Un fin de semana postrado en cama con gripe ha sido la excusa para tragarme toda la primera temporada de la serie de moda en Estados Unidos, al menos la que se ha llevado por segundo año consecutivo el premio a la mejor serie dramática en los Emmy, y el Globo de Oro en la misma modalidad. Su productor Matthew Weiner, además de creador, guionista y director de alguno de los capítulos es el hombre del momento, y viene avalado por su trabajo en “Los Soprano”. Ya he leído en diversos foros que la serie de los publicistas neoyorkinos es la heredera natural de la de los mafiosos de andar por casa. A pesar de la indudable calidad, nada más lejos de la realidad. De momento Tony y familia están en lo más alto del podium de las series, y los oficinistas de Don Draper son meros aspirantes al título.
Pero no nos engañemos, se trata de una serie con mucho valores. Entre ellos el de enganchar al espectador (me tragué los trece capítulos en un par de días) Comercial, atractiva en cuanto a estética, y sobre todo a lo bien trabajado del desarrollo de los personajes. Todos ellos responden a estereotipos, pero no vacíos. En realidad si lo pensamos bien, cuando conocemos a alguien, siempre nos hacemos una idea que responde a uno de estos estereotipos, y es con el trato con lo que vamos rellenando los huecos y entendemos e incluso empatizamos (no siempre) con la persona que tenemos delante. Eso es precisamente el gran merito de esta serie. Vamos conociendo y entendiendo a los personajes poco a poco para descubrir que lejos de ser perfectos héroes, tiene defectos reconocibles e identificables con el propio espectador.
Pero la serie tiene otras virtudes. El hecho de que esté ambientada en los cincuenta/sesenta, hace que veamos la evolución del famoso modelo de vida americana tal y como lo conocemos; Por una parte el individuo se va volviendo más competitivo para conseguir el triunfo y el reconocimiento social que conecta con el presente, reconocible en los jóvenes ejecutivos de cuentas. Por otro lado los jefes encabezados por Draper, (interpretado por un carismático John Hamm) que pertenecen a otra generación; hijos de la guerra con distintos valores y prioridades. También necesitaban triunfar, pero no como niños pijos que quieren demostrar a sus papas y amigos su valía, sino casi por pura supervivencia. A lo largo de esta primera temporada, vamos a ver reflejadas las circunstancias sociales del comportamiento de los personajes, y descubrir poco a poco como se han formado las personalidades de nuestros protagonistas. En especial la de Draper que desde el principio da a entender que esconde un oscuro pasado. Pero es que además, la serie no se conforma con reflejar el pasado por medio de los necesarios y sobreexplotados (en otras series) flash-backs, sino que además proyecta un futuro no muy incierto en el que es fácil identificar al individuo actual. Así, resulta que la indiscutible mano de Weiner al mando de la producción ejecutiva, impone una estructura que avanza a pasos firmes, pero sin olvidar las pequeñas subtramas capítulo por capítulo, que en otras latitudes se olvidan restando credibilidad a los personajes. En esta, todo está entretejido para que tenga una función en el comportamiento de los personajes y en sus futuras reacciones. Como una gran bloque que se retroalimenta. Sinceramente eso se agradece, acostumbrados a la burda repetición de situaciones y el poco desarrollo de personajes que tiene la ficción en nuestro país.
Mad Men tiene otros elementos que la hacen interesante. Por un lado el trasfondo histórico en el que nuestros protagonistas intervienen indirectamente por medio en el caso de la primera temporada, de una campaña de publicidad para Nixon. Pero tendrá razón aquel que reproche que en España ya estamos empachados de tanto trasfondo con “Cuéntame”. Así que no nos extenderemos. Otra cosa que llama la atención es que en los primeros capítulos, no hay una sola secuencia en la que no salga uno o varios personajes fumando. Si, fumando. Y es que esta tontería que a nosotros nos parece trivial (aunque no a nuestro paternalista gobierno), en Estados Unidos es algo serio. La industria cinematográfica y las televisiones viven una censura de la que no es fácil librarse. Tal vez por el hecho de estar producido para un canal de cable (AMC), pero aun así es extraño, más cuando hay un capítulo dedicado a Lucky Strike que es una autentica campaña de publicidad tanto dentro como fuera de la trama. También el machismo está presente a lo largo de todo el metraje, y es uno de los elementos sociales más reconocibles... un montón de detalles en definitiva que han hecho que Weiner tenga un cheque en blanco por parte de Lionsgate para nuevos proyectos y un par de temporadas más ya firmadas para Mad Men.
