miércoles, 31 de diciembre de 2008

CREPUSCULO





La película que más expectativas ha creado en las navidades, no es una película; Es un capítulo piloto para una serie de televisión. Y es que a pesar de que reconozco que me ha gustado, tengo clarísimo que aparenta mucho más de lo que realmente es. La estructura, los diálogos, el argumento, hasta la fotografía me recuerdan a una serie de televisión de última generación. Es más, la serie “True Blood”, también de vampiros, producida por Alan Ball para HBO, es mil veces más película que la que nos ocupa. La excusa es que se trata de un film para adolescentes, pero la realidad es que es un tratado de moralina barata americana donde moral, miedo al sexo y enaltecimiento de la familia para superar los problemas, son el centro de toda la trama.

Al ver "Crepusculo" me da la impresión de que volvemos atrás en el tiempo. El mestizaje de géneros ha propiciado la llegada de la modernez a la estética cinematográfica, pero en realidad tras el trasfondo fantástico no se trata más que de una historia clásica de amor improbable (ya ni siquiera imposible) El envoltorio de papel de caramelo que reinventa las normas ya es suficiente para despertar el interés. Estos vampiros vestidos de Bershka con su ropa juvenil y ultramoderna, con el corte de pelo más cool del mercado, son sólo muñecos intercambiables. Dicen que son vampiros, pero podrían ser albañiles con doble vida como agentes secretos, o porteros de discoteca con varias carreras universitarias. Parece que el hecho de ser inmortales no les ha hecho madurar, y los diecisiete años serán eternos. Así Robert Pattinson, Edward el vampiro protagonista, no es más que un saco de estereotipos y gestos estudiados delante del espejo, que me recuerdan al James Dean de “Rebelde sin causa”. Sufrir porque son incomprendidos y adolescentes, disfrutar porque son jóvenes y guays, pero sin romper las reglas. Menos mal que no beben, porque sino en la garantizada segunda parte (que correspondería con el capítulo 2 de la serie) irían al psicólogo igual que lo hacían los niños pijos de “Sensación de vivir” cuando se tomaban una cerveza. Y es que los productores de la cinta sólo han pensado en llenar la cartera, y para ello, qué mejor que los mayores y más desprotegidos consumidores del planeta. Planteado como una saga más de Harry Potteres, estos vampiros no se han corrompido con la inmortalidad (lo que les haría interesantes), al contrario, han decidido hacer un pacto superguay para no probar la sangre humana (Por si los jóvenes americanos empezaban a lanzarse...) No tienen sexo, aunque duermen juntos, quieren integrarse en la sociedad y por eso siguen yendo año tras año al instituto. No es de extrañar, resulta que la escritora del best seller en el que está basada la película, Stephanie Meyer, es una ama de casa mormona madre de tres hijos que se aburría en casa. Ahora es una multimillonaria que va a estrangular la gallina de los huevos de oro y de paso las mentes impresionables de toda una generación de jóvenes de todo el mundo.

De la estructura poco o nada hay que destacar, todo gira en torno a la relación de los dos protagonistas Kristen Stewart, Bella en la película, la chica recién llegada con “problemas” porque se tiene que ir a vivir al pueblo de su padre, pero que tiene buena relación con su madre. El capítulo entero girará en torno al ahora si, ahora no, pero como era insuficiente, decidieron meter a unos vampiros malos. Pero malos, malos. El estereotipo es algo que se domina por estas latitudes, y será el único elemento externo que mueva la trama. Casi se agradece, porque empezaba a revolverme en el sillón. Un poco de acción, algo de publicidad de un coche superguapo, y a la mierda la tradición vampírica... Pero por favor, si hasta el nuevo motivo por el que no puede darles la luz es ridículo estúpido y absurdo.... Ahora, hay que reconocer a los creadores que tienen motivos para darse palmaditas en la espalda. La película está funcionando como un reloj, igual que lo hará la futura saga. Películas baratas en tiempos de crisis, series de televisión caras para compensar. El mercadeo está intercambiando los papeles en Estados Unidos. En España, pues lo de siempre, a defender la cultura ajena, mientras que la propia desaparece. Y es que la globalización convierte a los políticos responsables de la cultura en muñequitos intercambiables (¿alguien se acuerda como se llama la responsable actual?), como los personajes de cualquiera de estas series B que se estrenan en todo el mundo. Pero ojo, la película no engaña como los políticos. Promete lo que da, y da lo que promete. Resulta tan entretenida como vacía. Es una carcasa atractiva, y si te has dejado llevar, fijo que te compras una chupa como la del prota... porque mola.

Víctor Gualda.

martes, 23 de diciembre de 2008

LA GRAN ILUSIÓN

Otra de las sorpresas de los últimos meses ha sido la edición de “La gran ilusión”. Una de las cumbres del director Jean Renoir, y una de las primeras (sino la primera) película antibelicista. A nivel cinematográfico me ha llamado la atención comprobar lo hábil que es el director para utilizar la guerra como trasfondo, pero introducir diferentes temas que son los que realmente le preocupan. Además, analizando la estructura he observado que es muy particular. Me atrevería a afirmar que años después, Kubrick le copia elementos claves en su también película antibelicista “Senderos de gloria”. Luego me extenderé algo más en este punto.

La película es del año treinta y siete y está ambientada en la primera guerra mundial. El argumento es tan sencillo como inocente su tono, pero no por ello hay que desdeñar la mala baba que esconde. Todo el arranque está planteado casi en tono de comedia (el director lo utiliza para engancharnos)... Un par de oficiales franceses van a sobrevolar una zona alemana para salir de dudas sobre unas fotografías poco claras. En esta primera secuencia, Renoir no se limita a presentarnos a los personajes, sino que como decía define el tono. Pero no hay que dejarse engañar. Inmediatamente después sabemos que el avión ha sido derribado por los alemanes. En este punto es importante señalar que la elipsis es una característica fundamental de la película, y no me refiero en concreto a la del avión derribado, sino a que es complicado ver una película bélica (o antibélica) en la que no haya una sola secuencia de guerra.

