Una vez más el cine Alemán se adelanta al del resto de Europea con una de las películas más interesantes del último año. “La Ola” expone(en este momento de crisis) una situación hipotética que a pesar del paso del tiempo se podría repetir. La película plantea que sólo se tienen que dar las situaciones que la favorezcan, y sobre un caldo de cultivo idóneo volveremos a ver la vuelta de los –ismos. Puede que se transformen, que se utilicen los prefijos Neo-, Post-, o moderneces tipo –La Ola-. Esperemos que la película no sea profética, porque ahora nos parece una posibilidad lejana, pero que pasaría si... Lo cierto es que ese planteamiento (quizá lo más interesante del metraje) engancha.
El arranque es sencillo, como todas aquellas películas que exponen claramente desde el inicio la estructura y planteamiento de la idea y el tema. Un profesor de instituto Rainer Wenger (Jügen Vogel) tiene que ocuparse de impartir un taller que no es la que había elegido. A él le hubiese gustado dar el taller sobre la anarquía. Los guionistas Dennis Gansel (también director) y Peter Thorwart nos dejan claro que no es ningún sospechoso desde la presentación. Pero la anticipación de un profesor estirado le obliga a dar el taller de autocracia. Por si hay algún despistado entre los espectadores, los guionistas se toman la molestia de introducirnos en el término, mediante la excusa de la clase. Por si hay algún despistado entre los lectores, se trata de un sistema de gobierno en el que la voluntad de una sola persona es la ley. Por supuesto los alemanes tienen una especie de complejo con el tema después del nazismo, que ya en su momento arrastraban de la primera gran guerra y son perfectos porque parecen estar concienciados con el tema, así que le dan un valor casi psicológico al término.
Para que los estudiantes entren por el aro y se interesen en el tema, el carismático profesor propone casi a modo de juego crear un simulacro de autarquía en la clase. Inmediatamente se elige un líder, que no puede ser otro que él mismo. En apenas unos días, la clase se ha convertido en un ejercito con sus propios códigos, uniforme, saludo militar y símbolo identificativo. Todo con un paralelismo casi aterrador con el pasado fascista. Así que el “ya hemos aprendido la lección, no se puede volver a repetir”, se convierte en una realidad que absorbe a la mayor parte de los estudiantes. Las causa son también extrapolables a la sociedad, más para los jóvenes con una personalidad todavía por desarrollar. Sólo la idea de formar parte de algo, que no haya distinciones entre los propios miembros, distinguirse de otros grupos (en este caso presentados como estereotipo de macarras) hace que la identificación inicial se convierta en obsesión. Los problemas se combaten con el grupo, los complejos se superan con facilidad también gracias a él. Por supuesto que hay una “resistencia”, encarnada curiosamente (y digo curiosamente, porque el sexo femenino parece el único con un poco de cordura) por un par de chicas que son las únicas con personalidad propia. En el lado de los adultos, también es una mujer, la de Rainer la que se enfrenta con su hora despótico marido, poniendo en relieve los complejos del profesor, y lo fácil que es perder la perspectiva cuando se viven las cosas desde dentro.
Un Rainer obcecado con la gran labor “social” que, inevitablemente acaba aceptando que la situación se le ha ido de las manos. El problema es que el desenlace no se puede permitir el lujo de hacer como si no ha pasado nada. El profesor tiene que pagar su culpa, y el previsible desenlace es la única alternativa.
Al parecer el argumento no es original, la situación se dio realmente cuando el experimento se realizó en el instituto americano de Cubberley en Palo Alto y fue reflejado por el relato corto de William Ron Jones y en la novela de Johnny Dawkins y Ron Birnbach, pero como decía antes, el hecho de que aquí la acción se traslade a Alemania le da una especial relevancia. Cinematográficamente la película no es perfecta. Los personajes apenas salen de estereotipos marcados por una película que trata de reflejar las reacciones del grupo, mientras que la estructura tiene algunas lagunas que ralentizan la acción, como la de la fiesta que concluye el segundo acto, que no aporta nada. Pero tal vez sea consecuencia de que se rodó en apenas cinco semanas y se buscaba rellenar con las subtramas de los estudiantes. Aun así, es una película interesante que invita a reflexionar, cosa que no es lo habitual en esta época de estrenos espectaculares, que casi anuncian la navidad y los estrenos infantiles y que luego darán paso a las películas que se estrenan con la idea de optar a los Oscar.
Víctor Gualda.
