viernes, 28 de diciembre de 2007

EL ODIO

Creo que no se puede tener mejor debut como director que el de Mathew Kassovitz en la película que nos ocupa. “El odio” es una obra maestra sin discusión. Una película que a pesar de ser estrenada en el 95, está de plena actualidad por los incidentes que hace tan sólo un mes volvieron a poner de relieve uno de los problemas a los que se enfrenta el primer mundo, y que hace sólo un par de años mantuvieron en jaque a toda la ciudad de Paris. Y es que lejos de la imagen romántica y desenfada de la ciudad que ha servido de marco para innumerables películas, los barrios periféricos de la ciudad, en el caso de “El Odio” Les Muguets, son un constante quebradero de cabeza para los políticos. Porque aunque los problemas de marginalidad, racismo y xenofobia se trasladen a la periferia, no por ello dejan de existir.

Mathieu Kassovitz nos muestra la cara oculta de la ciudad de Paris de forma desgarradora pero honesta. Humanizando a sus chavales de barrio con sus problemas y conflictos, y acercándolos para que podamos entender que no son tan distintos a lo que a esa burguesía media francesa, que sirve de espejo de la ciudad le gustaría. Para ello, el director y guionista utiliza a tres chavales del barrio Cassel, kounde y Taghmaoui. Cada uno de ellos con su personalidad bien diferenciada, pero huyendo de los estereotipos que la mayor parte de las veces se empeñan en mostrarnos los directores. Como trasfondo la muerte de un joven de 16 años a manos de la brutalidad policial. Y es que el odio genera más odio, y los jóvenes, al igual que lo ocurrido últimamente, claman por una justicia (en realidad venganza) que saben que no pueden dejar en manos de las instituciones, porque nunca se producirá.

Ya la película comienza con las imágenes documentales de disturbios que enfrentan a jóvenes y a policías. A partir de aquí un seguimiento a los tres protagonistas a lo largo de veinticuatro horas y una estructura atípica nos van mostrando todos los rasgos y el trasfondo de la situación en la que se encuentran estos jóvenes atrapados. Como decía la estructura es atípica. Toda ella se sostiene en la aparición de una pistola que se le cayó en los disturbios a un policía, y que encontró el personaje interpretado por Cassel. Desde la media hora de película, momento en que aparece el arma, el espectador sabe que esta aparición no es casual, que está destinada a ser utilizada. El director utiliza hábilmente la tensión que despierta esta situación. Parece que supo leer a la perfección a Hitckcook y juega con el suspense que genera que el espectador sea consciente de que el personaje la lleva, (y que todo parece indicar, está deseando utilizar). De esta forma, con las imágenes del chaval herido de muerte y la pistola, Kassovitz pone los pilares de toda la estructura narrativa. Por supuesto el conflicto está servido entre dos de los mismos integrantes del trío. Por una parte Cassel, y por otra Vinz (kounde), un boxeador que odia la violencia. Una subtrama sirve de excusa para que los personajes salgan del barrio y se muevan por un Paris que se sigue mostrando hostil. Tanto con la policía como por parte de un farlopero paranoico y agresivo. Se muestra además el contraste entre dos mundos tan cercanos y tan lejanos, en una exposición de arte contemporáneo, de tal forma que al verla a través de los ojos de ellos parece una caricatura del esnobismo. Y es que a partir de secuencias inconexas que presentan diferentes situaciones en bloques separados por elipsis, la película se rellena de secuencias inconexas pero que evolucionan unas con ayuda de las otras en escenas llenas de diálogos y frescura, de comedia y de drama a partes iguales. La secuencia del baño en la que un individuo cuenta una historia sin sentido aparente, la del chaval que cuenta las novedades del barrio, o la que se repite dos veces (como metáfora de ellos mismos) del tipo que cae desde lo alto de un edificio mientras se dice que de momento todo va bien. Y es que en esta película los personajes hablan, hablan como en la vida real, hablan de la nada, de cosas intrascendentales, hablan de sus vidas, de su futuro, de sus ilusiones, con una frescura que recuerda al mejor neorrealismo italiano, más que al cine referencial francés. Todo ello acompañado por una cámara que se mueve a su ritmo de forma casi documental en ocasiones, de forma estética en otras, y se integra en el grupo como mero medio de conexión con la historia, sin querer demostrar una pericia técnica que simulase lo que está contando.

Una opera prima impecable que Kassovitz no ha sido capaz de volver a repetir porque sus películas posteriores no han tenido “la verdad” que tiene esta. Como premio, o mejor dicho reconocimiento uno de los premios gordos en el festival de Cannes y la veneración de los críticos de todo el mundo, que llevaron a su director y a Cassel a lo más alto del Olimpo cinematográfico con una de esas escasa maravillas que perduran a través del tiempo.

Víctor Gualda.

martes, 25 de diciembre de 2007

DRACULA DE BRAM STOKER

Lo primero que hay que saber, es que la última obra maestra del maestro Coppola es una película de encargo para Columbia. Después de rechazar a Winona Ryder en papel del personaje que interpreto desastrosamente su hija Sofia Coppola en “El padrino 3”, Francis se sentía en deuda con la actriz. La oportunidad llegó cuando Winona le hizo llegar el guión de James V Hart sobre la novela de Bram Stoker “Drácula”. Coppola reconocido admirador de la novela, al igual que el ídolo de este Orson Welles (que incluso llegó a hacer una adaptación radiofónica) tomó la acertada decisión de llevar a la gran pantalla la adaptación.