Lo cierto es que los oficiales encarnados por Jean Gavin y Pierre Fresnay han sido capturados, e inmediatamente Renoir nos presentará al tercer personaje protagonista de esta historia, su captor interpretado por Erich von Stroheim. El curioso antagonista alemán caracterizado de manera alucinante. Pero antes nuestros prisioneros son llevados a un “campo de concentración” (lo pongo entre comillas porque en realidad parecen unas vacaciones en el campo) Lo cierto es que sin más dilación el director le recuerda al espectador que la obligación de cualquier preso es intentar fugarse. El típico agujero excavado desde la celda será entonces la excusa. En este tramo de película el director nos muestra personajes alegres, motivados, que comen mejor que los alemanes (muy buena la secuencia explicativa en la que desde el punto de vista alemán entendemos por qué) Sin detenerme demasiado en el argumento, diré que la película va adquiriendo un tono cambiante con Gavin encerrado en “el agujero”. Ese elemento dramático fundamental, imborrable e imprescindible de cualquier película carcelaria que se precie (y esta también lo es) Los giros en el guión no son exclusivos del cine americano, y Renoir introduce uno inesperado cuando parece que llega la hora de la fuga. Es en este momento cuando reaparece el viejo conocido Von Stroheim del arranque. El nuevo “director” de la cárcel adquiere protagonismo. Todo ello sin cambiar el punto de vista principal que acompaña a los franceses, pero que en algún momento y mediante truco comparte con los alemanes.

Es a partir de aquí (más o menos la mitad del metraje) donde la película adquiere un ritmo, tensión y las mejores secuencias a nivel cinematográfico. Aunque ya nos había dado pistas, es entonces cuando Renoir desarrolla la relación entre Fresnay y Stroheim como dos iguales que se respetan, y nos hacen plenamente concientes de las diferencias de clase entre ellos y el resto. Tema fundamental de la película y retratado a la perfección. Ambos saben que al ser militares de formación y de familia de alta posición, están condenados a desaparecer en el futuro por los cambios sociales. El francés lo asume mientras que el alemán se lamenta (tal vez su ortopedia sea un símbolo). También es cuando se reinicia la trama principal de la fuga, y como consecuencia asistimos a una secuencia alucinante. La que yo (aunque supongo que cualquiera) titularía como de Hamelin. El oficial francés se convierte en un improvisado flautista que arrastra a las ratas tras de él a pesar de que conoce su destino. Al ser una película de fuga, llega el momento del clímax cuando todavía queda el tercer tramo de la nueva película que se inicia. Kubrick utilizó también el clímax en este punto, para luego introducir la parte del juicio, y una reflexión final en la última secuencia de la película.... pero volvamos a Renoir

Se inicia la tercera parte de la película. Otra genialidad. La tensión se mantiene a duras penas por la incertidumbre de saber si los presos lograrán su objetivo. Por el camino se paran en una casa habitada por una mujer alemana y su hija. Maravillosa la secuencia para la reflexión en la que ella, Dita Parlo, explica que su padre, su hermano y su marido murieron en las tres mayores victorias alemanas (mejor dicho, de la patria). Renoir riza el rizo en esta película que no tiene buenos o malos (los alemanes aunque de manera más general están retratados como individuos dentro de sus propias circunstancias) y demuestra que es fácil olvidar que el individuo debería estar por encima de las ideologías, pero desgraciadamente esto rara vez ocurre. La secuencia del Belén compartido, o el plano general en el que nuestros protagonistas huyen en mitad de la nieve, determinan la forma de pensar del director, para quien la naturaleza no entiende de las fronteras que inventan los hombres.

Una obra maestra que corre el riesgo de aburrir al espectador actual no iniciado, porque a pesar de que no dejan de ocurrir “cosas”. A pesar del interés de los personajes, de lo genial tratamiento del tema, del trasfondo moral e intelectual, y de que invita a la reflexión constantemente, no se acomoda al ritmo y la estructura que se ha impuesto en el cine actual. Para finalizar, os amplio la información sobre los elementos extra-cinematográficos de “La gran ilusión”, que casi parecen el argumento para otra película.

Víctor Gualda.

