martes, 30 de octubre de 2007

LOS EDUKADORES

Es cierto, el discurso político de esta película es un tanto infantil e ingenuo. Pero eso no le quita merito cinematográfico, y en realidad tampoco social, ni simpatía y encanto a sus protagonistas. Los edukadores son una pareja de veinteañeros, Daniel Brühl y Stipe Erceg que se dedican a entrar en las casas de los burgueses, no con intención de robar, sino más bien de remover, conciencias y muebles. Es lo que se ha dado a llamar “actos poéticos”.

El arranque nos muestra una manifestación de chavales tipo antiglobalización que son reprimidos duramente por la policía sólo por repartir folletos. Parece que el director nos quiere decir que los métodos tradicionales de protesta ya no sirven en una sociedad claramente represora. Así que acto seguido pasa a presentarnos a una chica, Julia Jentsch que trabaja en un restaurante de lujo. El “maltrato” por la condición social es mostrado tanto por parte de clientes como de jefes. La impotencia sólo encuentra vía de escape rayando de lado a lado un mercedes del garaje. Pero esta acción es ínfima (y justificada a nivel de trama como entenderemos más tarde) para lo que le depara el futuro. Después de que su casero la eche, se traslada a la casa de su novio Stipe. Compañero de piso e ideales de Brühl. Pronto por iniciativa de Daniel conoce el secreto de esta pareja de Robin Hoods neomodernos, e inconscientemente los desequilibra en todos los sentidos. Realmente no creo que el director tenga intenciones misóginas, porque el discurso va por otro sendero, pero ella introduce sus problemas personales en la causa “revolucionaria” proponiéndole una acción a Brühl contra la casa del burgués al que ella le debe dinero por un accidente de tráfico. Cuando consigue arrastrar a un inmaduro Brühl hacia el precipicio, rompe una regla más de cualquier ética personal que pueda tener, al seducir al amigo y socio de su novio (él tampoco se queda mirando, seamos justos). Pero como no hay dos sin tres, comete la torpeza de olvidar el móvil en la casa violentada, obligando a que tengan que volver de nuevo al día siguiente a buscarlo. Por supuesto la vuelta no es gratuita, pues se van a encontrar de frente con el dueño de la casa. La bola de nieve ha ido creciendo y ahora se encuentran en un callejón sin salida. Como Stipe acaba de volver de viaje, sólo faltaba involucrarlo a él para que el circo este completo y tomar decisiones drásticas.
El segundo acto hace que los cuatro protagonistas (si he dicho bien, cuatro) tengan que aislarse mientras encuentran una solución para un problema del que no parecen comprender el alcance. La situación lleva a que todos se conozcan un poco mejor, que las subtramas de relaciones entre ellos se aclaren, que todos evolucionen hacia un lugar ideal que tiene más que ver con el entorno que con la realidad que presuntamente les espera al volver a sus casas. Por eso desenlace de la película lleva al confiado espectador de la mano hacia donde Hans Weingartner (director y guionista) y Katharina Held (guionista) les conduce, para luego al más estilo americano darle una vuelta de tuerca más a este paradójicamente comercial guión.

Porque hay varios temas que destacar de esta película. Y el primero de ellos es un guión que va creciendo al paso de los minutos. Que tal vez se para un poco en la mitad del metraje, y al que le falta una base o más ideológica, o justo lo contrario, el inventar una nueva ideología reciclada al estilo de “El club de la lucha”, sin utilizar como referencia constante a Marx. Con ese nuevo código de valores el argumento ideológico hubiese tenido menos peso especifico y nos hubiésemos centrado única y exclusivamente en lo que es la película. Una película de “acción” y personajes donde el egoísmo del individuo se contrapone con el ideario –ista en mayor o menor medida en boga.

Otro elemento a destacar bajo mi punto de vista de la película es el formato en el que esta grabada. En video. Con lo que ello conlleva. Menor presupuesto. Mayores posibilidades para la planificación en menor tiempo. Tiempo y metraje para encontrar la mejor interpretación posible por parte de los actores. Interpretación muy bien llevada por cierto. Todo ello le valió el reconocimiento de su selección en la sección oficial en el festival de Cannes de 2004... y es que el cine con contenido social esta siendo apoyado por las instituciones germanas que nos obsequian desde hace unos años con al menos un buen par de títulos a nivel mundial. Sólo hay que echar un ojo a las últimas películas alemanas que han ido llegando a nuestras estanterías.

En definitiva, una película con sus defectos de inmadurez, pero de visionado obligatorio para no olvidar de dónde venimos (muchos, no todos) y dónde acabamos (la mayoría) cuando priman valores como la ambición, el poder o el dinero. Y es que de boquilla frente a una caña todos somos muy idealistas. Pero, ¿qué pasaría si nos propusieran pasar a la acción?

Víctor Gualda.

viernes, 26 de octubre de 2007

YAKUZA

Estamos ante una mezcla cuanto menos curiosa. “Yacuza” es una película netamente americana que trata de aprovechar el exotismo del mundo oriental, en concreto de la mafia japonesa pero con una estructura de cine clásico. Medio drama, medio western, nos introduce por medio de un Robert Mitchum en un mundo desconocido para el común de los occidentales, pero tan sugerente y atractivo como para despertar al menos nuestra curiosidad.

