martes, 13 de octubre de 2009

AGORA

Las malas críticas que ha recibido la nueva película de Amenabar, no han impedido que “Agora” haga una recaudación espectacular en el primer fin de semana de proyección. Se hablan de cuatro millones y pico incluyendo el lunes festivo. Lo que la equipara con otros estrenos made in Hollywood del año. Pero el problema es que es imposible recuperar los 50 presuntos millones de coste sólo con la distribución en nuestro país. La idea es sencilla. Habiéndola rodado en Ingles y con una estrella Hollywood, la distribución americana hubiese hecho al menos recuperar fácilmente la inversión. Aunque en España la Fox ha sido la distribuidora, de momento parece que no hay empresa que se preste a asumir el riesgo al otro lado del charco.

Pero analicemos porque ha recibido tan mala crítica. El problema principal de la cinta es que no emociona. Amenabar ha preferido ser fiel a una de las versiones históricas que circulan sobre Hipatia antes que involucrarla emocionalmente en la trama. Así, la verdadera protagonista del film no es ella, sino la extensión por la fuerza del cristianismo, y como trama emocional, el amor secreto que siente por ella el primero esclavo y luego “soldado de dios” Davo (Max Minguella). Al ser un actor menos conocido, el punto de vista principal se mantiene casi todo el tiempo con ella, pero en realidad el antagonismo entre él y Orestes (Oscar Isaac) por el amor de la científica formando el triangulo clásico es lo que mueve este segmento de trama. Hipatia no llega a involucrarse casi en ningún momento en lo que convencionalmente seria el trasfondo, y aquí es la trama principal del cristianismo la que arrasa con todo.

No es de extrañar el temor ante los conservadores americanos, porque la carga crítica sobre la religión, y por mucho que se empeñe Alejandro en concreto contra los católicos, le puede hacer un flaco favor. Pero tengo que romper una lanza a favor de él, porque si bien es cierto que todos los extremismos son peligrosos y se tocan, en Agora, el retrato de los cristianos es devastador, y esa actitud me parece, por poco común, muy valiente. De hecho me extraña que los católicos y en concreto la iglesia, no mande a sus perros a quemar cines. Así, la película está dividida en bloques perfectamente diferenciados. Primero la presentación de Alejandría como ciudad cosmopolita que atrae y comparte diferentes cultos. La creciente fe cristina que va arrasando intolerante con otras creencias. En el primer bloque el enemigo a eliminar son los paganos. Aquellos que tradicionalmente habían sido los dioses del imperio, ahora son ilegítimos y la religión monoteísta se ha extendido entre las clases bajas. No es de extrañar que ante una provocación arrasen con la biblioteca de Alejandría, en una secuencia épica que sirve de denuncia ante la intolerancia. La ciencia retrocede y poco a poco se va convirtiendo en algo prohibido por atentar contra los intereses cristianos.

El segundo bloque, cerrado de forma un tanto extraña (porque no se entienden bien las consecuencias y todo parece volver a la normalidad) está dedicado a la eliminación de los judíos. De nuevo la intolerancia arrasa y pone contra la espada y la pared al prefecto que no es otro que Orestes, uno de los pretendientes de Hipatia. En este punto, hay que reconocer la habilidad para mostrar la ética de las clases dirigentes, que se adaptan a la nueva religión para mantenerse en la cúpula de poder y que a las clases sociales dirigentes, siempre tienen acceso los mismos. Finalmente un último bloque contra Hipatia, por su condición de científica, pero sobre todo de mujer, ya que no hubo más muertes en la escuela de Alejandría, que se mantuvo hasta el siglo VII.

