Resulta curioso observar como dos películas tan lejanas en el tiempo como las que nos ocupan, sin tener aparentemente nada en común, están tan relacionadas. Empezaremos con la más reciente “Expediente Amwar”. La terrible carátula en la que nos ha llegado la cinta (quién las elegirá) no le hace justicia. Resulta que este thriller es una de las mejores películas americanas del año, comparable en muchos sentidos con “Crash” y con “Traffic”... (aunque no le hayan hecho la misma promoción y el director Gavin Hood, no sea tan reconocido como los de las anteriores producciones) pero me atrevería a decir que esta es una mezcla de las anteriores mejorada. También en esta la historia está dividida en tramas independientes (cuatro en concreto) que obviamente con el paso de los minutos están condenadas a encontrarse. Lo curioso es que parte de las tramas se desarrollan en Estados Unidos, parte en Egipto. Unas en las más altas instituciones, y otras en las clases bajas radicalizadas islámicas.
En cuanto a “Sacco y Vanzetti”, se trata de una película de 1971 basada en un hecho real ocurrido en Estados Unidos, que nos muestra la captura, juicio y condena de dos anarquistas acusados de un atraco que no cometieron (como se demostró) por el hecho de ser anarquistas. Se trata de un perfecto retrato humano de los inmigrantes Italianos en los años veinte, con un trasfondo de mucho mayor calado, la supresión de la izquierda del sistema americano bajo la fachada de la amenaza que suponen los comunistas, socialistas o cualquiera vinculado a movimientos obreros o a las ideas que prioricen al individuo ante el sistema.
Las tramas de Expediente Anwar, se van relacionando con el paso de los minutos. Pronto entenderemos el peso que tiene la política en las vidas de los individuos, en concreto en la de Anwar El-Ibrahimi (Omar Metwally) aunque este no esté vinculados a ningún partido. Sencillamente por el hecho de ser inmigrante (aunque asentado y con un buen puesto reconocido socialmente) una ley promulgada por Clinton y exprimida a partir de la excusa perfecta de los atentados del 11 de septiembre, sirve para pasar por encima del individuo quebrando la propia constitución americana y secuestrando y torturando a quien se quiera, sin derecho a juicio ni a nada. Los famosos vuelos secretos de la CIA (tan de actualidad en nuestro país), sirven para transportar presuntos presuntos, presuntos terroristas (estaría bien que tuvieran derecho a un juicio) sin contar que tienen una vida y una familia. La familia es un elemento mayúsculo representado por la luchadora embarazada ex ridícula protagonista de comedias juveniles Reese Witherspoon. En el lado egipcio, un capitán egipcio Abasi Fawal sin escrúpulos va a sufrir en sus propias carnes la venganza y el odio, tal vez víctima paradójica de su propio extremismo. Mientras un “buen americano”, Jake Gyllenhaal lucha por salvaguardar los derechos del preso. Oponiéndose frontalmente por una radical (esta si que extremista) interpretada por la polifacética y siempre competente Meryl Streep.
El juicio que nos presenta Giuliano Montaldo en su docudrama (el guión esta firmado entre otros por nuestro Vicente Aranda) resultó una pantomima. El veredicto estaba dictado antes incluso de que se produjese. El pecado no era el presunto atraco. La sociedad bienpensante necesita cabezas de turco, y un pescadero y un zapatero emigrantes, más al pertenecer a una organización radical y llevar encima armas de fuego en el momento de su detención, son cabezas de turco perfectos. A partir de aquí, la película se centra en humanizar a los personajes principales. Si la primera parte se basaba en los hechos y en mostrar como los ítaloamericanos eran el lumpen de la sociedad, la segunda se centra en Sacco, menos vinculado a las ideas, atormentado por la perdida de la familia, y centrado en demostrar que el hombre es víctima de las circunstancias. Vanzetti, tal vez el más carismático de los dos, el más idealista y político, lucha por su vida en convencimiento de que ley y justicia deben ser ciegas.
Es en este punto justo donde convergen los argumentos de las dos películas. Ambas reivindican que el hombre (conceptual) tiene que estar por encima de la clase social y de las instituciones. Pero lo que dejan entrever de manera más amplia, es que las leyes siempre favorecen a los ricos y defienden sus intereses (en realidad están dictadas por ellos para salvaguardarlos). Las instituciones por encima del hombre, todo por el pueblo, para el pueblo, pero sin el pueblo. En el caso de Sacco y Vanzetti, al ser considerados como ciudadanos de tercera con un amplio componente racista. Las preguntas sesgadas sobre el amor por la nación, los intereses particulares anteponiendo la familia al pueblo americano, sirven aquí de excusa para castigar al pobre (y anarquista antisistema), mientras que en el expediente Anwar, a través del personaje de Omar Metwally se castiga a cualquier árabe, sencillamente por el hecho de serlo. En realidad no se abandona el componente racista.
“Expediente...” es una película de ficción, y aquí hay un bueno salvador (Gyllenhaal), pero la realidad suele ser mucho más despiadada, y muchos de estos presos torturados luego acaban en Guantánamo o dios sabe donde. No es extraño que se instaure el odio entre las razas, entre los pueblos. No es extraño que los inmigrantes italianos se asociasen para defender sus intereses en el nuevo mundo. Lo que deja patente estas películas, es el increíble salto que existe entre las clases. Por mucho que se intente negar con productos al alcance de todos y la ficción del "todos somos iguales".
Víctor Gualda.
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