(...) La historia de las peripecias de esta película podrían ser un buen guión cinematográfico. En esa época Jean Renoir era uno de los artistas plenamente comprometidos en propagar las ideas políticas del Frente Popular que gobernaba en Francia. Y en ese momento lo que convenía era el pacifismo y la fraternidad entre los pueblos. El título hace referencia a un ensayo del economista Norman Angell publicado en 1909. En este ensayo, Angell defendía que la economía de los países europeos había llegado a tal grado de desarrollo y cooperación que la guerra se había convertido en una futilidad y el militarismo en obsoleto. En 1914 la historia se encargó de rebatir su hipótesis por lo que no es de extrañar que le dieran el Nobel de la Paz en 1933. Seis años después la Historia volvió a refutar su hipótesis."La gran ilusión" fue un completo éxito en toda Europa y los Estados Unidos, siendo la primera película extranjera nominada a mejor película en los Oscars. Como era de esperar la cinta fue prohibida en la Alemania nazi donde Jean Renoir fue definido por Goebbels como el "enemigo público cinematográfico Nº 1". También fue prohibida en Bélgica y en la Italia fascista a pesar de ganar el premio en el Festival de Venecia. Incluso en Francia la censura obligó a eliminar 18 minutos (¡Y eso que gobernaba el Frente Popular!).Se cuenta que la película gustó tanto a Hitler como a Mussolini. Cada uno la vio en pase privado, pero evidentemente no podían permitir que dicha película se proyectara bajo sus regímenes. Tras la invasión alemana de Francia, se impartió la orden de confiscar todas las copias y el original. En 1942 se pensó que estas habían sido destruidas a causa de un bombardeo británico sobre las instalaciones donde se habían depositado los rollos de película.En 1958 se encontraron copias de la película. A pesar de su mal estado, en la restauración intervino el propio Jean Renoir y la película pudo ser reestrenada en 1960. Sin embargo en 1990 se reencontró el negativo original. Durante la ocupación, Frank Hansel, un oficial alemán que había sido archivista cinematográfico, envió la película en secreto al Reichsfilnarchiv donde estaría segura de cualquier daño. Cuando Berlín fue ocupada, dichos archivos estaban en la zona rusa y estos fueron confiscados y enviados a Moscú. En 1960, el negativo fue devuelto a Francia, pero se pensó que era una copia más y durante 30 años permaneció oculto en la Cinemateca de Toulouse. Fue encontrado durante una inspección rutinaria de los archivos. (...)

Extraido de "Blog dedicado al cine bélico e histórico"

viernes, 19 de diciembre de 2008

EL CASTIGO (¿cine en formato televisivo?)

España es un repetidor de contenidos. Casi cualquier formato de éxito ha pasado antes por televisiones de otros países. Aunque no es exactamente el caso de esta miniserie de dos capítulos, lo que si es cierto es que producir series con un formato menos televisivo y más cinematográfico era algo que tenía que llegar a nuestro país. Series como “Los Soprano” o “A 2 metros bajo tierra” en Estados Unidos producidas para la televisión por cable, han funcionado en todo el mundo. El problema es que los presupuestos de esas series suelen ser elevados, y en nuestro país es impensable. Más, cuando series baratas (en todos los sentidos) hechas en tres decorados y con estereotipos baten record de audiencia cada semana. Hay que agradecer a A3, pero sobre todo a Calparsoro haber abierto la veda (aunque no es el primero ni el mejor, Benito Zambrano ya dio el salto a la tele con su serie “Padre Coraje” para el mismo canal), y a los espectadores el haber respondido.

El director vasco empezó desde lo más alto con su “Salto al vacío”, y luego como el título de su película ha ido haciendo caída libre. Tal vez por un exceso de egocentrismo, tal vez que se autolimita a temas violentos demasiado dramáticos y sin ningún sentido del humor lo han alejado de la taquilla de las salas, tal vez que su estilo cinematográfico se ha ido quedando obsoleto y tuvo su momento en los 90 cuando este estilo era novedoso y tenía múltiples seguidores. Pero hay que reconocerle que en historias pequeñas, y en momentos contados roza la genialidad, aunque luego las estructuras generales de sus guiones sean un desastre. Ignoro si “El castigo” es un proyecto de encargo o una especie de telefilme ideado por él, pero el hecho de que este basado en una historia real, que la estructura y planificación sean casi cinematográficos, y que tiene a un canal por detrás, le han aportado una base sólida y muy interesante. En realidad no se trata de nada novedoso. “Prison Break” o “Perdidos” tienen una estructura muy similar, pero en nuestro país esto es una puerta cerrada que ahora (parece) por fin encuentra una rendija.

La miniserie es inteligente en varios aspectos. Genera el interés a través de un flash-back en el que vemos a uno de los chavales que será protagonista que llega a una comisaría de policía, y comienza a recordar lo sucedido. Vemos su llegada al “campamento” y que va a ser tratado con dureza. Inmediatamente conocemos al grupo de cinco chicos que integraran los presos de esta trama pseudocarcelaria. Y como tal, no queda otro remedio de intentar la fuga. Mediante nuevos flash-backs que están introducidos en el principal conoceremos los antecedentes de los chicos protagonistas. Esto sirve además para cambiar los puntos de vista sobre el personaje que tomará el protagonismo en cada segmento de la trama. Los “malos” están menos desarrollados, y solo adquieren peso especifico para que entendamos sus razones antagonistas y por supuesto también tienen un pasado (del que sólo se darán pequeñas pinceladas). En este punto tengo que resaltar la recuperación por parte de Calparsoro de su actor fetiche en los comienzos Alfredo Villa, un tipo demasiado condicionado por su físico y sus carencias interpretativas, pero que tiene un carisma especial (aunque aquí su personaje no tiene ningún desarrollo y sólo sirve de brazo ejecutor). En cuanto a la interpretación, a pesar de que todos están moderadamente correctos, los chavales no tienen un nivel muy destacable, pero el físico (al estilo americano) y la situación les favorece. Diálogos aprendidos demasiado de memoria y con falta de naturalidad no estropean el tono general. Es el ritmo, justificable por el formato televisivo, lo que más me chirría. La tensión está muy bien conseguida, con una banda sonora que la reactiva, pero a pesar de que los diálogos son cortos y directos, muy cinematográficos en definitiva, el pulso del director hace que algunas secuencias sean lentas. Tal vez un crescendo del ritmo, planos más cortos (que aporta mayor intensidad dramática), más conflicto interno entre los “malos”, montaje más picado según avanza la trama y castigos más crueles, hubiese elevado el metraje. Pero aun así el efecto cinematográfico de ver algo diferente está conseguido. El primer capítulo sigue las pautas de las series americanas dejando la trama en un punto álgido. Pero cuando se retoma es más de lo mismo. Todo demasiado igual. Una subtrama con una de las chicas eleva la tensión y sirve para llevar la trama de fuga hacia el previsible desenlace. El clímax más previsible si cabe. Pero en realidad el espectador medio es lo que espera. Tal vez en una versión más cinematográfica hubiese hecho menos concesiones. Alguno de los personajes hubiese tenido un desenlace más dramático, y el telefilme sería cine. El epílogo, con ese plano general que tanto gusta al director (ya lo conocíamos de “Asfalto”) y que tira del recurso de la sorpresa, no lo hará con el espectador habituado, que incluso lo relacionará con “La naranja mecánica” (¿será un homenaje?) pero producirá un efecto de desasosiego, y con un poco de suerte unos segundos de reflexión en el espectador medio... El tiempo suficiente para cambiar de canal.

