viernes, 23 de octubre de 2009

SI LA COSA FUNCIONA

Woody Allen ha vuelto con su entrega anual. Irónica comedia sobre el destino, que tiene la peculiaridad de llevar escrita casi treinta años y que rompe con la dinámica de su “etapa” de películas rodadas fuera de Estados Unidos. Pero en realidad esto no es extraño. Allen decidió lanzarse a rodar fuera de su querido Nueva York no por interés de conocer y ahondar en nuevas culturas, sino porque sus condiciones con las mayors americanas estaban cambiando. A sus presupuestos reducidos habituales, había que añadir el poco rendimiento en taquilla en su propio país, así como el control y por ende la necesidad opinar que suelen tener los que ponen la pasta.

Me resulta curioso que la mayoría de los críticos hayan coincidido en señalar que la vuelta a sus convencionalismos les ha fascinado. Es como si el viejo Allen fuera preso de su leyenda, y al salirse de la guía marcada hubiese perdido calidad. No puedo estar de acuerdo. Personalmente me parece que Allen se ha ido adaptando a los nuevos tiempos y al nuevo mercado y busca su sitio en él. A lo largo de su carrera, el director ha experimentado cambios en sus intereses que han supuesto una evolución en su cine. No diré que esta haya supuesto una involución, pero si que me atrevo a decir que me parece una película desubicada en su trayectoria y que su estructura me parece antigua. Es fácil distinguir los chistes que pertenecen al guión original y los que están adaptados a la actualidad, y personalmente me resultan algo forzados. Reconozco su merito, y el mismo Allen explica en repetidas ocasiones en el libro de conversaciones con Eric Lax (Lumen), que recicla sus ideas en una cajón para retomarlas si fuera necesario. Igual es que sencillamente no soy mitómano, y Larry David nunca me ha parecido demasiado gracioso, por mucho que Seindfield o su propio show sea “lo más” del humor, pero insito en que personalmente no me ha resultado tan buena por mucho que la cosa funcione con los críticos europeos.

Lo primero que llama la atención del guión es un recurso que puede parecer original, pero que desde luego no es nuevo ni para el público ni para el propio Allen. El protagonista rompe la cuarta pared para involucrarnos en la historia y convertirnos en cómplices por medio del monologo, solo que nosotros no estamos en un bar y el cómico en el escenario, sino que a través de la comedia, que como es natural es el tono elegido, el público entra en la historia con jabón. Más al estar reforzada por la actitud nihilista y egomaniaca de su protagonista. El personaje interpretado por David y escrito al parecer originalmente para Zero Mostel es el alter ego perfecto del director en aquella época en la que a través de los propios defectos del personaje creado para él, pero adaptado a la cáustica personalidad de David, componen un antiheroe igual de histriónico pero distinto de personalidad al que hizo famoso al director. En vez de despistado e hipocondríaco, es negativo, cínico y con una concepción de si mismo alejada de la realidad. Por eso las secuencias de humor cuando aparece la inocente sureña Melody (Evan Rachel Wood) funcionan tan bien, por puro contraste. Pero lo curioso de la estructura no se encuentra en el antagonismo de personalidades diferentes pero compatibles de ambos, sino en que los originalmente protagonistas no lo son. Una vez que la situación entre ambos está normalizada, el director y guionista introduce nuevos elementos de conflicto, que roban el punto de vista principal. Primero Patricia Clarkson, luego Ed Begley y por medio Henry Cavill, son los protagonistas de esta especie de escalera que forman las tramas secundarias para luego cerrar el circulo de nuevo con Larry David como narrador adaptando el monologista (la trama como monólogo) y terminando con el mismo recurso con el que comenzó.

Tal vez lo que no me haya convencido sea la perdida de protagonismo de David en el centro de la trama con el consiguiente sentido de cambio de estilo de comedia, que pasa a convertirse en comedia de situación con la extraña evolución de los personajes, conservadores pueblerinos y republicanos a postmodernos desubicados más que democratas, y ese halo positivo que hace que el personaje principal evolucione a través del destino y todo acabe bien. Tal vez hubiese preferido que el descarnado sentido del humor del protagonista hubiese hecho que la situación se le fuera de las manos y después de pensar que todo acaba funcionando, hubiese vuelto a los orígenes del personaje, pero el caso es que esperaba más, o sencillamente otra cosa.

Por si acaso estaba condicionado por mis propias expectativas volveré a ver esta película cuando salga en DVD a ver si me sucede como con “Desmontado a Harry” que me pareció mejor la segunda que la primera vez, y de paso a ver si la imagen está mas cuidada, porque la fotografía de Harris Sabides, aparte de la calidez propia de todas las pelis del director, tenia planos completamente desenfocados y mal encuadrados. Creo que la película está funcionando bastante bien en taquilla, así que recurriendo al tópico fácil, si la cosa funciona…

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues a mi, esta vez, por primera vez, Larry David sí me ha resultado gracioso. En realidad, él ha sido tal vez lo que más me ha gustado de la película.

Del guión me gustó la idea, y mucho, pero no acabé de meterme en la historia. Esa evolución (evolución?) tan precipitada de los personajes. Y tampoco acaba de convencerme esa concatenación de chistes más que masticados. Aunque claro, el humor es tan subjetivo... Creo que yo me reí en 3 o 4 ocasiones, pero la tónica (en el cine, quiero decir) era la de la carcajada constante.

Creo que yo también la veré de nuevo, a ver si es verdad y la reconciliación llega.

Margüita.