Lo mejor de la película es sin duda el guión. Firmado por un Robert Towne en la cúspide de su carrera y un novato Paul Schrader (su primer guión). Probablemente si nos pusiéramos a diseccionar la película seriamos capaces de distinguir entre las aportaciones del uno y del otro. Pero el espacio de esta crítica sólo nos permite decir que está muy bien estructurado en un punto que parece haberse vuelto a poner de moda en el reciente cine de acción y presupuesto yanqui. El metraje se mueve en dos planos bien diferenciados, el desarrollo de la psique y emociones de los personajes, y la trama de venganza en si.

El arranque de la película es lento. El espectador necesita conocer las circunstancias de los personajes. Necesita que le expliquen en que follón se va a meter el protagonista, y para ello los guionistas utilizan unos créditos al comienzo, y una subtrama con un personaje que nos explica todo lo que necesitamos saber sobre los Yakuza, su origen, su código de honor, sus características principales, como distinguirlos etc...

Robert Mitchun es un ex soldado del ejercito americano con valiosas relaciones de su estancia durante la guerra en Japón. Un amigo (o al menos eso cree Mitchum) George Tanner al que nuestro protagonista le debe un favor es encargado de establecer contacto con uno de los clanes Yakuza con los que Tanner mantiene dudosos negocios. La ética personal e incorruptible de Mitchum le lleva de cabeza a la boca del lobo. Todo es una excusa para que nuestros dos protagonistas, Ken, un ex yakuza retirado y Harry (Mitchum) enemigos íntimos se reencuentre. Tal vez la verdadera motivación de nuestro protagonista sea el reencuentro entre él y su antigua amante y hermana de Ken. Aquí es donde entramos en el plano de los sentimientos. Mientras la trama de amor-desamor se desarrolla ante nuestros ojos, nuestra pareja de chicos duros, que tiene una química brutal, comienza a gestarse para en un maravilloso punto de giro en el que ambas tramas se mezclan descubramos porque Robert está realmente en Japón, y de ahí desemboque en una sangría de las que le gustan a Tarantino, combinado perfecto que a su vez nos clava una revelación en la trama personal que nos hace comprender un poco más las motivaciones de Ken (también a Mitchum). El honor se ha puesto en entredicho, y la venganza esta servida. Pero Schrader y Towne no se conforman con un final convencional, y después del climax y la separación de los protagonistas, le dan una vuelta de tuerca más al guión para que entendamos que ambos son hombres de honor hasta las últimas consecuencias. En definitiva un guión de libro, que va creciendo con el paso de los minutos, y que en la actualidad se desarrollaría de otra forma completamente diferente. Probablemente utilizando elipsis temporales para acortar la primera parte, y alargando las secuencias de acción para crear un mayor efectismo. Pero lo cierto es que “Yakuza” es una obra maestra atemporal con tempos y secuencias escucha reales, con un subtexto muy bien explotado, perfecta y convencionalmente dirigida por el artesano Siney Pollack, que ha sabido llevar a la perfección las secuencias cara a cara de los personajes (sobre todo de Mitchum y ken) y otras secuencias como el anuncio por parte de los tres yakuza de que van a por Mitchum, la secuencia en la que la hermana de Ken le explica que es un niño por creer que todo el mundo tiene sus valores, o la secuencia de honor final, sólo por mencionar tres maravillosas.

Una película que nos aporta un buen puñado de emociones desiguales que pueden pasar del escepticismo al aburrimiento ó de la tensión a la admiración, pero que seguro que para bien o para mal no deja indiferente.

Víctor Gualda.

martes, 23 de octubre de 2007

LAST DAYS

Que Gus Van Sant es un bicho raro en el panorama del cine hollywoodiense no se le escapa a nadie. Tampoco, que lo es en el cine independiente. Este director ha conseguido situarse en tierra de nadie e intenta ser fiel a su propio estilo, y además de haber encontrado su hueco, a hecho algo con los que muchos directores sueñan. Ser reconocido por el estilo de sus películas, es decir, que sus películas tengan personalidad propia. Lejos quedan sus dos grandes (y para mi mejores) películas “Drugstore Cowboy” y “Mi Idaho privado” con las que fascinó y consiguió una corte de incondicionales. Sus incursiones en el cine comercial han sido más irregulares. Del éxito (relativo) de “El indomable Will Hunting”, al batacazo y crítica destructiva de su versión nada personal de “Psicosis”, pasando por películas medias con detalles como “Descubriendo a Forrester”. El caso es que con “Elephant” inició una trilogía que le ha valido, al igual que con el resto de sus películas, variedad de opiniones. “Elephant” consiguió sorprender y aburrir a partes iguales, pero con aquella curiosa manera de enfocar el cine desde una perspectiva casi documental, tratando de no decantarse en las resoluciones de las tramas, cautivo a los entendidos haciéndole llevarse los premios gordos en Cannes (director y película). Su segunda incursión “Gerry” pasó sin pena ni gloria a pesar de el extrataquillero Matt Damon (que últimamente está hasta en la sopa). Da igual, porque el director quería completar su particular guerra de las galaxias con la última entrega, pero primera que tenía en mente “Last Days” de la que desconozco las cifras, pero que estoy convencido funcionó relativamente.

