Como crítica cien del año, otra de las novedades de las últimas semanas que ha sido rescatada al formato DVD y que es necesario comentar, es la obra magna del director italiano Bernardo Bertolucci. El ahora desinflado realizador, del que tenemos la noticia de que en estos días está presentado en “cualquier” festival (Estoril) su documental “Bertolucci secondo il cinema”, que precisamente trata sobre la realización de la película que nos ocupa. En fin, ya era hora de que se editase, porque esta obra maestra, lección de cine, de cinco horas de duración, esconde un fragmento importante de la historia de Italia. Nada menos que los cinco primeras décadas del siglo veinte.
Para ello cuenta con la inestimable colaboración de dos pesos pesados de la historia del cine. Digo dos, pero podría decir cuatro o seis. DeNiro y Depardieu, pero también Sutherland, Burt Lancaster, Dominique Sanda Laura Betti y Sterling Hayden y la ayuda técnica que engrandece la cinta de la fotografía de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.
Contar el argumento de la película es como contar la historia de Italia en toda la primera mitad del siglo veinte, desde el día de la muerte de Verdi hasta el día de la liberación del fascismo, pero Bertolucci ha querido centrarlo todo en las diferencias de clase, maravillosamente mostradas, e incluso la evolución dentro de las mismas clases con el paso de los años. Para ello ha utilizado tres generaciones de una misma familia primero terratenientes explotadores de los campesinos que trabajan para ellos, que forman la “otra” clase social en que se divide la historia. Se ha criticado a Bertolucci por ser parcial, por hacer un alegato comunista y antifascista. Tal vez sea cierto, la película está sesgada, pero en el siglo de los -ismos, es necesario que las verdades se expongan. Los obreros, los campesinos, los verdaderos perdedores de cualquier guerra, tal vez no tengan caras reconocibles en los libros de historia, pero son parte imborrable. Porque a pesar del duro alegato comunista, ellos no defienden a Stalin, sino lo que les dicta la razón.
La estructura dramática no está definida en este caso por actos, sino más bien por la vida de los protagonistas, desde la infancia a la vejez, aunque todo dentro de ello atienda a una lógica estructura dentro de otra, como círculos concéntricos cerrados por las secuencias de las vías del tren....Tal vez el fallo principal de la cinta, y por la que le ha venido la mayor parte de las críticas negativas (aparte de por la duración) es por la poca intensidad dramática de los personajes principales, pero creo que tiene explicación, El director le da prioridad a la situación sociopolítica del país en los momentos dramáticos, las secuencias políticas se alargan hasta la saciedad con largos planos, y alarde de medios como travellings o grúas que se elevan constantemente.
Los dramas personales de los personajes están de esta forma poco definidos, o colocados en diferentes momentos de la cinta, de forma que casi no coinciden temporalmente. De hecho entre los dos protagonistas principales apenas hay tensión dramática, y eso tiene que ver con la obsesión del director de “cuidarlos” hasta la extenuación. El conflicto es necesario, más entre dos amigos tan distintos como estos, que pertenecen a distintas clases sociales tan marcadas. Pero en vez de eso, Bertolucci hace concesiones entre ambos, separando de manera radical sus vidas, y no aprovechando el conflicto inevitable entre ambos. En vez de eso, introduce a un “malo” que realmente es el que mejor aprovecha su papel. Por las connotaciones dramáticas, y porque Donald Shutherland es una actor que no deja escapar un papel bombón como este sin sacarle el máximo partido. Así carga sobre sus espaldas el odio del espectador, que desea su muerte y la de su esposa, pero en realidad es el que está por encima de todos a nivel interpretativo. Son sus secuencias las que crean mayor desasosiego. Las que crean las sensaciones y sentimientos más extremos en el espectador. Su locura inflada por el rencor de su esposa (increíble Laura Betti), por sus ambición y necesidad de ser más de los que es, por la certidumbre de que nunca lo podrá ser y representando a los camisas negras fascistas, tiene su punto álgido cuando se convierte en un psicópata que garantiza la antipatía del público con el asesinato de un niño. DeNiro también sufre una transformación con el paso de los años que le impide aceptarse a si mismo como un rico burgués explotador aunque acaba asumiendo su rol. Pero sus momentos dramáticos son para su relación con la burguesa hippie con la que se casa interpretada por Dominique Sanda. Mientras, Depardieu es el más coherente, el que sigue un camino trazado desde la infancia. Lo que es evidente es que Bertoluci cincela personajes de hierro. Creemos saber como reaccionaran en cada momento porque los hemos visto mil veces en la vida real. Lástima que todo ello no haya sido introducido en una trama que hubiese aprovechado la comunicación y la magia que tienen las secuencias que comparten los dos amigos protagonistas. La del reencuentro a la vuelta de la guerra de Depardieu, la de la puta epiléptica, la de la discusión por la mujer de DeNiro, o la final en el juicio improvisado, sólo confirman las de ambos personajes cuando son niños y se conocen, estableciendo una relación con tintes homosexuales. También quiero destacar la química que tienen el par de secuencias que comparten los padres de los dos protagonistas, interpretados por Burt Lancaster y Sterling Hayden (que hace de sus interpretaciones hieráticas una marca de estilo), que te dejan con las ganas de más por la fantástica química que hay entre ambos.
