martes, 25 de diciembre de 2007

DRACULA DE BRAM STOKER

Lo primero que hay que saber, es que la última obra maestra del maestro Coppola es una película de encargo para Columbia. Después de rechazar a Winona Ryder en papel del personaje que interpreto desastrosamente su hija Sofia Coppola en “El padrino 3”, Francis se sentía en deuda con la actriz. La oportunidad llegó cuando Winona le hizo llegar el guión de James V Hart sobre la novela de Bram Stoker “Drácula”. Coppola reconocido admirador de la novela, al igual que el ídolo de este Orson Welles (que incluso llegó a hacer una adaptación radiofónica) tomó la acertada decisión de llevar a la gran pantalla la adaptación.

Para ello cuenta con un reparto de lujo, el histriónico Gary Oldman, el no menos protagonista Anthony Hopkins, el aséptico Keanu Reves, el desaparecido (¿alguien sabe que fue de él?) Cary Elwes, pero por encima de todos, la musa de una generación Winona Ryder. Lejos de los clásicos dráculas de la Hammer, o de los Bela Lugosi más tradicionales, Coppola recrea una historia donde el amor se superpone a la violencia que predomina en anteriores adaptaciones del vampiro. Porque esta película por encima de otras consideraciones, es una historia de amor... inmortal.

Con un arranque espectacular de sombras chinescas que explica los antecedentes de la historia para situar al espectador, y que huye de los modernos métodos de postproducción que ya había en los noventa, y basándose en efectos especiales del cine tradicional, el director nos hace una teatral introducción de la renuncia de Drácula Oldman a sus creencias. Como castigo la vida eterna vagando por las sombras. El presentimiento de la aparición de una recreación tipo Vértigo de su amada en las carnes de Winona, hace que el conde se traslade a una abadía que acaba de comprar en Londres para ir a buscarla. Pero antes, tiene que retener al prometido Keanu en Transilvania. Los primeros treinta y ocho minutos de película (tal vez demasiado tiempo, se hacen un poco pesados) suceden en los Carpatos con la presentación de Drácula y de sus intenciones. No es hasta entonces cuando la historia de amor entra en juego y comienza realmente la película. Un rejuvenecido Oldman busca y seduce a la casta Winona, que poco a poco atraída por algo que se le escapa va cayendo bajo los influjos del príncipe. Pero el pago es la difícil conversión en vampiresa de la mejor amiga de la protagonista. Como en una obra de teatro, todo queda en casa y un hecho lleva al siguiente, que no es otro que la aparición del personaje antagonista. Un sobreactuado duelo interpretativo entre Oldman y el recién llegado Hopkins (casi a la hora de metraje) eleva la película. La tercera en discordia ha tomado una decisión, y ha comprendido que el soso de Keanu no será nunca más que un chupatintas, y prefiere el amor inmortal del vampiro. Una serie de acciones paralelas que se extienden desde el inicio del segundo acto y que recuerdan levemente al tercer acto de todos los padrinos, nos muestra al grupo resistente destruyendo lo que le vampiro necesita para sobrevivir en Londres, lo que provoca después de la secuencia de entrega de ella, y la desesperada huida del vampiro a la tierra en la que necesita descansar. El grupo resistente con Van Helsing Hopkins a la cabeza no está dispuesto a perder la oportunidad de dar caza a un debilitado inmortal. Todo para que en una secuencia final lleguemos a lo obvio, el sacrificio de manos de la enamorada Ryder, que está por encima del deterioro físico del vampiro, devolviéndole el favor a Oldman que por fin puede descansar tranquilo. De esta forma el director sella la posibilidad de segundas partes que no hubiesen tenido sentido. Coppola es un director inteligente que sabe que una secuela hubiese destruido la eficacia de la primera y cierra así la enésima aparición del vampiro en la pantalla grande, creando un clásico inmortal.

Algunos detalles interesantes a comentar son; la utilización en más de la mitad del guión del género epistolar que ya se encuentra en la novela, la acertada concepción del color, con el rojo como color predominante en las secuencias del vampiro, y el verde en las de ella, la inteligente decisión de respetar elementos tradicionales de las películas de vampiros, cruces, ajos etc... La concepción de los decorados y luz bastante góticos, que recuerdan poderosamente al expresionismo alemán, con algún momento que nos trasladan al Nosferatu de Murnau. A nivel administrativo destacar que Columbia le prohibió utilizar a sus colaboradores habituales para que se ajustara al presupuesto y tiempo de rodaje (famoso es su desproporcionado desfase en “Apocalipsis Now”, aunque no el único), que en esta ocasión no sólo respeto, sino que terminó el plan de rodaje un día antes de lo previsto. Imposible no destacar la espectacular fotografía Michael Ballhaus. Como curiosidad divertida comentar el famoso fallo de racord de la secuencia del sombrero, una de las más mencionada por los cinéfilos con alguna de “La guerra de las galaxias”

En definitiva otra obra maestra de encargo, al igual que “El padrino”, para que luego digan que el cine de autor personal es el único que merece la máxima consideración. Lastima que el italoamericano nunca pudo llevar a la pantalla su versión cinematográfica del otro clásico de la literatura “On the road” de Kerouac seguro que nos hubiese regalado otra obra maestra para elevar a los altares.

Víctor Gualda.

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