No es oro todo lo que reluce. Las increíbles críticas que ha tenido la película del director Sidney Lumet, tal vez sirvan para hacer justicia a uno de los pocos artesanos que quedan en el cine. Pero me parece que a los críticos se les ha ido un poco el tema de las manos. Y es que la película está bien, pero llegar a hablar de obra maestra me parece un tanto exagerado.
Lo primero que me gustaría destacar es el buen pulso de este director. “12 hombre sin piedad”, “Serpico”, “Tarde de perros” o “Network” son tal vez las cimas de su carrera. Ahora parece que hay interés de meter una película sencillamente correcta entre la lista de sus mejores.
Para empezar, y a pesar de que es un efecto resultón, el asunto de los flash-baks y flash-forwards para recoger los puntos de vista principales sobre los que está sustentado la estructura narrativa es, a parte de poco original, demasiado repetitivo en esta película. La primera vez sorprende y se agradece, pero al ser utilizado durante todo el metraje reiteradamente, lo único que consigue es que el ritmo de la película se estanque, resulte pesada, densa, aburrida por momentos y avance a trompicones. Eso a pesar de que este ritmo del que hablo es coherente con la evolución de los personajes. Que en realidad es lo que le da peso especifico a la película. El drama interno de ellos, sus frustraciones, sus deseos, problemas con sus vidas están reflejadas a la perfección por una más que correcta interpretación. No en vano todos ellos son actores con suficiente peso especifico como para trasmitir las emociones. Aunque me gustaría apuntar que en los cara a cara entre actores, y a pesar de que destilan esa verdad de la situación extrema que viven, no acaban de convencerme. Me da la sensación de que no hay comunicación. De que cada uno de ellos está muy metido en su personaje, pero se olvidan de que hay otro enfrente con el que se presupone algo más que un buen diálogo, bien recitado. Me refiero, en orden de importancia, a las secuencias entre Marisa Tomei y Seymor Hoffman (cuando ella le confiesa que le engaña), entre el personaje Seymor Hoffman y Albert Finey (en el funeral), o la crucial entre los dos hermanos (Hoffman y Hawke)
Así la película no sorprende. El primer giro se produce por desconocimiento del espectador. No controla toda la información y piensa que se trata de un atraco más. Pero las relaciones parentales (gran tema moral de la película), que es lo que le da a la película ese halo de tragedia griega del que se llenan la boca los críticos, se planta de manera sorpresiva a los ojos del espectador. A partir de este punto todo es posible, y inconscientemente el público puede jugar a adivinar, y es capaz de adelantar los acontecimientos (incluido el fantástico desenlace). No en vano las secuencias son tan lentas, para que entendamos como se sienten los personajes. Pero dejar pensar al espectador tiene el peligro de que sea capaz de adelantarse. De todas formas, esta capacidad de anticipación se produce completa al introducir nuevos elementos a la trama. El atracador abatido en la joyería tiene una novia-mujer que ha visto a Hawke, y hace acto de presencia con su hermano. Un personaje poco dibujado que se limita a cumplir un rol, pero que tiene el peso necesario-imprescindible para hacer avanzar la trama e introducir más conflicto Es un personaje resorte. Como lo es la otra secuencia resorte a nivel emocional. La del padre con Hoffman que nos ayuda a comprender a fondo al hermano mayor para darle credibilidad a las dos secuencias de desenlace. La de trama y la de personajes.
Luego hay secuencias necesarias para que todo encaje, pero que o bien se alargan demasiado, o bien son callejones sin salida. Me refiero en el primer caso a la secuencia en casa del camello. Con ese look postmoderno que sirve como punto de liberación de Hoffman, pero cuyo paseo de revista de decoración, no aporta más que unos minutos para aprovechar e ir al baño, y que más adelante se convierte en una de las claves de la trama de manera demasiado calculada. En cuanto a la segunda, esa subtrama que no hace más que reiterar la angustia al personaje de Hawke. Me refiero a la del CD. ¿Es que el director pretendía introducir tensión con el CD olvidado? Porque sinceramente, si la suprimimos en el montaje no creo que nada cambie.
Así, el lector ya habrá entendido a estas alturas que la pelí esta desarrollada en dos planos. El de la trama, en el que es otra película más, y el personal, que es lo que realmente engrandece una película que de otra manera (con otro director y actores) hubiese pasado desapercibida. Lo mejor sin duda, es el tercer acto, en el que las verdaderas relaciones entre el triangulo de personajes centrales estallan ante los ojos del espectador, con dos finales coherentes con el desarrollo. Por eso creo que había que haber metido la tijera en el principio, para dosificar la información, y haber hecho más ágil el ritmo. Sólo me queda hablar del personaje de Marisa Tomei, que por supuesto, como no podría ser de otra manera, tiene la única función de justificar la reacción final de Seymor-Hoffman, y que a pesar de tener un personaje muy interesante, realmente no tiene el suficiente peso especifico en la trama.
En definitiva felicitar a Lumet por tener el coraje de seguir demostrando que con ochenta y cinco años todavía tiene cosas que decir, y al debutante guionista Kelly Masterson por demostrar que los guionistas noveles en cine, también tienen mucho que aportar... al menos en aquel lado del Atlántico.
Víctor Gualda.
Lo primero que me gustaría destacar es el buen pulso de este director. “12 hombre sin piedad”, “Serpico”, “Tarde de perros” o “Network” son tal vez las cimas de su carrera. Ahora parece que hay interés de meter una película sencillamente correcta entre la lista de sus mejores.
