jueves, 29 de enero de 2009

MAD MEN

Un fin de semana postrado en cama con gripe ha sido la excusa para tragarme toda la primera temporada de la serie de moda en Estados Unidos, al menos la que se ha llevado por segundo año consecutivo el premio a la mejor serie dramática en los Emmy, y el Globo de Oro en la misma modalidad. Su productor Matthew Weiner, además de creador, guionista y director de alguno de los capítulos es el hombre del momento, y viene avalado por su trabajo en “Los Soprano”. Ya he leído en diversos foros que la serie de los publicistas neoyorkinos es la heredera natural de la de los mafiosos de andar por casa. A pesar de la indudable calidad, nada más lejos de la realidad. De momento Tony y familia están en lo más alto del podium de las series, y los oficinistas de Don Draper son meros aspirantes al título.

Pero no nos engañemos, se trata de una serie con mucho valores. Entre ellos el de enganchar al espectador (me tragué los trece capítulos en un par de días) Comercial, atractiva en cuanto a estética, y sobre todo a lo bien trabajado del desarrollo de los personajes. Todos ellos responden a estereotipos, pero no vacíos. En realidad si lo pensamos bien, cuando conocemos a alguien, siempre nos hacemos una idea que responde a uno de estos estereotipos, y es con el trato con lo que vamos rellenando los huecos y entendemos e incluso empatizamos (no siempre) con la persona que tenemos delante. Eso es precisamente el gran merito de esta serie. Vamos conociendo y entendiendo a los personajes poco a poco para descubrir que lejos de ser perfectos héroes, tiene defectos reconocibles e identificables con el propio espectador.

Pero la serie tiene otras virtudes. El hecho de que esté ambientada en los cincuenta/sesenta, hace que veamos la evolución del famoso modelo de vida americana tal y como lo conocemos; Por una parte el individuo se va volviendo más competitivo para conseguir el triunfo y el reconocimiento social que conecta con el presente, reconocible en los jóvenes ejecutivos de cuentas. Por otro lado los jefes encabezados por Draper, (interpretado por un carismático John Hamm) que pertenecen a otra generación; hijos de la guerra con distintos valores y prioridades. También necesitaban triunfar, pero no como niños pijos que quieren demostrar a sus papas y amigos su valía, sino casi por pura supervivencia. A lo largo de esta primera temporada, vamos a ver reflejadas las circunstancias sociales del comportamiento de los personajes, y descubrir poco a poco como se han formado las personalidades de nuestros protagonistas. En especial la de Draper que desde el principio da a entender que esconde un oscuro pasado. Pero es que además, la serie no se conforma con reflejar el pasado por medio de los necesarios y sobreexplotados (en otras series) flash-backs, sino que además proyecta un futuro no muy incierto en el que es fácil identificar al individuo actual. Así, resulta que la indiscutible mano de Weiner al mando de la producción ejecutiva, impone una estructura que avanza a pasos firmes, pero sin olvidar las pequeñas subtramas capítulo por capítulo, que en otras latitudes se olvidan restando credibilidad a los personajes. En esta, todo está entretejido para que tenga una función en el comportamiento de los personajes y en sus futuras reacciones. Como una gran bloque que se retroalimenta. Sinceramente eso se agradece, acostumbrados a la burda repetición de situaciones y el poco desarrollo de personajes que tiene la ficción en nuestro país.