Van Sant consideró que la muerte de Kurt Kobain fue un fenómeno mediático al igual que la muerte de su querido River Phoenix, y se pregunto como serían los últimos momentos de la “persona” lejos de su imagen de ídolo del rock. Como expliqué, fue la primera de la saga, y según él mismo, Michael Pitt podía encajar perfectamente en el personaje, pero todavía no estaba encarrilado hacia el éxito. Con la misma premisa realizó las otras dos. A partir de la prensa y televisión utilizó dos noticias que le habían causado impacto y las traslado a una visión objetiva en la que los personajes eran los que determinaban una trama inexistente. Porque el guión tal y como lo conocemos en las tres películas, y en concreto en la que nos ocupa, es una mera anécdota. La recreación de estos momentos, parece más fruto de conversaciones e improvisaciones entre el director y los actores que fruto de la traslación al papel de un argumento o una historia. Son meras anécdotas, extractos de vida real en los que se ha huido del efectismo para crear sensaciones, para que el espectador trate de sentir los sentimientos del personaje. Una acampada solitaria en mitad del campo, un baño en una cascada, el personaje huyendo del contacto humano, el mismo personaje relacionándose de manera confusa con la gente que tiene cerca. Todo para trasmitir la soledad en la que se mueve. Poco importa que no pase nada. Que como subtramas tengamos a un tipo que vende páginas amarillas, a unos mormones que venden a Dios puerta a puerta, o sus “amigos” con los que comparte castillo. Blake (Cobain en realidad) vive en su propio mundo, vive su propia amargura y no la quiere compartir. La cámara le persigue como única testigo, cómo una parte más de él mismo, por medio de largos planos secuencias. Los diálogos son insustanciales y no aportan pistas. Prácticamente desaparecen si no es por el grupo de compañeros de piso. Y cuando están, simplemente cuentan historias de magos que paran balas con la boca y que rizando el rizo nos sirven de antecedente de lo que va a suceder. Los decorados son casi inexistentes, salvo por la casa que parece un personaje más, y una nueva metáfora de cómo esta el personaje. Majestuoso por fuera (no puede ser de otra forma en una estrella del rock) mientras el interior está arruinado.

El climax de su desesperación y del metraje, llega con la interpretación del tema “Death to birth”, compuesta por el propio Pitt, pero que perfectamente podrían ser un tema de Cobain, en el vemos de forma cristalina lo que llevamos interpretando toda la película sobre nuestro personaje. El resto es puro tramite. Un acierto del director es no recrearse en ningún momento en las drogas. Se intuyen, casi las olemos, pero no las vemos. Ni siquiera en la muerte del personaje. Secuencia que está rodada de forma objetiva para un espectador no presente. Sólo un detalle del alma desnuda del personaje saliendo de su cuerpo, y el coche de aquellos amigos que prácticamente huyen ante la idea de que les impliquen, para ampliar la soledad del individuo.

Como detalles de cine bien llevado, el rodaje se realizó en cuatro semanas con un equipo reducido, y el montaje lo iba haciendo el propio director prácticamente mientras se rodaba. El sonido también tiene una especial relevancia en esta película, en la que han tratado de utilizar el sonido real ambiente y lo han reforzado en la postproducción con sonidos que tratan de crear sensaciones y que evoluciona a la par que la desesperación de Blake. De las interpretaciones poco se puede decir. Al tratarse de situaciones improvisadas es difícil equivocarse o perder el ritmo. Todos los actores están en el mismo tono y Pitt está muy creíble en las secuencias en las que aparece colocado. En definitiva un buen anticine (o Antitrama, que diría en cuanto al guión Robert McKee) para cerrar la trilogía, pero que espero sea la última de este tipo (no sabía si alabarle o insultarle) que nos muestra una vez más este fantástico director con mucho que aportar.

Víctor Gualda.

viernes, 19 de octubre de 2007

EL FUNERAL

El honor, la familia, la venganza, la muerte, la culpa, son parte indispensable del carácter judeo-cristinano que refleja a la perfección el director Abel Ferrara en “El funeral”. También en el resto de sus películas, pero en el caso que nos ocupa, de forma explicita, directa y sin papel de caramelo que lo envuelva.

