“¿Alguna vez has oído la historia del rey sabio?... Había un rey que gobernó en su reino. Justo en el medio del reino había un pozo. Allí era donde todos bebían. Una noche una bruja apareció y envenenó el pozo. Y al día siguiente todos se volvieron locos. Salieron todos juntos a la calle y dijeron; “Tenemos que deshacernos del rey porque está loco... y entonces, esa noche, él bajo y bebió del pozo. Y al día siguiente toda la gente se alegró porque su rey había recuperado la razón”
Aparte de un perfecto ejemplo de concreción, este diálogo sirve para contar el argumento de la película. Salvo porque la honestidad de “Serpico” está por encima de la corruptela que opera a su alrededor, y prefiere que le peguen un tiro en mitad de la cara antes que beber del agua del pozo... Qué fácil identificarse con este héroe de barrio. Porque “Serpico” es la historia real de Frank Serpico convertida en novela por Peter Mass y adaptada a guión por Waldo Salt y Norman Wexler, y lo primero que nos llama la atención es cómo en una institución que, en principio, defiende del crimen y la corrupción está tan podrida que lo único que hace es aprovecharse de la corrupción ajena para el beneficio propio. Y es que esta película del año 1973 tiene perfecta vigencia en la actualidad, y lo seguirá teniendo en los años venideros.
La historia es sencilla. La película utiliza un recurso que en la actualidad nos parece manido y a pesar de ello sigue utilizándose. El director Sydney Lumet nos presenta un hombre herido de muerte. Se corre la voz de que Serpico está herido. La tensión se nota en las caras de los policías. Un diálogo entre dos de ellos nos informa de que habrá muchos compañeros que se alegraran de la noticia. Con esta premisa el interés del espectador se centrará en saber quién es ese Serpico del que todos hablan, y por supuesto, cómo ha llegado hasta la situación de que lo tengan que trasladar a un hospital. Una vez despertado el interés, la historia comienza desde el principio. Al Pacino alias, Serpico se acaba de graduar como oficial de policía uniformado. Su aspiración es colgar el uniforme y trabajar como detective en la calle. Sus métodos chocan con la tradición policial del momento. Pero el verdadero conflicto no está en que quiera ir vestido de hippie y dejarse bigote para trabajar en la calle, sino en que pronto descubre que la policía está corrupta. Que todos sus compañeros se sacan un sobresueldo con la extorsión a los delincuentes habituales. Cuando Pacino se revela y se niega a entrar en el juego se convierte en un bicho raro. Su afán por la honestidad le hace enfrentarse a sus propios compañeros y a denunciar el caso a sus superiores. Pero pronto descubre que todos están podridos, y que si no hay voluntad desde arriba, difícilmente podrá hacer nada. A partir de este momento, la calle toma un papel secundario en la película. La verdadera lucha contra el crimen se centra en el departamento. El tercer acto comienza con una premonición, un aviso de lo que le puede pasar. Y el aviso se cumple al pie de la letra. Por supuesto se trata de una película de Hollywood, no nos engañemos, y en un epílogo edulcorado vemos como nuestro protagonismo está por encima del bien y del mal cuando rechaza un reconocimiento oficial a su labor. Una charla ante los medios de comunicación y unos créditos que nos explican que Serpico acabó en Suiza, nos advierten del pago por ser honesto. Porque basta reflexionar un poco para darse cuenta que el héroe de esta película es un perdedor disfrazado de ganador...
Pero ¿por qué “Serpico” es así? La parábola del arranque de la crítica y las tramas secundarias nos lo explican indirectamente. Serpico (al igual que Pacino) es Italo-americano, él probablemente haya nacido ya en los States, pero su madre es italiana. No habla Ingles. Por lo tanto deducimos que es católica, y aunque parezca una tontería sin relación, ha educado a su hijo en su fe. Una fe que le dice que hay que ser de una forma, y Serpico está dispuesto a seguir su fe hasta las últimas consecuencias, como un Jesucristo dispuesto a morir de un balazo vendido por sus propios hermanos judíos. Y lo hará como acto de redención de sus compañeros policías. Otras subtramas refuerzan su carácter. Su amigo apóstol que le ayuda y apoya. Su primera novia que le muestra como es la calle “real” en la que él no tiene problema para integrarse, conoce la “movida” de la época. Se siente libre a lomos de su moto, o pasea a su Bobtel. Aparte de ellos, Al Pacino está solo. Y aunque acabe estresado y perdiendo lo poco que tiene, él está dispuesto a llegar hasta el final. Ese final que ya se ha presentado al principio, del que antes hablaba, justo en el momento climático del film. De esta forma ya se ha desenmarañado toda la trama, el espectador está capturado y ahora sólo esta deseando saber que va a pasar con él.
Espectacular interpretación del extraordinariamente sobreactuado Al Pacino, que en esta época iba haciéndose grande con papeles de policía o mafioso. Del 72 es el personaje que le convirtió en mito en “El Padrino” y es que a Al le encantan esos personajes de tipo duro pero humano que se ve arrastrado por las circunstancias. En fin, para decirlo en pocas palabras, Serpico es otra obra maestra imprescindible.
