En estos tiempos que corren, en que todo es imagen e hipocresía, en los que las modelos que venden cremas antiarrugas tienen veinte años, en las que los políticos se enfrentan entre si con campañas de imagen, pero olvidando el fondo. En los que todo es una gran mentira cubierta de papel de regalo en definitiva, nos llega esta película sobre una profesión a medio camino entre el deporte y el teatro, que de la mano de Rourke aporta la dureza de la verdad.
Y es que aunque hay que reconocer la buena mano del director Darren Aronofsky, que pega la cámara al luchador de una forma directa y con el movimiento perfectamente justificado a las emociones y las situaciones de cada secuencia, el gran merito de la cinta está en la espectacular interpretación de un Mickey Rourke en estado de gracia que tal vez por identificación con su Randy, se mete tanto en la piel del personaje que acaba haciéndolo suyo. Así, nos olvidamos de la maltrecha cara de Rourke para entrar de lleno en un personaje, al que le duelen los desplantes de la vida, más que los golpes sobre ese escenario que es el ring. Algo así debe sentir el propio actor que se deja el alma en cada plano. Si la mirada reflejan la emoción, su mirada es de una transparencia capaz de transmitirnos que hasta para ser perdedor hay que tener madera. Y este Rourke la tiene.
Esta es una película para aquellos que creen en el atractivo del antihéroe, en el perdedor nato capaz de llevar a las últimas consecuencias sus sueños. En un sueño por encima de la propia vida, y verán una identificación brutal y descarnada de ellos mismos. Veinte años de aquella magistral interpretación de boxeador perdedor de “Homeboy”, llega esta otra que hace pequeña aquella. Poco importa que el guión sea impostado, que este tipo de películas herederas de las de los años ochenta, época además en la que comienza la historia, tengan una estructura facilona en la que se le da una segunda oportunidad al perdedor, para luego hacer más dura la caída. La striper, la hija, el trabajo en el mundo real, son sólo fuegos de artificio ante la honestidad de una interpretación magistral merecedora del más alto premio de su profesión. Se lo ha arrebatado Sean Penn, otra bestia ingobernable de la interpretación, pero tuvo el detalle de dedicarle unas sinceras palabras al final del discurso, no hay que olvidar, que Penn a principios de la década le rescató en su película “El juramento” (también Coppola y Tony Scott, aunque el reconocimiento le volviera a llegar por su papel en “Sin City” de Rodríguez)
Muy atrás quedan aquellos maravillosos papeles en “Diner”, “La ley de la calle”, “Manhattan Sur”, “El corazón del Ángel”, “El borracho”, o “Réquiem por los que van a morir”. Alcanzó la gloria para luego caer a lo más profundo del infierno personal. Ahora nadie le quería, y ha demostrado a sus detractores que sigue siendo un actor de los que se dejan la piel en el set (literalmente; no utilizó dobles para las peleas) y que se lanza al vacío con todo, como su Randy “the Ram” en el último plano de “The Wrestler”. Felicidades Mickey por el Oscar, que tal vez por una cuestión de reivindicación de una industria plagada de homosexuales que han utilizado a Milk para sus necesarias reivindicaciones, te han negado, pero los que preferimos la verdad en cada personaje, sabemos que el vencedor moral has sido tú.
Víctor Gualda.
Y es que aunque hay que reconocer la buena mano del director Darren Aronofsky, que pega la cámara al luchador de una forma directa y con el movimiento perfectamente justificado a las emociones y las situaciones de cada secuencia, el gran merito de la cinta está en la espectacular interpretación de un Mickey Rourke en estado de gracia que tal vez por identificación con su Randy, se mete tanto en la piel del personaje que acaba haciéndolo suyo. Así, nos olvidamos de la maltrecha cara de Rourke para entrar de lleno en un personaje, al que le duelen los desplantes de la vida, más que los golpes sobre ese escenario que es el ring. Algo así debe sentir el propio actor que se deja el alma en cada plano. Si la mirada reflejan la emoción, su mirada es de una transparencia capaz de transmitirnos que hasta para ser perdedor hay que tener madera. Y este Rourke la tiene.