Esta claro que los bloques están perfectamente definidos y estructurados, pero eso no es suficiente para el crítico consciente, y tal vez para el espectador inconsciente. El espectador necesita involucrarse emocionalmente con su referente en pantalla, y mientras todos los acontecimientos suceden, la protagonista vive en un mundo paralelo que la aleja de la realidad. Las explicaciones simplificadas pero atentas para descubrir el funcionamiento del universo son fantásticas, pero nuestra protagonista debería sentir, porque su autoexclusión ralentiza la acción. Tal vez el personaje real muriera virgen como se mantiene, pero en una ficción no necesitamos el cuerpo, pero si al menos la intención, que puede ser frustrada, pero aquí ni siquiera se aprovecha. Por eso digo que Davo (y también Cirilo, en realidad el gran conspirador interpretado aquí por Sammy Samir) es el protagonista, porque el personaje más ficticio de todos, el puente entre la trama y el personaje/actor poco carismático, lleva la carga sobre sus espaldas de mantener el interés por el futuro de Hipatia. Queremos que consiga su objetivo, que la cuide ante la amenaza de los suyos, siempre respetándola a ella y a su trabajo, pero necesitamos su complicidad. Nada que ver. Weisz no entra en la trama más que en un par de secuencias, incluyendo el desenlace, y su fuerte carisma (que la hace una de las actrices más interesantes) se diluye.

Amenabar transmite esa sensación de distancia en las entrevistas, y extrapola su personalidad a la pantalla. Lo curioso es que en la realidad (perdón por interpretar al hombre) me consta que es sólo una actitud. Pero en pantalla todo parece una formula matemática que tiene que dar como resultado de la ecuación un film que funcione. No nos podemos sorprender, Amenabar siempre mantiene la distancia emocional de sus personajes en todas sus películas, haciendo valer el peso de la trama al más puro estilo americano.

Técnicamente la película es superior. No sé si los mejores planos están rodados por el coguionista Mateo Gil como afirma el director, si la película funciona mejor con los veinte minutos suprimidos después de su paso por Cannes, pero está claro que el dinero invertido está bien gastado. El dinero no se puede esconder, y los decorados, el vestuario, los extras, la ambientación en general, además del montaje y el ritmo son casi inmaculados. Y es que Amenabar es un técnico reputado que esta al nivel del mejor cine de presupuesto americano. Aquí se ha arriesgado hasta el límite con un peplum, tal vez el género más demodé. Pero lo ha hecho con cabeza, y estoy convencido que Tele5 conseguirá recuperar la inversión, y que finalmente los Weinstein se arriesgaran a la distribución igual que hicieron con “Los Otros”… y más después del triunfo en taquilla de “Malditos bastardos”. Personalmente el cine de Amenabar no es el que más me interesa, pero creo que merece la pena ver Agora en pantalla grande y que el director ocupa un rol necesario en nuestro lánguido panorama cinematográfico. Hay muchos que esperan que se la pegue (por cuestión de carácter patrio) otros que se arrimarán a la foto con la excusa de que sube la cuota de pantalla, pero Amenabar se mantiene integro y no se merece fracasar en esta película, porque ha demostrado que está a años luz de lo que se hace en nuestro país.

Víctor Gualda.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me cabe la duda de si has querido decir realmente "besbastador" (de desbastar, quitar lo que sobra) o "devastador" (de devastar, destruir).
El sentido de la frase cambia...

Anónimo dijo...

en realidad los cristianos de la peli no son muy sutiles más bien arrasan, así que mejor devastar. Ha sido un fallo por no releer lo que escribo. Gracias por la apreciación.

Anónimo dijo...

Pues yo tengo que decir, que sí me he emocionado con la película.

Coincido contigo en que la estructura es demasiado fría. Los bloques no están bien enlazados, sobre todo el paso del primero al segundo. De hecho, yo me aburrí un poco en ese momento en que parece que todo arranca de nuevo, nada pasa, y nada ha pasado.

Sin embargo, el resto de la película está repleta de dilemas, de debates tan actuales ayer como hoy: El dilema de las religiones, el dilema de los señores frente a los esclavos, el dilema de la ciencia frente a la fuerza bruta del poder, el dilema de una mujer un mundo de hombres...Pensar que las cosas han cambiado tan poco, me resulta más que estremecedor.

Técnicamente es superior, la interpretación es buena, y argumentos, no le fatan. Por eso no acabo de entender del todo las críticas (hablo en general, no me refiero a la tuya). A veces pienso que disfrutamos sobremanera tirando piedras contra nuestro propio tejado, y que Amenábar estaba sentenciado de antemano.

Margüita.

Seven eleven dijo...

Salgo del cine con unas ganas considerables de apostatar.
Qué vergüenza dan las religiones en general y la católica en particular.
Dios no tendrá la culpa pero sus representantes en la tierra son unos patanes.