Mad Men tiene otros elementos que la hacen interesante. Por un lado el trasfondo histórico en el que nuestros protagonistas intervienen indirectamente por medio en el caso de la primera temporada, de una campaña de publicidad para Nixon. Pero tendrá razón aquel que reproche que en España ya estamos empachados de tanto trasfondo con “Cuéntame”. Así que no nos extenderemos. Otra cosa que llama la atención es que en los primeros capítulos, no hay una sola secuencia en la que no salga uno o varios personajes fumando. Si, fumando. Y es que esta tontería que a nosotros nos parece trivial (aunque no a nuestro paternalista gobierno), en Estados Unidos es algo serio. La industria cinematográfica y las televisiones viven una censura de la que no es fácil librarse. Tal vez por el hecho de estar producido para un canal de cable (AMC), pero aun así es extraño, más cuando hay un capítulo dedicado a Lucky Strike que es una autentica campaña de publicidad tanto dentro como fuera de la trama. También el machismo está presente a lo largo de todo el metraje, y es uno de los elementos sociales más reconocibles... un montón de detalles en definitiva que han hecho que Weiner tenga un cheque en blanco por parte de Lionsgate para nuevos proyectos y un par de temporadas más ya firmadas para Mad Men.

Víctor Gualda.

martes, 27 de enero de 2009

CHE, EL ARGENTINO


Con “Che, el argentino” asistimos ante la primera parte de este biopic sobre uno de los revolucionarios más célebres de toda la historia, cuya secuela “Guerrillero” se estrenará en cines en los siguientes meses. En el festival de Cannes se emitió íntegramente, 4 horas y media, y tuvo una muy buena acogida por la crítica y el público.

Esta película comienza con el golpe de estado de Fulgencio Batista y termina con el triunfo de la revolución. Previo al estallido de la revolución “Che, el argentino” nos relata el encuentro que mantienen Ernesto Guevara y Fidel Castro en México, presentados por Raul Castro (actual líder de la revolución cubana) en un modesto apartamento de la ciudad capital (el 13 de julio de 1955), este evento silencioso tendría grandes repercusiones en la historia cubana. Por medio de este encuentro el realizador nos describe la personalidad de los dos personajes principales; Fidel Castro, el político que quiere tomar el poder, y Ernesto Guevara, el revolucionario que quiere cambiar el mundo y extender la revolución a toda Latinoamérica.

Tras el comienzo de la revolución, la película torna en un relato básicamente bélico y se centra en una de las obsesiones de nuestro personaje; la disciplina y el orden en un sentido absolutamente marcial, quizás un poco alejado la imagen mítica que se desarrolló tras la difusión mundial de la foto de Korda del Che, en el entierro por las vítimas de la explosión de La Coubre.

Durante la película es interesante constatar la variedad de movimientos sociales que luchaban contra el régimen de Batista, entre ellos el partido comunista al que Fidel Castro no pertenecía ya que el lideraba el Movimiento 26 de julio, de carácter básicamente nacionalista. Fidel tras tomar el poder adoptó el marxismo como ideología del estado estableciendo el primer país comunista en América Latina. Antes de este recorrido, el realizador nos describe las alianzas y los encuentros que establecía Fidel con otros movimientos sociales, con la oposición del Che (que consideraba a algunos de estos colectivos como traidores), de nuevo se afianza la idea del Che como un idealista y de Fidel como un fino político que conocía los tiempos, las tramas, la forma de tejer estrategias para alzarse y perpetuarse en el poder.

Una interesante y bien narrada película con un más que destacable nivel interpretativo, que alzó a Benicio del Toro con el premio de mejor actor en el festival de Cannes de 2008 por su interpretación del joven revolucionario Ernesto “Che” Guevara.

Eregoyan.