Esta es una película para aquellos que creen en el atractivo del antihéroe, en el perdedor nato capaz de llevar a las últimas consecuencias sus sueños. En un sueño por encima de la propia vida, y verán una identificación brutal y descarnada de ellos mismos. Veinte años de aquella magistral interpretación de boxeador perdedor de “Homeboy”, llega esta otra que hace pequeña aquella. Poco importa que el guión sea impostado, que este tipo de películas herederas de las de los años ochenta, época además en la que comienza la historia, tengan una estructura facilona en la que se le da una segunda oportunidad al perdedor, para luego hacer más dura la caída. La striper, la hija, el trabajo en el mundo real, son sólo fuegos de artificio ante la honestidad de una interpretación magistral merecedora del más alto premio de su profesión. Se lo ha arrebatado Sean Penn, otra bestia ingobernable de la interpretación, pero tuvo el detalle de dedicarle unas sinceras palabras al final del discurso, no hay que olvidar, que Penn a principios de la década le rescató en su película “El juramento” (también Coppola y Tony Scott, aunque el reconocimiento le volviera a llegar por su papel en “Sin City” de Rodríguez)
Muy atrás quedan aquellos maravillosos papeles en “Diner”, “La ley de la calle”, “Manhattan Sur”, “El corazón del Ángel”, “El borracho”, o “Réquiem por los que van a morir”. Alcanzó la gloria para luego caer a lo más profundo del infierno personal. Ahora nadie le quería, y ha demostrado a sus detractores que sigue siendo un actor de los que se dejan la piel en el set (literalmente; no utilizó dobles para las peleas) y que se lanza al vacío con todo, como su Randy “the Ram” en el último plano de “The Wrestler”. Felicidades Mickey por el Oscar, que tal vez por una cuestión de reivindicación de una industria plagada de homosexuales que han utilizado a Milk para sus necesarias reivindicaciones, te han negado, pero los que preferimos la verdad en cada personaje, sabemos que el vencedor moral has sido tú.
Víctor Gualda.
Os cuelgo un par de entrevistas al dire y a Rourke que he encontrado y me han parecido interesantes.
3 comentarios:
Deseé con ahínco que ganase el Óscar,aunque poco importa.Ni creo que sea su mejor interpretación,pero sí la más honesta y humana.Ni una película redonda:el guión es más bien pobre y convencional y Aranofsky tampoco ha estado de 10 a la hora de recoger el espíritu de los 70,de filmes como "Fat city".
Pero "Ram" Robinson es uno de esos personajes que dejan huella,de los que gustaría tener como colegas y preguntarse qué harían ellos cuando se tiene un problema.Un gran tipo.
Zero
me alegro que estemos de acuerdo en todo. Sólo una matización. el guión es pobre por sencillo, pero no malo. Nos presenta al personaje, el elemento desestabilizador entorno al que gira todo el conflicto, y nos lleva de la mano del personaje, pero le reconozco a Aronofsky la capacidad de acercarnos mediante la cámara a Randy. Creo que la técnica es perfectamente coherente con la historia y está muy bien llevada. Me encantó la secuencia en la que la cámara sigue la espalda de Rourke por los pasillos del supermercado igual que lo había hecho cuando iba a suber al ring. No me hacía falta el refuerzo del sonido, pero entiendo que el director quería que no se le escapase a nadie el paralelismo. Sencilla pero genial.
Bi.
Lo que comentas del sonido,pese a no ser estrictamente necesario,funciona muy bien.Es breve,va increscendo a pocos metros de la puerta y cuando él se detiene antes de pasar.Cuando entra en la charcutería,el sonido cesa(es totalmente anticlimático:silencio-sonido-silencio) y la cámara se mantiene un instante tras el toldo.
Creo que de un recurso que podría resultar un subrayado, consiguen que funcione como una rutina mental de Ram antes de enfrentarse a una situación,que refuerza no sólo hacer algo que hay que hacer para comer,sino que lo que es Ram inunda su conducta en toda cirsunstancia.
No sé si me he explicado
Zero
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