Para ello cuenta con un reparto de lujo, el histriónico Gary Oldman, el no menos protagonista Anthony Hopkins, el aséptico Keanu Reves, el desaparecido (¿alguien sabe que fue de él?) Cary Elwes, pero por encima de todos, la musa de una generación Winona Ryder. Lejos de los clásicos dráculas de la Hammer, o de los Bela Lugosi más tradicionales, Coppola recrea una historia donde el amor se superpone a la violencia que predomina en anteriores adaptaciones del vampiro. Porque esta película por encima de otras consideraciones, es una historia de amor... inmortal.

Con un arranque espectacular de sombras chinescas que explica los antecedentes de la historia para situar al espectador, y que huye de los modernos métodos de postproducción que ya había en los noventa, y basándose en efectos especiales del cine tradicional, el director nos hace una teatral introducción de la renuncia de Drácula Oldman a sus creencias. Como castigo la vida eterna vagando por las sombras. El presentimiento de la aparición de una recreación tipo Vértigo de su amada en las carnes de Winona, hace que el conde se traslade a una abadía que acaba de comprar en Londres para ir a buscarla. Pero antes, tiene que retener al prometido Keanu en Transilvania. Los primeros treinta y ocho minutos de película (tal vez demasiado tiempo, se hacen un poco pesados) suceden en los Carpatos con la presentación de Drácula y de sus intenciones. No es hasta entonces cuando la historia de amor entra en juego y comienza realmente la película. Un rejuvenecido Oldman busca y seduce a la casta Winona, que poco a poco atraída por algo que se le escapa va cayendo bajo los influjos del príncipe. Pero el pago es la difícil conversión en vampiresa de la mejor amiga de la protagonista. Como en una obra de teatro, todo queda en casa y un hecho lleva al siguiente, que no es otro que la aparición del personaje antagonista. Un sobreactuado duelo interpretativo entre Oldman y el recién llegado Hopkins (casi a la hora de metraje) eleva la película. La tercera en discordia ha tomado una decisión, y ha comprendido que el soso de Keanu no será nunca más que un chupatintas, y prefiere el amor inmortal del vampiro. Una serie de acciones paralelas que se extienden desde el inicio del segundo acto y que recuerdan levemente al tercer acto de todos los padrinos, nos muestra al grupo resistente destruyendo lo que le vampiro necesita para sobrevivir en Londres, lo que provoca después de la secuencia de entrega de ella, y la desesperada huida del vampiro a la tierra en la que necesita descansar. El grupo resistente con Van Helsing Hopkins a la cabeza no está dispuesto a perder la oportunidad de dar caza a un debilitado inmortal. Todo para que en una secuencia final lleguemos a lo obvio, el sacrificio de manos de la enamorada Ryder, que está por encima del deterioro físico del vampiro, devolviéndole el favor a Oldman que por fin puede descansar tranquilo. De esta forma el director sella la posibilidad de segundas partes que no hubiesen tenido sentido. Coppola es un director inteligente que sabe que una secuela hubiese destruido la eficacia de la primera y cierra así la enésima aparición del vampiro en la pantalla grande, creando un clásico inmortal.

Algunos detalles interesantes a comentar son; la utilización en más de la mitad del guión del género epistolar que ya se encuentra en la novela, la acertada concepción del color, con el rojo como color predominante en las secuencias del vampiro, y el verde en las de ella, la inteligente decisión de respetar elementos tradicionales de las películas de vampiros, cruces, ajos etc... La concepción de los decorados y luz bastante góticos, que recuerdan poderosamente al expresionismo alemán, con algún momento que nos trasladan al Nosferatu de Murnau. A nivel administrativo destacar que Columbia le prohibió utilizar a sus colaboradores habituales para que se ajustara al presupuesto y tiempo de rodaje (famoso es su desproporcionado desfase en “Apocalipsis Now”, aunque no el único), que en esta ocasión no sólo respeto, sino que terminó el plan de rodaje un día antes de lo previsto. Imposible no destacar la espectacular fotografía Michael Ballhaus. Como curiosidad divertida comentar el famoso fallo de racord de la secuencia del sombrero, una de las más mencionada por los cinéfilos con alguna de “La guerra de las galaxias”

En definitiva otra obra maestra de encargo, al igual que “El padrino”, para que luego digan que el cine de autor personal es el único que merece la máxima consideración. Lastima que el italoamericano nunca pudo llevar a la pantalla su versión cinematográfica del otro clásico de la literatura “On the road” de Kerouac seguro que nos hubiese regalado otra obra maestra para elevar a los altares.

Víctor Gualda.

viernes, 21 de diciembre de 2007

EL ULTIMATUM DE BOURNE

Vale, es sólo una película de acción sin más, pero hasta para hacer una película de estas características hay que saber. Y es que la última (o penúltima, casi fijo) de la saga Bourne no ofrece nada más que escenas sobrepasadas de adrenalina, pero de otra manera. Tengo que reconocer que en las anteriores entregas, y sobre todo en la primera no le encontré las virtudes que todos parecían verle. Esa presunta humanidad mezclada con movimientos rápidos me pareció un pestiño con papel de caramelo, pero poco más. La segunda supuso más de lo mismo, y en esta tercera ya tenía una idea preconcebida. Así que con las palomitas en ristre me senté en el sofá muy tranquilamente y me dejé sorprender. Y es que en esta tercer entrega, la excusa de su identidad ha perdido todo el sentido y es una mera subtrama entre secuencias de acción. Pero curiosamente la película me parece mejor que las anteriores. ¿Por qué? Muy sencillo, porque en el caso de “El ultimátum...”, han cuidado muy mucho el guión, respetando los tempos entre secuencias de destreza técnica.

