Pocas veces me sucede que viendo una película me de la impresión de que estoy leyendo un libro. Las películas más literarias que recuerdo tal vez sean “Paris, Texas” y “Días del cielo”. En realidad también las de Wong Kar-Wai, especialmente “Deseando amar”. Pero la que nos ocupa, tiene toda la estructura narrativa y elementos literarios de un buen relato. Desde las descripciones, en este caso visuales, a los diálogos, pasando por pequeñas acciones intermedias que moldean y confeccionan la psicología de los personajes, hasta ha introducido la novela epistolar dentro de la película, a través de la voz en off.
Como protagonista y punto de vista dominante (que no único) de esta historia de amor, Kar-Wai, director y coguionista (junto a Lawrence Block), ha elegido a la cantante Norah Jones, que aporta un bonito rostro, pero cuya interpretación palidece ante la solvencia de actores consagrados de la talla de Rachel Weisz, Natalie Portman, Jude Law o David Strathairn. Y es que la cronista de este relato tiene una función puramente narrativa y descriptiva, basada en el viaje iniciático que tiene que dar la protagonistas después de un desengaño para reencontrarse con el amor y por ende con ella misma. Pocas veces su personaje interviene en la “acción”, y está limitada como mera observadora de las experiencias ajenas, de las que se supone aprende.
Si el arranque de la película es el encuentro entre los personajes de Jones y Law. Él, camarero de un café que nunca duerme, y ella desocupada que ha sido engañada. Se inicia entonces una noche de reflexión y desengaño. Ya está planteada la película. Pero como sería demasiado acabar con un encuentro la misma noche, ella inicia el viaje autodestructivo cruzando el país de este a oeste. En su road movie de casi un año, conocerá las consecuencias del amor a través de un policía de día, alcohólico de noche, y su tortuosa ex mujer. Luego a través de una jugadora compulsiva que tiene una difícil relación con su padre y con ella misma. Mientras, el bueno de Law, inamovible en su café trata de reencontrarla a través del teléfono, pero siempre a expensas de ella. El desenlace será el inevitable, y el círculo iniciado con una tarta de arándanos y helado, volverá a cerrarse.
Por supuesto, lo elementos que siempre destacan del cine de Kar-Wai, como la imagen, con una fotografía depurada de Darius Khondji de colores y unos tiros de cámara siempre originales, amparados en la noche, los neones y la saturación casi publicitaria. La música de Ry Cooder, y el montaje de William Chang Suk Ping crean los complementos para la atmósfera de este primer film americano del director. En el lado de los defectos, habría que destacar los innecesarios y continuos efectos de imagen como ralentizados, que en otras producciones del director se nos había mostrado como subrayados, pero que aquí acaban cansando y aburriendo por la ya de por si lenta cadencia narrativa.
Lo más curioso, que el director adapta su estética, su forma de narrar y su ritmo al mundo occidental. Lo que con actores chinos nos resulta original y estético, al verlo con actores occidentales puede resulta a más de un espectador atraído por el reparto, algo ñoño y lento. Probablemente este haya sido el motivo por el que la película haya tardado casi un año en estrenarse en nuestras pantallas. Una estupidez de distribución, ya que la película con ese aire independiente, también aquí tiene su público. Por esa misma razón es necesario recomendarla avisando al espectador de lo que va a ver. Cine estético de personajes, sin estridencias con un ritmo oriental que podría tener su correspondencia con el del cine independiente americano.
Víctor Gualda.
Como protagonista y punto de vista dominante (que no único) de esta historia de amor, Kar-Wai, director y coguionista (junto a Lawrence Block), ha elegido a la cantante Norah Jones, que aporta un bonito rostro, pero cuya interpretación palidece ante la solvencia de actores consagrados de la talla de Rachel Weisz, Natalie Portman, Jude Law o David Strathairn. Y es que la cronista de este relato tiene una función puramente narrativa y descriptiva, basada en el viaje iniciático que tiene que dar la protagonistas después de un desengaño para reencontrarse con el amor y por ende con ella misma. Pocas veces su personaje interviene en la “acción”, y está limitada como mera observadora de las experiencias ajenas, de las que se supone aprende.
Si el arranque de la película es el encuentro entre los personajes de Jones y Law. Él, camarero de un café que nunca duerme, y ella desocupada que ha sido engañada. Se inicia entonces una noche de reflexión y desengaño. Ya está planteada la película. Pero como sería demasiado acabar con un encuentro la misma noche, ella inicia el viaje autodestructivo cruzando el país de este a oeste. En su road movie de casi un año, conocerá las consecuencias del amor a través de un policía de día, alcohólico de noche, y su tortuosa ex mujer. Luego a través de una jugadora compulsiva que tiene una difícil relación con su padre y con ella misma. Mientras, el bueno de Law, inamovible en su café trata de reencontrarla a través del teléfono, pero siempre a expensas de ella. El desenlace será el inevitable, y el círculo iniciado con una tarta de arándanos y helado, volverá a cerrarse.
