viernes, 28 de marzo de 2008

"LEONES POR CORDEROS" CONTRA "ONCE"










A priori comparar estas dos películas es como comparar la noche y el día. Ambas pertenecen a este “arte-negocio” llamado cine, pero en realidad, tienen algo muy importante en común. Ambas son a su manera películas de personajes donde el individuo tiene más peso que el argumento, ambas nos hablan de la naturaleza humana, y ambas son de concepción sencilla.

Porque a pesar de su apariencia y reparto, “Leones por corderos” es una película simple. La película de Redford llega en un momento en el que la política exterior de Estados Unidos está en entredicho. Más por la proximidad de las elecciones en aquel país, y por la política que ha llevado durante los últimos seis años respecto a la ocupación de Irak (¿es una película oportunista?).

La película de John Carney es aun más sencilla. Simplemente trata de dos personajes que se encuentran, cada uno con sus circunstancias, y de alguna manera se ayudan para evolucionar y dar un poco de sentido a la vida del otro. Pero no de la manera convencional, tipo comedia-romántica-americana, sino traspasando el estereotipo y convirtiéndolos en personas de carne y hueso...

En “Leones por corderos”, vemos a través de tres personajes, (seis en realidad) el pasado, el presente y el futuro de Estados Unidos. Merryl Streep es una periodista de la vieja guardia a la que se le ha concedido una entrevista con un senador republicano, Cruise, que tiene “un plan” (dejémoslo ahí de momento) mientras que Robert Redford es un profesor de universidad que trata de hacer comprender a uno de sus alumnos la importancia de que participe en sus clases para poder aportarle un futuro a su país (¿Ha hecho Redford alguna vez a lo largo de su carrera un personaje negativo?). Esta trama enlaza con un par de soldados desplazados a Afganistán que como forma de compromiso dejaron la universidad (eran alumnos de Redford) para enrolarse en el ejercito. La misión que tiene planeada Cruise les ha dejado en mitad de las montañas a merced de los Talibanes. Esos enemigos invisibles, que sólo reconocemos como puntos en una pantalla del satélite (hay que tratar de evitar cualquier posible identificación con ellos. Son el enemigo, y punto)

“Once” está planteada con elementos de comedia. Un joven que toca la guitarra en las calles de su ciudad para ganar un sobresueldo a su empleo en la tienda de reparación de aspiradoras de su padre, además de poder desarrollar su pasión, que no es otra que la de componer, conoce a una chica Checoslovaca que vende flores por las calles. El rechazo inicial, pronto torna en amistad, al descubrir nuestro protagonista que ella sabe tocar el piano. Destacar en esta primera parte el acertado tono de comedia que hace que el espectador se enganche.

El caso es que Cruise le adelanta a Meryl sus planes para invadir Irán, que resulta ser el nuevo eje del mal (siguen utilizando el mismo concepto que hace seis años). Es evidente que ella, que ha sido una periodista contestataria desde Vietnam, se da cuenta desde el primer minuto que va a ser utilizada por el ambicioso senador para hacerle la campaña de publicidad y apoyar sus planes. La excusa, la de siempre. La seguridad del pueblo americano a costa de la vida de cientos de miles de Iraníes en este caso. El medio, reventar Afganistán que al estar en medio geográficamente ya han convertido en campo de práctica de tiro para pasar a Irán. Así que los yankies presuponen que Afganistan sirve de paso a los insurgentes, todo ello a pesar de los enfrentamientos entre chiies y sunies, pero cualquier excusa es buena para hacer caja (esa es la realidad no mencionada en el film). Meryl hace su trabajo a la perfección con comentarios irónicos sobre la política llevada por el presidente Bush. Pero no resulta mas que un monigote en manos del manipulador senador. Mientras que en la mesa de su despacho, Redford vende al joven sus ideas demócratas cargadas de moralina y nacionalismo (en EEUU no existe la izquierda), de patria y de bandera. Es interesante el planeamiento del profesor de que el poder manipula a los jóvenes, los distrae para que no se ocupen demasiado de la política y no puedan crear ideas propias. El argumento del joven tampoco es nuevo. Los políticos son basura. Manipuladores, trapicheros, interesados, que basan su política en lo que quiere oír el votante y no en lo que tienen que hacer en la legislatura (¿no empieza a sonarnos demasiado en nuestro propio país?)

Mientras tanto nuestros jóvenes “Once”, ajenos a los problemas internacionales y centrados en los personajes (el individuo), se plantean la posibilidad de hacer algo juntos. En este caso grabar una maqueta. Los problemas personales de la Checa; tiene una hija de dos años, un marido en Chequia que en algún momento volverá, hacen que la empatía de los dos personajes sólo se quede en tensión sexual que no llega a concretarse. Las secuencias de la grabación del disco, y la “prueba del coche” nos hablan de personas que luchan por una ilusión. Todo muy sencillo, sin alardes. Secuencias interrumpidas (o complementadas) por temas musicales. Pero las realidades de ambos son muy distintas y cada uno tendrá que seguir su camino. Uno de ellos tal vez para no volver a retomarlo (él le da la posibilidad de que no pierda su interés, aunque la secuencia es demasiado edulcorada y sólo nos hace ver sólo un plano del personaje, el de bueno sin doblez). La inmovilidad de ella está perfectamente representada por el piano que toca, mientras él, libre, con el único contrapeso de su guitarra y una relación fallida puede seguir adelante...

