Lo cierto es que aun no tengo claro si la última película de Almodóvar me ha gustado o me ha horrorizado. De momento tengo que reconocer y valorar el esfuerzo del director por intentar complicar sus habitualmente planas historias. Aquí se lanza al vacío para intentar hacer una especie de “experimento narrativo”. Personajes que dan lugar a otros personajes dando lugar a nuevas tramas que luego tienden a converger en una principal. Muy buena idea, pero al final el intento resulta fallido. Y es que el manchego más universal tiene una tendencia natural a repetirse más, cuando más original trata de ser.
Para empezar hay algo que me llama la atención, y es que en esta película la trama que domina la película está guiada por el intento de introducir un recurso tan habitual en el cine como el flash-back, de la manera más complicada posible. Pocas veces un recurso tan sencillo como este, que sirve para darnos información del pasado, fundamental para el presente del personaje, se convierte en un rocambolesco ardid para crear una inexistente tensión, pero como ocurre con cualquier flash-back, ralentiza la acción llegando a hacer la película tediosa. Más, cuando a la vuelta de cada flash-back hay una explicación dialogada, que casi funciona como voz en off explicativa y que ralentiza aun más si cabe.
Luego está otro de los temas fundamentales de la película. El punto de vista, que parece para el director una especie de punto g. Sabe que existe y tantea personaje por personaje (tal vez por lo que expliqué en el primer párrafo), pero sin llegar encontrarlo. Y es que si el personaje del ciego escritor o director, o amante o lo que sea, de Lluis Homar tiene tan poca movilidad de acción, y está prácticamente basado en el diálogo. Nunca interviene en la trama como un elemento activo, sino como un cronista de primera fila. Entonces descarga toda la responsabilidad en una Penélope que no sabe de qué va su personaje y se mantiene fría y distante a lo largo de todo el metraje. La heroína que debería ser bisagra de los demás, que es el origen de toda la historia y que tendría que estar llena de sentimientos contradictorios, es sólo un personaje colocado a capón con “secuencias excusa” para sacarla guapa y que rellene minutos. Un desastre para una actriz que tiene mucho que dar, pero que necesita tener confianza absoluta en el personaje para creérselo y por ende que se lo crea el espectador. Y siguiendo con este tema de los actores, no quiero olvidarme de la también grande Blanca Portillo, que tiene el personaje clave para que entendamos, pero que resuelve (igual que en “Volver”) uno de los clímax sentada detrás de una mesa, en un diálogo de nuevo explicativo, que sirve de resolución de una de las tramas principales y que aunque con uno de los pocos guiños cómicos (el de la copa en el Chicote), no deja de ser una secuencia explicativa y melodramática algo “barata” (sin ánimo de ofender) Para Ochandiano no tengo casi palabras. Lo suyo es el más difícil todavía. Un personaje escrito para él, que esta casi echo a su imagen y semejanza y que cae en el estereotipo más absoluto. Con lo cual, al único que puedo salvar de todo el reparto (aparte de esos maravillosos actores secundarios, Ángela Molina, Chus Lampreabe, Rosi de Palma, Lola Dueñas, Kiti Mamber, Carmen Machi) es a Jose Luís Gómez, un actor que es la repetición de otros hombres Almodóvar (me recuerda particularmente a Fernando Guillen Cuervo) pero que defiende su personaje con honestidad y algo alejado de los estereotipos interpretativos del director.
La necesidad de demostrar de Pedro, hace que en esta orquesta cada instrumento suene por su cuenta, convirtiendo algo que se intuye hermoso en un conjunto desafinado. Por supuesto, la fotografía, la música y todos los elementos que atrezan una película son fantásticos, pero un director sin problemas de producción no puede permitirse descargar sus meritos en meros ornamentos florales… Al final la mezcla de géneros thriller, comedia y melodrama, recortada de sus propios mitos, resulta fallida, y tal vez la parte que más se resiente es el montaje de Jose Salcedo demasiado plegado a los caprichos de un Almodóvar que no controla el ritmo de los géneros si se salen del melodrama (para mi el mayor problema de la película).
Es fácil dar consejos desde el sillón de casa, pero lo mejor de la película son las escenas cómicas e irónicas. Resulta que su autoparodia de “Chicas y maletas” deja mucho mejor sabor de boca que las dos horas anteriores. Lo mismo sucede con el personaje de Lola Dueñas, que para mi tiene la mejor secuencia de la película con su trabajo de lectora de labios. ¿Qué tal una comedia pura y dura para la próxima? Por cierto, y para terminar, me encanta que haya una secuencia completamente prescindible, que hace un homenaje a Louise Malle, pero en fondo a La Devedeteca sin saberlo, ya que cuando Tamar Novas mira entre los DVD de Homar, está señalando las películas que “El Deseo” nos alquiló para la producción. Un bonito detalle Pedro.
