martes, 10 de marzo de 2009

TRANSSIBERIAN

Esta coproducción, además de tener un reparto internacional, tiene la peculiaridad de parecer una producción más potente de lo que es (en realidad “sólo” 15 millones de dólares, que es un presupuesto reducido para Hollywood). Hay que tener en cuenta que tres cuartas partes del metraje están rodadas en los decorados del supuesto transiberiano. Con lo cual la sensación de opresión y de constante movilidad está asegurada. Otra cuestión es la eficacia con la que está conducida la trama.

El director Brad Anderson, de solvencia suficiente para crear atmósferas opresivas, ya lo comprobamos en su anterior “El maquinista” (otra pequeña producción disfrazada, y sustentada por la fantástica interpretación de Cristian Bale). Como decía, Anderson tiene la capacidad de introducirnos en un submundo cerrado en el que el suspense está garantizado por la ambigüedad de los personajes y lo cerrado del decorado.

Resulta curioso que esta pareja de americanos de clase media, un Roy (Woody Harrelson) ferretero del que se nos muestra su lado moral marcado por la religión, del que habría mucho que hablar por el lado ortodoxo muy marcado del personaje, pero que esconde una ambigüedad moral paradójica (muy bien mostrado en apenas dos secuencias) y su misteriosa mujer Jessie (Emily Mortimer) que desde el principio entendemos que tiene oscuros secretos que esconder, viajan casi como redención, para cruzarse en el tren con otra curiosa pareja formada por un español (Eduardo Noriega) que resulta inquietante por su manera de mirar y sus palabras llenas de ambigüedad y Kate Mara, una chica que parece que constantemente tiene miedo y esconde algo. Toda la primera parte el director, que ya digo consigue una atmósfera opresiva, y el guión que juega al misterio, nos llevan a un punto de una situación tensa. Pero como las matriuscas que trasporta Noriega, la trama esconde nuevas situaciones que no eran la prevista.

Se muestran así las parejas al tiempo que la trama y con un interés creciente avanzamos hacia el primer tramo de estación. Es curioso que el director ha escogido que el desenlace de este primer acto, que casi funciona como un clímax definitivo, se desarrolle lejos del tren. Pero es que al abrir la primera matriusca, la trama se reconduce hacia otro misterio. Es en este punto cuando entra en el juego de misterios y suspense el personaje policía de Ben Kinsley, que aunque ya había sido presentado en el arranque (de otra manera hubiese resultado forzado, mientras que así se amplia la incertidumbre de que papel jugará en la historia), no tiene ninguna función hasta que desaparece el anterior antagonista. Noriega.

A partir de este momento, y con la información que sólo posee el personaje de Emily Mortimer y por ende el espectador, el director utiliza al más puro estilo Hitchcock la tensión y el suspense de manera magistral. Sufrimos por la protagonista que lleva el punto de vista principal. Pero además el guión está preparándonos otra sorpresa que precipitara el segundo acto de este texto que se desliza como una anguila por los recovecos que le cede la ambigüedad de la situación. Bajo mi punto de vista, el desenlace demasiado forzado en el que por fin adquiere algún protagonismo el personaje poco creíble de Woody Harrelson y que trata inútilmente de robar plano a la verdadera “heroína” con la que difícilmente se podrá identificar el espectador (una protagonista mentirosa y manipuladora). Es entonces cuando el desenlace del film vuelve a jugar de nuevo con los mismos elementos del primer acto, por lo que la sorpresa es menor. Nada es lo que parece, el desenlace necesariamente será fuera del tren, y se ha añadido (por no decir parcheado) una escena de acción, que lo único que consigue es restarle la credibilidad que se ha ido ganado giro tras giro la antipática protagonista.

Es en este punto donde se ve que el director ingles tenía una capacidad de la que no disponen sus imitadores. Este tipo de finales pueden dejar satisfecho a un público poco exigente, o a un productor que busque números en el público, pero es necesario ser coherente con el desarrollo de un personaje y la trama, y no conformista con un plano final en el que todo se reordena como concesión a cambio del daño provocado (un daño insalvable además) lo que se desordenó en el primer tramo del metraje. Si el caos se ha adueñado de la vida de los protagonistas, ya nada debería de poder volver al origen sin más (tanto para la pareja como para Abby), y menos como concesión a un público que se olvidará de una película interesante por un final facilón.

Son Eduardo Noriega primero y Ben kinsley, como interesantes antagonistas, los que sustentan una producción en la que se ha elegido mal a la única protagonista que no cambia su mirada de susto en todo el metraje.

Víctor Gualda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo que decir que a mi no me pareció tan buena como cuentas (y ni de lejos comparable con "El maquinista"). Reconozco el mérito al trabajo de producción, al guión, etc etc... pero para mi ese tren iba, como decirlo, a medio gas.
Efectivamente (en eso coincido contigo)Kate Mara hace un interpretación completamente plana. Es como si estuviera en otra película. Personalmente, tampoco creo que esta sea una de las mejores interpretaciones de Noriega. O sí, qué se yo. El caso es que después de una y otra, y otra, y otra película, la mirada de Noriega empieza a resultar menos resultona (valga la redundancia). Una empieza ya a no creérselo, y es que una cosa es el uso, y otra, el abuso. Y de la mirada turbadora de Noriega, se ha abusado mucho.

Por lo demás, un final semi-creíble y unos líos amorosos, tan (in)necesarios como previsibles.

En fin, que al final para mi se ha quedado en una de esas pelis que dirías que es "entretenida".

Margüita.

Anónimo dijo...

no recuerdo haber dicho que me parecio tan buena. Sencillamente me parece que la atmósfera y la tensión están bien conseguidas. Tambien que los antagonsitas están bien en sus papeles. Pero Mara hace un personaje no demasiado bien definido por el guión, casi está puesta para resolver en el último plano. Así como la trama resulta deficiente. Porque la droga y los trapicheos son solo el mcguffin y se les da demasiado peso para que todo cierre. Tampoco me parece que el tercer acto, con el tren separado y las escenas de acción un tanto forzadas. No es un peliculón, pero no está mal.
Bi.