martes, 13 de enero de 2009

Mil años de oracion y La princesa de Nebraska

“Hacen falta 300 años de oración para cruzar un río con una barca. Hacen falta mil años de oración para compartir una almohada con alguien”

Con este proverbio chino comienza la película “1000 años de oración”, una película que habla sobre el amor, fundamentalmente filial, pero también sobre la relación de pareja, la dificultades, y los abismos que nos separan, pero que a pesar de todo estamos abocados a cruzar ese “río” juntos. Esta película se alzó con la Concha de Oro en el festival de San Sebastián de 2007.

Estamos ante dos grandes películas “1000 años de oración” y “La princesa de Nebraska”, a nivel guión, interpretación, narración, y tratamiento de la imagen. El cineasta-artesano Wayne Wang nos vuelve a relatar dos historias de personajes como hizo con “Smoke” y “Blue in the face”, de nuevo rodadas a la vez con muy poco presupuesto. Es destacable el papel del señor Shi (Henry O) que le catapultó a la Concha de plata en el festival de San Sebastian, viudo que va a visitar a su única hija, Yilan, entre ambos existe una muralla de desconfianza, desconocimiento, y cierto resentimiento.

Tanto “La princesa de Nebraska” como “1000 años de oración” nos sumergen en universos subjetivos no carentes de connotaciones sociales. De hecho Wayne Wang pretendía por estas dos películas perfilar tres generaciones chinas, la primera sería la del señor Shi (“1000 años de oración”), hijo de la revolución cultural que fué “quemado por el sol” de la revolución pero que aún ve sus virtualidades, Yilan (“1000 años de oración”) que pertenece a la generación posterior a la “revolución cultural”, absolutamente escéptica y decepcionada con su país, la revolución, y todas los vínculos societales que le unen a China. Por último, esta Sasha (“La princesa de Nebraska”), la joven estudiante de la Universidad de Nebraska que tras una aventura fugaz en Pekin decide abortar, ella no tiene ningún vinculo emocional ni con la revolución ni con las tradiciones
societales de su país de origen, su único credo proviene de su subjetividad y de la sociedad de consumo en la que está imbuida.

Lo que diferencia a “1000 años de oración” de “La princesa de Nebraska”, es que la primera tiene un corte más tradicional, en cuanto a imagen y a forma de narración, mientras que “La princesa de Nebraska” tiene un estilo más moderno, “cuasiexperimental”, con escasos diálogos, corta duración, pero con una música y una puesta en escena estelares, absolutamente evocadoras del momento existencial que vive Sasha; dudas, sombras, y actitud valiente frente a su decisión de abortar.

Eregoyan

1 comentario:

Anónimo dijo...

sólo una anecdota que creo ya comentamos en este blog a proposito de la película fallida de Auster. Wang y él se pelearon después del rodaje de "Smoke", intuyo que por una cuestión de egos, y hasta el pasado festival de San Sebastian no volvieron a coincidir. Donde curiosamente Auster era presidente del jurado y Wang iba a concurso. Wang ganó y ambnos retomaron su amistad... no insinuo nada, sólo que ambos ganaron con la asociación. Auster como guionista tiene el problema de todos los escritores, que no sabe ceñirse al lenguaje, y Wang resulta demasiado minimalista, y para mi gusto un tanto pesado, con buenas ideas, peropocos recursos a nivel de guión-
Bi.