viernes, 23 de enero de 2009

JCVD












Cualquier filme de acción, salvo causa mayor, admite secuela.”JCVD” no.
Y es que hay que haber caído muy bajo para someterse a una deconstrucción de tal calibre como la que supone esta cinta, que entre sus virtudes cuenta con la audacia, inteligencia y originalidad de la propuesta.Y en el otro polo, la por momentos exasperante lentitud narrativa y un sentido del humor lindante a la chanza, pero que en cierto modo es la opción más coherente:la parodia, la hipertrofia de la situación para que no emerja el personaje, quitar hierro para alcanzar la verdad a través del humor.Una cura de humildad, en suma.Cine para sanar.
Todo parte de un Van Damme harto de subproductos, rodados en digital con presupuestos ínfimos en cualquier lugar de Europa del Este, con una vida comercial que se salta las salas comerciales para quedar en en el olvido de cualquier rincón de un Blockbuster.Su vida personal aún va peor:los excesos, deudas económicas y un proceso abierto por el que va a perder a su hija.Así que Van Damme viaja a su tierra para tomarse un respiro, el descanso del soldado universal.
Ya en Bélgica, se desarrolla la trama argumental(la ficción), un disparatado proceso público.Cuando la situación parece enquistada, se quiebra la narración en el momento más memorable de la película:las horas de gimnasio y los golpes recibidos se vuelven contra la cuarta pared, que hecha añicos como una frágil porcelana, revela los cardenales que más duelen a un Van Damme tan desencajado como un rostro de F.Bacon.Es el momento de la confesión, que por si sola justifica “JCVD”, mostrando la desnudez de una persona realmente sensible.
Una de las asunciones de la contemporaneidad, la importancia de los procesos, ya nos fue advertida por Kiarostami en, para quien tome nota, la trilogía de Kokker.Y así se cumple en el visionado del making off de “JCVD”(bondades del DVD), si cabe, mucho más interesante que la película.Dos fuerzas encontradas:la exagerada vanidad de un joven realizador(Mabrouk El Mechri) que para hacerse un hueco, sin querer queriendo explota (legítimamente) la debilidad del icono, quien de tanto caminar sobre la cuerda, ya sólo busca inhalar afecto.
Resulta estremecedora la incapacidad de sacar a flote la persona, estrangulada por el personaje.Sólo un momento de respiro, de dignidad:el actor que fluye trabajando, cuando coreografía la secuencia de acción que marca el inicio de la película.
Si “JCVD” no admite secuela es precisamente porque la saturación de la persona conlleva necesariamente la victoria del personaje.Así,”JCVD” parece funcionar como un oasis, un punto de no retorno en la vida de Jean-Claude Camille François Van Varenberg, una prueba de que la ficción es más grande que la vida.

Zero en conducta

martes, 20 de enero de 2009

TROPA DE ELITE

De aquí a unos años atrás nos estamos encontrando en la cartelera con películas brasileñas que han tenido una fuerte proyección internacional;
“Estación central de brasil”,
“Midnight,
“Ciudad de dios”,
“Carandiru”,
la reciente “Estomago”, etc.
Creo que no es casual la irrupción de estos realizadores cariocas, este fenómeno encaja perfectamente con que Brasil sea una potencia mundial en la publicidad, de hecho aprecio en la forma de filmar estos directores cierta influencia de esta industria; las metáforas, la forma de dirigir, el ritmo, cierta utilización de la música, etc…. En “Tropa de elite” creo que también esta presente esta influencia, pero gracias a este formato el mensaje implícito en la película ha tenido un mayor grado de repercusión.

También es destacable que el guión se basa en un libro escrito por un antropólogo (Luiz Eduardo Soares) y un exmiembro del BOPE (el libro; “Elite de la tropa”) lo cual le da más veracidad a la trama.

“Tropa de elite” viene a formar parte de lo que en Brasil se ha denominado “cine de retomada”, corriente cinematográfica con un fuerte contenido social. Unido a esto, esta película ha venido acompañada por una fuerte controversia, siendo por muchos denominada como una película fascista, con lo cual discrepo totalmente, de hecho el presidente del festival de Berlín de 2007 que le coronó con el Oso de oro es ni más ni menos que Costa Gavras, uno de los indiscutibles referentes del cine social contemporáneo.