Los símbolos son parte de su idiosincrasia, y el director y guionista comienza con Humprey Bogard contándonos que uno de nuestros protagonistas va a morir. Lo que tal vez no nos esperemos sea que en el siguiente plano vaya a aparecer dentro del ataud. A partir de aquí la “vendetta” no se va a hacer esperar. Con una estructura circular plagada de flash-backs conocemos primero a los hermanos, la familia, y como hemos llegado a este velatorio. Conocemos de forma secundaria que los intereses familiares pasan por la relación con un cretino desalmado y prepotente que encarna a la perfección Benico del Toro. Pero antes hemos conocido el carácter de los hermanos. Whristopher Walken es el hermano mayor y patriarca de la familia. Asume el peso de su cargo con determinación, prudencia y mano de hierro. Chris Penn es el hermano de en medio, se ocupa del bar en el que se gestiona el trapicheo. Tiene algún problema psicológico indeterminado que le produce cambios de humor extremos y violentos. Y por fin Vincent Gallo, el hermano menor, el idealista que aún cree en la justicia, al menos en la poética, que se desencadena tras la muerte de su mejor y más bocazas amigo por parte de Benicio. Pero el bocazas no tiene una familia que le respalde. Con estos antecedentes y siendo consciente Christopher del odio que provoca en Benicio su hermano, inmediatamente lo juzga (también lo hace el espectador). Nada ni nadie puede impedir que la venganza de Yavhé en mano de Walken se lleve a cabo. Lo mejor es que a pesar de que descubre que Benicio no es el asesino de su hermano, las cartas ya están echadas y tiene que cumplir su cometido inexorable. A partir de aquí (y es donde llega el fallo del guión), el director busca un personaje conejillo de indias externo a la trama, y lo coloca como cabeza de turco. No le conocíamos, no pintaba nada, nos cuentan una historia que no hemos visto. Nos engaña para modelar nuestros sentimientos como espectadores y luego descubrir que todo es mentira. Y con la mentira justifica las dudas que surgen en Walken (en el espectador) para luego, en un nuevo giro de guión confesar. Entonces le odiamos aún más. Y aunque entendemos que lo hace por salvar su vida, si Christopher nos presta la pistola, nosotros mismos le ejecutaremos. Pero esto es sólo en final de la trama principal. El director no está dispuesto a que sus protagonistas salgan impunes, así que el odio genera odio, y la sangre sangre, y ha llegado el momento de que se desencadene la tragedia que Ferrara viene anunciando toda la película. Así que al más puro estilo Shakespiriano asistimos a la destrucción de todo. Al Apocalipsis de la familia, respetando eso si a las mujeres, que por supuesto están exentas del pecado y por lo tanto no tienen que sufrir de forma violenta (al menos física) las consecuencias.

Mención aparte merecen las interpretaciones que sostienen la película. Todos están extraordinarios. Tal vez Chris Peen tenga el mejor y menos aprovechado papel, pero es difícil mantenerse en un registro ambiguo que siempre desencadena en violencia. Aunque suya es la secuencia determinante del film, en la que después de un último entierro que él mismo ejecuta ha perdido el control de su cabeza. Vincent cumple a la perfección su papel de idealista que desencadena todos los acontecimientos. Pero tal vez sea Anabella Sciorra la que tiene el personaje junto al de Chistopher al que el director mejor partido ha sabido sacar. La esposa atrapada en la espiral de violencia alcanza un punto culmen en la secuencia en la que se sincera con su posible-improbable-imposible cuñada. Y es que desde su papel dentro de la familia no puede cambiar los acontecimientos que ve se van a precipitar y esa impotencia la desata en un monólogo en la cocina familiar de manera descarnada, y con una sinceridad que desmonta. Por encima de todos y con el permiso de su señora esposa esta Walken, que como siempre borda este tipo de papeles en los que el honor y la violencia están estrechamente unidos. Basta recordar aquel maravilloso cara a cara con Dennis Hopper en “Amor a quemarropa” o el monólogo del reloj en “Pulp Fiction” para saber de que hablo . Sus convicciones y su ética cubren a todos. Desde el flash-back en el que su padre le entrega la pistola para que cometa su primer asesinato, pasando por el cara a cara con Del Toro, memorable en la secuencia en la que le presentan cara a cara con el muerto, hasta el último que cometerá en una secuencia en la que busca la justicia y está a punto de ceder y consentir el asesinato de su hermano por otra causa de honor, en este caso “justa”. Pero el director no se podía conformar en lo que hubiese sido un gatillazo y le da la vuelta de tuerca tramposa de la que hablé anteriormente y descarga toda la tensión en un chaval cuya única motivación era su estúpido e inmaduro orgullo herido. Así que en conclusión, una interpretación de Oscar para un actor que hace años que ya desde “El cazador” está por encima de consideraciones interpretativas que afectan al resto de los mortales-actores.

La fotografía y la ambientación se alían con el argumento de esta película oscura, casi Lorquiana y la hacen aún más grande, y es que un argumento así sólo puede desarrollarse bajo el amparo de la noche, para concluirse al amanecer. La mejor, tal vez con “Teniente corrupto”, de este independiente que transmite a la perfección sus inquietudes a través de sus películas. Impresionante, imprescindible.

Víctor Gualda.

martes, 16 de octubre de 2007

MEMORIAS DE QUEENS

Esta es la historia real de un chico cualquiera del un barrio de Nueva York que está condenado al fracaso o a la delincuencia, que ya no puede más con la presión y decide huir para encontrarse a si mismo... Con esta sencilla premisa conocemos una amplio mapa de personajes que pueblan un barrio cualquiera de cualquier gran ciudad.