Insisto, hay que felicitar a Calparsoro por este éxito a pequeña escala (en realidad más espectadores que cualquiera de sus películas en el cine) El futuro de la profesión en nuestro país está en la televisión, y eso es algo que irán aceptando. Los actores hace tiempo que lo comprendieron, y aunque hay realizadores que se han pasado a la tele, los buenos resultados de audiencia de la miniserie; barrió a Tele5 con casi cinco millones y medio de espectadores, un 27,8 de share, harán que sean los mismos canales los que reclamen a directores de peso para nuevos proyectos, generalmente con la etiqueta de “basado en hechos reales”. De momento, y para el que no lo haya visto, A3 tiene colgados en su página los dos capítulos completos.

Víctor Gualda

martes, 16 de diciembre de 2008

NOVECENTO

Como crítica cien del año, otra de las novedades de las últimas semanas que ha sido rescatada al formato DVD y que es necesario comentar, es la obra magna del director italiano Bernardo Bertolucci. El ahora desinflado realizador, del que tenemos la noticia de que en estos días está presentado en “cualquier” festival (Estoril) su documental “Bertolucci secondo il cinema”, que precisamente trata sobre la realización de la película que nos ocupa. En fin, ya era hora de que se editase, porque esta obra maestra, lección de cine, de cinco horas de duración, esconde un fragmento importante de la historia de Italia. Nada menos que los cinco primeras décadas del siglo veinte.

Para ello cuenta con la inestimable colaboración de dos pesos pesados de la historia del cine. Digo dos, pero podría decir cuatro o seis. DeNiro y Depardieu, pero también Sutherland, Burt Lancaster, Dominique Sanda Laura Betti y Sterling Hayden y la ayuda técnica que engrandece la cinta de la fotografía de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.

Contar el argumento de la película es como contar la historia de Italia en toda la primera mitad del siglo veinte, desde el día de la muerte de Verdi hasta el día de la liberación del fascismo, pero Bertolucci ha querido centrarlo todo en las diferencias de clase, maravillosamente mostradas, e incluso la evolución dentro de las mismas clases con el paso de los años. Para ello ha utilizado tres generaciones de una misma familia primero terratenientes explotadores de los campesinos que trabajan para ellos, que forman la “otra” clase social en que se divide la historia. Se ha criticado a Bertolucci por ser parcial, por hacer un alegato comunista y antifascista. Tal vez sea cierto, la película está sesgada, pero en el siglo de los -ismos, es necesario que las verdades se expongan. Los obreros, los campesinos, los verdaderos perdedores de cualquier guerra, tal vez no tengan caras reconocibles en los libros de historia, pero son parte imborrable. Porque a pesar del duro alegato comunista, ellos no defienden a Stalin, sino lo que les dicta la razón.

La estructura dramática no está definida en este caso por actos, sino más bien por la vida de los protagonistas, desde la infancia a la vejez, aunque todo dentro de ello atienda a una lógica estructura dentro de otra, como círculos concéntricos cerrados por las secuencias de las vías del tren....Tal vez el fallo principal de la cinta, y por la que le ha venido la mayor parte de las críticas negativas (aparte de por la duración) es por la poca intensidad dramática de los personajes principales, pero creo que tiene explicación, El director le da prioridad a la situación sociopolítica del país en los momentos dramáticos, las secuencias políticas se alargan hasta la saciedad con largos planos, y alarde de medios como travellings o grúas que se elevan constantemente.

Los dramas personales de los personajes están de esta forma poco definidos, o colocados en diferentes momentos de la cinta, de forma que casi no coinciden temporalmente. De hecho entre los dos protagonistas principales apenas hay tensión dramática, y eso tiene que ver con la obsesión del director de “cuidarlos” hasta la extenuación. El conflicto es necesario, más entre dos amigos tan distintos como estos, que pertenecen a distintas clases sociales tan marcadas. Pero en vez de eso, Bertolucci hace concesiones entre ambos, separando de manera radical sus vidas, y no aprovechando el conflicto inevitable entre ambos. En vez de eso, introduce a un “malo” que realmente es el que mejor aprovecha su papel. Por las connotaciones dramáticas, y porque Donald Shutherland es una actor que no deja escapar un papel bombón como este sin sacarle el máximo partido. Así carga sobre sus espaldas el odio del espectador, que desea su muerte y la de su esposa, pero en realidad es el que está por encima de todos a nivel interpretativo. Son sus secuencias las que crean mayor desasosiego. Las que crean las sensaciones y sentimientos más extremos en el espectador. Su locura inflada por el rencor de su esposa (increíble Laura Betti), por sus ambición y necesidad de ser más de los que es, por la certidumbre de que nunca lo podrá ser y representando a los camisas negras fascistas, tiene su punto álgido cuando se convierte en un psicópata que garantiza la antipatía del público con el asesinato de un niño. DeNiro también sufre una transformación con el paso de los años que le impide aceptarse a si mismo como un rico burgués explotador aunque acaba asumiendo su rol. Pero sus momentos dramáticos son para su relación con la burguesa hippie con la que se casa interpretada por Dominique Sanda. Mientras, Depardieu es el más coherente, el que sigue un camino trazado desde la infancia. Lo que es evidente es que Bertoluci cincela personajes de hierro. Creemos saber como reaccionaran en cada momento porque los hemos visto mil veces en la vida real. Lástima que todo ello no haya sido introducido en una trama que hubiese aprovechado la comunicación y la magia que tienen las secuencias que comparten los dos amigos protagonistas. La del reencuentro a la vuelta de la guerra de Depardieu, la de la puta epiléptica, la de la discusión por la mujer de DeNiro, o la final en el juicio improvisado, sólo confirman las de ambos personajes cuando son niños y se conocen, estableciendo una relación con tintes homosexuales. También quiero destacar la química que tienen el par de secuencias que comparten los padres de los dos protagonistas, interpretados por Burt Lancaster y Sterling Hayden (que hace de sus interpretaciones hieráticas una marca de estilo), que te dejan con las ganas de más por la fantástica química que hay entre ambos.

