Estamos ante una mezcla cuanto menos curiosa. “Yacuza” es una película netamente americana que trata de aprovechar el exotismo del mundo oriental, en concreto de la mafia japonesa pero con una estructura de cine clásico. Medio drama, medio western, nos introduce por medio de un Robert Mitchum en un mundo desconocido para el común de los occidentales, pero tan sugerente y atractivo como para despertar al menos nuestra curiosidad.
Lo mejor de la película es sin duda el guión. Firmado por un Robert Towne en la cúspide de su carrera y un novato Paul Schrader (su primer guión). Probablemente si nos pusiéramos a diseccionar la película seriamos capaces de distinguir entre las aportaciones del uno y del otro. Pero el espacio de esta crítica sólo nos permite decir que está muy bien estructurado en un punto que parece haberse vuelto a poner de moda en el reciente cine de acción y presupuesto yanqui. El metraje se mueve en dos planos bien diferenciados, el desarrollo de la psique y emociones de los personajes, y la trama de venganza en si.
El arranque de la película es lento. El espectador necesita conocer las circunstancias de los personajes. Necesita que le expliquen en que follón se va a meter el protagonista, y para ello los guionistas utilizan unos créditos al comienzo, y una subtrama con un personaje que nos explica todo lo que necesitamos saber sobre los Yakuza, su origen, su código de honor, sus características principales, como distinguirlos etc...
Robert Mitchun es un ex soldado del ejercito americano con valiosas relaciones de su estancia durante la guerra en Japón. Un amigo (o al menos eso cree Mitchum) George Tanner al que nuestro protagonista le debe un favor es encargado de establecer contacto con uno de los clanes Yakuza con los que Tanner mantiene dudosos negocios. La ética personal e incorruptible de Mitchum le lleva de cabeza a la boca del lobo. Todo es una excusa para que nuestros dos protagonistas, Ken, un ex yakuza retirado y Harry (Mitchum) enemigos íntimos se reencuentre. Tal vez la verdadera motivación de nuestro protagonista sea el reencuentro entre él y su antigua amante y hermana de Ken. Aquí es donde entramos en el plano de los sentimientos. Mientras la trama de amor-desamor se desarrolla ante nuestros ojos, nuestra pareja de chicos duros, que tiene una química brutal, comienza a gestarse para en un maravilloso punto de giro en el que ambas tramas se mezclan descubramos porque Robert está realmente en Japón, y de ahí desemboque en una sangría de las que le gustan a Tarantino, combinado perfecto que a su vez nos clava una revelación en la trama personal que nos hace comprender un poco más las motivaciones de Ken (también a Mitchum). El honor se ha puesto en entredicho, y la venganza esta servida. Pero Schrader y Towne no se conforman con un final convencional, y después del climax y la separación de los protagonistas, le dan una vuelta de tuerca más al guión para que entendamos que ambos son hombres de honor hasta las últimas consecuencias. En definitiva un guión de libro, que va creciendo con el paso de los minutos, y que en la actualidad se desarrollaría de otra forma completamente diferente. Probablemente utilizando elipsis temporales para acortar la primera parte, y alargando las secuencias de acción para crear un mayor efectismo. Pero lo cierto es que “Yakuza” es una obra maestra atemporal con tempos y secuencias escucha reales, con un subtexto muy bien explotado, perfecta y convencionalmente dirigida por el artesano Siney Pollack, que ha sabido llevar a la perfección las secuencias cara a cara de los personajes (sobre todo de Mitchum y ken) y otras secuencias como el anuncio por parte de los tres yakuza de que van a por Mitchum, la secuencia en la que la hermana de Ken le explica que es un niño por creer que todo el mundo tiene sus valores, o la secuencia de honor final, sólo por mencionar tres maravillosas.
Una película que nos aporta un buen puñado de emociones desiguales que pueden pasar del escepticismo al aburrimiento ó de la tensión a la admiración, pero que seguro que para bien o para mal no deja indiferente.
Víctor Gualda.
Lo mejor de la película es sin duda el guión. Firmado por un Robert Towne en la cúspide de su carrera y un novato Paul Schrader (su primer guión). Probablemente si nos pusiéramos a diseccionar la película seriamos capaces de distinguir entre las aportaciones del uno y del otro. Pero el espacio de esta crítica sólo nos permite decir que está muy bien estructurado en un punto que parece haberse vuelto a poner de moda en el reciente cine de acción y presupuesto yanqui. El metraje se mueve en dos planos bien diferenciados, el desarrollo de la psique y emociones de los personajes, y la trama de venganza en si.
El arranque de la película es lento. El espectador necesita conocer las circunstancias de los personajes. Necesita que le expliquen en que follón se va a meter el protagonista, y para ello los guionistas utilizan unos créditos al comienzo, y una subtrama con un personaje que nos explica todo lo que necesitamos saber sobre los Yakuza, su origen, su código de honor, sus características principales, como distinguirlos etc...
Robert Mitchun es un ex soldado del ejercito americano con valiosas relaciones de su estancia durante la guerra en Japón. Un amigo (o al menos eso cree Mitchum) George Tanner al que nuestro protagonista le debe un favor es encargado de establecer contacto con uno de los clanes Yakuza con los que Tanner mantiene dudosos negocios. La ética personal e incorruptible de Mitchum le lleva de cabeza a la boca del lobo. Todo es una excusa para que nuestros dos protagonistas, Ken, un ex yakuza retirado y Harry (Mitchum) enemigos íntimos se reencuentre. Tal vez la verdadera motivación de nuestro protagonista sea el reencuentro entre él y su antigua amante y hermana de Ken. Aquí es donde entramos en el plano de los sentimientos. Mientras la trama de amor-desamor se desarrolla ante nuestros ojos, nuestra pareja de chicos duros, que tiene una química brutal, comienza a gestarse para en un maravilloso punto de giro en el que ambas tramas se mezclan descubramos porque Robert está realmente en Japón, y de ahí desemboque en una sangría de las que le gustan a Tarantino, combinado perfecto que a su vez nos clava una revelación en la trama personal que nos hace comprender un poco más las motivaciones de Ken (también a Mitchum). El honor se ha puesto en entredicho, y la venganza esta servida. Pero Schrader y Towne no se conforman con un final convencional, y después del climax y la separación de los protagonistas, le dan una vuelta de tuerca más al guión para que entendamos que ambos son hombres de honor hasta las últimas consecuencias. En definitiva un guión de libro, que va creciendo con el paso de los minutos, y que en la actualidad se desarrollaría de otra forma completamente diferente. Probablemente utilizando elipsis temporales para acortar la primera parte, y alargando las secuencias de acción para crear un mayor efectismo. Pero lo cierto es que “Yakuza” es una obra maestra atemporal con tempos y secuencias escucha reales, con un subtexto muy bien explotado, perfecta y convencionalmente dirigida por el artesano Siney Pollack, que ha sabido llevar a la perfección las secuencias cara a cara de los personajes (sobre todo de Mitchum y ken) y otras secuencias como el anuncio por parte de los tres yakuza de que van a por Mitchum, la secuencia en la que la hermana de Ken le explica que es un niño por creer que todo el mundo tiene sus valores, o la secuencia de honor final, sólo por mencionar tres maravillosas.
Una película que nos aporta un buen puñado de emociones desiguales que pueden pasar del escepticismo al aburrimiento ó de la tensión a la admiración, pero que seguro que para bien o para mal no deja indiferente.
Víctor Gualda.
1 comentario:
Tienes razón, ahora se hubiese hecho de otra manera, porque yo me la tragué por lo que decias de obra maestra, y me pareció un poco lenta y aburrida.
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