Todo es grande en esta película; como la espectacular fotografía de Storaro que cambia a cada fragmento de película, y crea el ambiente necesario para identificarlo con el momento histórico o la situación dramática. Así la primera parte y la parte de la liberación deja ver los verdes, los azules de un cielo despejado como símbolo de la esperanza, mientras que los ocres o los grises mandan en la parte dedicada al fascismo. Las secuencias dramáticas están adornadas con grandes contrastes. Me recordó en varios momentos la película a Amarcord, pero las similitudes creo que estaban más relacionadas con las reacciones de algunos personajes de marcado carácter italiano y con el ritmo de la cinta. La música grandilocuente, como siempre marca de la casa de Morricone, acompaña también en todo momento.
Estamos pues ante una obra capital del cine que es necesario reivindicar. Hay que agradecerle al productor Alberto Grimaldi, que se arriesgase con una obra como esta, que hoy en día no se podría plantear de ninguna manera como un largometraje, y como serie podría llegar a tener el mismo presupuesto, pero difícilmente el mismo desarrollo y los mismos actores. El que no la haya visto tiene una oportunidad de sentir casi la experiencia única que tiene un niño cuando ve una película que luego descubrirá como obra maestra cuando sea mayor y tal vez haya perdido la capacidad de soñar. Reconozco que a mi me pasó con “Erase una vez en América”, con “El padrino”, con “Indiana Jones”, con “Novecento”. Por eso volver a verla es como volver a sentirse un niño, aunque ahora entienda la crudeza de la historia de la que me hablan. Pero las imágenes son mágicas, y por ello deben ser reivindicadas.
Víctor Gualda.
Para ello cuenta con la inestimable colaboración de dos pesos pesados de la historia del cine. Digo dos, pero podría decir cuatro o seis. DeNiro y Depardieu, pero también Sutherland, Burt Lancaster, Dominique Sanda Laura Betti y Sterling Hayden y la ayuda técnica que engrandece la cinta de la fotografía de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.
Contar el argumento de la película es como contar la historia de Italia en toda la primera mitad del siglo veinte, desde el día de la muerte de Verdi hasta el día de la liberación del fascismo, pero Bertolucci ha querido centrarlo todo en las diferencias de clase, maravillosamente mostradas, e incluso la evolución dentro de las mismas clases con el paso de los años. Para ello ha utilizado tres generaciones de una misma familia primero terratenientes explotadores de los campesinos que trabajan para ellos, que forman la “otra” clase social en que se divide la historia. Se ha criticado a Bertolucci por ser parcial, por hacer un alegato comunista y antifascista. Tal vez sea cierto, la película está sesgada, pero en el siglo de los -ismos, es necesario que las verdades se expongan. Los obreros, los campesinos, los verdaderos perdedores de cualquier guerra, tal vez no tengan caras reconocibles en los libros de historia, pero son parte imborrable. Porque a pesar del duro alegato comunista, ellos no defienden a Stalin, sino lo que les dicta la razón.