La película comienza con el flash-back reiterativo que nos adelanta detalles para justificar las últimas secuencias (esto lo sabes de antemano). Luego pasamos a una secuencia de acción, de la que destacaría la buena mano del director Paul Greengrass, o del montador Christopher Rouse (vaya usted a saber) para mantener la tensión, aunque el final de la misma sea previsible. Además tengo que reconocer que la formula de rodar en diferentes partes del mundo que ya funcionó en las anteriores entregas de la saga, aquí vuelve a hacerlo, y el hecho de que presuntamente esté rodada en la estación de Waterloo con esa cantidad de extras (supongo que lo son) le da un punto más realista. Es más fácil para el espectador pensar que eso pueda suceder, sobre todo desde los la ola de atentados que afectan también en occidente a población civil.

Después de la secuencia de la estación, de manera completamente infantil, los guionistas (Gilroy, Burnsy y Nolfi) mandan a Bourne a España, pero este es sólo un paso previo carente de interés, en el que lo único destacable a nivel dramático es que aparece por fin la nueva prota femenina, que por supuesto (un tópico más) se entrega ciegamente a la causa del asesino desmemoriado, pero como digo es sólo por una cuestión de tempos. El espectador necesita coger aire antes de la siguiente escena de acción. En el recorrido turístico está incluido Tanger, y otra de las secuencias de acción. Aquí los realizadores en vez de jugar con la tensión prefieren hacerlo con la sorpresa, pero el efecto de esta es mucho menor. No importa, porque la secuencia de la persecución en moto por las estrechas calles de Tánger compensa la falta de originalidad. En este punto se produce un vacío en otro de los aspectos que consolidan un guión de estas características. En una huida de cada protagonista por un lado (chico y chica), acaban encontrándose de manera cuanto menos sospechosa para la credibilidad. Qué casualidad que dijo el otro. El espectador probablemente no se de cuenta porque estará completamente inmerso en el cuerpo a cuerpo de Bourne y el segundo antagonista, pero por supuesto la secuencia no merece sorpresa en cuanto a resultado. Al contrario que en la secuencia de la estación, aquí la emoción no existe porque no hay una tercera persona en juego. Esta claro que Bourne es una especie de Terminator, y la chica apenas lleva veinte minutos en pantalla, así que no le van a hacer la faena de eliminársela al confiado espectador.

Tercer acto; tras una pausa reflexiva del personaje. En este caso le toca al inexpresivo Matt Damon plantearse responsablemente el resultado al que conducen sus accione, y a falta de un actor al otro lado de la pantalla, el director utiliza un truco que le puede granjear la simpatía de los críticos. De manera sorprendente y sorpresiva, y por segunda vez en el metraje (pensé que la vez anterior, cuando se encuentra con la chica había sido casual) se utilizan los silencios como elemento dramático. Este hecho que en principio debería pasar desapercibido, no es tan frecuente como se presupone, y menos en una película con agente secreto con licencia para zurrar. Pero después de los silencios y de apartar a la chica a un lado, para introducir en primera línea de protagonismo a la antagonista femenina reconvertida en aliada (dos mujeres juntas supondría crear conflicto entre ambas, y eso desviaría la atención en un tercer acto resolutivo), el director nos conduce de cabeza a la secuencia de acción definitiva, la que por orden de la lógica los yanquis prefieren se desarrolle en casa. Nueva York será el nuevo decorado para una persecución de coches tan impecablemente rodada como irreal en muchos momentos, el principal de ellos cuando Bourne alcanza por fin al flash-back reiterativo, lo supera y en el cara a cara con su tercer antagonista de acción, apela a la lógica casi freudina para hacer que este baje su arma. El problema en este punto es que ya no me lo creo, el director se ha cuidado muy mucho de que le cojamos ningún cariño a ninguno de los “tiradores”(antagonistas despersonalizados), los ha presentado como autenticas máquinas de matar, así que no tiene sentido que el tercero le devuelva el favor. En realidad, es un truco para la vuelta de tuerca final del cazador sin escrúpulos que persigue a Bourne de manera muy personal, demasiado para ser creíble. Aun así, insisto en que la película se hace tremendamente entretenida.

Estoy convencido de que la película es innecesaria para el espectador pero no para el estudio (Universal). Si hay que buscar un por qué para los continuas segundas y terceras partes de esta, que cada vez se aleja más del personaje original de las novelas de Robert Ludlum, vamos a jugar al cifras y letras; “El caso Bourne” 6.185.457,26. “El mito de Bourne” 4.806.422,79. y “El ultimátum de Bourne” 8.563.782,00 millones de euros sólo en nuestro país, ya que “El ultimátum...” ha recaudado más de 500 millones de dólares en todo el mundo. ¿Qué apostamos a qué hay cuarta parte?