Lo que por primera vez vemos reflejada en la pantalla es la ética de un sector social, o más bien una de las éticas de un grupo social; la policía, no solo brasileña, sino me atrevería a decir latinoamericana. La idea de “purificar la sociedad”, “arrancar las flores del mal”, “ser un estado dentro del estado”, frente a una sociedad podrida por la corrupción y el tráfico de drogas, estos pueden ser los puntos centrales de esta ética. “Debemos eliminar a todo a aquel que no declare una guerra sin tregua a los traficantes”, este es el punto de vista por el que nos va dirigiendo el coronel Nascimento, protagonista y narrador de los hechos que se relatan en la película, frente a este se presentan como “tibios” y ”cómplices” de los traficantes a todos aquellos que pretenden desde las universidades a modo de ONGs o sociedades caritativas intervenir en las favelas teniendo una buena y cordial relación con los capos de las mafias de la droga. También crítica a otros estamentos sociales, políticos, la administración pública, e incluso la propia policía, etc, un punto de vista que el espectador puede compartir en algún momento, lo que posibilita empatizar con Nascimento. Tras ver la película me queda una reflexión, que las situaciones de exclusión generan no solo formas de creatividad e imaginación social (como describe Trueba en “El milagro de Candeal”) sino que posibilitan esquemas de pensamiento similares al del coronel Nascimento sobretodo ante la falta de respuesta por parte de la sociedad frente a determinadas demandas sociales.

La película tiene un ritmo trepidante, un guión muy ágil, y una imagen muy cuidada siguiendo el estado anímico del protagonista, lo que hace que no pierda nunca la tensión dramática. En definitiva una película sobresaliente que articula el cine de acción-thriller con una trama cargada de interesantes reflexiones sobre las favelas y la exclusión social.
Eregoyan

viernes, 16 de enero de 2009

¡QUÉ BELLO ES VIVIR!

Todo héroe ha de tener un punto débil.El de George Bailey es el orgullo, e inconscientemente desprecia, al igual que su Némesis (el ruín Potter), a sus semejantes.No es para menos, pues “¡Qué bello es vivir!” es un relato cargado de crueldad.
George Bailey es la encarnación de la juventud, vigorosa, soñadora, justa.Su ambición: conocer mundo,construir puentes, ganar el millón.En definitiva, salir de ese mísero pueblo llamado Bedford Falls.Pero el destino pronto le depara otro tipo de empresas, siendo precisamente su virtud el mayor obstáculo, haciéndole renunciar a sus sueños una vez tras otra, pues siempre ha de estar ahí, sacrificándose en beneficio de los otros:por la familia(cuando fallece el padre), por el bien de su hermano menor (al que no sólo salva la vida a los 7 años, quedándose sordo de un oído, sino cuando éste regresa de la universidad casado y con una oportunidad de trabajo bajo el brazo), o el bien de sus vecinos, cuando Potter aprieta y las finanzas caen.El colmo del fatalismo es que ni en guerra puede salir de Bedford Falls.La sordera, que le incapacita para el servicio activo.
Así, ”¡Qué bello es vivir!”, cuyo personaje principal bien puede simbolizar el Sueño americano, ese George Bailey cuyo límite es el cielo y es capaz de atrapar la luna, se tiñe de negrura para mostrarnos el reverso o la cara-B del Sueño americano.
Ya se nos advierte en el prólogo:la mirada de Dios, un conjunto de almas oran en el silencio de la noche por un alma perdida, George Bailey.A partir de ahí se inicia la misión de Clarence, un ángel que debe ganarse las alas volviendo al redil al infortunado, del que aún no sabemos nada, pero todo el filme procederá a la disección del héroe, en un juicio sumarial de vida y obra, desde el nacimiento hasta el momento presente.
Hablábamos más arriba de la negación del Sueño Americano.No sólo por el progresivo desencanto del personaje, cuyas ambiciones son continuamente arrumbadas, sino porque el relato torna en pesadilla cuando en uno de los más estremecedores, hermosos y omnipotentes puntos de giro de la ficción clásica, Clarence borra de un plumazo toda huella de George Bailey.No existe, pero presencia lo que es sin él haber nacido, produciéndose una terrorífica ausencia de familiaridad.No sólo en la decadencia de una ciudad(ahora llamada Potterville) y de unos habitantes infelices y desquiciados, sino la terrible experiencia de no ser conocido por tus amigos, esposa y madre.Claro, no has nacido.
No sólo se observa la tragedia en lo dicho y este proceso de catarsis.El héroe ha debido purgar sus pecados, que como decíamos al principio son el orgullo y el desprecio inconsciente hacia su comunidad y la vida en general, que no le han permitido cumplir lo que merecidamente deseaba, pero para lo que no estaba predestinado.Ese desprecio inevitablemente cambia de objeto, hacia uno mismo.De ahí el afán por la vía rápida, cuando George Bailey se considera más valioso muerto que vivo.
El aprendizaje y la vuelta al equilibrio en el alma de nuestro personaje se produce cuando sus semejantes, aquellos a los que siempre ha sacado adelante, responden con gratitud.
Como buen cuento, es un relato moralizador, maniqueo, que utiliza la estrategia del contraste, pues no cabe la duda de quiénes son los buenos(Bailey) y malos(Potter).Por momentos, cruel y tenebroso:sólo la visión del abismo conduce al gran salto.Y si la vida no es más que una continua renuncia, ese salto es el que permite sortear las zancadillas.

