miércoles, 8 de julio de 2009

CHE: GUERRILLA

Siguiendo el tono iniciado en la primera parte, esta segunda arranca con la entrada de Ernesto en Bolivia. La intención no es otra que extender la revolución cubana en Sudamérica, la intención no es otra que mostrar el periplo vital del personaje aferrado a la idea. Un arranque un tanto confuso que en pantalla está resuelto con la exposición objetiva de los hechos que ocurrieron. Las presuntas malas relaciones de Ernesto y Fidel Castro están planteadas, pero no se sigue el camino de la conspiración, sencillamente se exponen para reducir el asunto a un comunicado de Fidel, en el que dice leer una carta de Ernesto que le autoexculpa, y de paso engrandece la idea de la revolución. Una jugada maestra que parece orquestada por el cubano después de que vimos que es el personaje más carismático de la revolución, además del más inteligente y manipulador. El abandono del puesto de ministro da paso directo a la entrada del “personaje” disfrazado en Bolivia.

A partir de este punto la película recupera la estructura narrativa de la primera parte. En lo más alto de su fama y reconocimiento oficial el che desaparece, se disparan las especulaciones hasta que reaparece en Bolivia. El sistema que tan buen resultado dio en Cuba, reclutar campesinos para entrenarlos y plantar la semilla del descontento en las clases bajas se repite. Inmediatamente vemos que el planteamiento es el mismo, pero con diferencias notables. Si en la primera reconocemos la importancia de Fidel en el proceso, aquí desaparece el personaje antagónico e ideológico principal, y vemos que Ernesto se afana por luchar contra los “elementos” con desigual resultado. Los Bolivianos, mucho menos comprometidos, sin la base cultural y teórica de los cubanos, están presentados como egoístas y paletos. La oposición del propio partido revolucionario oficial, y la falta de apoyo popular hacen mella en el débil compromiso. De nuevo (también lo vimos en Cuba) se plantea que Ernesto es extranjero y genera desconfianza en los bolivianos. La guerrilla se limita a hacer pequeñas incursiones y sólo la filtración de noticias en los periódicos, alguna huelga alentando la revolución o una entrevista al propio Ernesto, personaje tan carismático internacionalmente que le da peso a la idea, hacen que el gobierno se plantee la posibilidad de eliminar la mosca cojonera e insignificante que supone la guerrilla. Es decir, hasta este punto se repite la estructura narrativa, reconocible y el paralelismo con la revolución cubana, pero se introducen nuevos elementos que le desalientan y ayudan a entender el por qué del fracaso. A fin de cuentas, el espectador menos informado sabe del trágico final del personaje, es sólo cuestión de tiempo, y el interés se centra en saber cómo llega el fin del personaje y el principio del mito.

A partir de la involucración del gobierno boliviano en la figura de Joaquim de Almeida, la película cambia de género y está planteada como una especie de western encubierto, algo así como en “Dos hombres y un destino”. Se forma un equipo especial para capturar a los rebeldes. Se divide el punto de vista principal para que el espectador conozca los movimientos del ejército boliviano, y crear la tensión dramática necesaria incluyendo el suspense. No creo que los propios guerrilleros sean capaces siquiera de ver que se ha iniciado al caza. Es sólo una cuestión de tiempo que caigan. Inteligente combinación la de Soderbergh que introduce los géneros en el metraje de manera encubierta para dotar de estructura narrativa sin perder el tono casi documental de la primera. Nunca pierde el horizonte, y a pesar de lo sesgado del personaje, lo dota de humanidad y refuerza el halo de pesimismo que lleva implícito. De nuevo recurre al asma para mostrar sus debilidades. De nuevo recurre a los personajes secundarios para que entendamos que la idea necesita del sustento comunitario que el pueblo boliviano no está dispuesto a dar. Todo ello hasta llegar a la secuencia definitiva.

El clímax se centra en la captura con una secuencia de acción para aportar el heroísmo, el desenlace en el personaje tratando de mostrar la humanidad en un último acto heroico. Soderbergh nos hace recordar la frase mítica sin pronunciarla. Mejor morir de pie que vivir de rodillas… y fundido a blanco. Pero añade una imagen más. La del mito. La última que el inconsciente debe recordar, la del héroe que se dirige hacia el destino y que personaliza el símbolo.

Che y Guerrilla no son dos películas. Es una e indivisible, por mucho que los intereses económicos de las salas obliguen a partir el metraje. No se puede entender como dos porque se rompe la esencia y se convierte en negocio. El personaje se ha convertido en mito en parte gracias a Korda, a una imagen. Soderberg y del Toro han intentado dotar de vida el icono, pero poco importa la vida del héroe. Lo único que importa es lo que representa… y que haya muerto joven.

Víctor Gualda.

No hay comentarios: