martes, 27 de octubre de 2009

EL SECRETO DE SUS OJOS

Campanella vuelve al cine con un pseudos-thriller-drama adaptación de la novela de Eduardo Sacheri “La pregunta de sus ojos”. Como protagonista, su actor fetiche, un grandísimo Ricardo Darin en el papel de un carismático oficial de juzgado, que se toma como algo personal la aparición de una joven violada y asesinada. Si bien los críticos coinciden en señalar que se trata de un gran trabajo, alguno se preguntaba cómo no se llevó algún reconocimiento en el pasado festival de San Sebastián. La respuesta es sencilla. Porque es comercial y sobre todo una película de género, y los miembros de los jurados parecen tener tendencia a premiar dramas y cuanto más de autor, mejor. Poco importa la crítica a las instituciones argentinas que esconde la cinta, la corrupción que permite a asesinos estar en la calle, o la tensión social instalada en el miedo. Lo único que importa para conseguir premios desde hace años en los festivales de categoría A, es que la película sea sufrida desesperante lenta y sin ambición descarada.

En realidad, la película de Campanella no tiene los secretos que su título indica. Es una buena película, pero sustentada en las convencionalismos del cine americano. Se nota la buena mano del director dominando los tempos dramáticos, mezclando los géneros, adaptando junto al autor la novela. La estructura es sencilla. Por un lado la llegada de una nueva jefa (Soledad Villamil), que pertenece a una clase social distinta (otro de los temas presentes) a la oficina, y la relación que se establecerá con el protagonista. Por otra, la relación de este mismo con su amigo y compañero alcohólico (Guillermo Francella), por otro la aparición del cuerpo sin vida de una joven que remueve por dentro al personaje de Darín, y la aparición del peculiar marido de la víctima (Pablo Rago). Una vez establecido el entorno da comienzo la investigación. No está llevada de forma obsesiva como hacen los americanos dejando de lado que el personaje principal tiene además de un caso, una vida. Más bien “El secreto…” se sustentará en el carisma y cabezonería del protagonista, ya que el giro de la fotografía que da título al film es demasiado casual, y mil veces utilizado. También lo es antes el antagonismo que produce la integridad del “héroe” en algunos compañeros de trabajo. Incluso la forma en la que los protagonistas provocan al presunto homicida. Lo que hay que reconocerle al director es su manejo del ritmo y la información, y la capacidad de producir emociones con clichés que maneja a su antojo y con soltura.

Además, lo que en una película americana convencional seria el clímax y final del drama, aquí produce una desazón de impotencia ante la injusticia, lo que lleva a un nuevo acto en el que la tensión ha disminuido, pero es remontada ante un nuevo conflicto mucho más personal. Y es que una película no está terminada hasta que no llega al final. Y es aquí donde más se ven los andamios de la estructura. Por un lado, aunque no lo había comentado, todo es un gran flash-back que retoma ahora el protagonista ante el caso irresuelto (lógicamente hasta el final del segundo acto), por otro la secuencia heroica de Francella como personaje apoyo. Por otro las trampas que utiliza el director para despistar al espectador distinguiendo entre realidad y ficción (lo peor de la película bajo mi punto de vista), pero que condicionan mediante la trampa. Por otro la resolución fantástica e inesperada que invita a la reflexión, y finalmente como epílogo convencional y concesión al espectador, la resolución de la tensión sexual que se come todo lo demás y deja satisfecho al personal.

Una gran película, combinación perfecta entre lo anglosajón y lo latino con participación de Tornasol, que parece que es la única productora en nuestro país con la capacidad de poner dinero para hacer buen cine, aunque eso si, arriesgando poco.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Ricardo Fernández Blanco dijo...

Un día te voy a llevar la contra en una crítica, jeje. (Hoy no)
Abrazos desde USA, compañero!!