Zero en conducta

martes, 13 de enero de 2009

Mil años de oracion y La princesa de Nebraska

“Hacen falta 300 años de oración para cruzar un río con una barca. Hacen falta mil años de oración para compartir una almohada con alguien”

Con este proverbio chino comienza la película “1000 años de oración”, una película que habla sobre el amor, fundamentalmente filial, pero también sobre la relación de pareja, la dificultades, y los abismos que nos separan, pero que a pesar de todo estamos abocados a cruzar ese “río” juntos. Esta película se alzó con la Concha de Oro en el festival de San Sebastián de 2007.

Estamos ante dos grandes películas “1000 años de oración” y “La princesa de Nebraska”, a nivel guión, interpretación, narración, y tratamiento de la imagen. El cineasta-artesano Wayne Wang nos vuelve a relatar dos historias de personajes como hizo con “Smoke” y “Blue in the face”, de nuevo rodadas a la vez con muy poco presupuesto. Es destacable el papel del señor Shi (Henry O) que le catapultó a la Concha de plata en el festival de San Sebastian, viudo que va a visitar a su única hija, Yilan, entre ambos existe una muralla de desconfianza, desconocimiento, y cierto resentimiento.

Tanto “La princesa de Nebraska” como “1000 años de oración” nos sumergen en universos subjetivos no carentes de connotaciones sociales. De hecho Wayne Wang pretendía por estas dos películas perfilar tres generaciones chinas, la primera sería la del señor Shi (“1000 años de oración”), hijo de la revolución cultural que fué “quemado por el sol” de la revolución pero que aún ve sus virtualidades, Yilan (“1000 años de oración”) que pertenece a la generación posterior a la “revolución cultural”, absolutamente escéptica y decepcionada con su país, la revolución, y todas los vínculos societales que le unen a China. Por último, esta Sasha (“La princesa de Nebraska”), la joven estudiante de la Universidad de Nebraska que tras una aventura fugaz en Pekin decide abortar, ella no tiene ningún vinculo emocional ni con la revolución ni con las tradiciones
societales de su país de origen, su único credo proviene de su subjetividad y de la sociedad de consumo en la que está imbuida.

Lo que diferencia a “1000 años de oración” de “La princesa de Nebraska”, es que la primera tiene un corte más tradicional, en cuanto a imagen y a forma de narración, mientras que “La princesa de Nebraska” tiene un estilo más moderno, “cuasiexperimental”, con escasos diálogos, corta duración, pero con una música y una puesta en escena estelares, absolutamente evocadoras del momento existencial que vive Sasha; dudas, sombras, y actitud valiente frente a su decisión de abortar.

