
La presentación de personaje interpretado por Tom Cruise Von Stauffenberg, su carácter rebelde, las heridas de guerra… chorradas en las que Cruise no consigue aportar un mínimo de humanidad al personaje, ni lo más importante, que el espectador se involucre con su causa. Y es que la identificación con el personaje principal es fundamental. Luego la presentación del descontento entre los mandos, un ramillete de caras conocidas con poco peso especifico en la trama, tratadas con desden para no quitar protagonismo a Cruise.
La involucración del personaje en el desarrollo del plan hasta el atentado copa todo el primer tercio de película, pero Bryan Singer se olvida de lo principal, la película es un thriller y hay que tratarla como tal. El mestizaje de géneros está de moda, pero querer dar el mismo peso al drama que al thriller es una equivocación en este caso, y la secuencia climática casi en el centro del segundo bloque lastra el tercero (tal vez sea Kubrick en “Senderos de Gloria” el único capaz de conseguirlo). Pero volviendo a la secuencia del atentado, que es lo más interesante, se nota una cierta falta de oficio de Singer (único responsable) en crear el elemento principal. El suspense. Y es que el director demostró en “Sospechosos habituales” con un guión convencional (mejor dicho con una estructura clásica) su habilidad para la sorpresa, pero el suspense es mucho más complejo. Es difícil encontrar una secuencia tan obvia que cumpla las exigencias del suspense, y es difícil encontrar una en la que este tan desaprovechado. Hitchcock utilizo el ejemplo de la bomba en la maleta para explicar como se debe rodar una secuencia de estas características. El punto de vista del espectador compartido con Cruise, que conoce el contenido de la maleta debe causar una tensión que se transmita al espectador. En vez de eso, la secuencia, que aun así es la mejor de todo el metraje, sólo consigue su objetivo a medias. Creo que la clave está en lo poco y mal utilizados de los tempos dramáticos. En no saber poner al espectador de parte del personaje, y después en el cambio de género que baja al mínimo la poca tensión lograda para perderse en el ramillete de caras.
Tras esta secuencia; la nada. Todavía queda todo un bloque dramático fundamental, pero los guionistas Christopher McQuarrie y Nathan Alexander, deciden que hay que justificar y mostrar las consecuencias del desaguisado. Cero interés por mucho que se intensifique el ritmo. La división en dos del mando alemán por la toma de Berlín por el ejército de reserva, la cadena de mandos comprometidos en la causa, los intereses políticos de los implicados. Nada sirve para paliar el desastre. Nada consigue levantar esta película con final absolutamente pueril y conocido de antemano por el espectador. La película está demasiado al servicio de Cruise, y lo caída de los confabuladores tiene cero tensión, y poco interés. El antagonista al que todos conocemos es Hitler, un personaje interesante encarnación del mal, que desaparece de la cinta. Vale que el espectador conoce el fracaso del plan, pero una aparición estelar (ya que hemos jugado con la incertidumbre) le hubiese dado un extra a ese desenlace dramático. Y es que una película es la dramatización de los hechos sean reales o no, y eso permite ciertas licencias que aquí están desaprovechadas.
Para el preestreno en Madrid, la producción trajo una pantalla especial que instalaron el único estreno que se ha hecho en el teatro de la Opera (luego se la regalaron al teatro por ser demasiado caro llevársela). Marketing y parafernalia insuficiente para tapar las carencias obvias. De ellas la principal; Si la estrella de turno tiene demasiado control sobre la producción, el resultado se resiente.
Víctor Gualda.
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