Los desenlaces de los leones y corderos son previsibles. Por una parte, la inmovilidad consciente del personaje de Meryl (la paradoja que aporta el mayor interés a la película), por otro el final trágico adelantado de los soldados inmigrantes (qué importan las víctimas del otro bando, si esas no son personas), y finalmente el final abierto del alumno, que al representar el fututo tendrá que tomar sus propias decisiones.

Las conclusiones son sencillas para ambas películas. Los americanos han conseguido un país de mierda (el propio y el ajeno) por culpa de políticos manipuladores profesionales que toman decisiones desde la comodidad del sillón de su despacho, nada ni nadie podrá pararlo desde los distintos estratos de la sociedad (al menos esa es lo que reflejan en esta película). Porque los medios están manipulados por el poder, y los que vayan llegando pronto se adaptaran al juego y serán más de lo mismo. Hasta el que se supone que representa las ideas más progresistas (Redford) no es más que un conservador que elude a los valores tradicionales de la bandera, el pueblo, la tradición, la familia. Esta película, reflejo de una sociedad, y los últimos acontecimientos “reales” no hace más que señalarnos que estamos ante los primeros síntomas del declive del imperio americano.

Mientras tanto, nuestros humildes protagonistas de “Once” tienen que seguir su camino, aunque este no sea el que al espectador le gustaría. Él, con su maqueta bajo el brazo irá a conquistar Londres. Y la sensación que nos deja el director es que lo conseguirá, porque se ha empeñado (de hecho lo consigue metafóricamente con el Oscar “real” a la mejor canción este año) en que veamos la calidad de su trabajo a lo largo de toda la película. Un final agridulce porque ella se quedará inamovible (a pesar de la compensación) Una película que al contrario del mal rollo de su homóloga, deja muy buen sabor de boca a pesar de la simplicidad de su argumento... o tal vez gracias a eso, porque hay veces que menos es más.

Víctor Gualda.

lunes, 24 de marzo de 2008

LA EVASION

No se trata de una película de fuga de presos más. “La evasión” tiene algo que la hace especial. Ya la presentación es atípica. Uno de los protagonistas, tal vez el de mayor carisma, arregla un coche en un descampado a las afueras de Paris, y se dirige a la cámara para contarnos que se trata de una historia real vivida en primera persona sobre la fuga que el mismo protagonizó en 1947 de la prisión de La Santé (descrita en la novela de José Giovanni). No sólo eso, sino que nos cuenta que el narrador, el lápiz que va a delinear la historia, es Jacques Becker, director de la película. Con lo cual de manera indirecta está introduciendo al director como un personaje más.

Luego entraremos en la cárcel por medio (como punto de vista introductor) de un personaje “nuevo”, un recién llegado a una celda ya compartida por cuatro personajes que serán los protagonista de la historia. La presentación de cada uno de ellos se hace a grandes rasgos y sirve al espectador para conocerlos tanto a ellos, como al joven recién llegado. Esta presentación como decía es a grandes rasgos, ya que la importancia de la trama se centra en el grupo como unidad, no en los personajes individuales, como lo era la película del compatriota Bresson “Un condenado ha muerte se ha escapado” (valga de pequeño homenaje sin animo de comparar). Aun así inmediatamente vemos los roles; el ideólogo carismático del grupo es el personaje que conocimos en la presentación, el duro, el desconfiado con alma de líder, el simpático conciliador. La llegada del nuevo les hace desconfiar. Por su aspecto vemos que el recién llegado es un niño bien, que parece haberse colado por equivocación en aquella cárcel. Inmediatamente nos damos cuenta que nuestros protagonistas están tramando algo. Paneles de cartón para fabricar cajas son una excusa para ocultar un trabajo que aún no han iniciado. El espectador intrigado se pregunta como piensan arreglarse para huir de una cárcel en la que vemos que las redadas, y las vigilancias de seguridad son constantes.

Pero esta no es una película que pierda el tiempo en elucubraciones. Prescinde prácticamente de elipsis y el ritmo es frenético. Nuestro protagonista carismático, Jean Keraudy desmonta alguna de las tablas del suelo en una esquina de la celda, y con una pieza de la cama plegable de la pared (que en realidad ninguno de ellos utiliza porque duermen en el suelo) comienza a excavar. Todos colaboran en la acción. Dejan a un lado al recién llegado, y a pesar de que este cuenta cual es “su crimen” (algo menor en realidad). Él es el único que cuenta su motivación, introduciendo así una subtrama con personajes a los que probablemente nunca veremos. El resto de los presos no cuentan sus motivos. A fin de cuenta, el director no quiere que los juzguemos moralmente por sus delitos, sino por su afán e involucración en la fuga. No hay más acciones dramáticas, no hay más subtramas. El objetivo es uno, y lo demás no tiene importancia. Sólo se introducen pequeños capítulos para enriquecer la trama en acciones puntuales para conseguir material para la fuga. Ya en el arranque y presentación, la construcción de un “periscopio” para vigilar la llegada de los guardias. La obtención de un par de frascos del botiquín para fabricar un reloj de arena. La construcción con las cajas de cartón e hilo de un sistema para disimular la presencia de dos de los personajes en el colchón de la celda mientras en realidad están cavando, la construcción por parte del líder de una llave maestra etc...