El director refleja a la perfección el ambiente, las relaciones interpersonales, la vida del barrio, las necesidades de los personajes, los roles de los mismos dentro del grupo. Son chavales a los que el destino ha colocado en un dramático papel que no tienen otro remedio que representar. Como en una tragedia griega. Sólo de vez en cuando uno de ellos cobra consciencia de su situación y decide huir hacia delante. Sin mirar atrás. Pero eso si, uno nunca puede renunciar a quien es, e inevitablemente tiene que volver la vista a sus raíces. Ese es el caso de Dito Montiel. El escritor, guionista y director mezcla y remueven el futuro y el pasado en un flash-back justificado por la edición del libro autobiográfico (“A guide to recognizing your saints”) que cuenta en presente el pasado del protagonista, un pasado del que huyo, pero al que no le queda otro remedio que volver por la enfermedad de la figura paterna que marcó su infancia. De poco vale el éxito cuando a uno se le presentan de cara sus fantasmas. Hasta que no te enfrentas a ellos, no podrás crecer. Y crecer siempre es duro. Porque como decía Michael Caine en otra película, - “Lo más difícil y lo correcto suelen ser la misma cosa. Nada que signifique algo es fácil. Lo fácil no tiene cabida en la vida de adulto”-

Así, la estructura de la película se divide en dos; la que corresponde a mediados de los ochenta, y la que se desarrolla en un presente cercano. “Memorias de Queens” comienza de manera atípica pero acertada. El director muestra como es la vida en un barrio neoyorquino en un caluroso verano. De esta forma presenta a los personajes sin necesidad de ser demasiado concreto. Sin diálogos tipo manual de guión. Los lectores de las productoras de nuestro país serían incapaces de entender, porque no encontrarán un catalizador a los diez minutos con diálogos centrados en la vida de los personajes. Montiel se limita a presentarlos en conversaciones sin pies ni cabeza, como la vida misma, sin necesidad de ser demasiado explicito. Esto le da una credibilidad y un ritmo que te mete de cabeza en la película. Sientes la identificación con los personajes y quieres saber que ha sucedido con ellos al conectarlos con el futuro, en el que un soberbio Rober downey jr ha conseguido escapar y ahora al volver por la enfermedad de su padre, tiene que enfrentarse a sus fantasmas. Así, pronto conocemos a los futuros chavales, que ya no lo son, y que han tomado caminos diferentes, y en ninguno de los casos a mejor. La trama está muy bien confeccionada, de forma que une pasado y futuro con un ritmo creciente. Si te has metido en la historia, pronto te sentirás tan angustiado como Dito, y ansioso porque por fin tome la decisión mil veces aplazada de salir corriendo. Una serie de situaciones cada vez más extremas le impulsan y las subtramas no hacen otra cosa sino reforzar ese sentimiento. Dando lugar a las mejores escenas del también coproductor de la cinta Downey, las que le enfrentan con sus amigos, pero sobre todo con sus padres. Un puñado de buenos cara a cara, la conversación con su madre en unos escalones del barrio. La que tiene con su exnovia convertida en la guapa Rosario Dawson, la que comparte con Scott Cambell mientras este le cuenta que su madre se esconde cuando se cruza con él por la calle. Y por supuesto la que mantiene con el inmenso Chazz Palminteri, en otra extraordinaria interpretación. En general los actores han sabido trasmitir una credibilidad, y naturalidad formando un bloque interpretativo que ha recibido reconocimiento al trabajo bien realizado con los premios a la mejor Dirección dramática y el Especial del jurado al mejor reparto del Festival de Sundance y el premio colectivo a la mejor interpretación en el Festival de Gijón. Una vez más se refuerza la teoría de que este es el tipo de cine al que debiéramos aspirar en nuestro país, un cine de personajes sencillo, directo sin preteciosidades ni artificios. Y es que ellos tienen una industria que necesita retroalimentarse constantemente, y por eso necesitan nuevas caras que interpreten películas, escriban libros... Y encima coincide que muchos de ellos son buenos. Porque hay un mercado que cuidar y una industria a la que seguir alimentando los engranajes. España únicamente funciona por motores tan innobles como las envidias (no se trata de un estereotipo), y conservadurismo, de forma que los que están no se quieren mover de su apoltrono y los que llegan pronto se incorporan a este ritmo cansino y decadente. Por eso nos perdemos este cine perfectamente asequible a nuestros presupuestos. Este cine cercano que no tiene nacionalidad. Porque los temas universales lo son en cualquier rincón del mundo, nos hacen falta más "Ditos Montieles", pero sobre todo más productores que confien en ellos.

Devedeteco Bi.

viernes, 12 de octubre de 2007

LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST (guión)

Aprovechando el tirón que tiene el autor en nuestro país, la editorial Anagrama, que gestiona las publicaciones de Auster en España, ha lanzado unas semanas antes del estreno en salas, el guión de la nueva película como director de Paul Auster. “La vida interior de Martín Frost” Además, como nada es casual en la vida y literatura de Auster, la película se estrenó en el reciente festival de cine de San Sebastián, del que Paul era presidente del jurado. Para rizar aun más el rizo, en esta edición se presentaba la película de Wayne Wang “Mil años de oración”, el director honkones (¿se dirá así?) con el que Paul hizo sus primeros y mejores pinitos en el cine (“Smoke” y “Blue in the face”). Es sabido que escritor y director no acabaron bien aquella relación. Pues lo cierto, es que la prensa se ha hecho eco de que ambos ex amigos se reencontraron en el bar de la cafetería del hotel desayunando y Auster tomó la iniciativa de acercarse a Wang y decirle algo así como “Siete años son suficientes”. Desde entonces, ambos retomaron su perdida amistad, y Wayne se llevó la concha de oro del festival... pero dejemos a un lado el marujeo festivalero que tanto nos gusta, y centrémonos en el guión (no la película) que nos ha traído hasta aquí.