Víctor Gualda.
Para empezar hay algo que me llama la atención, y es que en esta película la trama que domina la película está guiada por el intento de introducir un recurso tan habitual en el cine como el flash-back, de la manera más complicada posible. Pocas veces un recurso tan sencillo como este, que sirve para darnos información del pasado, fundamental para el presente del personaje, se convierte en un rocambolesco ardid para crear una inexistente tensión, pero como ocurre con cualquier flash-back, ralentiza la acción llegando a hacer la película tediosa. Más, cuando a la vuelta de cada flash-back hay una explicación dialogada, que casi funciona como voz en off explicativa y que ralentiza aun más si cabe.
Luego está otro de los temas fundamentales de la película. El punto de vista, que parece para el director una especie de punto g. Sabe que existe y tantea personaje por personaje (tal vez por lo que expliqué en el primer párrafo), pero sin llegar encontrarlo. Y es que si el personaje del ciego escritor o director, o amante o lo que sea, de Lluis Homar tiene tan poca movilidad de acción, y está prácticamente basado en el diálogo. Nunca interviene en la trama como un elemento activo, sino como un cronista de primera fila. Entonces descarga toda la responsabilidad en una Penélope que no sabe de qué va su personaje y se mantiene fría y distante a lo largo de todo el metraje. La heroína que debería ser bisagra de los demás, que es el origen de toda la historia y que tendría que estar llena de sentimientos contradictorios, es sólo un personaje colocado a capón con “secuencias excusa” para sacarla guapa y que rellene minutos. Un desastre para una actriz que tiene mucho que dar, pero que necesita tener confianza absoluta en el personaje para creérselo y por ende que se lo crea el espectador. Y siguiendo con este tema de los actores, no quiero olvidarme de la también grande Blanca Portillo, que tiene el personaje clave para que entendamos, pero que resuelve (igual que en “Volver”) uno de los clímax sentada detrás de una mesa, en un diálogo de nuevo explicativo, que sirve de resolución de una de las tramas principales y que aunque con uno de los pocos guiños cómicos (el de la copa en el Chicote), no deja de ser una secuencia explicativa y melodramática algo “barata” (sin ánimo de ofender) Para Ochandiano no tengo casi palabras. Lo suyo es el más difícil todavía. Un personaje escrito para él, que esta casi echo a su imagen y semejanza y que cae en el estereotipo más absoluto. Con lo cual, al único que puedo salvar de todo el reparto (aparte de esos maravillosos actores secundarios, Ángela Molina, Chus Lampreabe, Rosi de Palma, Lola Dueñas, Kiti Mamber, Carmen Machi) es a Jose Luís Gómez, un actor que es la repetición de otros hombres Almodóvar (me recuerda particularmente a Fernando Guillen Cuervo) pero que defiende su personaje con honestidad y algo alejado de los estereotipos interpretativos del director.
La necesidad de demostrar de Pedro, hace que en esta orquesta cada instrumento suene por su cuenta, convirtiendo algo que se intuye hermoso en un conjunto desafinado. Por supuesto, la fotografía, la música y todos los elementos que atrezan una película son fantásticos, pero un director sin problemas de producción no puede permitirse descargar sus meritos en meros ornamentos florales… Al final la mezcla de géneros thriller, comedia y melodrama, recortada de sus propios mitos, resulta fallida, y tal vez la parte que más se resiente es el montaje de Jose Salcedo demasiado plegado a los caprichos de un Almodóvar que no controla el ritmo de los géneros si se salen del melodrama (para mi el mayor problema de la película).
Es fácil dar consejos desde el sillón de casa, pero lo mejor de la película son las escenas cómicas e irónicas. Resulta que su autoparodia de “Chicas y maletas” deja mucho mejor sabor de boca que las dos horas anteriores. Lo mismo sucede con el personaje de Lola Dueñas, que para mi tiene la mejor secuencia de la película con su trabajo de lectora de labios. ¿Qué tal una comedia pura y dura para la próxima? Por cierto, y para terminar, me encanta que haya una secuencia completamente prescindible, que hace un homenaje a Louise Malle, pero en fondo a La Devedeteca sin saberlo, ya que cuando Tamar Novas mira entre los DVD de Homar, está señalando las películas que “El Deseo” nos alquiló para la producción. Un bonito detalle Pedro.
Víctor Gualda.