Todo es grande en esta película; como la espectacular fotografía de Storaro que cambia a cada fragmento de película, y crea el ambiente necesario para identificarlo con el momento histórico o la situación dramática. Así la primera parte y la parte de la liberación deja ver los verdes, los azules de un cielo despejado como símbolo de la esperanza, mientras que los ocres o los grises mandan en la parte dedicada al fascismo. Las secuencias dramáticas están adornadas con grandes contrastes. Me recordó en varios momentos la película a Amarcord, pero las similitudes creo que estaban más relacionadas con las reacciones de algunos personajes de marcado carácter italiano y con el ritmo de la cinta. La música grandilocuente, como siempre marca de la casa de Morricone, acompaña también en todo momento.

Estamos pues ante una obra capital del cine que es necesario reivindicar. Hay que agradecerle al productor Alberto Grimaldi, que se arriesgase con una obra como esta, que hoy en día no se podría plantear de ninguna manera como un largometraje, y como serie podría llegar a tener el mismo presupuesto, pero difícilmente el mismo desarrollo y los mismos actores. El que no la haya visto tiene una oportunidad de sentir casi la experiencia única que tiene un niño cuando ve una película que luego descubrirá como obra maestra cuando sea mayor y tal vez haya perdido la capacidad de soñar. Reconozco que a mi me pasó con “Erase una vez en América”, con “El padrino”, con “Indiana Jones”, con “Novecento”. Por eso volver a verla es como volver a sentirse un niño, aunque ahora entienda la crudeza de la historia de la que me hablan. Pero las imágenes son mágicas, y por ello deben ser reivindicadas.

Víctor Gualda.

viernes, 12 de diciembre de 2008

CASUAL DAY

Me encuentro frente a la película española revelación de este año. Las expectativas son muchas por las buenas críticas, y tal vez la minuciosidad a la hora de analizarla juegue en su contra, porque después de verla me da la impresión de que no es para tanto. Desde luego no le voy a negar las virtudes, que las tiene, pero al final llego a la conclusión de que es una película más en el triste panorama del cine español.

Su mayor baza es el fantástico reparto. Juan Diego, Luis Tosar son dos pesos pesados que se comen el metraje para que juegue a su favor. Luego tiene un reparto equilibrado que no desentona y le da credibilidad, aunque haya personajes que si se hubiesen suprimido no hubiese pasado nada, todo ello a pesar de reconocer que cumplen una función dentro de la trama. Me refiero al de Alberto San Juan, Marta Etura o Malena Alterio. El tema es de actualidad, los diálogos tratan de aportar frescura, las tramas personales están bien envueltas en la estructura narrativa. Pero insisto, la película destaca por la falta de otras cintas que le hagan sombra, más que por meritos propios. Y es que cada año se presenta en nuestro cine alguna película que casi podría ser (e incluso alguna lo es) una obra de teatro con decorados naturales. Por ejemplo “El método” o “Smokintg Room” con un tema relacionado con la empresa y con las formas de relacionarse de los personajes. “

En “Casual Day” asistimos a un extracto de un grupo de personajes que por obligación se reúnen fuera de su ámbito de trabajo para compartir unas horas de su vida en aquello que las multinacionales americanas llama un “casual day”. Es decir comparten sus problemas con el espectador, que asiste como un miembro más de la empresa a la vida de personas que son fáciles de identificar en la nuestra propia. La virtud es que a pesar de responder a estereotipos, el director Max Lemcke y los guionistas Pablo y Miguel Remón son capaces sin estridencias de hacernos sentir parte del grupo. Cada uno tiene sus propios problemas para integrarse. Juan Diego y Tosar son jefes y cumplen con sus roles de abuso de poder y discriminación, Javier Rios y Estibaliz Gabilondo son personajes atrapados muy bien construidos como yerno y amiga de la hija del jefe. Pero destaca también Carlos Kaniowski, ese secundario habitual, que aporta credibilidad a todos sus personajes, y que aquí es un hombre de mediana edad, con subtrama propia, al que ha dejado su mujer. Alex Angulo como apocado que sabe lo que se juega y es un arrastrado empleado medio. Un Alberto San Juan como psicólogo que parece un cura en cuanto le sacas de sus personajes de cómico-serio (siempre utiliza las mismas inflexiones de voz), pero que siempre está correcto, Secun de la Rosa y Mikel Losada que rellenan esta película de actores, con personajes de peso menor. Por último personajes anecdóticos que tienen una sola secuencia funcional, pero bien aprovechada Etura y Alterio. Precisamente Marta Etura introduce la película y la trama principal que sobrevolará toda la película. Al ser casi a modo de monólogo y en la primera secuencia, no puedes evitar fijarte casi en cada palabra. Inmediatamente te das cuenta de que estás dentro de una película, de que los diálogos están bien, pero no son frescos ¿por qué la mayoría de los actores españoles se conforman con interpretar?. Me pregunto si el no haber eliminado la secuencia prólogo no le hubiese dado más que quitado a la película, convirtiendo el personaje de Etura en un personaje al que se elude pero nunca vemos, y creando así expectativas al espectador... En fin, estas son soluciones que no vienen ahora al caso.