El guión de Paul está claramente dividido en dos partes. Y es que según él mismo cuenta en una entrevista que contiene la edición, lo escribió por encargo para una productora alemana. Finalmente no se hizo por motivos demasiado largos de explicar en la crítica, y Auster lo rescató para su “El libro de las ilusiones” (para mi, el mejor de su trayectoria) Años después ha decidido retomarlo y completarlo para rodarlo. La primera parte del guión corresponde íntegramente a la historia que contiene la novela, mientras que la segunda introduce un par de nuevos personajes. Pero vayamos por partes (igual que el autor).

En la primera, el autor nos presenta al personaje principal Martín Frost como un escritor que pasa unos días en la casa de campo de unos amigos. Quiere estar solo y aprovechar para escribir, pasear etc... pero un día, al levantarse, se encuentra que no lo está. Junto a él, en la cama duerme una chica, Claire, que dice ser la sobrina de los que le prestaron la casa a Martin. Lo cierto es que él se indigna en principio, pero se deja convencer por los argumentos de Claire y deciden compartir techo. Por supuesto, como en una especie de gran hermano, la soledad y el presunto atractivo de ambos les hace atraerse mutuamente, y sucede lo inevitable. En este mundo particular todo es perfecto. No se conocen, nada les distrae, tienen una conversación intelectualmente satisfactoria para ambos y se convierten en una especie de matrimonio bien avenido. Pero sucede que mientras Martín va completando su relato, Claire va muriendo. Sin saber de que forma, Martín logra resucitarla al quemar las páginas de su nuevo relato. El precio es demasiado bajo a cambio de ella. Luego deciden trasladarse juntos a Nueva York hasta que un pinchazo les sorprende en mitad del trayecto. A partir de aquí comienza la segunda parte. Claire desaparece y aparece el nuevo personaje del fontanero escritor Fortunato. Un manitas de pueblo que además tiene tiempo para escribir novelas. Por supuesto no está a la altura del intelectual alter ego de Paul Auster, pero le hacen comprender lo que está sucediendo al conocer a una sobrina de características parecidas a Claire (que resulta ser la hija de Auster... todo queda en familia) Martín entiende el símbolo al tiempo que se lo hace entender al espectador (en este caso lector) por si no le había quedado claro cual es la relación simbólica entre ambos, y a partir de aquí se establece una lucha por mantener la relación que les queda a Martín, Claire y Anna recién adoptada como "hija" de la pareja.

En definitiva, todo de una pretenciosidad y artificio simbólico que particularmente me ha horrorizado al leerlo, ya que aunque la idea de partida es buena, no daba más que para el corto original. El resto es un alargamiento un tanto “snob” y algo clasista al que no estamos invitados los espectadores llanos, es decir a la mayoría del potencial público de cualquier película.

Para mi, el gran defecto de "La vida interior...", al igual que en “Lulu on the bridge” es que a pesar de un arranque interesante con unos personajes interesantes, acaba perdiéndose en sus propias “pajas” mentales sin dar opciones al espectador. Sus presentaciones realistas con un tono muy determinados, acaban gravemente heridas por el giro de trescientos sesenta grados que da al guión, haciendo que pierda la credibilidad, o mejor dicho la verosimilitud, aquello tan importante que junto con la identificación crea un lazo invisible entre pantalla y espectador. Porque como el propio director indica, “la acción se desarrolla en la cabeza de Martín” pero dudo que el espectador vaya a ser capaz de captar este punto. No sé cual será el resultado en pantalla, lo que sé es que no me convenció sobre el papel. Lo que no le puedo negar al director es lo consecuente que ha sido. Ha rodado la historia que le ha convencido, con sólo cuatro actores, y tres localizaciones. En veinticinco días. Con un presupuesto ajustado. Ha recuperado en algún momento aquellos diálogos ingeniosos de “Smoke”. Se ha expuesto y ha arriesgado, y sólo por ello tiene mi admiración, y probablemente mi entrada al cine. Unicamente espero que el varapalo no sea tan grande que no nos permita ver más textos suyos en la pantalla. A fin de cuentas es un autor en toda la extensión de la palabra y siempre tendrá algo interesante que contarnos.