Víctor Gualda.

martes, 18 de diciembre de 2007

LUCKY YOU

La curiosidad me pudo. Un estreno que pasó completamente desapercibido en cines llamó mi atención. El motivo, su director Curtis Hanson. No quería creer que el director de “L.A Confidencial” hubiese hecho una película tan completamente desastrosa como para pasar por las carteleras sin pena ni gloria. Su anterior trabajo “En sus zapatos” no era ni mucho menos un peliculón, pero desde luego estaba por encima de la media de las comedias absurdas de Hollywood. “Lucky You” sigue la estela marcada por su precedente. Una peliculita aparentemente de encargo, que no lo es (Curtis es productor y coguionista junto a Eric Roth (“Forrest Gump”) y que no pasará a los libros por razones muy sencillas. Porque está carente de fuerza, y sobre todo porque utiliza todos los tópicos de una película de jugadores pero sin el riesgo de ellas. A años luz quedan otras como “El rey del juego”, “House of games” “El buscavidas” o incluso relativamente recientes como “Rounders”.

“Lucky You” cuenta la historia del pokerman profesional de guante blanco Huck Cheever (Eric Bana) en la ciudad del juego, Las Vegas. Los guionistas nos presentan en una secuencia de arranque interesante, a un Bana capaz de vender a su madre por las piernas (en realidad por los dedos). Un Bana talentoso pero impulsivo que unas veces gana y otras muchas pierde. Que vive al límite y no se preocupa por nada ni por nadie, ni siquiera por si mismo. Pero siguiendo el tópico aparece una virginal Drew Barrymore que le hará cambiar contra pronostico. Como antagonista Robert Duvall otro jugador veterano al que nuestro protagonista admira y odia a partes iguales. El aparente resentimiento de Eric hacía alguien que le saca de sus casillas al tiempo que le gana todas las manos está servido. Un giro antes de que termine el primer acto y que incluso aparece en la sinopsis de la película, le da impulso e interés a la historia de rivalidad que sabes va a ser una de las tramas principales de la película hasta el final. De hecho tal vez esto sea lo más interesante de las casi dos horas de metraje, porque la historia de encuentros y desencuentros está francamente desaprovechada. En realidad, poco se puede innovar en la relación de una chica buena con un jugador profesional, pero la trama principal que es la historia de amor se queda en un quiero y no puedo.

El segundo acto trata de impulsar la película con un concurso al que para inscribirse el antihéroe tiene que conseguir diez de los grandes. Después de intentarlo todo, incluso pidiendo prestado, tarda diez minutos en perder lo que le han dejado a un interés nada desdeñable. Para tratar de llevar al límite de la forma más artificiosa posible la película, los guionistas se sacan de la manga una injustificada subtrama en forma de larga secuencia de apuesta con palos de golf, que la chica de la película le estropea llevando la legalidad a un extremo de dos segundos, y que lo único que consigue es la antipatía inmediata por parte del espectador. Pero eso si, las lecciones morales de que hay que ser buenos y no se puede hacer trampa quedan muy bonitas para el gran público. El caso es que el truco de guión para hundir lo máximo posible al personaje queda en agua de borrajas, porque sabes que conseguirá el dinero para el campeonato (sino, ¿qué sentido tendría la película?). El tercer acto es el susodicho campeonato donde una vez más se cumplen todas las previsiones esperadas por el espectador menos exigente. Disfrazan una vuelta de tuerca que no tiene tensión, y por supuesto el ahora héroe redimido corre a los brazos de la justa y honesta damisela.... en fin. ¿Qué puedo decir? Llegados a este punto sólo me queda añadir que el cine americano de antihéroes también está tocando fondo.

En el apartado de críticas, lo primero que hay que mencionar es que la película hubiese necesitado un actor menos blando para un papel así, no se puede contratar a un tipo con cara de buen chaval y mirada asustadiza para un personaje pícaro y vivido como este. Lo mismo ocurre con toda la película en general, como dije al principio nuestro prota es un jugador de guante blanco, y en una película de jugadores el espectador necesita que el personaje esté en constante conflicto consigo mismo y con el mundo. Que no renuncie jamás a sus ansias de ganar, incluso a costa de él mismo o del amor. Si es necesario tiene que jugar, y luego mentir para conseguir a su amor, porque esa es la naturaleza del perdedor que quiere cambiar de bando. Como en la fábula del escorpión y la rana, tiene que picar aunque sea para morir. El único conflicto que tiene interés como decía es el de Duvall, pero es que su personaje si que está dispuesto pasar por encima de lo que sea y de quien sea, aunque necesite reafirmarse a costa del protagonista en el momento de crisis del personaje. En la única secuencia verdadera de la película. Pero es que Duvall juega en las ligas mayores, y hasta para perder tiene estilo. Otro de los problemas de la película es su opacidad. El director parece haberse empapado bien de los métodos y formas de jugar a las cartas, pero se ha olvidado que el espectador medio no ha jugado en su vida. De forma que las largas partidas ralentizan las tramas entre los personajes y te sacan continuamente en esos momentos que aprovechas para ir al baño o a hacerte la cena. Ya lo dijo William Goldman, si lo que cuentas es un tema demasiado especifico, será difícil que el espectador sienta ninguna clase de identificación sobre algo que se le escapa. En otro orden de cosas, curioso es que nuestro protagonista le de mayor valor a su Triumph que a su casa o a un anillo, que parece representar lo máximo en la vida, pero al final de la película ya puede vender su símbolo de libertad para comprarse un monovolumen, porque nunca tuvo lo que hay que tener ni para ser jugador, ni para ser perdedor.