Llama poderosamente la atención que las escenas en la que los presos cavan sean tan realistas. De forma que el espectador se involucra con ellos. Los planos son largos. Los actores están cavando de verdad, eludiendo durante largos tramos las elipsis y aportando credibilidad a cada golpe. Cada minuto es una avance. El director juega muy bien con la tensión dramática y el suspense. Es fácil ponerse en la piel de los prófugos, es fácil querer que se escapen. Una secuencia en la que toda la tensión se acumula en un registro. Una secuencia sobre la verdadera justicia dentro de el micro mundo de la cárcel cuando unos fontaneros les roban el tabaco y unos sellos, y el vigilante (con mando) les permite ejercer como Justicia. En este punto es importante señalar que Becker huye de estereotipos y convierte en humanos a los carceleros. Nada de celdas de aislamiento y recursos fáciles, nada del manierismo de otras películas de fugas. La secuencia más emocional cuando el duro del grupo le confiesa al líder que no puede huir por no darle un disgusto a su madre. La aparición de la subtrama de la novia del preso pijo a la que conocemos en el locutorio de visitas y muestra que es una niña cretina malcriada y que para ellos la cárcel es un juego de niños, como un castigo de colegio por portarse mal. El mismo personaje que confesaba a sus compañeros que había madurado desde que comparte celda con ellos... aunque no lo suficiente.

El trabajo está llegando a su fin. Dos de los personajes hablan de cogen un taxi que pasa junto a ellos. No añadiré más. Sólo salvar unas cuantas imágenes increíbles de la película. Un derrumbamiento, y un primer plano de las manos de dos de los protagonistas que se entrechocan como símbolo de lo que les une, del compromiso, del trabajo en equipo, de los sentimientos. Una secuencia donde vemos a un grupo de guardias a través del periscopio improvisado, y un final predecible, pero no por ello menos alucinante, con sólo dos palabras, y un gesto que dicen más que muchas películas enteras. El director de la cárcel mientras se va de los pasillos señalando una celda, y las palabras -pobre Gaspar- de Jean Keraudy. No hace falta más. Es difícil hacer una critica de esta película sin desentramar toda ella. Es difícil que se entienda esta crítica sin haberla visto. Por eso, lo mejor es que el lector ávido de descubrir nuevas joyas se apresure a verla. No se arrepentirá. Es una pequeña obra maestra. El legado del director que murió meses después de concluir la que probablemente sea su mejor película.

Víctor Gualda.

martes, 18 de marzo de 2008

MR BROOKS

El tema de los psicópatas en el cine es atractivo pero está sobreexplotado. Al menos eso es lo que se desprende de la última película de este subgénero que nos acaba de llegar. Mr Brooks es una especie de pastiche absurdo para tratar de sacar a flote la más que acabada carrera de Kevin Costner.

En este caso el “psicópata americano” es un floreciente hombre de negocios (hace cajas, ¿será metáfora de los ataudes para sus víctimas?) que recibe premios por su contribución social, mientras por la noche se pone el chándal y los tacones, y se dedica a matar a desconocidos mientras follan. Pero como este punto está demasiado explotado, el director y guionista Bruce A Evans y el guionista y productor Raynold Gideon deciden colocarle una especie de alter ego llamado Marshall en la piel del sobreactuado William Hurt, que ejerce de diablillo tentador sobre la conciencia del bienintencionado Kevin (este tipo tiene que quedar bien aunque haga de psicópata) El resto casi se lo pueden imaginar.

Después de una elipsis (no cinematográfica) de dos años, “el asesino de la huella”, marca de la casa necesaria para cualquier alterado americano, ha decido volver a las calles. Sus motivaciones no son la venganza ni la justicia, sino saciar una adicción muy personal. Pero la precipitación le ha hecho cometer un fallo impensable en alguien que prepara tan a conciencia sus crímenes. En el último asesinato se dejó las cortinas de sus víctimas abiertas, y un vecino voyeur le fotografió.

A partir de aquí, un par de subtramas se abren en forma de abanico. Por un lado, el chantaje al que le pretende someter el fotógrafo voyeur de nombre anodino Smith (Dane Cook). Circunstancia que no deja de ser en realidad una excusa para buscar un “malo” peor que el propio psicópata en cuestión. La motivación de este no es el dinero, como todos habremos imaginado, sino que para tratar de aportar originalidad, el fotógrafo quiere participar como parte activa (que triste forma de justificar a Kevin). Por otro lado está la trama de la poli guay en piel de Demi Moore. Una chorrada del tipo; niña-rica-que-quiere-aportar-algo-a-la-sociedad-y-demostrar-que-es-util. Ella por supuesto tiene su propia subtrama particular con el divorcio de un aprovechado que quiere exprimirla. Además tendrá otra subtrama estúpida que no pinta nada en la película con una pareja de asesinos despiadados y tatuados, estereotipo burdo y becerril del delincuente habitual, que justifica su buen hacer policial, ya que es absolutamente incapaz de atrapar al inteligente y limpio “asesino de la huella”. De regalo otra subtrama, en este caso la de la hija de Kevin (realmente la más interesante) que está subexplotada. Como se pueden imaginar, todo se relacionará, y unas tramas llevaran a las otras. No voy a desvelar el desenlace, pero todo es previsible, o casi, porque la sorpresa está en que descubrimos que Demi Moore es una lerda que no pintaba realmente nada en la película (¿se leerá ella misma los guiones antes de aceptarlos, o lo hará su agente?), en realidad todo ha sido una excusa para engrandecimiento de Kevin, que sólo purga sus pecados en sueños, mientras se persigna y promete que a partir de ahora va a ser buen chico y se va a dedicar a sus obras filantrópicas.... Una estupidez vamos.