Aparte de un perfecto ejemplo de concreción, este diálogo sirve para contar el argumento de la película. Salvo porque la honestidad de “Serpico” está por encima de la corruptela que opera a su alrededor, y prefiere que le peguen un tiro en mitad de la cara antes que beber del agua del pozo... Qué fácil identificarse con este héroe de barrio. Porque “Serpico” es la historia real de Frank Serpico convertida en novela por Peter Mass y adaptada a guión por Waldo Salt y Norman Wexler, y lo primero que nos llama la atención es cómo en una institución que, en principio, defiende del crimen y la corrupción está tan podrida que lo único que hace es aprovecharse de la corrupción ajena para el beneficio propio. Y es que esta película del año 1973 tiene perfecta vigencia en la actualidad, y lo seguirá teniendo en los años venideros.
La historia es sencilla. La película utiliza un recurso que en la actualidad nos parece manido y a pesar de ello sigue utilizándose. El director Sydney Lumet nos presenta un hombre herido de muerte. Se corre la voz de que Serpico está herido. La tensión se nota en las caras de los policías. Un diálogo entre dos de ellos nos informa de que habrá muchos compañeros que se alegraran de la noticia. Con esta premisa el interés del espectador se centrará en saber quién es ese Serpico del que todos hablan, y por supuesto, cómo ha llegado hasta la situación de que lo tengan que trasladar a un hospital. Una vez despertado el interés, la historia comienza desde el principio. Al Pacino alias, Serpico se acaba de graduar como oficial de policía uniformado. Su aspiración es colgar el uniforme y trabajar como detective en la calle. Sus métodos chocan con la tradición policial del momento. Pero el verdadero conflicto no está en que quiera ir vestido de hippie y dejarse bigote para trabajar en la calle, sino en que pronto descubre que la policía está corrupta. Que todos sus compañeros se sacan un sobresueldo con la extorsión a los delincuentes habituales. Cuando Pacino se revela y se niega a entrar en el juego se convierte en un bicho raro. Su afán por la honestidad le hace enfrentarse a sus propios compañeros y a denunciar el caso a sus superiores. Pero pronto descubre que todos están podridos, y que si no hay voluntad desde arriba, difícilmente podrá hacer nada. A partir de este momento, la calle toma un papel secundario en la película. La verdadera lucha contra el crimen se centra en el departamento. El tercer acto comienza con una premonición, un aviso de lo que le puede pasar. Y el aviso se cumple al pie de la letra. Por supuesto se trata de una película de Hollywood, no nos engañemos, y en un epílogo edulcorado vemos como nuestro protagonismo está por encima del bien y del mal cuando rechaza un reconocimiento oficial a su labor. Una charla ante los medios de comunicación y unos créditos que nos explican que Serpico acabó en Suiza, nos advierten del pago por ser honesto. Porque basta reflexionar un poco para darse cuenta que el héroe de esta película es un perdedor disfrazado de ganador...
Pero ¿por qué “Serpico” es así? La parábola del arranque de la crítica y las tramas secundarias nos lo explican indirectamente. Serpico (al igual que Pacino) es Italo-americano, él probablemente haya nacido ya en los States, pero su madre es italiana. No habla Ingles. Por lo tanto deducimos que es católica, y aunque parezca una tontería sin relación, ha educado a su hijo en su fe. Una fe que le dice que hay que ser de una forma, y Serpico está dispuesto a seguir su fe hasta las últimas consecuencias, como un Jesucristo dispuesto a morir de un balazo vendido por sus propios hermanos judíos. Y lo hará como acto de redención de sus compañeros policías. Otras subtramas refuerzan su carácter. Su amigo apóstol que le ayuda y apoya. Su primera novia que le muestra como es la calle “real” en la que él no tiene problema para integrarse, conoce la “movida” de la época. Se siente libre a lomos de su moto, o pasea a su Bobtel. Aparte de ellos, Al Pacino está solo. Y aunque acabe estresado y perdiendo lo poco que tiene, él está dispuesto a llegar hasta el final. Ese final que ya se ha presentado al principio, del que antes hablaba, justo en el momento climático del film. De esta forma ya se ha desenmarañado toda la trama, el espectador está capturado y ahora sólo esta deseando saber que va a pasar con él.
Espectacular interpretación del extraordinariamente sobreactuado Al Pacino, que en esta época iba haciéndose grande con papeles de policía o mafioso. Del 72 es el personaje que le convirtió en mito en “El Padrino” y es que a Al le encantan esos personajes de tipo duro pero humano que se ve arrastrado por las circunstancias. En fin, para decirlo en pocas palabras, Serpico es otra obra maestra imprescindible.
Víctor Gualda.
2 comentarios:
mmmm... interesante....
Un buen amigo me habló de este blog. Felicidades por las críticas y enhorabuena por la iniciativa. Por la falta de tiempo no puedo participar más a menudo pero me encantaría poder hacerlo.
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