Víctor Gualda.

viernes, 14 de diciembre de 2007

NEXT

Esta puede ser la crítica más curiosa de este blog. El motivo, hay muy poco que decir de el último estreno de moda en dvd. Carente de argumento, de interpretaciones, de guión, o de cualquier tipo de coherencia, la que nos ocupa es uno de los grandes "pufos" de la temporada. Va a ser difícil que no se lleve todos los premios a la peor película del año.

El argumento viene a ser algo así como; un tipo, Nicolas Cage, que es capaz de adivinar el futuro a dos minutos vista, y sólo si está relacionado con él. El FBI está interesado en sus cualidades porque hay unos malos que quieren poner una bomba en no sé donde y por no sé que (cosas de terroristas). Un McGuffin que avergonzaría al mismo Hitchcock, pero que estaría justificado si la historia que en realidad quería contar el director Lee Tamahori es la relación entre Cage y Jessica Biel, la protagonista femenina con la que de manera injustificada por guión nuestro protagonista sueña y a la que de la forma más egoísta posible mete en un buen lío. Así que con estás premisas, el “héroe” no está dispuesto a colaborar con nadie. Bastante tiene con malvivir como mago en una sala de fiestas en Las Vegas como para meterse en historias que no van con su personalidad. Se inicia entonces una caza al hombre por parte de terroristas y policías, pero Nicolas con sus superpoderes sabrá como arreglárselas para acostarse con la chica, ayudar a los buenos y atrapar a los malos. En fin un peliculón de aquellos que hacen historia.

Por comentar algo positivo de la película, diré que al principio del metraje hay una secuencia de presentación, en la que Nicolas aprovecha sus habilidades en beneficio propio. ¿Cómo? utilizando sus poderes para ganar discretamente en los casinos. El problema es que es reconocido por los “seguratas” que intentan atraparle dentro del local, pero él, una vez más, gracias a sus cualidades va dándoles esquinazo al adivinar sus movimientos. Esta secuencia graciosamente coreografiada es lo único salvable de la película.... En el polo opuesto, la poco creíble, por no decir estúpida secuencia en la que Nicolas se desdobla en muchos Cages para encontrar una bomba. En esta secuencia el guión pierde la seriedad que en ningún momento tuvo para sobrepasar el ridículo más vergonzante. Lo que me lleva a preguntarme, por qué un actor como Nicolas Cage, que no debe tener problema para elegir papeles, se empeña en hacer todo cuanto le ofrecen, sea de la calaña que sea. Es qué se le ha olvidado que tiene un Oscar por una magnifica interpretación en “Leaving las Vegas”, o es qué está esperando que le vuelvan a ofrecer un buen guión y mientras tanto hace lo que le encarguen para divertirse y sacar un dinerito (como productor además de actor en este caso). O tal vez es que teme que se le caigan los injertos de pelo antes de que ese papel llegue, y mientras, luce peinado y maquillaje ridículos. No lo sé, lo cierto es que algo tiene que haber porque si no, no entiendo como le engañaron a él, y sobre todo a Julianne Moore. Una actriz seria que suele hacer películas con proyección, y no cualquier guión basura como este. Más fácil es entender la situación de Jessica Biel, relativamente nueva en el panorama, y que tras el éxito de “El ilusionista” tiene que apuntarse a lo que le eche su agente para ir haciéndose un hueco en el mundillo hollywoodiense, y claro, si te dicen que vas a trabajar con dos pesos pesados como Cage y Moore no lo dudas. Así que en su caso soy capaz de justificarlo. A fin de cuentas ella es el catalizador para que el protagonista entre en la trama para salvarla. Mención aparte para Peter Falk, el entrañable Colombo, que hace un digno cameo como colega de Cage... Aunque tal vez los estoy subestimando a todos y el verdadero motivo que les llevó en tropel a la película fue que el guión de Gary Goldman, Jonathan Hensleigh y Paul Bernbaunn que está basado en un relato (The golden man) de Philip K Dick, autor de reconocido prestigio responsable de textos como “Blade Runner” o “Minority Report” en el que también trabajo Goldman como guionista y que fue un éxito más para Spielberg.

Fuera como fuese, una dirección, guión, interpretación, maquillaje, peluquería absurdas, pero que ofrece continuas secuencias de acción que agilizan una trama inexistente, de forma que la hora y media que dura la película se te pasan volando entre carreras y tiros, pero de esas que cuando termina te alegras de no haber ido al cine a verla.

Al final lo que extraemos del argumento es la moraleja de que el público norteamericano necesita ver que sus héroes de la gran pantalla huyen del individualismo para luchar contra el terrorismo, que es un problema de todos. Más, si las víctimas pueden ser nuestros seres queridos... ahí les queda un mensaje para la causa.


Víctor Gualda.

martes, 11 de diciembre de 2007

ROMA

El nivel de las series de televisión americanas en los últimos años ha colocado a la pequeña caja tonta en un escalafón en muchos casos superior al de su hermano mayor el cine. “Roma” es un claro ejemplo de ello. No en vano se trata de la serie más cara de la historia. Un presupuesto de cien millones de dólares y un equipo de trescientas cincuenta personas para su primera temporada y la asociación de la cadena de pago HBO y la británica BBC han conseguido llevar a buen puerto esta magistral recreación de los hechos históricos del intento de paso de la republica al imperio por parte de Julio Cesar.