Entre las cosas que me gustaría resaltar de la película, destacaré dos. El amigo invisible del protagonista William Hurt, que me sorprendió porque no me esperaba que el asesino tuviese un alter ego distinto a él mismo, pero que desde luego en el guión tiene una función meramente práctica... Avisa al espectador de lo que va a hacer Kevin, de lo que piensa, le da ideas, anticipa acciones, incluso siendo producto de la mente del protagonista, es capaz de equivocarse o verse sorprendido por su creador (así como le va a coger la policía) Es como si hubiesen utilizado a Hurt como un espectador al que ir contándole las claves del personaje y así evitar que se pierda en la historia. Lastima que el pseudo personaje esté tan sobreactuado y sobreexplotado, porque podía haber dado mucho más de si.

En segundo lugar está el tema de la hija. Aunque a nivel formal es una chorrada para rellenar minutos y para darnos una sorpresa final, el planteamiento de que la psicopatía se pueda transmitir, igual que una enfermedad genética, de padres a hijos me pareció interesante. En esta, Kevin se limita a ejercer de tutor protector para salvarle el culo a su hija. Una especie de tragedia griega entre la culpa y las obligaciones filiales que aquí queda sepultada bajo el peso del protagonista. Lastima. Por cierto, "la culpa" es uno de los temas que trata la película, pero una vez más se limita a un par de secuencias estereotípicas de esas en las que el protagonista pasa por una iglesia, o por un grupo de Alcohólicos Anónimos para soltar como en la confesión todas sus mierdas y volver a tener la conciencia impoluta y lista para asesinar.

El resto de la película es papel de caramelo para que el espectador medio esté entretenido y salga contento del cine. Pero no será esta la que vuelva a impulsar la carrera de este actor en horas bajas. Por cierto, la secuencia que nos muestra quién es el protagonista, en realidad la única en la que vemos al personaje “real” en acción en pantalla, (vaya a ser que nos caiga mal, el resto de sus crímenes son omitidos), pues como decía, la secuencia en la que deberíamos entender el problema del personaje es ridícula. Esa especie de arrebato, de calambre de placer que pasa por el cuerpo del protagonista, da vergüenza ajena a nivel interpretativo, igual que su fetichismo particular de fotografiar a los amantes asesinados en posturitas, que anuncia algún desbarajuste sexual que desde luego no hemos visto en pantalla, porque todo lo que un personaje de estas características hace debería estar justificado por alguna oscura razón, y no ser simplemente un pegote estético... Igual los creadores de Mr Brooks deberían ver algún capítulo de CSI para aprender algo.

Víctor Gualda.

viernes, 14 de marzo de 2008

FASCINACION

Ya que llevamos varias críticas con protagonismo sea como guionista o como director de Paul Schrader, aprovecharemos para hablar de otra película de la que es participe. En este caso el guión de “Fascinación” que firma junto a otro de los directores referencia que inició su carrera en la década de los setenta. Brian De Palma. Aunque se dice que la aportación que hizo De Palma fue reescribir el original. La pregunta del millón es, si la versión que entregó Schrader estaría tan inspirada en “Vértigo”, y en “Rebeca” como lo está la copia rodada.

Y es que independientemente de una trama un tanto confusa (luego explicaré por qué), “Fascinación”, que fue la película que sacó del ostracismo al cinéfilo De Palma dándole el reconocimiento del público (con el permiso de “Vestida para matar”) está claramente inspirada en Hitchcock. Curiosamente la que nos ocupa coincidió con la última del maestro (“La Trama”). De forma que el relevo generacional estaba servido. Luego De Palma siguió otros derroteros en su carrera, pero eso es otra historia.

Lo cierto es que la película ya nos habla desde el principio en lenguaje hitchconiano Una fiesta aniversario de bodas en una mansión, nos muestra como uno de los camareros se dirige hacia la cámara (interesante visualmente este plano) y nos deja ver una pistola en su cintura. El espectador ya sabe que algo va a suceder. El suspense se acumula, hasta que sin previo aviso nos encontramos con unos secuestradores que se llevan a madre e hija. Una nota con letras recortadas, recurso que ahora nos suena un tanto infantil, pero que en su momento fue común de muchas películas de la época, le anuncia al inexpresivo y yo diría que mal actor Cliff Robertson que tendrá que soltar una pasta por recuperar a su familia. Aturdido y convencido por la policía y su amigo y socio (John Lithgow) accede a hacer el cambiazo del maletín para pillar a los secuestradores. Todo termina mal, la presunta muerte de la mujer del prota (Genevieve Boujold) y su hija... Esta trama de arranque que cubre todo el circulo de planteamiento, nudo y desenlace de un guión en apenas media hora, es sólo una excusa para contarnos otra historia. La pregunta es cuál. Y es que si el arranque es más que aceptable, a partir de este momento, Robertson planea por el film con cara de zombi venido a menos, hasta que después de una elipsis de dos o tres años, acaba de manera completamente artificial en Florencia, donde se desarrolla otro bloque de la trama.

Si el arranque ya tenía elementos reconocibles del cine de Hitchcock, la aparición de una doble de su ex mujer, que resulta ser ayudante de restauradora en una iglesia, que ¿casualmente? es idéntica a la mujer desaparecida, ya se puede considerar plagio. Persecución por las calles de la chica como en “Vértigo”, elemento voyeur que le encantaba al ingles (en aquella, James Stewart persigue a Kim Novak durante casi diez minutos). Obsesión del personaje principal con la protagonista, a la que trata de convertir en su ex mujer (Rebeca), y la curiosa predisposición de ella. En lo que probablemente si haya tenido que ver el bueno de Schrader es querer enmendar los “fallos” de guión de sus homólogos Samuel A Taylor y Alec Coppel. La estructura de “Vértigo” obviaba la trama del arranque y sólo era una excusa para hablar de la obsesión del personaje. En esta todo está perfectamente justificado. Todo está hilado de forma que cada personaje tiene su función en el thriller. Pero las piezas encajan tan bien, que resulta artificial. Igual que resulta artificial la música histriónica del compositor Bernard Hermann, quien por cierto también fue el compositor en “Vértigo”, o la fotografía de Vilmos Zsigmond llena de luminosidad de filtro tipo película televisiva de los ochenta, y que a mi particularmente me horroriza.