Víctor Gualda.
Pero no nos engañemos, se trata de una serie con mucho valores. Entre ellos el de enganchar al espectador (me tragué los trece capítulos en un par de días) Comercial, atractiva en cuanto a estética, y sobre todo a lo bien trabajado del desarrollo de los personajes. Todos ellos responden a estereotipos, pero no vacíos. En realidad si lo pensamos bien, cuando conocemos a alguien, siempre nos hacemos una idea que responde a uno de estos estereotipos, y es con el trato con lo que vamos rellenando los huecos y entendemos e incluso empatizamos (no siempre) con la persona que tenemos delante. Eso es precisamente el gran merito de esta serie. Vamos conociendo y entendiendo a los personajes poco a poco para descubrir que lejos de ser perfectos héroes, tiene defectos reconocibles e identificables con el propio espectador.
Pero la serie tiene otras virtudes. El hecho de que esté ambientada en los cincuenta/sesenta, hace que veamos la evolución del famoso modelo de vida americana tal y como lo conocemos; Por una parte el individuo se va volviendo más competitivo para conseguir el triunfo y el reconocimiento social que conecta con el presente, reconocible en los jóvenes ejecutivos de cuentas. Por otro lado los jefes encabezados por Draper, (interpretado por un carismático John Hamm) que pertenecen a otra generación; hijos de la guerra con distintos valores y prioridades. También necesitaban triunfar, pero no como niños pijos que quieren demostrar a sus papas y amigos su valía, sino casi por pura supervivencia. A lo largo de esta primera temporada, vamos a ver reflejadas las circunstancias sociales del comportamiento de los personajes, y descubrir poco a poco como se han formado las personalidades de nuestros protagonistas. En especial la de Draper que desde el principio da a entender que esconde un oscuro pasado. Pero es que además, la serie no se conforma con reflejar el pasado por medio de los necesarios y sobreexplotados (en otras series) flash-backs, sino que además proyecta un futuro no muy incierto en el que es fácil identificar al individuo actual. Así, resulta que la indiscutible mano de Weiner al mando de la producción ejecutiva, impone una estructura que avanza a pasos firmes, pero sin olvidar las pequeñas subtramas capítulo por capítulo, que en otras latitudes se olvidan restando credibilidad a los personajes. En esta, todo está entretejido para que tenga una función en el comportamiento de los personajes y en sus futuras reacciones. Como una gran bloque que se retroalimenta. Sinceramente eso se agradece, acostumbrados a la burda repetición de situaciones y el poco desarrollo de personajes que tiene la ficción en nuestro país.
Mad Men tiene otros elementos que la hacen interesante. Por un lado el trasfondo histórico en el que nuestros protagonistas intervienen indirectamente por medio en el caso de la primera temporada, de una campaña de publicidad para Nixon. Pero tendrá razón aquel que reproche que en España ya estamos empachados de tanto trasfondo con “Cuéntame”. Así que no nos extenderemos. Otra cosa que llama la atención es que en los primeros capítulos, no hay una sola secuencia en la que no salga uno o varios personajes fumando. Si, fumando. Y es que esta tontería que a nosotros nos parece trivial (aunque no a nuestro paternalista gobierno), en Estados Unidos es algo serio. La industria cinematográfica y las televisiones viven una censura de la que no es fácil librarse. Tal vez por el hecho de estar producido para un canal de cable (AMC), pero aun así es extraño, más cuando hay un capítulo dedicado a Lucky Strike que es una autentica campaña de publicidad tanto dentro como fuera de la trama. También el machismo está presente a lo largo de todo el metraje, y es uno de los elementos sociales más reconocibles... un montón de detalles en definitiva que han hecho que Weiner tenga un cheque en blanco por parte de Lionsgate para nuevos proyectos y un par de temporadas más ya firmadas para Mad Men.
Víctor Gualda.
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