La serie comienza con la desestabilizad política a la que está sometida la ciudad mientras el general Julio Cesar derrota a los galos en la batalla de Alexia. Pompeyo "el grande" manda en la ciudad, y asesorado por los senadores patricios teme que el poder de un victorioso Cesar aclamado por el pueblo, acabe convirtiendo la republica en imperio bajo el mandato de un tirano. El enfrentamiento no se hace esperar. La guerra civil entre Cesar y la Republica con Pompeyo a la cabeza está servida en el mismo momento en que el victorioso general entra en Roma con la decimotercera legión. Los senadores huyen de la ciudad para reunir el mayor número de hombres posibles y así enfrentarse a Cesar. Como sabemos históricamente son derrotados. Alguno de los senadores que se habían levantado contra él, con Bruto a la cabeza, vuelven al redil de Cesar, que busca la unidad y el mayor número de apoyo posible para su transición encubierta al imperio. El paso por el norte de África para afianzar la mayor parte posible de territorios conquistados y estabilizar la zona también en conflicto, y el encuentro de Cesar con Cleopatra, son parte de los hechos tratados en la primera temporada de la serie. No descubriré nada si cuento que la conspiración por el miedo a la perdida de poder de los patricios lleva al asesinato de Julio Cesar en el senado.

Pero lo mejor de la serie no es la recreación de los hechos históricos, no. Lo mejor es que los guionistas y directores consiguen humanizar a los personajes para que entendamos sus motivaciones. Es decir, que la serie trasciende lo que cuenta y nos muestra a la perfección como son las costumbres de Roma desde el 52 AC hasta la muerte de Cesar en todos los estratos de la sociedad. Desde senadores a plebeyos. Nos muestra las diferencias y los problemas de unos y otros. Para ello utiliza a dos personajes que tal vez por desconocidos (aunque basados en dos legionarios que aparecen en el libro “Comentario de la guerra de las Galias) resultan los que levantan la serie. Y es que los soldados Lucio Voreno y Tito Pullo (la versión romana de Asterix y Obelix) tienen un protagonismo inusual en una serie de estas características. Lejos de los intereses políticos, reflejados a la perfección por la lucha de poderes, estos dos ciudadanos de a pie, con sus problemas y aventuras particulares levantan el metraje cuando la serie se vuelve demasiado densa. A veces de manera poco creíble, es cierto, pero son ellos los que con subtramas heroicas elevan una serie que de otra forma hubiese sido demasiado cerrada. Suyas son las secuencias de acción, las que nos enseñan como viven los ciudadanos, soldados y esclavos romanos. Suyas son las secuencias en las que sentimientos sinceros más allá de intereses políticos o ambiciones trascienden al espectador, (a pesar de que personajes como Cesar o Bruto están muy humanizados). La amistad, el honor, la envidia, la escalada en la vida pública dinamizan la serie. Todo ello sin quitar merito a las tramas de ambición u odio que enfrentan a los dos personajes femeninos y que tienen su propio protagonismo. La lucha encubierta pero sin cuartel de Atia, la sobrina de Julio Cesar y madre del futuro emperador Octavio con Servilia, ex amante de Cesar (subtrama que se desarrolla en la serie) y madre de Bruto.

A lo largo de doce capítulos toda la red de tramas, subtramas y personajes están entretejidas a la perfección para que unos influyan en otros y evolucionen hacia una parte u otra. Así una subtrama que se presenta en uno de los primeros capítulos, una ocultación por parte de Niobe, la mujer del soldado Lucio Voreno, va a influir decisivamente en el último capítulo, en la muerte de Julio Cesar. Y es que si algo me gustaría elevar en esta crítica es el alto nivel de un guión que huye de estancamientos. Cada acción produce una reacción, nada es casual, cada secuencia lleva a la siguiente, y todas tienen una continuidad en el siguiente capitulo hasta el desenlace. Incluso las subtramas (como la del robo del oro) de un solo capítulo tienen una función de reforzamiento de la trama principal para lo que más adelante va a suceder. Tal vez a lo único que le pondría objeción es a la trama que se desarrolla en Egipto que sólo ocupa un capítulo y que se resuelve con una elipsis temporal demasiado grande y poco explicada en imágenes. Pero incluso en este caso nunca dejamos de entender como evolucionan los personajes o lo que está sucediendo en Roma.

No me quiero olvidar de mencionar a los actores que hacen un gran trabajo, que tanto el vestuario, caracterización o dirección artística están a un nivel muy superior al de la mayoría de las películas que podamos ver en la gran pantalla. Que la fotografía es espectacular. Aunque los decorados de Cinecitta en la que está rodada íntegramente la serie, aportan una parte importante de la credibilidad.

En definitiva una serie de visionado obligatorio tanto por lo que aporta a nivel histórico, como para entender lo que puede pasar en el futuro, ya que la civilización romana está directamente entroncada con la que conocemos a todos los niveles (una virtud más, la de mostrarnos costumbres y modos de vida casi de forma documental).

Como aperitivo os he colgado en nuestra página una secuencia de la serie que no tiene desperdicio, esta en inglés y es bastante gore, pero no penséis que toda la serie es así. Que la disfrutéis.