Otra cuestión, es el tema moral en la película. Por supuesto la culpa es el “leit motive” del personaje principal a lo largo de toda la película (tal vez de ahí vengan los elementos religiosos y el tema del film que intuyo obra de Schrader), pero no el más interesante. No se si podría considerarse como una obsesión necrófila la actitud del protagonista a lo largo de la película, pero lo cierto es que su idea de acostarse con una muerta resucitada, que es en realidad lo que resulta el personaje de Genevieve Bujold, no deja de despertarme dudas... Otro tema a tratar sería el incesto, aunque este es un descubrimiento tardío, que se aclara sin haber consumado en la mejor secuencia visual del film. Un bonito travelling circular. Por cierto, que el director informa al espectador minutos antes en una secuencia de “acción” con otra secuencia plagiada a Hitchcock (la de las tijeras) para añadir tensión y suspense a la reacción del protagonista ante este encuentro con una Genevieve distinta para el protagonista, y para el espectador. Otro tema sería la deformación del complejo de Electra que parece arrastrar la hija, y digo parece, porque todo está justificado en palabras y no en acciones. Todos estos puntos, junto al tema ya mencionado de la culpa, que Robertson traspasa a la protagonista femenina (cuando esta trata de suicidarse), están ortopédicamente introducidos en el guión para que al director no se le vaya de las manos temas tan controvertidos, pero que desde luego le añaden un interés “moral” a la película, ya que la trama principal no lo tiene. No entiendo por ejemplo cual es la justificación del “malo” para jugársela al protagonista. ¿Celos?, ¿envidia?, ¿venganza?... lo que es seguro es que está traído por los pelos para cerrar el circulo y que el espectador medio quede satisfecho.

En definitiva, una película curiosa, ya que resulta más interesante por el trasfondo, que por asuntos más formales a nivel cinematográfico, y por la duda de si todo es un enorme homenaje de cinéfilo, o un mayor plagio por falta de ideas originales.

Víctor Gualda.

martes, 11 de marzo de 2008

TORO SALVAJE

Volví a verla sólo por pique. Joaquín decía que era mejor que “Uno de los nuestros”, pero para mi aquella, es el techo de la cinematografía de Scorsese, y aunque tenía buen recuerdo del viejo Jack La Motta, el retirado Henry Hill me traía demasiados buenos recuerdos. Así que me lancé a revisar... conclusión; ambas son obras maestras incomparables, incluso entre ellas mismas. Ambas son esas extrañas “rara avis” en las que los astros se alinean y todo funciona a la perfección. Como una máquina bien engrasada.

Tal vez “Toro salvaje” sea una película más centrada en el personaje que en la trama. Tiene una estructura más simple, pero no por ello menos efectiva. Martín estaba pasando momentos difíciles por problemas personales, y pensaba que no iba a volver a dirigir después de varios fracasos, así que puso toda la energía que destilaba su boxeador De Niro en esta especie de pseudobiopic. Con la inestimable ayuda del especialista en personajes limite de personalidad compleja y conflicto interno, Paul Schrader. Martín mete en este film todo el ambiente que ha vivido en piel propia en su barrio italiano de Nueva York. Y cuando Scorsese involucra su propia experiencia, la película tiene tendencia a funcionar. “Who,s kwoking at that door”, “Malas Calles”... películas muy bien ambientadas, con detalles muy interesantes a nivel social. Baste señalar las primeras secuencias en las que se refleja el espíritu italoamericano a la perfección.

Luego, una vez presentado el personaje y su trama pugilística, el director detiene la película con la trama de la futura mujer del boxeador. Comienza con el proceso de cortejo, el detalle que nos muestra que La Motta se fija en lo que tiene que conseguir. Su personalidad inconformista, la relación con su hermano y con extraños con los que no siente ninguna empatía, a los que ve como enemigos que le han arrebatado algo que considera que le pertenece. Su personalidad es el eje fundamental del acierto de la película. La Motta no es ni bueno, ni malo, huye del estereotipo y nos da pinceladas que muestran su realidad e infierno particular. Se puede decir que la estructura está dividida en dos partes prácticamente (excluyendo la que consideraremos un epílogo) La primera, una vez presentada la trama de la esposa inconformista, el boxeador-personaje tiene un objetivo que debe conseguir de cualquier manera. El título mundial de los pesos medios. Ser el mejor. Demostrar a los demás que es alguien. Pero todo lo que sube baja, y cuanto más alto es el vuelo, mayor es la caída. Así que, segunda parte, descenso a los infiernos. En el orden inverso de la ascensión. Su hermano, el campeonato, su mujer. Luego el tercer bloque casi como epílogo dedicado a la decadencia del boxeador retirado y reconvertido en showman y empresario, que le propina más golpes que el ring.