Lo cierto es que la presencia de Arturo Valls con un personaje trepa secundario y gañan me hizo preguntarme si no estaba asistiendo a un capítulo sin gags divertidos de “Cámara Café”. Y es que ese es otro de los problemas de nuestro cine. A pesar de la buena solvencia de los actores de la cinta, los hemos visto en tantas películas y series de televisión, que uno se pregunta si es que no hay más que una veintena de actores en nuestro país. Aunque de esto no podemos culpar a los productores, porque si al público patrio le cuesta ir al cine a ver a conocidos, los desconocidos ni estrenan. La pescadilla que se muerde la cola. Por eso no quiero que parezca una mala película. Todo lo contrario es una película más que correcta, y hay que felicitar a Lemcke por ser capaz de sacarla adelante. Porque si los anteriores fueron años tristes, este se salvará por los estrenos de Almodóvar y Amenabar, para que luego asistamos estupefactos a las ruedas de prensa de los políticos dándose palmaditas en la espalda, diciendo que a pesar de la crisis se ha subido la cuota de pantalla del cine español respecto al año pasado... Eso si que es una película. Dan ganas de decir –señora (por la ministra de turno), váyase a la mierda-

Víctor gualda.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

CAUTIVOS DEL MAL

La acaban de editar por fin en DVD. Una de las obras maestras del cine clásico americano. Cine dentro del cine. Kirk Douglas en estado puro. Vincente Minnelli firmando su mejor título lejos del musical, tal vez junto a “El loco del pelo rojo” también con Douglas. La película es un alarde de técnica y de buen quehacer artesano, que según los rumores que nos llegan de la época, basaba el personaje principal en O´Selznick, en Welles o en Lewton (tal vez una mezcla de los tres)... aunque podría ser cualquier productor que se precie de serlo. En realidad da igual; Douglas construye un personaje complejo, el de Jonathan Shields, y con la energía que imprime a todas sus creaciones le da personalidad propia a ese odioso pero irresistible productor.

El arranque es sencillamente espectacular. A través de los protagonistas de los tres bloques en los que va a estar dividida la película, el guionista Charles Schnee nos deja ver que todos ellos tienen motivos para odiar a Shields. Todavía no le conocemos. Las expectativas se van creando por las reacciones. Se habla de él creando perspectivas que el espectador necesita conocer. Primero por separado, Un travelling con grúa que marca un plano dentro de un rodaje, nos sitúa dentro del mundo del cine. Luego los tres protagonistas sentados en el despacho del hombre de confianza del también productor y amigo interpretado por Walter Pidgeon nos van a dar paso a los flash-backs que van a componer la película. Al estilo de “Ciudadano Kane” vamos a conocer la personalidad de nuestro protagonista. Al igual que en ella es una falsa sensación, pues el punto de vista principal siempre estará con Douglas-Shields, o en último caso se moverá discretamente según convenga. Otro elemento interesante de esta estructura inicialmente planteado por Welles y luego repetido hasta la saciedad, es que la acción va avanzando temporalmente y no se desarrolla simultáneamente en acciones paralelas, de manera que la trama no deja de avanzar, marcando el arranque, triunfo y declive del personaje.

La secuencia de presentación de Douglas-Shields es de nuevo genial. En el entierro del padre de Shields, uno de los asistentes se dedica a insultarlo todo el rato sin saber que quien está a su lado es su hijo. Luego la genial sorpresa que no desvelaré, pero que también ha sido utilizada en diversas ocasiones incluso en nuestro cine (era la base argumental de “Familia” por ejemplo). Es el principio de la relación que entre el futuro director oscarizado interpretado por Barry Sullivan y el futuro productor oscarizado (obtuvieron el permiso de la academia para utilizar la estatuilla del tío Oscar), que les llevará a trabajar para un estudio en una sección de cine de serie B. La ambiciosa personalidad de Douglas les llevará a convertir una película, cuyo argumento me recordó a “La mujer pantera” de Tourneur, en un pequeño éxito que les abre las puertas de producciones más ambiciosas. Es entonces cuando llegará el primer desengaño.

Para el segundo Schnee y Minnelli han sembrado antecedentes pero sin descubrir la personalidad de la futura actriz Lana Turner, que interpreta a la insegura hija de otro actor de “raza”... Los precedentes nos hacen imaginar por donde vendrá el golpe. Pero antes vamos a asistir a la confirmación de que Shields es capaz de cualquier cosa por el cine... o tal vez por él mismo. El camino está marcado, y aquí la sorpresa vendrá al saber hasta donde llegará la falta de moral del protagonista. No importa, porque aun hay más. Ya sabemos de lo que es capaz el productor. La moral no es una de las características de su personalidad. Parece que los escrúpulos son para quien tiene vida personal, y Shield-Douglas no lo tiene. Por eso está dispuesto a “eliminar” a la mujer del futuro pullitzer Dick Powell encargado de sacar adelante su siguiente guión.