El arranque es sencillo, como todas aquellas películas que exponen claramente desde el inicio la estructura y planteamiento de la idea y el tema. Un profesor de instituto Rainer Wenger (Jügen Vogel) tiene que ocuparse de impartir un taller que no es la que había elegido. A él le hubiese gustado dar el taller sobre la anarquía. Los guionistas Dennis Gansel (también director) y Peter Thorwart nos dejan claro que no es ningún sospechoso desde la presentación. Pero la anticipación de un profesor estirado le obliga a dar el taller de autocracia. Por si hay algún despistado entre los espectadores, los guionistas se toman la molestia de introducirnos en el término, mediante la excusa de la clase. Por si hay algún despistado entre los lectores, se trata de un sistema de gobierno en el que la voluntad de una sola persona es la ley. Por supuesto los alemanes tienen una especie de complejo con el tema después del nazismo, que ya en su momento arrastraban de la primera gran guerra y son perfectos porque parecen estar concienciados con el tema, así que le dan un valor casi psicológico al término.
Para que los estudiantes entren por el aro y se interesen en el tema, el carismático profesor propone casi a modo de juego crear un simulacro de autarquía en la clase. Inmediatamente se elige un líder, que no puede ser otro que él mismo. En apenas unos días, la clase se ha convertido en un ejercito con sus propios códigos, uniforme, saludo militar y símbolo identificativo. Todo con un paralelismo casi aterrador con el pasado fascista. Así que el “ya hemos aprendido la lección, no se puede volver a repetir”, se convierte en una realidad que absorbe a la mayor parte de los estudiantes. Las causa son también extrapolables a la sociedad, más para los jóvenes con una personalidad todavía por desarrollar. Sólo la idea de formar parte de algo, que no haya distinciones entre los propios miembros, distinguirse de otros grupos (en este caso presentados como estereotipo de macarras) hace que la identificación inicial se convierta en obsesión. Los problemas se combaten con el grupo, los complejos se superan con facilidad también gracias a él. Por supuesto que hay una “resistencia”, encarnada curiosamente (y digo curiosamente, porque el sexo femenino parece el único con un poco de cordura) por un par de chicas que son las únicas con personalidad propia. En el lado de los adultos, también es una mujer, la de Rainer la que se enfrenta con su hora despótico marido, poniendo en relieve los complejos del profesor, y lo fácil que es perder la perspectiva cuando se viven las cosas desde dentro.
Un Rainer obcecado con la gran labor “social” que, inevitablemente acaba aceptando que la situación se le ha ido de las manos. El problema es que el desenlace no se puede permitir el lujo de hacer como si no ha pasado nada. El profesor tiene que pagar su culpa, y el previsible desenlace es la única alternativa.
Al parecer el argumento no es original, la situación se dio realmente cuando el experimento se realizó en el instituto americano de Cubberley en Palo Alto y fue reflejado por el relato corto de William Ron Jones y en la novela de Johnny Dawkins y Ron Birnbach, pero como decía antes, el hecho de que aquí la acción se traslade a Alemania le da una especial relevancia. Cinematográficamente la película no es perfecta. Los personajes apenas salen de estereotipos marcados por una película que trata de reflejar las reacciones del grupo, mientras que la estructura tiene algunas lagunas que ralentizan la acción, como la de la fiesta que concluye el segundo acto, que no aporta nada. Pero tal vez sea consecuencia de que se rodó en apenas cinco semanas y se buscaba rellenar con las subtramas de los estudiantes. Aun así, es una película interesante que invita a reflexionar, cosa que no es lo habitual en esta época de estrenos espectaculares, que casi anuncian la navidad y los estrenos infantiles y que luego darán paso a las películas que se estrenan con la idea de optar a los Oscar.
Víctor Gualda.
7 comentarios:
Aparte de ciertos trazos gruesos,la peersonalidad de las chicas que ejercen la crítica al grupo resulta especialmente antipática.¿Acaso debemos anteponer aspectos narrativos para así generar conflicto y de paso minusvalorar la capacidad crítica?
Y otra cuestión que planteo:¿cómo debe entenderse que una vez sucedida la tragedia,el guión y la dirección carguen la responsabilidad sobre un lider(el profe),que si bien inició el tema fue pronto ajeno a dinámica del movimiento?
Zero
Interesantes cuestiones... Estoy de acuerdo contigo. Está claro que el conflicto es lo que mueve la trama, aunque en esta peli, el conflicto lo genera la situación, no los personajes. Pero es cierto que la chica es especialmente antipática. Tal vez la idea que tu como espectador te veas involucrado con el grupo y veas la evolución tenga prioridad sobre los posibles conflictos externos que enriquecen la trama principal.