Podría decir que cada secuencia de esta película es en si misma una pequeña película. La película está plagada de detalles. La primera, la imagen casi épica ralentizada de los títulos de crédito. Luego la secuencia con un maduro Jack La Motta que más tarde cerrará el metraje. Un monólogo que nos anuncia el carácter del personaje en cuestión y sirve de prólogo de su actitud ante la vida, ante su vida. Travelling y arranque en un combate que nos muestra que vamos a ver a un perdedor-ganador (especie de ave fénix, superviviente) casi a partes iguales. A continuación, presentación del barrio, de la vida en la calle. Con un fantástico sonido directo y con ese travelling marca de la casa, que acompañara al protagonista a lo largo de todos los momentos determinantes de la narración. Presentación de sus relación con su primera mujer. Sin perder tiempo pasaremos a las secuencias de cortejo con la que será su futura. La ética particular del personaje la conocemos a través de sus gestos, pues es hombre de acción más que de palabras. La Motta lo quiere todo. Ser el mejor, tener la esposa más guapa, que sea buena madre y mejor ama de casa. Atención a la secuencia del club, en la que el mismo De Niro de “New York New York” podría aparecer en cualquier momento tocando el saxo. Maravillosamente ambientada, igual que la pelea en la puerta del club mientras el personaje ve lo que tienen otros que a él le falta. Un descapotable. Secuencia siguiente, La Motta tiene el suyo y saca a pasear a la que obligatoriamente tiene que ser su futura esposa. Fantástico el recorrido por el parque temático de la casa de su padre hasta que la lleva a la cama. Una genialidad. La secuencia de su declaración. De espaldas a la cámara, para que el espectador entienda que está asistiendo como voyeur a algo muy intimo y personal. Los combates con Sugar Ray. El triunfo personal y profesional retratado en instantáneas. Imágenes fijas que cuentan sin palabras una historia necesaria, pero que no hubiese hecho avanzar la trama si se hubiesen rodado de forma convencional. Elipsis temporal en pantalla, una gota más de genialidad. A partir de aquí todo avanzará más despacio. Los guionistas (Schrader y Mardik Martín) darán una de cal y otra de arena a nuestro protagonista. Comienzan los problemas con el sobrepeso, con los celos. Llega la secuencia del club. La secuencia que Joe Pesci comienza a ensayar, para mejorarla en “Uno de los nuestros” y así poder llevarse el oscar al actor secundario. Una genialidad más. Otro director le hubiese regalado esta secuencia al protagonista, pero Scorsese no. Porque sólo es una anticipo de la destrucción de la relación del protagonista con su entorno en general y su hermano en particular. Llegó el tren que había que perder. La ridícula pelea con Fox. Fantástica la interpretación de un De Niro destrozado por la duda de hacer lo que debe, o lo que necesita. Lagrimas y justificaciones. A cambio y con una elipsis de dos años, combate por el ansiado título. Travelling hacia el ring, hacia su objetivo para subrayar la importancia. Igual que Liotta cuando llega con su chica del brazo al club en “Uno de los nuestros”. Título, y sin descanso, declive. Pelea con su mujer por su obsesión. Pelea con su hermano. Pelea con Ray que le machaca. INCREIBLE la secuencia de un La Motta que apenas se tiene en pie, con la cara destrozada y que pide más porque no ha caído al suelo. Era el castigo que necesitaba? ¿Era el castigo que merecía? ¿Era el castigo que quería? No tengo palabras para el travelling con dolly, o al hombro (no lo sé) que recorre el ring hasta llegar a la cuerda que gotea la sangre de La Motta en primerísimo primer plano. Símbolo del final de su carrera. Epílogo. Un Jack retirado superado de si mismo, empresario alcoholizado. Monólogo, problemas con el fiscal del distrito, dinero e imagen simbólica genial vendiendo las piedras de su cinturón de campeón. Fundamental la secuencia de la cárcel en el que un Jack La Mota desesperado golpea la pared para autoinfligirse castigo mientras grita que no es malo. Y monólogo homenaje a “La ley del silencio” en la escena mítica de aquélla, en boca del que podía haber sido y ya nunca podrá ser ¿Puede escribirse un mejor final? .

Tal vez el problema de esta película sea que no da descanso. En una película convencional, hay un par de secuencias que quedan en la memoria colectiva con el paso de los años. En esta, hay demasiadas buenas secuencias para hacer una discriminación, y al final lo que queda es una sensación de obra maestra y nada más. Me gustaría señalar además, que los guionistas y el director se posicionan claramente a favor del protagonista, y le trasmiten al espectador esa empatía que debemos sentir con un personaje que nos lleva del cariño a desprecio en los segundos que llevan de una escena a otra. ¿Qué necesita el personaje a lo largo de todo el metraje? Comprensión, cariño, respeto. ¿No es acaso lo que ansiamos todos?- aunque no sea a través de unos guantes de boxeo?-... Oscar más que merecido para Robert De Niro, y no sólo por haber engordado muchos kilos, sino porque logra trasmitir todos esos sentimientos encontrados que tiene un personaje que trasciende para convertir al actor en mito.
¿Se puede considerar “Uno de los nuestros” mejor que “Toro Salvaje”?


Víctor Gualda.

viernes, 7 de marzo de 2008

MATAHARIS

Iciar Bollain se ha hecho un hueco con su cine reivindicativo en el difícil panorama español. Su último estreno, “Mataharis” no ha alcanzado la repercusión de su anterior título “Te doy mis ojos”, pero no por ello deja de ser interesante. Tal vez sea porque en aquella, el tema del maltrato estaba en pleno debate público... además de por las fantásticas interpretaciones. La que nos ocupa no se queda atrás en cuanto al nivel interpretativo, pero tal vez el tema sea una parte más asumida de nuestra realidad social cotidiana. Hay quien la ha acusado de oportunista, pero no puedo estar más en desacuerdo. En los últimos días muchos han reivindicado la diversidad del cine español (ella misma en un artículo en El País). En el caso de Bollain, sus mujeres protagonistas, que siempre tienen algo por lo que luchar.