Eregoyan

jueves, 8 de enero de 2009

LOS GIRASOLES CIEGOS

La última película española preseleccionada para los Oscar no va a ganar. Es posible que ni siquiera pase el corte final que decide cuales son las cinco seleccionadas. Pero sin duda es una buena película. Probablemente la mejor española del año. Y es que a pesar de que tenía mis reservas, que los comentarios que me llegaban no eran halagüeños, y que el libro de Alberto Méndez me parecía complicado de adaptar, la película funciona.

Se ha convertido en tópico aquello de “otra película de la guerra civil”, que sirve de muletilla para justificar la poca curiosidad que despierta el anquilosado cine patrio. Y la verdad es que soy capaz de identificarme con la afirmación en el mayor número de los casos. Pero esta, es una película sobre el miedo en la posguerra, necesaria para comprender un pellizco de nuestra historia que no está tan alejada de nosotros, por muchas plays stations y Wiis que nos vendan para volvernos estúpidos y dependientes. No hace tanto que la iglesia y su doble moral, perfectamente representada por el personaje de Raúl Arévalo (ojala no se deje llevar por la codicia de la pasta, porque hay actor para rato) decidían sobre la voluntad de nuestros abuelos. El miedo, muy racional, representado a la perfección por Javier Cámara, y la impotencia maravillosamente interpretada por Maribel Verdú fustigaban nuestra sociedad.

A nivel cinematográfico todo llevado con oficio. Sin estridencias. Una fotografía de Burmann trabajada; unas interpretaciones soberbias; un montaje previsible pero adecuado. Un guión-adaptación que huele a Goya (doblemente) póstumo para Azcona (no creo que Cuerda tenga ningún peso, aunque también lo firme)… Me tengo que detener un segundo en el texto, pues la mayor parte de los palos que he leído/ oído, vienen del libreto por resultar lento. No estoy de acuerdo. El punto de vista intercambiado está llevado con una maestría poco habitual. El ritmo narrativo es un tanto literario en algún momento, pero imprime toda la fuerza y tensión. Es coherente con la historia y no deja flecos en las sensaciones que recrea. El tono está perfecto desde la secuencia de arranque presentación del personaje de Arévalo (otro candidato firme para el Goya). Es cierto que estamos cansados de ver siempre las mismas caras en la pantalla, pero es que aquí hasta se agradece… Sólo le pondría un –pero- a la película en cuanto a la realización por resultar demasiado conservadora, porque una cosa es el oficio, y otra es la falta de ambición. Se me ocurren varios ejemplos; tal vez un travelling lento o algún plano para reforzar el duro monólogo del arranque. Algo menos teatralidad en el contrapicado de Cámara mientras recita a Hernandez. En definitiva, una planificación más elaborada que adornase aún más el texto y a los actores, haría que la película ganara enteros.

Como decía al comienzo, no creo que sea una película para optar seriamente a un premio de una academia americana necesitada de tópicos sobre los que sea fácil opinar, pero muy lejos de los localismos de una guerra que ellos nunca vivieron en su tierra (la de secesión está demasiado lejana y se ha simplificado tanto su razón de ser por su cine, que casi parece irreal). Para colmo, resulta que “el comunista” es el bueno, algo así para ellos como “el palestino” es el bueno. Es una circunstancia que no entra en su corto bagaje histórico, que sólo entiende de líneas rectas y todo lo que se salga de ellas es despreciable. Pero lo dije, y me reitero: Estamos ante la película española más interesante del año, será difícil que olvide en una temporada del plano de la cara de la Verdú cuando el diacono-militar sale por la puerta de la casa centro de un universo forzado, después de descubrir todo el pastel. Me alegro de haberla visto, y aunque no sea santo de mi devoción, felicito a un Cuerda que debe mucho al texto del que se podían haber sacado varias películas de Mendez.

Víctor Gualda