La estructura dramática no está definida en este caso por actos, sino más bien por la vida de los protagonistas, desde la infancia a la vejez, aunque todo dentro de ello atienda a una lógica estructura dentro de otra, como círculos concéntricos cerrados por las secuencias de las vías del tren....Tal vez el fallo principal de la cinta, y por la que le ha venido la mayor parte de las críticas negativas (aparte de por la duración) es por la poca intensidad dramática de los personajes principales, pero creo que tiene explicación, El director le da prioridad a la situación sociopolítica del país en los momentos dramáticos, las secuencias políticas se alargan hasta la saciedad con largos planos, y alarde de medios como travellings o grúas que se elevan constantemente.
Los dramas personales de los personajes están de esta forma poco definidos, o colocados en diferentes momentos de la cinta, de forma que casi no coinciden temporalmente. De hecho entre los dos protagonistas principales apenas hay tensión dramática, y eso tiene que ver con la obsesión del director de “cuidarlos” hasta la extenuación. El conflicto es necesario, más entre dos amigos tan distintos como estos, que pertenecen a distintas clases sociales tan marcadas. Pero en vez de eso, Bertolucci hace concesiones entre ambos, separando de manera radical sus vidas, y no aprovechando el conflicto inevitable entre ambos. En vez de eso, introduce a un “malo” que realmente es el que mejor aprovecha su papel. Por las connotaciones dramáticas, y porque Donald Shutherland es una actor que no deja escapar un papel bombón como este sin sacarle el máximo partido. Así carga sobre sus espaldas el odio del espectador, que desea su muerte y la de su esposa, pero en realidad es el que está por encima de todos a nivel interpretativo. Son sus secuencias las que crean mayor desasosiego. Las que crean las sensaciones y sentimientos más extremos en el espectador. Su locura inflada por el rencor de su esposa (increíble Laura Betti), por sus ambición y necesidad de ser más de los que es, por la certidumbre de que nunca lo podrá ser y representando a los camisas negras fascistas, tiene su punto álgido cuando se convierte en un psicópata que garantiza la antipatía del público con el asesinato de un niño. DeNiro también sufre una transformación con el paso de los años que le impide aceptarse a si mismo como un rico burgués explotador aunque acaba asumiendo su rol. Pero sus momentos dramáticos son para su relación con la burguesa hippie con la que se casa interpretada por Dominique Sanda. Mientras, Depardieu es el más coherente, el que sigue un camino trazado desde la infancia. Lo que es evidente es que Bertoluci cincela personajes de hierro. Creemos saber como reaccionaran en cada momento porque los hemos visto mil veces en la vida real. Lástima que todo ello no haya sido introducido en una trama que hubiese aprovechado la comunicación y la magia que tienen las secuencias que comparten los dos amigos protagonistas. La del reencuentro a la vuelta de la guerra de Depardieu, la de la puta epiléptica, la de la discusión por la mujer de DeNiro, o la final en el juicio improvisado, sólo confirman las de ambos personajes cuando son niños y se conocen, estableciendo una relación con tintes homosexuales. También quiero destacar la química que tienen el par de secuencias que comparten los padres de los dos protagonistas, interpretados por Burt Lancaster y Sterling Hayden (que hace de sus interpretaciones hieráticas una marca de estilo), que te dejan con las ganas de más por la fantástica química que hay entre ambos.
Todo es grande en esta película; como la espectacular fotografía de Storaro que cambia a cada fragmento de película, y crea el ambiente necesario para identificarlo con el momento histórico o la situación dramática. Así la primera parte y la parte de la liberación deja ver los verdes, los azules de un cielo despejado como símbolo de la esperanza, mientras que los ocres o los grises mandan en la parte dedicada al fascismo. Las secuencias dramáticas están adornadas con grandes contrastes. Me recordó en varios momentos la película a Amarcord, pero las similitudes creo que estaban más relacionadas con las reacciones de algunos personajes de marcado carácter italiano y con el ritmo de la cinta. La música grandilocuente, como siempre marca de la casa de Morricone, acompaña también en todo momento.