Víctor Gualda.

viernes, 7 de diciembre de 2007

2 DIAS EN PARIS... AMOR Y OTRO(S) DESASTRE(S)

Esta semana llegan al mundo dvd dos producciones europeas que tienen en común el género que las define. Comedia. Hasta aquí todas las posibles similitudes. “2 días en Paris” supone el estreno de la actriz francesa Julie Delpy como directora. También ha sido la guionista, pero en este caso ya tenía experiencia junto a Linklater en “Antes de Atardecer”. Y aunque sea fallida en algunos aspectos, hay que reconocer que se trata de un buen estreno como máxima responsable. La película es deudora en muchos aspectos de su aprendizaje con Linklater. Largos paseos por el decorado natural que supone la ciudad de París, e interminables diálogos de pareja. Lo que cambia en esta, es su tono cómico, y que hay personajes secundarios y situaciones que refuerzan la comicidad. El argumento es bien sencillo. Una pareja formada por una fotógrafa, la propia Delpy y un decorador neoyorquino, Adam Goldberg llegan a pasar unos días en Paris después de estar de vacaciones en Venecia. Allí Goldberg descubrirá aspectos hasta ese momento desconocidos de su pareja.

La duración de la película es la justa, hora y media. No se hace pesada en ningún momento, y si el espectador consigue sentirse identificado con los problemas de la pareja, se reirá sin complejos. El personaje de Goldberg se sitúa a medio camino entre uno de sitcom americana tipo “Friends”, y aquel Woody Allen de películas como “Sueños de un seductor”. Es esta la comparación más recurrente, pues el personaje es una traspolación del Allen. Neurótico, irónico y divertido. Y Goldberg le pilla el punto al personaje mejor que otros alter egos” seleccionados por el propio director neoyorkino como Kenneth Branagh o Jason Biggs. Delpy, conocedora a la perfección del libreto por razones obvias, da la replica a la perfección, pero creo que no está al nivel interpretativo de su compañero.

Otra cuestión son los actores secundarios. En concreto el par de secuencias que tiene el bueno de Daniel Brühl, probablemente porque la película es una coproducción con Alemania y hay que justificar el dinero que estos habrán puesto. Pues como decía, Brühl tiene un personaje que emparenta directamente con el que le envió a la fama de “Los edukadores” como activista antisistema, la pena es que no aporta nada. Además su interpretación está en un tono diferente al de la pareja protagonista. Mención aparte merecen los recursos estilísticos que utiliza la directora. Montajes de fotografías fijas al corte, o la explicación de una especie de teoría del caos, que utiliza de forma justa, sin preteciosidades de modernidad.

De “Amor y otros desastres” hay poco que decir. Una comedia británica absurda sin pies ni cabeza, escrita y dirigida por Alek Keshishian que no tiene una sola imagen original. Comenzando por su protagonista Brittany Murphy, que es una imitación reconocida y reconocible de Audrey Hepburn durante todo el metraje, pero que está lejos del nivel interpretativo de esta. “Desayuno con diamantes” y “Nothing Hill” aparecen directamente en la pantalla, pero también copia secuencias de “Vacaciones en Roma”, “Cuatro bodas y un funeral” y otras comedias al uso. El arranque pretende ser una secuencia de guión en la que el coprotagonista gay Mathew Rhys escribe un sobre si mismo, sus circunstancias y las de sus amigos. Todo parece indicar que el director y guionista se siente como una especie de Truman Capote que cuenta la historia a través de su alter ego aspirante a guionista. La excusa, la búsqueda del amor verdadero. Secuencias de enredo y confusión tópicas, y la formula del grupo de amigos que tan bien funcionan en Briget Jones, con la sobreactuada Catherine Tate a la cabeza en este caso no van a ninguna parte. Un ritmo acelerado y situaciones absurdas y poco creíbles terminan en un “happy end” que ya en mitad del metraje el director se atrevía a adelantar en boca de Rhys. En definitiva, un desastre como su propio título indica.

Víctor Gualda.

martes, 4 de diciembre de 2007

LANTANA

La película ha llegado por puro azar a mis manos. No tenía la menor idea de su existencia. En la última semana unas cuantas personas vinieron preguntando por ella, y luego me enteré que era para un curso de guión que se impartía en alguna escuela de escritores cercana. La teníamos retirada incluso, pero me llamó la atención porque realmente no la conocía. Cuando la puse en el reproductor después de un par de capítulos de una famosa serie de moda, no me podía imaginar ni de lejos que me iba a sorprender tanto. Después de verla no me extraña que estuviese seleccionada en la Sección Oficial del festival de San Sebastián en el año 2001, ni que ganase todos los premios de la academia de cine Australiano.

Lo que más me ha llamado la atención es su complejo... más bien elaborado guión (entiendo porque se dedicaban a analizarlo). La primera impresión es que tiene mucho que ver con aquellas películas de los noventa que maestros como Robert Altman (Short Cuts) ó Paul Thomas Anderson (Magnolia) supieron llevar a la máxima expresión. Porque se trata de una película coral. Cuatro parejas con sus cuatro tramas entretejidas entre si dan vida a esta historia de mentiras, que como trasfondo tiene el tema del amor... del desamor ó del peligro de la rutina en las relaciones. Es difícil hacer una disección sin contar una parte importante del argumento. Sobre todo en la segunda parte del metraje, que es donde se concentra lo más jugoso. Así que sirva de aviso a navegantes; voy a desvelar algunas de las claves que resuelven la historia.