Lo del lider creo que es más normal por varios motivos. El primero porque ellos son menores, piensa que están en el instituto. Luego porque él llega un momento que pierde la perspectiva y les arenga a seguir, incluso, a pesar de que una vez más los guionistas han optado por no dejar que nos caiga mal en ningún momento, hay una secuencia de conflicto con su pareja y él defiende el experimento, es entonces donde salen sus complejos. Siente que los está haciendo mejores, y de paso se siente superior a su mujer por primera vez. El tercero, menos reconocible, porque el lider es además cabeza de turco si las cosas salen mal. Seguro que pensando en su propia historia, se acordaron de Hitler que como cabeza visible era el responsable, y que ha pasado a la historia como un pirado, pero yo siempre me pregunto ¿dónde estaba una nación entera para oponerse a la locura? ¿Es que el pueblo no veía que les estaba llevando al suicidio colectivo? Aunque esto tal vez se explique por la situación socio económica en la que Hitler llegó al poder, y en los propios complejos del pueblo aleman con respecto a su historia, que les hacia verse como eternos perdedores.
Para mi el gran fallo de la película es la inmediatez, en una semana todos se involucran hasta volverse extremistas.
Bi.
Margüita dijo:
A mi me gustó la idea, pero coincido 100% en la precipitación de los hechos. De lunes tienes una clase de adolescentes, y de martes un ejército de bandoleros? Anda ya. Como si crear conciencia de grupo fuera algo tan fácil, por otro lado.
Y creo (insisto) que la idea es muy buena, aunque tal vez habría sido mejor desarollarla en formato libro, para poder ver la evolución de los personajes y del conflicto, y no empaquetada en un formato de 100 minutos.
Alguno ha visto el corto en que se inspira?
PD: personalmente, la chica no me resultó en absoluto antipática.
En lo de la antipatía,no sólo me refiero a la prota,sino tb a la otra chica(Mona)que siempre está protestando,con aire de superioridad y una expresión de desagrado.
Hay otro tema interesante(lo cual hace de esta película buena para coloquios y demás),y es que hay un paralelismo entre La Ola y el equipo de waterpolo.En ambos el líder es el mismo y se da una disputa que a punto está de desencadenar la tragedia en un caso y en el otro ésta sucede.
Lo que provoca una resolución u otra es que el lider en un caso está metido,alerta y resuelve con energía la situación.Y en el otro organiza una pantomima que conduce con acierto(es el terreno de la ficción,donde también se mueve en todo lo relativo a sus clases de la autocracia).Pero no puede frenar el impulso de ese chico cuando da carpetazo a la ficción y en nombre de la realidad dice que la ola está muerta.
Zero
puede que tengas razón, pero para mi la subtrama de la piscina está metida casi exclusivamente para reforzar la trama principal. Al principio sabemos que es un equipo perdedor. Hay una secuencia especifica en la que juegan en equipo y meten gol. Luego al estar integrados en la organización de la ola, la piscina se convierte en reflejo de esa ficción que tu dices y la diciplina y el juego como un bloque les hace más competitivos. Ahí vemos que esa evolución les vuelve también más violentos. El chavalito rubio que se pelea en el partido, y con la novia se da cuenta que hay algo que les está cambiando. Así la secuencia de la pelea se convierte en un antecedente de lo que luego sucederá en el deseace tanto como gancho para ayudar al profesor, como excusa para el chaval desequilibrado. No sé si el director habrá llegado hasta el punto de reflexión que tu propones. Bajo mi punto de vista introduce lo del waterpolo para reafirmar la trama principal, y como excusa para apoyar el desenlace.
Al principio parece una subtrama un tanto accesoria,pero adquiere el peso de un contrapunto.No sólo por lo mencionado y porque ambos elementos(la ola viendo el partido de waterpolo)converjan en el desenlace,sino porque los protagonistas de cada uno de los grupos(el rubio en el equipo y el suicida en la ola)son dos modelos,tal vez los personajes que más cambien.
Ninguno de los dos tiene familia(la del suicida pasa de él y es como si no existiera),son apocados,buscan el afecto de los demás y están estereotipados por los otros.Ambos ganan confianza y apoyo(el grupo configura el entorno afectivo que no tienen)y uno (el rubio)se convierte en la principal fuerza crítica dentro del grupo(dentro de él,porque lo de la novia es crítica destructiva hacia el grupo).Curiosamente,el más despistado y que menos tenía que decir se convierte en el personaje conciencia.
Mientras el otro chico sigue un proceso paralelo que le hace ganar autoestima y encontrar un sentido,con las consecuencias del desenlace.
Así,encarnan el lado positivo y el negativo de la ola.Y si uno acaba en tragedia,el otro no sólo alcanza la lucidez,sino que se convierte en un buen competidor de equipo,que no emplea el waterpolo sólo para descargar su frustación,como hacía antes.
Zero
no me lo habia planteado de esa forma, y aunque el personaje del rubio no me parece que explote hasta la pelea de la piscina, és probable que tengas razón, desde luego tiene todo el sentido.
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