Estamos pues ante una obra capital del cine que es necesario reivindicar. Hay que agradecerle al productor Alberto Grimaldi, que se arriesgase con una obra como esta, que hoy en día no se podría plantear de ninguna manera como un largometraje, y como serie podría llegar a tener el mismo presupuesto, pero difícilmente el mismo desarrollo y los mismos actores. El que no la haya visto tiene una oportunidad de sentir casi la experiencia única que tiene un niño cuando ve una película que luego descubrirá como obra maestra cuando sea mayor y tal vez haya perdido la capacidad de soñar. Reconozco que a mi me pasó con “Erase una vez en América”, con “El padrino”, con “Indiana Jones”, con “Novecento”. Por eso volver a verla es como volver a sentirse un niño, aunque ahora entienda la crudeza de la historia de la que me hablan. Pero las imágenes son mágicas, y por ello deben ser reivindicadas.
Víctor Gualda.
5 comentarios:
En el caso de Novecento, tenemos a un gigante del cine(Bertolucci,que a su vez es un pensador y un humanista)trabajando dentro de los márgenes comerciales,al igual que en "El último emperador".Resultado:una película inolvidable.
¿Contamos hoy día con cineastas de tal magnitud embarcados en obras tan completas,con una potente producción y con algo que decir?Me temo que es difícil localizarlos.O bien por falta de apoyo y oportunidad,falta de background cultural y vital o sencillamente,de talento y personalidad.
España nunca es el mejor ejemplo,pero aquí últimamente se está haciendo cine de autor meritorio,en algunos casos muy bueno,pero siempre cine pequeño y afectado de cierto ombliguismo.
Zero
parafraseando a Darin, no es por falta de putos, es por falta de financistas (más o menos) me refiero a que los productores no arriesgan en superproducciones, menos en estos tiempos de piratas y corsarios que se amparan en que compartir es vivir, mientras los que compartan sean otros y los que vivan ellos... De cualquier forma, en España no creo que haya capacidad ni creativa ni financiera.
En cuanto a "El Último Emperador" creo que es tan pretenciosa como esta, pero mucho menos interesante. El motivo tal vez sea el que hemos hablado muchas veces. El mismo por el que Scorsese borda las películas de italoamericanos y la caga en las que se refieren a otras identidades. Porque la cultura y la historia italiana la han mamado, mientras que la otra la han aprendido, por eso el punto de vista no es tan cercano...
Sabes que no dudo que haya cine de autor español interesante, por favor, comparte títulos y autores, estoy deseando ver pelis españolas que se salgan de la rutina y del ombligismo del que tu mismo hablas.
Bi
Las de Jaime Rosales(a espera de poder ver la última)es cine de autor con mayúsculas,a nivel europeo,pero inevitablemente pequeñas.También destacaría "La leyenda del tiempo" o "El taxista ful".Y "En construcción",aunque Guerín sea el paradigma del ombliguismo,pues el suyo es amplio como un abismo.Otro del que se habla es Marc Recha,pero a mí sinceramente me parece que no llega a unos mínimos.De Albert Serra no he visto nada todavía.
Curiosamente,todos catalanes.
Zero
tomo nota, respecto a los catalanes, hablando sin saber, intuyo que tienen una ayuda institucional para la distribución, que no tienen el resto de las comunidades... en realidad las películas de autor españolas podrían ser todas o casi todas, porque sacar una adelante ya es un merito. Curioso que en lo que llevamos de año, las películas "españolas" más taquilleras segun el ministerio sean -Los crimenes de Oxford (con más de 8 millones de recaudación), Mortadelo y Filemon, Asterix y Obelix 3, Vicky Cristina Barcelona, Che El argentino, Transsiberian y La conjura del Escorial... y digo curioso porque en realidad la única que no es coproducción es Mortadelo y Filemon 2. Así que si suprimimos las que se coproducen, nos encontramos con Fuera de carta, Los girasoles ciegos, Carlitos y el campo de sueños, Una palabra tuya... madre mia, si esto es lo comercial (más del millón de euros) que va a ser del cine español el año que viene que se ha paralizado la producción.
podemos ponernos cuatro colegas de acuerdo y grabar algo en digital, luego para la distribución via internet. Seguro que hacemos cine de autor del bueno... en realidad los cronocrímenes no es mucho más, y está bastante entretenida
Publicar un comentario