Víctor Gualda.

lunes, 8 de octubre de 2007

LA FUENTE DE LA VIDA

Aronofsky se ha colocado en una posición difícil de encuadrar en el panorama cinematográfico actual. Si “Pi” era una película complicada para el espectador, al menos le hizo granjearse la admiración de un buen puñado de incondicionales que vieron en él un “producto” diferente. Esa especie de Mesías del cine que parece que los cinéfilos esperan que llegue para cambiar el metalenguaje cinematográfico. En su siguiente película “Réquiem por un sueño” confirmó que no iba a ser lo que este grupúsculo sin carné de afiliado esperaba, pero que era un director de culto a tener en cuenta, más apegado a la estética “moderna” que otra cosa. Pues ahora nos trae al planeta dvd su última y más difícil todavía “La fuente de la vida”. Otra película complicada sobre todo en cuanto guión, que al espectador medio le ha hecho preguntarse “...de que cojones va esta película” (extracto de conversación real)... y es que nos hemos acostumbrado de tal forma al cine comercial americano (o local; no nos creamos artistas), que hacernos pensar un rato nos parece una falta de educación. Pues sí, Aronofsky no se conforma con la forma narrativa convencional y da una vuelta de tuerca literaria al libreto.

Poco o nada se puede decir a nivel estético de esta película en la que un hospital tiene la misma pinta que un laboratorio de investigación científica y que la casa del protagonista. El espectador no se reconoce en espacios que están iluminados por la penumbra. Acostumbrado a los fluorescentes de los hospitales convencionales, las luces puntuales a las que sólo le faltan velas para terminar de crear la estética es poco o nada creíble... pero todo sea por el “look”. Otra cuestión es el guión. Un guión arriesgadísimo, estructurado de manera complicada, que no hubiese pasado en nuestro país ni el primer filtro de lectores becarios de una productora... a no ser que el nombre del guionista (el propio Aronofsky junto a Ari Handel acompañe el texto.

El guión es de esos que le encantan a Paul Auster por parecer una muñeca rusa a la que le vas sacando los muñequitos. Una historia dentro de otra historia, dentro de otra. En realidad el guión esta divido en dos tramas principales. La que se desarrolla en la actualidad y la que se desarrolla en la época del descubrimiento de las américas. Esta segunda es consecuencia de la primera, pues corresponde al libro que escribe la novia del protagonista Rachel Weisz... que al mismo tiempo está relacionada con el trabajo de investigación de Hugh Jackman que trata de encontrar una solución para el tumor que está a punto de acabar con la vida de ella. Lo que hace más complicada la trama de época, es que además hay continuos flash backs dentro de la misma, que lejos de causar intriga en el espectador lo que consigue es liarle más. Otro problema de esta trama es que contiene otra subtrama con un tipo malo (estereotipo de malo en realidad) que podría tener paralelismo con el tumor como malo de la trama que se desarrolla en la actualidad. Lo cierto es que la reina Weisz envía a Hugh a que encuentre algo que puede salvar el reino (que la salve a ella en realidad )
Para desconcertar aun más, entre ambas tramas los guionistas colocan otra tercera trama (subtrama en realidad) de mas difícil comprensión si cabe. Un buda con la cara de Hugh que trata de impedir que el “árbol de la vida” presente en todas las tramas muera, mientras se dirige en viaje estelar a una nebulosa a la que creen los mayas que se dirigen las almas de los que están a punto de morir. Lo mejor está aun por llegar. Cuando llevamos dos terceras partes de la película el científico ha descubierto que el árbol sobre el que investiga puede curar el tumor y dar la eterna juventud. Pero llega demasiado tarde porque la Weisz muere, en un punto de giro algo descompensado porque es casi el momento de clímax principal de la película. Entonces te preguntas qué más puede pasar.... ¿qué la resucite? Pero ella le ha dejado el encargo a Hugh de que termine el libro al que sólo le queda un capítulo. Esta situación da lugar a un tercer acto que rizando el rizo se complica aún más. No lo contaré, pero el nuevo escritor a tiempo parcial le da una resolución a la historia que no cubre las expectativas del paciente espectador que espera, o una explicación, ó que todo termine bien. A fin de cuentas se trata de una película de ficción en la que todo puede suceder. El director le ha dado tantas vueltas al guión que su credibilidad está a salvo. Pero en vez de eso, se empeña en complicarlo aun más y la secuencia en la que el protagonista se une al árbol (a la vida), o en la que el conquistador español se aparece como “buda” al brujo maya rozan el ridículo.

No me gustaría que quedase la impresión de que la película no me ha gustado porque no es así. Me mantuvo entretenido la hora y media pegado a la pantalla intentando descifrar el significado de lo que cuenta. Hugh que parece estar especializándose en películas de ficción (“X- man”, “El truco final”) hace una desesperada maravillosa interpretación de un hombre que se niega a sucumbir ante la impotencia que le produce intentar controlar lo que no puede. Rachel también cumple su función de centro del universo de él. El personaje de Ellen Burstyn, la jefa de Hugh en el laboratorio, es de relleno. El conjunto está perfectamente acompañado por la fantástica música de Clint Mansell, colaborador habitual del director, que como es su función, realza las secuencias. Tal vez el mayor problema es que la pretenciosidad de la película en aras de la originalidad es del todo excesiva, y eso siempre pasa factura si no tienes un fantástico guión que lo apoye. Y es que querido Aronofsky, como dijo el otro, menos es más.

