El aristócrata y director de cine Don Luchino Visconti di Modorne fué uno de los autores como Fellini, Antonioni, Rosellini, etc, que pusíeron al cine italiano en el escaparate de los referentes mundiales de la producción cultural occidental.
Visconti pasó del cine social al cine más estético quedándose al final de su obra en un cine más nostálgico dentro de esta última etapa destacan “El gatopardo” y en mi opinión “Confidencias”.
El reparto de “Confidencias” es absolutamente magistral; Burt Lancaster, Silvana Mangano, Helmut Berger, Claudia Marsani, todos estos personajes representan la aristocracia en un momento histórico de absoluta decadencia.
La historia de “Confidencias” versa sobre la vida de un acaudalado profesor norteamericano que vive apartado del mundanal ruido recordando la pérdida de su mujer y queriendo disfrutar de la última etapa de su vida con recogimiento y tranquilidad. De repente se ve acosado por una marquesa italiana, una sublime Silvia Mangano, para conseguir que le alquile el piso de arriba. El profesor no acepta la petición de la marquesa por lo que sufre un tremendo acoso hasta que accede a alquilarle el piso, tras esta decisión se suceden los ruidos, las obras, y todo tipo de desordenes provocados por la marquesa, sus hijos, y el amante de la marquesa (Helmut Berger), proxeneta de dudosa reputación en esos círculos sociales. Al principio el profesor se ve sumergido en unas vidas carentes de orden, caprichosas, inconscientes, que tienen poca consideración por sus semejantes pero poco a poco va entendiendo que tras ese caos existe una profunda pulsión de vida, una vitalidad que él había perdido y por la que se ve iluminado en medio de su momento existencial de sombras y silencio.
Por medio de estos personajes Visconti nos representa dos arquetipos de la aristocracia, uno más culto, educado, que cree en el progreso, que es con quien se identifica Visconti y es la mirada que conduce el argumento (la mirada del profesor), y por otra parte una aristocracia inculta, caprichosa, que busca satisfacer sus deseos y sus pulsiones sin pensar en ningún momento en las consecuencias de esa actitud, esta clase social que siempre lo ha tenido todo y sin esperarlo la historia les ha puesto unos límites a su deseo. Ambas aristocracias han perdido su lugar específico en la historia pero lo que nos queda es la inagotable vitalidad de la aristocracia que representa la marquesa y sus hijos.
Eregoyan
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