwoking at that door”, “Malas Calles”... películas muy bien ambientadas, con detalles muy interesantes a nivel social. Baste señalar las primeras secuencias en las que se refleja el espíritu italoamericano a la perfección.

Luego, una vez presentado el personaje y su trama pugilística, el director detiene la película con la trama de la futura mujer del boxeador. Comienza con el proceso de cortejo, el detalle que nos muestra que La Motta se fija en lo que tiene que conseguir. Su personalidad inconformista, la relación con su hermano y con extraños con los que no siente ninguna empatía, a los que ve como enemigos que le han arrebatado algo que considera que le pertenece. Su personalidad es el eje fundamental del acierto de la película. La Motta no es ni bueno, ni malo, huye del estereotipo y nos da pinceladas que muestran su realidad e infierno particular. Se puede decir que la estructura está dividida en dos partes prácticamente (excluyendo la que consideraremos un epílogo) La primera, una vez presentada la trama de la esposa inconformista, el boxeador-personaje tiene un objetivo que debe conseguir de cualquier manera. El título mundial de los pesos medios. Ser el mejor. Demostrar a los demás que es alguien. Pero todo lo que sube baja, y cuanto más alto es el vuelo, mayor es la caída. Así que, segunda parte, descenso a los infiernos. En el orden inverso de la ascensión. Su hermano, el campeonato, su mujer. Luego el tercer bloque casi como epílogo dedicado a la decadencia del boxeador retirado y reconvertido en showman y empresario, que le propina más golpes que el ring.

Podría decir que cada secuencia de esta película es en si misma una pequeña película. La película está plagada de detalles. La primera, la imagen casi épica ralentizada de los títulos de crédito. Luego la secuencia con un maduro Jack La Motta que más tarde cerrará el metraje. Un monólogo que nos anuncia el carácter del personaje en cuestión y sirve de prólogo de su actitud ante la vida, ante su vida. Travelling y arranque en un combate que nos muestra que vamos a ver a un perdedor-ganador (especie de ave fénix, superviviente) casi a partes iguales. A continuación, presentación del barrio, de la vida en la calle. Con un fantástico sonido directo y con ese travelling marca de la casa, que acompañara al protagonista a lo largo de todos los momentos determinantes de la narración. Presentación de sus relación con su primera mujer. Sin perder tiempo pasaremos a las secuencias de cortejo con la que será su futura. La ética particular del personaje la conocemos a través de sus gestos, pues es hombre de acción más que de palabras. La Motta lo quiere todo. Ser el mejor, tener la esposa más guapa, que sea buena madre y mejor ama de casa. Atención a la secuencia del club, en la que el mismo De Niro de “New York New York” podría aparecer en cualquier momento tocando el saxo. Maravillosamente ambientada, igual que la pelea en la puerta del club mientras el personaje ve lo que tienen otros que a él le falta. Un descapotable. Secuencia siguiente, La Motta tiene el suyo y saca a pasear a la que obligatoriamente tiene que ser su futura esposa. Fantástico el recorrido por el parque temático de la casa de su padre hasta que la lleva a la cama. Una genialidad. La secuencia de su declaración. De espaldas a la cámara, para que el espectador entienda que está asistiendo como voyeur a algo muy intimo y personal. Los combates con Sugar Ray. El triunfo personal y profesional retratado en instantáneas. Imágenes fijas que cuentan sin palabras una historia necesaria, pero que no hubiese hecho avanzar la trama si se hubiesen rodado de forma convencional. Elipsis temporal en pantalla, una gota más de genialidad. A partir de aquí todo avanzará más despacio. Los guionistas (Schrader y Mardik Martín) darán una de cal y otra de arena a nuestro protagonista. Comienzan los problemas con el sobrepeso, con los celos. Llega la secuencia del club. La secuencia que Joe Pesci comienza a ensayar, para mejorarla en “Uno de los nuestros” y así poder llevarse el oscar al actor secundario. Una genialidad más. Otro director le hubiese regalado esta secuencia al protagonista, pero Scorsese no. Porque sólo es una anticipo de la destrucción de la relación del protagonista con su entorno en general y su hermano en particular. Llegó el tren que había que perder. La ridícula pelea con Fox. Fantástica la interpretación de un De Niro destrozado por la duda de hacer lo que debe, o lo que necesita. Lagrimas y justificaciones. A cambio y con una elipsis de dos años, combate por el ansiado título. Travelling hacia el ring, hacia su objetivo para subrayar la importancia. Igual que Liotta cuando llega con su chica del brazo al club en “Uno de los nuestros”. Título, y sin descanso, declive. Pelea con su mujer por su obsesión. Pelea con su hermano. Pelea con Ray que le machaca. INCREIBLE la secuencia de un La Motta que apenas se tiene en pie, con la cara destrozada y que pide más porque no ha caído al suelo. Era el castigo que necesitaba? ¿Era el castigo que merecía? ¿Era el castigo que quería? No tengo palabras para el travelling con dolly, o al hombro (no lo sé) que recorre el ring hasta llegar a la cuerda que gotea la sangre de La Motta en primerísimo primer plano. Símbolo del final de su carrera. Epílogo. Un Jack retirado superado de si mismo, empresario alcoholizado. Monólogo, problemas con el fiscal del distrito, dinero e imagen simbólica genial vendiendo las piedras de su cinturón de campeón. Fundamental la secuencia de la cárcel en el que un Jack La Mota desesperado golpea la pared para autoinfligirse castigo mientras grita que no es malo. Y monólogo homenaje a “La ley del silencio” en la escena mítica de aquélla, en boca del que podía haber sido y ya nunca podrá ser ¿Puede escribirse un mejor final? .

Tal vez el problema de esta película sea que no da descanso. En una película convencional, hay un par de secuencias que quedan en la memoria colectiva con el paso de los años. En esta, hay demasiadas buenas secuencias para hacer una discriminación, y al final lo que queda es una sensación de obra maestra y nada más. Me gustaría señalar además, que los guionistas y el director se posicionan claramente a favor del protagonista, y le trasmiten al espectador esa empatía que debemos sentir con un personaje que nos lleva del cariño a desprecio en los segundos que llevan de una escena a otra. ¿Qué necesita el personaje a lo largo de todo el metraje? Comprensión, cariño, respeto. ¿No es acaso lo que ansiamos todos?- aunque no sea a través de unos guantes de boxeo?-... Oscar más que merecido para Robert De Niro, y no sólo por haber engordado muchos kilos, sino porque logra trasmitir todos esos sentimientos encontrados que tiene un personaje que trasciende para convertir al actor en mito.
¿Se puede considerar “Uno de los nuestros” mejor que “Toro Salvaje”?


Víctor Gualda.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me mojo:"Taxi Driver"
Zero

Anónimo dijo...

Yo hace siglo que he visto Toro salvaje. No la recuerdo tan al detalle como para compararla con semejantes peliculones como Taxi Driver o Uno de los nuestros. Pero entre estas dos, coincido con Zero en conducta (una vez al año, no hace daño!): Taxi Driver.
Margüita

Anónimo dijo...

igual deberiais volver a verla,yo también tenía un recuerdo algo confuso, y "Taxi Driver" me encanta, pero volver a revisarla ha sido un subidón. No son comparables, pero a nivel de guión, Taxi Driver tiene algún fallo, sobre todo en el ritmo que le pesa.
Bi.