Para empezar, y a pesar de que es un efecto resultón, el asunto de los flash-baks y flash-forwards para recoger los puntos de vista principales sobre los que está sustentado la estructura narrativa es, a parte de poco original, demasiado repetitivo en esta película. La primera vez sorprende y se agradece, pero al ser utilizado durante todo el metraje reiteradamente, lo único que consigue es que el ritmo de la película se estanque, resulte pesada, densa, aburrida por momentos y avance a trompicones. Eso a pesar de que este ritmo del que hablo es coherente con la evolución de los personajes. Que en realidad es lo que le da peso especifico a la película. El drama interno de ellos, sus frustraciones, sus deseos, problemas con sus vidas están reflejadas a la perfección por una más que correcta interpretación. No en vano todos ellos son actores con suficiente peso especifico como para trasmitir las emociones. Aunque me gustaría apuntar que en los cara a cara entre actores, y a pesar de que destilan esa verdad de la situación extrema que viven, no acaban de convencerme. Me da la sensación de que no hay comunicación. De que cada uno de ellos está muy metido en su personaje, pero se olvidan de que hay otro enfrente con el que se presupone algo más que un buen diálogo, bien recitado. Me refiero, en orden de importancia, a las secuencias entre Marisa Tomei y Seymor Hoffman (cuando ella le confiesa que le engaña), entre el personaje Seymor Hoffman y Albert Finey (en el funeral), o la crucial entre los dos hermanos (Hoffman y Hawke)
Así la película no sorprende. El primer giro se produce por desconocimiento del espectador. No controla toda la información y piensa que se trata de un atraco más. Pero las relaciones parentales (gran tema moral de la película), que es lo que le da a la película ese halo de tragedia griega del que se llenan la boca los críticos, se planta de manera sorpresiva a los ojos del espectador. A partir de este punto todo es posible, y inconscientemente el público puede jugar a adivinar, y es capaz de adelantar los acontecimientos (incluido el fantástico desenlace). No en vano las secuencias son tan lentas, para que entendamos como se sienten los personajes. Pero dejar pensar al espectador tiene el peligro de que sea capaz de adelantarse. De todas formas, esta capacidad de anticipación se produce completa al introducir nuevos elementos a la trama. El atracador abatido en la joyería tiene una novia-mujer que ha visto a Hawke, y hace acto de presencia con su hermano. Un personaje poco dibujado que se limita a cumplir un rol, pero que tiene el peso necesario-imprescindible para hacer avanzar la trama e introducir más conflicto Es un personaje resorte. Como lo es la otra secuencia resorte a nivel emocional. La del padre con Hoffman que nos ayuda a comprender a fondo al hermano mayor para darle credibilidad a las dos secuencias de desenlace. La de trama y la de personajes.
Luego hay secuencias necesarias para que todo encaje, pero que o bien se alargan demasiado, o bien son callejones sin salida. Me refiero en el primer caso a la secuencia en casa del camello. Con ese look postmoderno que sirve como punto de liberación de Hoffman, pero cuyo paseo de revista de decoración, no aporta más que unos minutos para aprovechar e ir al baño, y que más adelante se convierte en una de las claves de la trama de manera demasiado calculada. En cuanto a la segunda, esa subtrama que no hace más que reiterar la angustia al personaje de Hawke. Me refiero a la del CD. ¿Es que el director pretendía introducir tensión con el CD olvidado? Porque sinceramente, si la suprimimos en el montaje no creo que nada cambie.
Así, el lector ya habrá entendido a estas alturas que la pelí esta desarrollada en dos planos. El de la trama, en el que es otra película más, y el personal, que es lo que realmente engrandece una película que de otra manera (con otro director y actores) hubiese pasado desapercibida. Lo mejor sin duda, es el tercer acto, en el que las verdaderas relaciones entre el triangulo de personajes centrales estallan ante los ojos del espectador, con dos finales coherentes con el desarrollo. Por eso creo que había que haber metido la tijera en el principio, para dosificar la información, y haber hecho más ágil el ritmo. Sólo me queda hablar del personaje de Marisa Tomei, que por supuesto, como no podría ser de otra manera, tiene la única función de justificar la reacción final de Seymor-Hoffman, y que a pesar de tener un personaje muy interesante, realmente no tiene el suficiente peso especifico en la trama.
En definitiva felicitar a Lumet por tener el coraje de seguir demostrando que con ochenta y cinco años todavía tiene cosas que decir, y al debutante guionista Kelly Masterson por demostrar que los guionistas noveles en cine, también tienen mucho que aportar... al menos en aquel lado del Atlántico.
Víctor Gualda.
4 comentarios:
ANTES QUE EL DEVEDETECO SEPA QUE HAS MUERTO
Supongo que cuando dices Pollack quieres decir Lumet, porque Pollack murió no hace mucho y lamentablemente ya poco va a contar...
Primer lapsus que te pillo (no lo podía dejar escapar)
Cocker ex-pitbull
Gracias por la aclaración... aunque creí que sería un comentario interesante y lleno de ingenio que me aportara algo que se me hubiese pasado en el análisis de la película... ahora lo arreglo.
No he visto la peli, por eso no puedo comentarla, si la veo esta semana prometo tratar de ser interesante e ingeniosa
ufff... ahora ya me siento presionada
De acuerdo contigo en que resulta pesada por momentos.El atraco debía ser resuelto más rapidamente y no creo que la estructura con flashblacks aporte gran cosa.
Si bien, las secuencias más atractivas son las del apartamento de la droga, por lo menos a nivel estético.
¿El armero no es el portugués de Macao que le fabricaba las balas a Scaramanga en "007:EL hombre de la pistola de oro"?Tengo que mirarlo
Zero
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