Pero Minnelli no ha querido dejar a nuestro protagonista como héroe, la lección de vida y de oficio se la da un personaje secundario, el director de sus películas interpretado por Ivan Triesault , cuando en un aparte, (quien sabe si para saldar alguna deuda personal del propio Minnelli), le explica a Shields-Douglas que lo principal para dirigir es La Humildad, algo de lo que él carece. Por supuesto nada es gratis, y el precio, es la decadencia que le ha llevado a reunir a sus viejos “amigos” para pedirles que trabajen por última vez para él. El final no es cerrado. Está claro que todos ellos deben lo que son al productor, y no sabemos si en un futuro... que seria la secuela, todos ellos trabajarían juntos en esa apetecible producción.

Lo que me resulta más curioso, del personaje es lo poco que se nos muestra de él. Quero decir, que a pesar de que vemos sus acciones, no se dejan entrever sus intenciones. Se crea de esta forma un personaje que a pesar de que tiene detalles amorales, no deja de caer simpático, y uno llega incluso a justificar sus acciones. Tal vez precisamente porque con ellas, sus amigos han crecido y madurado convirtiéndose en los mejores en su oficio, se crea una empatía en los dos sentidos. En cualquier caso, un guión de hierro con premio de la Academia americana, adaptado por Schnee de “Tribute to a badman” de George Bradshaw.... Sin duda, “Cautivos del mal” es una obra maestra imprescindible, de esas que es necesario revisar cada cierto tiempo.

Víctor Gualda.

viernes, 5 de diciembre de 2008

EXPEDIENTE ANWAR - SACCO Y VANZETTI

Resulta curioso observar como dos películas tan lejanas en el tiempo como las que nos ocupan, sin tener aparentemente nada en común, están tan relacionadas. Empezaremos con la más reciente “Expediente Amwar”. La terrible carátula en la que nos ha llegado la cinta (quién las elegirá) no le hace justicia. Resulta que este thriller es una de las mejores películas americanas del año, comparable en muchos sentidos con “Crash” y con “Traffic”... (aunque no le hayan hecho la misma promoción y el director Gavin Hood, no sea tan reconocido como los de las anteriores producciones) pero me atrevería a decir que esta es una mezcla de las anteriores mejorada. También en esta la historia está dividida en tramas independientes (cuatro en concreto) que obviamente con el paso de los minutos están condenadas a encontrarse. Lo curioso es que parte de las tramas se desarrollan en Estados Unidos, parte en Egipto. Unas en las más altas instituciones, y otras en las clases bajas radicalizadas islámicas.

En cuanto a “Sacco y Vanzetti”, se trata de una película de 1971 basada en un hecho real ocurrido en Estados Unidos, que nos muestra la captura, juicio y condena de dos anarquistas acusados de un atraco que no cometieron (como se demostró) por el hecho de ser anarquistas. Se trata de un perfecto retrato humano de los inmigrantes Italianos en los años veinte, con un trasfondo de mucho mayor calado, la supresión de la izquierda del sistema americano bajo la fachada de la amenaza que suponen los comunistas, socialistas o cualquiera vinculado a movimientos obreros o a las ideas que prioricen al individuo ante el sistema.

Las tramas de Expediente Anwar, se van relacionando con el paso de los minutos. Pronto entenderemos el peso que tiene la política en las vidas de los individuos, en concreto en la de Anwar El-Ibrahimi (Omar Metwally) aunque este no esté vinculados a ningún partido. Sencillamente por el hecho de ser inmigrante (aunque asentado y con un buen puesto reconocido socialmente) una ley promulgada por Clinton y exprimida a partir de la excusa perfecta de los atentados del 11 de septiembre, sirve para pasar por encima del individuo quebrando la propia constitución americana y secuestrando y torturando a quien se quiera, sin derecho a juicio ni a nada. Los famosos vuelos secretos de la CIA (tan de actualidad en nuestro país), sirven para transportar presuntos presuntos, presuntos terroristas (estaría bien que tuvieran derecho a un juicio) sin contar que tienen una vida y una familia. La familia es un elemento mayúsculo representado por la luchadora embarazada ex ridícula protagonista de comedias juveniles Reese Witherspoon. En el lado egipcio, un capitán egipcio Abasi Fawal sin escrúpulos va a sufrir en sus propias carnes la venganza y el odio, tal vez víctima paradójica de su propio extremismo. Mientras un “buen americano”, Jake Gyllenhaal lucha por salvaguardar los derechos del preso. Oponiéndose frontalmente por una radical (esta si que extremista) interpretada por la polifacética y siempre competente Meryl Streep.

El juicio que nos presenta Giuliano Montaldo en su docudrama (el guión esta firmado entre otros por nuestro Vicente Aranda) resultó una pantomima. El veredicto estaba dictado antes incluso de que se produjese. El pecado no era el presunto atraco. La sociedad bienpensante necesita cabezas de turco, y un pescadero y un zapatero emigrantes, más al pertenecer a una organización radical y llevar encima armas de fuego en el momento de su detención, son cabezas de turco perfectos. A partir de aquí, la película se centra en humanizar a los personajes principales. Si la primera parte se basaba en los hechos y en mostrar como los ítaloamericanos eran el lumpen de la sociedad, la segunda se centra en Sacco, menos vinculado a las ideas, atormentado por la perdida de la familia, y centrado en demostrar que el hombre es víctima de las circunstancias. Vanzetti, tal vez el más carismático de los dos, el más idealista y político, lucha por su vida en convencimiento de que ley y justicia deben ser ciegas.

