sábado, 10 de octubre de 2009

MISHIMA

Kimitake Hiraoka, más conocido como Yukio Mishima, es el escritor más destacado de la historia de Japón, y lo es por sus textos que le llevaron a estar nominado al premio novel en tres ocasiones, pero también lo es por su fascinante vida. Al menos así lo debió entender Paul Schrader cuando presentó este biopic en 1985. Pero la película del americano es más que una simple biografía. Es una película desde mi punto de vista fallida, pero interesante por lo bien recogidos que están los momentos más importantes de la vida del escritor, y la traslación de su obra al cine. Pero vayamos por partes.

Paul, Chieko y Leonard Schrader construyen una estructura clara y diáfana que dividen en cuatro capítulos. En todos ellos, el comienzo corresponde con los acontecimientos previos a su muerte, luego una parte autobiográfica rodada en blanco y negro planteada como flash-backs, y en los tres primeros, una traslación teatral de las obras que más autobiográficas de apenas quince minutos cada una, y que corresponden con momentos puntuales de su historia. Lo mejor es que a través de sus obras conocemos a la persona.

En la primera parte, acreditada como “Belleza”, nos muestran la infancia del personaje. Conocemos el trauma de Mishima por la influencia de una abuela castradora, que le reprime evitando que se relacione con otros niños porque según ella, él proviene de una saga de samuráis y es especial. Es entonces cuando a través de un teatro minimalista y que aúna la tradición estética japonesa con la más asequible occidental, el director traslada la obra “El pabellón dorado”. En ella vemos uno de los temas que obsesionan al escritor; y entendemos que la superación de sus complejos llegará a través de la belleza, con un alter ego tartamudo. Es bajo mi punto de vista el momento más conseguido de la película. Tal vez por la identificación Schrader, que siempre cuenta las consecuencias que produjo en su vida su propia educación calvinista.

Luego llegara el segundo bloque “Arte”. El personaje/persona crece en la obsesión de aunar la belleza física y su talento para la escritura. Pronto se obsesionará con el culturismo. El director ya había creado los antecedentes a través de la obsesión con un cuadro de San Sebastián en la primera parte. Es ahora cuando decide convertirse en el propio San Sebastián. Para alcanzar la perfección del alma, parece querer decir que antes hay que alcanzar la perfección del cuerpo. Todo en él es extremo. El director muestra la homosexualidad del personaje y su obsesión con la inmortalidad. El paso del tiempo le hace consciente de la imposibilidad, y se impone como meta además de ser traducido en todo occidente, la traslación a la pantalla de “La casa de Kioko” otra vez retoma los datos autobiográficos a través del teatro. Yo no había visto “Mishima” hasta ahora, pero se reconoce claramente la influencia que Schrader ejerció sobre Lars Von Trier, porque las secuencias cada vez se parecen más a lo que luego se tachó de original en “Dogville”, que no resulta más que una puesta a punto del mismo y premiado estilo estético.

Será entonces cuando aborde la “Acción” y su símil literario “Caballos desbocados”. Conoceremos el fin último del escritor de restablecer el código del samurai. Crea su propio ejército personal y su propio código de conducta, así como una secta o como una especie de sociedad masónica de la que él es el gran maestre, que llamará “la sociedad del escudo” y se impone la meta paternalista de restablecer la moral de Japón. En realidad su propia moral heredada de los códigos del samurai, de la que él se erige como iluminado. Él personaje entiende que sólo a través de la acción se puede alcanzar el arte, lo que dará paso al final del flash-back, y a su encuentro con el presente y con la realidad. Eso sucederá en el cuarto capítulo “Armonía entre la espada y la pluma” El secuestro del general, y la reacción al discurso ante las tropas le sumen en una realidad que según su código no puede soportar. Mishima ha vivido tan encerrado en si mismo que es incapaz de entender que la sociedad japonesa, influenciada por occidente, ya no tiene los códigos morales que él defiende, lo que le lleva al Suppuru público el 25 de noviembre de 1970. Justo antes, le vemos mandar a la editorial su obra póstuma “La corrupción de un ángel”.