Por supuesto, lo elementos que siempre destacan del cine de Kar-Wai, como la imagen, con una fotografía depurada de Darius Khondji de colores y unos tiros de cámara siempre originales, amparados en la noche, los neones y la saturación casi publicitaria. La música de Ry Cooder, y el montaje de William Chang Suk Ping crean los complementos para la atmósfera de este primer film americano del director. En el lado de los defectos, habría que destacar los innecesarios y continuos efectos de imagen como ralentizados, que en otras producciones del director se nos había mostrado como subrayados, pero que aquí acaban cansando y aburriendo por la ya de por si lenta cadencia narrativa.
Lo más curioso, que el director adapta su estética, su forma de narrar y su ritmo al mundo occidental. Lo que con actores chinos nos resulta original y estético, al verlo con actores occidentales puede resulta a más de un espectador atraído por el reparto, algo ñoño y lento. Probablemente este haya sido el motivo por el que la película haya tardado casi un año en estrenarse en nuestras pantallas. Una estupidez de distribución, ya que la película con ese aire independiente, también aquí tiene su público. Por esa misma razón es necesario recomendarla avisando al espectador de lo que va a ver. Cine estético de personajes, sin estridencias con un ritmo oriental que podría tener su correspondencia con el del cine independiente americano.
Víctor Gualda.
3 comentarios:
A mi me pareció una delicia de principio a fin. Una de esas películas que te resultan bonitas, sin importante siquiera si te han gustado o no. Pero es que además, a mi me gustó.
Coincido en que a algunos pueda resultarles lenta la "magia" oriental del director cuando se exporta a occidente. Sin embargo, ahí descansa parte de la belleza de la película. Las cosas transcurren sin prisas. Sin tormento. Sin drama. Sencillamente, suceden.
Por otro lado, el eclipsamiento de
Norah Jones va, desde mi punto de vista, más allá de la experiencia del resto de personajes femeninos. Su belleza se resalta en sus secuencias en NY, pero se ensombrece en sus andadurías por el país. Tal vez para "robarle" protagonismo y "cedérselo" al resto. Tal vez para que por un momento nos olvidemos de su historia y logremos concentrarnos en el resto. No entiendo muy bien por qué, pero tanto su personaje como su rostro y su pelo solo brillan cuando cuando cruza la puerta del café.
Margüita.
Coincido con el analisis estetico y delineamientos de personajes que proponen, como los detalles en la armonia visual y sonora, la imagen y juego de planos, los recursos con los que Won kar Wai nos eclipsa en esta y cada una de sus peliculas. Aunque me interesa mucho mas ahondar en el mensaje, Norah como hilo conductor une lss historias a traves de estos personajes que se encuentran en ese viaje y tienen en si mismos el factor comun "del amor no correspondido", tanto en las parejas como en la relacion padre-hija, y como se ahogan esas penas, en la superficialidad del alcohol, del juego, en como no se resuelven esas carencias. Y en ese aprendizaje esta Norah, en un viaje iniciatico mudandose a otro espacio viendo como en un espejo su reconocimiento propio. Me parece interesante como ayuda a encontrar esas respuestas, como quien se vuelve a preparar para un nuevo amor. Por otro lado, me gusto el detalle de las llaves, con las que pueden quedar por abrir ciertas puertas, o finalmente dar por cerradas otras cuando se produce el reencuentro. Me quedo con esos momentos, tambien con la prolijidad de este cineasta, y aunque tambien coincido lo encontre un poco reiterativo en su puesta estetica. Una pelicula recomendable para ver, que termina de una forma esperada para el espectador y eso a mi juicio empobrece un poco al total de la historia.
Estoy bastante de acuerdo en general, el problema es que en la literatura, sobre todo en la novela, este tipo de "parabolas" para que el personaje aprenda a través de historias paralelas que le sucedan a terceros, es aceptable. Pero en el cine, más equiparable al relato y al cuento, normalmente el personaje debe aprender de la experiencia personal que debe resolver por si mismo. Si no, ocurre lo que aquí, que la identificación se pierde y resultan interesantes, aunque insuficientes, dichas historias paralelas, haciendo que el espectador se disperse y olvide a una protagonista insuficiente que adquiere el rol del espectador suplantándole.
Bi.
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