Víctor Gualda.

martes, 2 de octubre de 2007

SERPICO

“¿Alguna vez has oído la historia del rey sabio?... Había un rey que gobernó en su reino. Justo en el medio del reino había un pozo. Allí era donde todos bebían. Una noche una bruja apareció y envenenó el pozo. Y al día siguiente todos se volvieron locos. Salieron todos juntos a la calle y dijeron; “Tenemos que deshacernos del rey porque está loco... y entonces, esa noche, él bajo y bebió del pozo. Y al día siguiente toda la gente se alegró porque su rey había recuperado la razón”

Aparte de un perfecto ejemplo de concreción, este diálogo sirve para contar el argumento de la película. Salvo porque la honestidad de “Serpico” está por encima de la corruptela que opera a su alrededor, y prefiere que le peguen un tiro en mitad de la cara antes que beber del agua del pozo... Qué fácil identificarse con este héroe de barrio. Porque “Serpico” es la historia real de Frank Serpico convertida en novela por Peter Mass y adaptada a guión por Waldo Salt y Norman Wexler, y lo primero que nos llama la atención es cómo en una institución que, en principio, defiende del crimen y la corrupción está tan podrida que lo único que hace es aprovecharse de la corrupción ajena para el beneficio propio. Y es que esta película del año 1973 tiene perfecta vigencia en la actualidad, y lo seguirá teniendo en los años venideros.

La historia es sencilla. La película utiliza un recurso que en la actualidad nos parece manido y a pesar de ello sigue utilizándose. El director Sydney Lumet nos presenta un hombre herido de muerte. Se corre la voz de que Serpico está herido. La tensión se nota en las caras de los policías. Un diálogo entre dos de ellos nos informa de que habrá muchos compañeros que se alegraran de la noticia. Con esta premisa el interés del espectador se centrará en saber quién es ese Serpico del que todos hablan, y por supuesto, cómo ha llegado hasta la situación de que lo tengan que trasladar a un hospital. Una vez despertado el interés, la historia comienza desde el principio. Al Pacino alias, Serpico se acaba de graduar como oficial de policía uniformado. Su aspiración es colgar el uniforme y trabajar como detective en la calle. Sus métodos chocan con la tradición policial del momento. Pero el verdadero conflicto no está en que quiera ir vestido de hippie y dejarse bigote para trabajar en la calle, sino en que pronto descubre que la policía está corrupta. Que todos sus compañeros se sacan un sobresueldo con la extorsión a los delincuentes habituales. Cuando Pacino se revela y se niega a entrar en el juego se convierte en un bicho raro. Su afán por la honestidad le hace enfrentarse a sus propios compañeros y a denunciar el caso a sus superiores. Pero pronto descubre que todos están podridos, y que si no hay voluntad desde arriba, difícilmente podrá hacer nada. A partir de este momento, la calle toma un papel secundario en la película. La verdadera lucha contra el crimen se centra en el departamento. El tercer acto comienza con una premonición, un aviso de lo que le puede pasar. Y el aviso se cumple al pie de la letra. Por supuesto se trata de una película de Hollywood, no nos engañemos, y en un epílogo edulcorado vemos como nuestro protagonismo está por encima del bien y del mal cuando rechaza un reconocimiento oficial a su labor. Una charla ante los medios de comunicación y unos créditos que nos explican que Serpico acabó en Suiza, nos advierten del pago por ser honesto. Porque basta reflexionar un poco para darse cuenta que el héroe de esta película es un perdedor disfrazado de ganador...

Pero ¿por qué “Serpico” es así? La parábola del arranque de la crítica y las tramas secundarias nos lo explican indirectamente. Serpico (al igual que Pacino) es Italo-americano, él probablemente haya nacido ya en los States, pero su madre es italiana. No habla Ingles. Por lo tanto deducimos que es católica, y aunque parezca una tontería sin relación, ha educado a su hijo en su fe. Una fe que le dice que hay que ser de una forma, y Serpico está dispuesto a seguir su fe hasta las últimas consecuencias, como un Jesucristo dispuesto a morir de un balazo vendido por sus propios hermanos judíos. Y lo hará como acto de redención de sus compañeros policías. Otras subtramas refuerzan su carácter. Su amigo apóstol que le ayuda y apoya. Su primera novia que le muestra como es la calle “real” en la que él no tiene problema para integrarse, conoce la “movida” de la época. Se siente libre a lomos de su moto, o pasea a su Bobtel. Aparte de ellos, Al Pacino está solo. Y aunque acabe estresado y perdiendo lo poco que tiene, él está dispuesto a llegar hasta el final. Ese final que ya se ha presentado al principio, del que antes hablaba, justo en el momento climático del film. De esta forma ya se ha desenmarañado toda la trama, el espectador está capturado y ahora sólo esta deseando saber que va a pasar con él.

Espectacular interpretación del extraordinariamente sobreactuado Al Pacino, que en esta época iba haciéndose grande con papeles de policía o mafioso. Del 72 es el personaje que le convirtió en mito en “El Padrino” y es que a Al le encantan esos personajes de tipo duro pero humano que se ve arrastrado por las circunstancias. En fin, para decirlo en pocas palabras, Serpico es otra obra maestra imprescindible.


Víctor Gualda.