Tal vez lo que más me ha llamado la atención de “Mataharis” sea la estructura de su guión. Un punto de partida en común, tres mujeres que trabajan en una agencia de detectives, al tiempo que tratan de ordenar y sobrellevar sus vidas.
Desde este punto en común, surgen tres tramas, (cada personaje con la suya) y tres subtramas, (también para cada una la suya) E aquí uno de los problemas principales del libreto, que resulta demasiado televisivo. Casi cualquier serie de la pequeña pantalla se rige más o menos por la estructura de las tres tramas. En el caso de esta, Iciar y Tatiana Rodríguez (coguionista) han tratado de que hubiese paridad entre todas las protagonistas. En el caso de Najwa, el conflicto principal lo tiene en casa con su pareja Tristan Ulloa. Luego le colocan una pequeña subtrama relacionada con la búsqueda de alguien desaparecido hace años (no me extenderé en el argumento) Es tal vez la que más peso tenga en la película, porque es la que mayor peso dramático tiene en el guión. Una madre abnegada que carga con sus dos hijos al tiempo que ejerce de detective no es fácil, más cuando un descubrimiento hace que toda la estabilidad conyugal y sobre todo la confianza se tambalee. Por otro lado, María Vázquez es una joven sin cargas familiares y con ganas de aventuras que se cuela en una empresa como infiltrada por una razón que evoluciona hacia un punto muerto, y que en realidad sirve de excusa para que se desarrolle su subtrama con Diego Martín, uno de los empleados de la empresa. Es en esta trama donde se han introducido el conflicto social mezclado con los sentimientos, donde esta protagonista tiene que elegir entre su ética profesional y lo personal. Por último, el eje o punto de apoyo “chica para todo” en que convierten el personaje de Nuria González, apoyo psicológico, nani a tiempo parcial, eficiente secretaria, que por supuesto tiene sus propios problemas conyugales, con el añadido de una subtrama de esas que ayudan a tomar decisiones difíciles. El punto de encuentro es la oficina, donde un jefe tirano y sin escrúpulos (que igual podía haber sido mujer para crear conflicto interno) hace la labor de ogro sin sentimientos que sólo vive para el trabajo.

En todas las tramas el conflicto del personaje se lleva hasta el extremo siguiendo a la perfección las normas del guión, con puntos de giro interesantes y que prometen. Pero luego la película se va desinflando al paso de los minutos hasta que llega un final descafeinado y dispar, en el que todas y cada una de las protagonistas han tomado una dirección respecto a sus vidas, como no podía ser de otra manera. Resaltar también que la trama que a priori resulta más interesante, la de Maria Vázquez, va perdiendo interés al tiempo que lo va ganado la de Nimri...

Lo más curioso, es que he echado en falta, y a pesar del intento de la directora por reflejar la realidad, otros problemas del día a día de las mujeres (y también hombres). Ni un atisbo conflicto entre las protagonistas femeninas. Nada de competitividad, los personajes masculinos sólo dibujados pero carentes de detalles de carácter. Y es que dividir en tres personajes una trama que perfectamente podía haber pasado con un solo personaje apoyado tal vez por una segundo, hace que los personajes se queden en un quiero y no puedo psicológico que sólo en momentos contados traspasan el estereotipo, que es justo en el lugar donde se quedan los masculinos. Tal vez con la excepción del de Tristan Ulloa, que está algo más desarrollado, y es por ese motivo por el que su trama gana en peso especifico. Es una pena, porque la directora se atreve con temas interesantes en los que hay mucho que rascar, integridad, celos, confianza, aburrimiento, pero al no centrar la atención en un conflicto, sino diversificarlo, la película se resiente y se dispersa, para al final precipitarse por cumplir la hora y media que exigía el metraje.

El espectador habrá ido perdiendo interés igual que lo va perdiendo la película, para quedarse con la impresión de que estaba bien, pero le faltaba algo. Tal vez para la próxima, Iciar se deje llevar por su lado más emocional, y se olvide de las estructuras dramáticas. La película probablemente le salga más descabalada (como las anteriores), pero seguro que más autentica. Y es que si algo tiene su cine y no debe perder a pesar del guión, es esa sensación de inmediatez y realismo que nos hacía ponernos en la piel de sus personajes, y que hacia grandes, sin serlos, sus trabajos anteriores.

Víctor Gualda.

martes, 4 de marzo de 2008

LA LEY DE HERODES

“... una vez te chingas y otra te jodes"... Qué bonito es el cine cuando se basa en una idea sencilla, puede que tópica, pero bien llevada y sin preteciosidades. Incluso se pueden mezclar los tonos sin que la sinfonía desafine (perdón por el juego de palabras facilón). Ese es el caso de la película que nos ocupa. Situada en mitad de ninguna parte entre la comedia y el drama, la producción mejicana basada más en el ingenio que en la originalidad, es una de esas películas de fina e irónica crítica al sistema, con grandes dosis de situaciones cómicas más en el fondo que en la forma (que también está muy bien cuidada). Una de esas películas que hacen disfrutar y reflexionar a partes iguales. Lo cual no es tan frecuente como debería. Y es que cuando las cosas no se pueden arreglar, al menos vamos a reírnos con conciencia.