Es en este punto justo donde convergen los argumentos de las dos películas. Ambas reivindican que el hombre (conceptual) tiene que estar por encima de la clase social y de las instituciones. Pero lo que dejan entrever de manera más amplia, es que las leyes siempre favorecen a los ricos y defienden sus intereses (en realidad están dictadas por ellos para salvaguardarlos). Las instituciones por encima del hombre, todo por el pueblo, para el pueblo, pero sin el pueblo. En el caso de Sacco y Vanzetti, al ser considerados como ciudadanos de tercera con un amplio componente racista. Las preguntas sesgadas sobre el amor por la nación, los intereses particulares anteponiendo la familia al pueblo americano, sirven aquí de excusa para castigar al pobre (y anarquista antisistema), mientras que en el expediente Anwar, a través del personaje de Omar Metwally se castiga a cualquier árabe, sencillamente por el hecho de serlo. En realidad no se abandona el componente racista.

“Expediente...” es una película de ficción, y aquí hay un bueno salvador (Gyllenhaal), pero la realidad suele ser mucho más despiadada, y muchos de estos presos torturados luego acaban en Guantánamo o dios sabe donde. No es extraño que se instaure el odio entre las razas, entre los pueblos. No es extraño que los inmigrantes italianos se asociasen para defender sus intereses en el nuevo mundo. Lo que deja patente estas películas, es el increíble salto que existe entre las clases. Por mucho que se intente negar con productos al alcance de todos y la ficción del "todos somos iguales".

Víctor Gualda.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA OLA

Una vez más el cine Alemán se adelanta al del resto de Europea con una de las películas más interesantes del último año. “La Ola” expone(en este momento de crisis) una situación hipotética que a pesar del paso del tiempo se podría repetir. La película plantea que sólo se tienen que dar las situaciones que la favorezcan, y sobre un caldo de cultivo idóneo volveremos a ver la vuelta de los –ismos. Puede que se transformen, que se utilicen los prefijos Neo-, Post-, o moderneces tipo –La Ola-. Esperemos que la película no sea profética, porque ahora nos parece una posibilidad lejana, pero que pasaría si... Lo cierto es que ese planteamiento (quizá lo más interesante del metraje) engancha.

El arranque es sencillo, como todas aquellas películas que exponen claramente desde el inicio la estructura y planteamiento de la idea y el tema. Un profesor de instituto Rainer Wenger (Jügen Vogel) tiene que ocuparse de impartir un taller que no es la que había elegido. A él le hubiese gustado dar el taller sobre la anarquía. Los guionistas Dennis Gansel (también director) y Peter Thorwart nos dejan claro que no es ningún sospechoso desde la presentación. Pero la anticipación de un profesor estirado le obliga a dar el taller de autocracia. Por si hay algún despistado entre los espectadores, los guionistas se toman la molestia de introducirnos en el término, mediante la excusa de la clase. Por si hay algún despistado entre los lectores, se trata de un sistema de gobierno en el que la voluntad de una sola persona es la ley. Por supuesto los alemanes tienen una especie de complejo con el tema después del nazismo, que ya en su momento arrastraban de la primera gran guerra y son perfectos porque parecen estar concienciados con el tema, así que le dan un valor casi psicológico al término.

Para que los estudiantes entren por el aro y se interesen en el tema, el carismático profesor propone casi a modo de juego crear un simulacro de autarquía en la clase. Inmediatamente se elige un líder, que no puede ser otro que él mismo. En apenas unos días, la clase se ha convertido en un ejercito con sus propios códigos, uniforme, saludo militar y símbolo identificativo. Todo con un paralelismo casi aterrador con el pasado fascista. Así que el “ya hemos aprendido la lección, no se puede volver a repetir”, se convierte en una realidad que absorbe a la mayor parte de los estudiantes. Las causa son también extrapolables a la sociedad, más para los jóvenes con una personalidad todavía por desarrollar. Sólo la idea de formar parte de algo, que no haya distinciones entre los propios miembros, distinguirse de otros grupos (en este caso presentados como estereotipo de macarras) hace que la identificación inicial se convierta en obsesión. Los problemas se combaten con el grupo, los complejos se superan con facilidad también gracias a él. Por supuesto que hay una “resistencia”, encarnada curiosamente (y digo curiosamente, porque el sexo femenino parece el único con un poco de cordura) por un par de chicas que son las únicas con personalidad propia. En el lado de los adultos, también es una mujer, la de Rainer la que se enfrenta con su hora despótico marido, poniendo en relieve los complejos del profesor, y lo fácil que es perder la perspectiva cuando se viven las cosas desde dentro.

Un Rainer obcecado con la gran labor “social” que, inevitablemente acaba aceptando que la situación se le ha ido de las manos. El problema es que el desenlace no se puede permitir el lujo de hacer como si no ha pasado nada. El profesor tiene que pagar su culpa, y el previsible desenlace es la única alternativa.

Al parecer el argumento no es original, la situación se dio realmente cuando el experimento se realizó en el instituto americano de Cubberley en Palo Alto y fue reflejado por el relato corto de William Ron Jones y en la novela de Johnny Dawkins y Ron Birnbach, pero como decía antes, el hecho de que aquí la acción se traslade a Alemania le da una especial relevancia. Cinematográficamente la película no es perfecta. Los personajes apenas salen de estereotipos marcados por una película que trata de reflejar las reacciones del grupo, mientras que la estructura tiene algunas lagunas que ralentizan la acción, como la de la fiesta que concluye el segundo acto, que no aporta nada. Pero tal vez sea consecuencia de que se rodó en apenas cinco semanas y se buscaba rellenar con las subtramas de los estudiantes. Aun así, es una película interesante que invita a reflexionar, cosa que no es lo habitual en esta época de estrenos espectaculares, que casi anuncian la navidad y los estrenos infantiles y que luego darán paso a las películas que se estrenan con la idea de optar a los Oscar.

Víctor Gualda.