Pero a pesar de lo escrupulosa de la estructura, de las buenas interpretaciones en general, de la famosa estética formada por la fotografía de John Bailey, escenografía de Eiko Ishoka y la banda sonora demasiado new age para mi gusto de Philip Glass, que le valió a “Mishima” el premio a la mejor contribución artística en Cannes 1985, de lo detallado de la vida del escritor, de la buena condensación de obra y hechos, me quedo con la impresión que casi siempre me producen los biopics. Que les falta vida, frescura. En realidad la película me parece interesante por conocer al personaje, pero a nivel de cinematográfico me parece como esta crítica, narrativa pero sin emoción. Me pareció por ejemplo, y sin ánimo de comparar, que el desarrollo del personaje de “Control” (también biográfica) llegaba más al espectador. Que tal vez por la empatía que produce la proximidad, es más fácil entender al personaje de Ian Curtis que al de Mishima. Y a pesar de que las comparaciones son odiosas, los personajes atormentados con conflicto interior siempre son atractivos, aunque no siempre funcionan con el espectador. Y por último me quedo con la impresión de que esta resulta la película menos personal de Schrader. Aún así, me parece que todo buen aficionado al cine debería verla al menos una vez ahora que se ha editado en dvd.

Víctor Gualda.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, "me parece como esta crítica, narrativa pero sin emoción"... muy bueno.

Anónimo dijo...

tal vez la falta de emoción de la que hablas se refiera al distanciamiento que propone el film, donde no hay una lectura detallada de acontecimientos de su biografía, sino de hechos por los que llegamos a entender su recorrido, su evolución(su niñez, su encierro interior, relacion con la madre, el "deber ser", el honor, las consecuencias de la guerra,la sexualidad, etc.)Este camino de samurai se sostiene en su ideología, su carisma, y su vinculación con el belleza, arte, accion y también compromiso. Hay una dualidad interesante en el personaje, por un lado el rechazo al cuerpo, (el flagelo) y el amor y cultura de la estética, y por otro esa relación ideal del arte-belleza-sacrificio, la simbología de la belleza-muerte,(ejemplificado con la pintura) como el punto mas álgido para alcanzar la belleza (el ideal del artista. Mishima haciendo el seppuku, el acto mas heroico del samurai, concreta ese anhelo.
Me parecen geniales las puestas teatrales (teatro kabuki) la fotografía saturada y los claroscuros como si de una obra pictórica se tratara y la genial composición de la banda sonora de Glass, que como cuentan los extras, fue construída desde el guion y luego terminada en el montaje.

Anónimo dijo...

el único distanciamiento que admito en una película es el que va desde la pantalla al espectador. Entiendo que la idea es crear emociones (las que sean) Es como leer una definición del diccionario o leer un cuento. Imagino que si el director/guionista se anima a hacer una producción tan compleja es porque antes el personaje/persona le ha trasmitido unas emociones. Hasta en un documental se nota la mano del director/ montador porque quiere trasmitir una idea. El problema en este caso no es que esas emociones no existan, sino que no llegan. No es necesario que el espectador se identifique hasta tal punto que quiera ser como el personaje, pero si es necesaria una cierta empatia que conecte al menos para entenderle. Lo único que me transmite es que el personaje es intolerante, paternalista, narcisista y cretino, la belleza es relativa a la sensibilidad. Me encanta Schrader como guionista cuando desnuda su alma, pero a él sólo le intuyo en la infancia del personaje. No conecto con la belleza de la película porque no es objetiva. Esta es la interpretación personal y subjetiva de sus obras, pero dudo que el mismo Mishima utilizara como música para sus obras a otro egocéntrico como Philip Glass. Se trata por tanto de una interpretación occidental de alguien que bajo mi punto de vista busca conectar con el público para el que está dirigida la película, pero no desnuda el alma del personaje, porque para eso hay que ponerse de parte de él.
Bi

Anónimo dijo...

... y por cierto, estoy convencido de que si la firma de la película hubiese sido de un desconocido, hubiese pasado sin pena ni gloria. Nos gusta mucho el mito, pero también los mitos se equivocan.

Anónimo dijo...

yo creo que no es la idea de la película generar una empatía con el personaje, si es verdad que en la niñez es donde se refleja la identificación del autor por su historia personal, pero creo que el fin de la película (en este caso) es mostrar la complejidad de este artista, y saber porqué busca la muerte. Eso va mas allá de que nos emocionemos o no con sus ideales, ideas y ambiguedades. La idea del film es mostrar ese recorrido y después que el espectador decida con que se identifica, y es lo que me parece mas interesante de esta biografía. Si, la visión es occidental, pero creo que trata de ser lo mas objetiva posible aún con esas distancias. Y con respecto a la música, creo que hay que reconocer el mérito de que acompaña perfectamente la historia, mas allá de los egos que todos los artistas tienen, y para el tipo de público que haya sido pensada.

Anónimo dijo...

hoy echaron en la 2 un documental de mamíferos marinos que me emocionó más... y pienso que Mishima no busca la muerte, sino la inmortalidad