Ambientada en los años 40, ya el arranque es ágil y bien llevado. Y no me refiero a la secuencia que sirve (casi) como recurso habitual para cerrar más tarde el circulo. Me refiero al encadenado de personajes que hacen llegar desde uno de los miembros de más poder de la jerarquía del PRI hasta el más humilde de los afiliados que trabaja en una cacharrería, Juan Vargas. El motivo no puede ser otro que utilizarle de conejillo de indias en un pueblo de campesinos, San Pedro de los Saguaros, para que asuma la alcaldía dejada por el depuesto alcalde a base de machete. Es fácil hacerse a la idea de que el buen hombre ha llegado colmado de buenas intenciones y con ganas de sacar adelante el pueblo. Pero las costumbre o tradiciones (las personas en realidad) hacen que sea imposible llevar a buen puerto esas buenas intenciones y pronto se encuentra con las autoridades competentes. Osease, el cura, el médico, la meretriz... las decisiones se le volverán en su contra y tendrá que pedir consejo a sus superiores. Que le dotan de los dos instrumentos que necesita cualquier gobernante que se precie. La constitución, y el revolver, para hacer la conveniente interpretación de la ley. El resto casi se lo pueden imaginar. El duro ascenso político, por el bien del pueblo al que exprimir por medio de impuestos y chantajes. Pero el aprendizaje es duro porque es de ida y vuelta, y también a él le pasará factura. Una vez metido en la bola ya todo da un poco igual, se pierde la perspectiva y todo vale. Ello origina las situaciones más inverosímiles. Y es que gobernar para llevar el progreso social es difícil si no se cuenta con la financiación adecuada. Un poste casi como monumento se instala en la inexistente plaza del pueblo, y sirve de símbolo del progreso en forma de electricidad que el PRI va a traer. Para ello la extorsión es el mejor de los métodos de financiación de la decrepita economía del lugar. Al menos hasta que los contribuyentes se revelen. Es entonces cuando hay que, en nombre del bien común, utilizar la pistola. Luego basta con un conejillo de indias como excusa para que pague el pato (aprendizaje vivido en carne propia). Pero no nos adelantemos.

Interesante, a pesar de su obviedad es la subtrama que simboliza a los norteamericanos con uno de ellos como socio de la alcaldía. "El gringo"que ayuda a nuestro protagonista cuando el coche se le queda tirado en mitad de la nada. Pero la ayuda no es ni gratuita, ni desinteresada... ni siquiera es ayuda. Como las arcas del ayuntamiento aún no están saneadas (la secuencia pertenece al primer tramo del metraje), Vargas le promete pagarle en un futuro no muy lejano. Por supuesto el americano, símbolo de un país, reclama la deuda, y como no hay presupuesto, el mejicano le ofrece cobrar a través de su ayuda para hacer llegar el manido progreso. Como reflejo de la política exterior de un país no está nada mal. El cargo además no le deja tiempo a nuestro protagonista para atender sus obligaciones maritales, demasiado ocupado con las prostitutas. Ella se tomará la justicia por su mano y se dejará llevar por el canto de sirenas del sueño americano.

El desfase es tan grande, que cuando los enemigos tratan de pararle, Vargas ya está metido en una rueda de la que no puede salir. Ha llegado el momento de quedarse con todo, y para ello lo mejor es eliminar a sus enemigos con las artes más viles. A la proxeneta a base de hierro, al médico-oposición a base de acusaciones y bulos de pederastia. Todos tienen algo que ocultar, así que no será difícil hacer el trabajo. Cuando el camino está libre ya se puede llegar al extremos para reventar todo, no hay oposición ni control posibles así que tonto el último, lo que lleva al inevitable alzamiento con el que arrancó el metraje. Los aliados ocasionales, me refiero a la iglesia, claro, en un claro y buen reflejo de su "moral" se posicionan con facilidad a donde mejor les sopla el viento, al fin y al cabo, el cura entiende que el exceso de presión sobre los campesinos les va a dejar sin nada y él no podrá comprar su coche de importación americano. Y es que la humildad está hecha para los fieles, no para los curas. La situación estalla cuando las elecciones para gobernador son perdidas, y en plena huida, el jefe del protagonista. Aquel que le había dado la constitución (muy buenas también las secuencias en las que Vargas rompe las páginas y crea sus propias leyes)... y la pistola, pasa por el pueblo para “remendar” el desastre. Remiendo que consiste en llevarse el dinero que nuestro protagonista ha ido "ahorrando". Esto es superior a la “moral” de cualquier político, y el descontrolado alcalde no lo puede permitir. Un epílogo más que genial, con fantástica paradoja incorporada, da fin a una película cuyo argumento es extrapolable en mayor o menor medida a casi todos los países en los que la democracia es ejercida por sátrapas. En el nuestro todos recordamos casos.

El cine mejicano está en alza. Lo curioso (como me comentaba una socia psicóloga), es que aparte de ser un cine fronterizo (tan de moda en los últimos tiempos), tiene la peculiaridad de ser muy duro con ellos mismos. Autocrítico y autofustigador, carga moral que la cinematografía de casi ningún país soporta. Sólo hace falta ver producciones como esta misma, “Padre Nuestro” o “Babel” para entenderlo. “La ley de Herodes” alcanzó tal repercusión en Méjico (1999), que el presidente de la época Ernesto Zedillo logró vetar la exportación de la película (como un personaje más)... al menos hasta un año después, momento en que terminó su periodo presidencial. De cualquier forma como hemos indicado en otras ocasiones, el cine es un reflejo fiel de la mentalidad colectiva de cada país, unos prefieren exonerarla, y otros auntoengañarse.

Víctor Gualda.