Como en cualquier guión coral, Andrew Bovel (guionista) y Ray Lawrence (director) dedican una parte importante a presentarnos todos los personajes y las tramas. Es necesario que el público sepa de que estamos hablando. No buscan la identificación directa, sólo que conozcamos a las cuatro parejas protagonistas y las circunstancias de las mismas. Al personaje que más tiempo dedican es al policía maravillosamente interpretado por Anthony LaPaglia (todos los actores están fantásticos). Y es que, él es el personaje principal, el hilo conductor que une todas las tramas. Además de policía, es marido y padre de familia. De una familia que está a punto de desestructurarse. Así los personajes comienzan a relacionarse entre si. LaPaglia engaña a su mujer con una compañera de la escuela de baile a la que la pareja asiste para darle un poco de sentido a su monótona vida conyugal. Al mismo tiempo, su mujer asiste a terapia con una prestigiosa psicóloga que acaba de escribir un libro sobre el asesinato de su hija de cinco años. La psicóloga también tiene su propia crisis conyugal con su marido profesor universitario Geofrey Rush, del que piensa que también la engaña (con otro hombre en este caso). Por otro lado la protagonista separada tiene una joven pareja con hijos como vecinos, a los que les cuesta salir adelante a fin de mes, y que aunque en principio son sólo “los vecinos” pronto tendrán una papel fundamental en el giro dramático de la película. En definitiva, personajes que se cruzan e intervienen de una manera u otra en la vida de los que les rodean.

Cuando a la hora de metraje el asesinato de la psicóloga involuntariamente desestabiliza la débil estructura de todos los protagonistas, ya estás completamente introducido en el particular mundo de esta comunidad sustentada por la estabilidad familiar. El asesinato de la psicóloga no es más que una excusa para meter aún más el dedo en los problemas que han ido apareciendo en la primera hora. La llamada de la psicóloga a su marido después de un accidente en mitad de la carretera hace sospechar al policía del marido de esta. Pero el personaje de Geofrey es tan cínico consigo mismo que mantiene un oscuro secreto ocultando donde se encontraba cuando su mujer le llamó antes de la desaparición. Por otra parte la separada ve desde la ventana de su habitación como la misma noche de los sucesos el marido vecino llega a casa y lanza un objeto a un bosque cercano. Al día siguiente ella se dedica a buscar el objeto después de ver el telediario y enterarse que ha desaparecido una mujer en una carretera cercana. El objeto resulta ser un zapato de tacón de la psicóloga. Por otra parte durante la investigación el policía descubre en que su mujer veía en secreto a la psicóloga y roba unas cintas con las confesiones de su mujer. Cuando las escucha descubre además que ella es consciente de su infidelidad... Porque si hay algo en lo que se aplica el guión es en que nada es lo que parece.

En definitiva, todo se tuerce de manera magistral para que el espectador se sienta (ahora si) identificado con la mentira, que resulta ser uno de los temas de la película. Pero lo que el confiado espectador no puede imaginar es que no sólo mienten los personajes. También lo hacen el director y el guionista. En este sentido son tramposos. Posicionan conscientemente al público para que tome una decisión y juzgue a alguno de los protagonistas de antemano, para luego, en un nuevo giro de guión magistral, darle la vuelta a toda la historia y que todos se den cuenta de lo equivocados que están/estamos por prejuzgar. ¿Cómo? A través de un flash-back explicativo (para que seamos capaces de creerlo) que nos muestra la verdad. Entretanto los personajes se recrean en la mentira cada uno con su propia intención (especial mención me merece la mentira del hijo pequeño del policía por teléfono, que también tiene sus más que justificadas motivaciones) El personaje de LaPaglia aprende una valiosa lección que le hace reencontrarse consigo mismo al descubrirse reflejado con Rush durante la confesión de una infidelidad que no viene al caso.

El colofón al terminar el policía de escuchar la cinta (y el espectador de ver la película) con las confesiones de su esposa podría parecer amable, pero está envuelto en una dosis de mala leche, igual que la confesión cargada de culpa del personaje de Rush contando por fin su oscuro secreto.

No me extenderé más en el guión, pero el análisis pormenorizado del mismo nos llevaría muchas líneas más y no disponemos del espacio. Sólo añadir que se trata de una película de visionado obligatorio (como bien ha recomendado el desconocido profesor de guión de mi desconocido curso de guión) para todo el que se quiera dedicar al tema profesionalmente. La mentira, y las constantes paradojas que plagan el guión lo levantan de manera sutil, lejos del efectismo yanqui. Con una cadencia lenta pero constante que le infieren un estilo muy particular y me atrevería a decir que muy europeo... aunque excluiré de esta catalogación al cine español. Porque estoy absolutamente seguro que este guión es demasiado complejo y elaborado para que en nuestro país ningún productor se atreviese a llevarlo a cabo. De hecho, estoy completamente seguro de que ninguno lo hubiese llegado a leer siquiera hasta el final. Así que mi rendido homenaje a Jan Chapman, el productor de la cinta, por una película tan difícil, y por supuesto a mi desconocido profesor de guión por recomendarla a sus alumnos.

Por cierto, Lantana es un arbusto perenne cuyas flores brotan todo el año en climas cálidos con una gran gama de tonalidades... juzguen por si mismos después de verla y no por lo que yo les pueda contar, seguro que les mentiria.

Víctor Gualda.