Nicolas Cage parece el actor con menos criterio para elegir papeles de Hollywood. Atrás quedaron sus intentos por hacer películas de calidad con papeles peculiares en sus inicios como sobrino acreditado de Coppolla. Ahora es un actor autónomo encasillado en el eterno héroe de acción para grandes presupuestos. Si a eso le añadimos un tanto de ciencia-ficción, no hay producción de este tipo que se precie que no cuente con él. Películas clinex de las que lo único que debe recordar es el salario que cobró porque argumentalmente no hay por donde cogerlas.
En el caso de la que nos ocupa es encima una de las mejores en las que se ha prodigado en los últimos tiempos. Tiene todos los elementos que les encantan al espectador medio americano (y español, por qué no) un niño como coprotagonista, acción y secuencias espectaculares de efectos especiales de esos que se disfrutan en pantalla grande a raudales. Es tal vez lo más destacable de todo el metraje. Dos secuencias con mucho ruido con un avión y unos vagones de metro. Mucho extra ya sea real o digital, y el protagonismo absoluto del superhéroe mesiánico (en este caso casi literal) que tiene el deber de tratar de salvar a la humanidad a nivel social y a nivel individual a su hijo.
Todo ello englobado para destacar los valores americanos que están en peligro por la codicia de los hombres. Un poco como aquel remake que hace poco protagonizó Reeves (el otro especialista en ciencia ficción) y que comentamos en este blog, solo que desde el punto de vista del hombre. Elementos directamente importados del antiguo testamento que nos hablan de grandes catástrofes y plagas casi divinas. Extraterrestres con misiones de salvar la especie, manteniendo en un arca de Noe interestelar el futuro de la humanidad. En este caso las causas del desastre son naturales (no juegan con “la culpa” del hombre) pero las consecuencias son globales, y como todo el mundo sabe, si no nos salva un yanqui, sólo lo puede hacer un extraterrestre.
Pero el argumento está introducido a través de una mezcla de géneros. Por una parte una especie de terror de barrio a través de los números y los personajes extraños que nos vigilan, por otra, la seudo-filosofía de si todo es un cúmulo de casualidades o un cúmulo de despropósitos que hacen que los planetas se alineen para crear una consecuencia. Por supuesto el necesario drama como motivación del personaje principal, y también por supuesto el enaltecimiento de la unión de la familia como forma de enfrentarse a las adversidades. Eso si, en esta los guionistas Pearson, Nelly, Snowde, White, Hazeldine y Proyas (¿de verdad hacen falta tantos guionista para tan poco guión?) parecen dejar en manos del destino como forma de expiación las consecuencias de los actos de los hombres. Una forma de exculpación un tanto estúpida que parece querer transmitir el mensaje de que hagamos lo que hagamos será la naturaleza la responsable… pero qué graciosos son.
La estructura es lo de siempre. El héroe que tiene que proteger a su hijo de su destino y que descubre que a través de los números se han predicho todos los males de la humanidad (la humanidad sólo son los yanquis, claro). Una mezcolanza de Biblia y profecías paganas que se aúnan para que Cage las descubra y trate de cambiar el futuro. Todo ello protegiendo a su primogénito, el elegido que representa el futuro. La utilización de la coprota femenina está sólo introducida para enaltecimiento del personaje masculino en un giro inesperado, pero claro, si no se hubiese dejado llevar por sus impulsos en vez de seguir la palabra del profeta Cage… en realidad da igual, porque los guionistas juegan al despiste, y aparte de los efectos, lo mejor del film es la capacidad de dar giros inesperados y ese desenlace paradójico que tan de moda está. Una película de la marca Cage, que se ha convertido en su propio género. Y es que uno ya sabe lo que va a ver cuando se asoma a unas de sus películas.
Víctor Gualda.
En el caso de la que nos ocupa es encima una de las mejores en las que se ha prodigado en los últimos tiempos. Tiene todos los elementos que les encantan al espectador medio americano (y español, por qué no) un niño como coprotagonista, acción y secuencias espectaculares de efectos especiales de esos que se disfrutan en pantalla grande a raudales. Es tal vez lo más destacable de todo el metraje. Dos secuencias con mucho ruido con un avión y unos vagones de metro. Mucho extra ya sea real o digital, y el protagonismo absoluto del superhéroe mesiánico (en este caso casi literal) que tiene el deber de tratar de salvar a la humanidad a nivel social y a nivel individual a su hijo.
Todo ello englobado para destacar los valores americanos que están en peligro por la codicia de los hombres. Un poco como aquel remake que hace poco protagonizó Reeves (el otro especialista en ciencia ficción) y que comentamos en este blog, solo que desde el punto de vista del hombre. Elementos directamente importados del antiguo testamento que nos hablan de grandes catástrofes y plagas casi divinas. Extraterrestres con misiones de salvar la especie, manteniendo en un arca de Noe interestelar el futuro de la humanidad. En este caso las causas del desastre son naturales (no juegan con “la culpa” del hombre) pero las consecuencias son globales, y como todo el mundo sabe, si no nos salva un yanqui, sólo lo puede hacer un extraterrestre.
Pero el argumento está introducido a través de una mezcla de géneros. Por una parte una especie de terror de barrio a través de los números y los personajes extraños que nos vigilan, por otra, la seudo-filosofía de si todo es un cúmulo de casualidades o un cúmulo de despropósitos que hacen que los planetas se alineen para crear una consecuencia. Por supuesto el necesario drama como motivación del personaje principal, y también por supuesto el enaltecimiento de la unión de la familia como forma de enfrentarse a las adversidades. Eso si, en esta los guionistas Pearson, Nelly, Snowde, White, Hazeldine y Proyas (¿de verdad hacen falta tantos guionista para tan poco guión?) parecen dejar en manos del destino como forma de expiación las consecuencias de los actos de los hombres. Una forma de exculpación un tanto estúpida que parece querer transmitir el mensaje de que hagamos lo que hagamos será la naturaleza la responsable… pero qué graciosos son.
La estructura es lo de siempre. El héroe que tiene que proteger a su hijo de su destino y que descubre que a través de los números se han predicho todos los males de la humanidad (la humanidad sólo son los yanquis, claro). Una mezcolanza de Biblia y profecías paganas que se aúnan para que Cage las descubra y trate de cambiar el futuro. Todo ello protegiendo a su primogénito, el elegido que representa el futuro. La utilización de la coprota femenina está sólo introducida para enaltecimiento del personaje masculino en un giro inesperado, pero claro, si no se hubiese dejado llevar por sus impulsos en vez de seguir la palabra del profeta Cage… en realidad da igual, porque los guionistas juegan al despiste, y aparte de los efectos, lo mejor del film es la capacidad de dar giros inesperados y ese desenlace paradójico que tan de moda está. Una película de la marca Cage, que se ha convertido en su propio género. Y es que uno ya sabe lo que va a ver cuando se asoma a unas de sus películas.
Víctor Gualda.
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