McEwan tiene motivos más que sobrados para estar contento. El guión adaptado de su libro respeta con fidelidad el texto original. Mucho se está comentando de este logro que le puede valer un oscar al mejor guión adaptado a Christopher Hampton. Reducir un texto original de 130 000 palabras en 20 000 y que la historia conserve toda la esencia tiene merito. En el caso de “Expiación”, tengo que reconocer que a pesar de que el manuscrito original es mejor (cómo no), la adaptación ha respetado prácticamente todos los elementos más notables del libro. En primer lugar, lo más evidente. La estructura en tres bloques bien diferenciados. Y hablo en el caso que nos ocupa de bloques y no de actos, porque cada uno de ellos es prácticamente una película independiente. Para mi, al igual que en el best seller de McEwan, es el primero el más interesante.
Él que transcurre en la casa de campo de los Tallis. La excusa que no queda especialmente clara en la película y si en el manuscrito, la vuelta a casa del primogénito de la familia, León, personaje que en la película no tiene siquiera el peso de catalizador del reencuentro. Todo gira en torno a la cena que se va a celebrar en su honor. En este primer acto el director juega con los silencios magistralmente. Esta claro que no puede utilizar los recursos de McEwan para definir los personajes a través de los pensamientos y acciones muy detalladas. Así, que se basa en las actitudes a través de los cambios de punto de vista. Es aquí donde tengo que decir que el libro es muy superior. McEwan hace que los cambios de punto de vista hagan avanzar la trama, de forma que a cada cambio supone un paso hacia delante en el desarrollo, creando una tensión sobre lo que ineludiblemente está a punto de suceder, y que en cierta forma resulta previsible por los antecedentes que ordenadamente nos hacen entrever que vamos a contemplar una relación imposible. Pero Joe Wright con una dirección muy fluida, y a pesar de que en el guión cada punto de vista supone un paso atrás y otro adelante en la historia, consigue que la trama encaje a la perfección, convirtiendo la película en un triangulo amoroso sostenido en la mentira de una niña.
El segundo bloque conserva la estructura de la novela, de forma algo más reducida y tal vez un poco escasa. La parte de la guerra no pierde el tiempo en la película con los nuevos socios de penurias de nuestro protagonista, ni de los nuevos roles establecidos por la guerra y los acontecimientos que les suceden a nuestros protagonistas, de hecho, creo que los responsables resuelven de forma un tanto artificial, en el caso de la película, porque todo el peso especifico del bloque lo basa en la espectacularidad visual de la secuencia de la retirada a la playa de Dunkerke. Aunque en el caso del celuloide esta justificado por una cuestión muy sencilla. Se alienta la esperanza del protagonista-espectador (por identificación) de que llegue el momento de el reencuentro, y a falta de pan, buena es una secuencia cuasi épica con muchos extras (2000) y sin ningún peso especifico dentro de la trama principal, mientras por otro lado creamos expectación sobre el destino de nuestra protagonista femenina, reservando el mayor número de secuencias posibles, y volviendo a dar peso especifico a la pequeña lianta de los Tallis, que paga sus culpas (mejor dicho su sentido de culpa) como enfermera en un hospital militar. Lejos quedan en este punto las experiencias magistralmente retratadas por McEwan, que hace al lector participe de todas y cada una de sus penurias, dando peso a detalles que en la película son pequeños guiños visuales para el lector (como por ejemplo cuando llegan los heridos y ella apenas puede sostener la camilla). También en este punto se ha prescindido sabiamente de subtramas que no hubiesen hecho avanzar la trama principal (como la relación de Briony la pequeña Tallis con la enfermera jefa, y otras).
El tercer bloque cubre la necesidad del espectador para que el triangulo, con todos los sentimientos amor-odio a flor de piel se reencuentre. El espectador se verá satisfecho por una parte con el reencuentro amoroso, y por otra con el reencuentro de rencor y odio. Se resolverá la subtrama planteada en el primer bloque, aunque el resultado era ya evidente (el director lo desmontó con planos de mirada tensa en el primer acto para que al espectador no le cupiese duda de la inocencia del protagonista) que resulta meramente informativo. Por supuesto, no falta el punto álgido en el que los personajes se escupen las verdades a la cara. Pero una vez más el escritor, y por ende el guionista han reservado el plato fuerte para el último giro dramático. En el caso de la película espectacularmente interpretado por una Vanessa Redgrave, sencillamente a la altura del coronel Kurtz en Apocalipsis Now (me disculpo ante los puristas). Con el mismo peso especifico que este, y aguantando un monólogo que avanza a primer plano, que está a la altura de otras actrices que ya consiguieron el Oscar por interpretaciones de corta duración por papeles tan efectistas como este. Y es que hay que ser muy buena actriz para elevar una película hasta el infinito en sólo cinco minutos, cuando estos minutos de descuento representan el último giro, el final del metraje, y dejan un sabor agridulce al espectador incauto que puede acabar soltando una lágrima en el último momento.
No podemos dejar de mencionar las otras interpretaciones. Keira Knightley que parece haberse convertido en musa del director (trabajo con él en “Orgullo y prejuicio”, y la dirigió en el anuncio de Channel) que lleva el peso del protagonismo femenino en todo el metraje de manera efectiva, sin grandes alardes, pero desde luego a la altura del texto, y muy alejadas de sus histriónicas interpretaciones como pirata de alto presupuesto. Parece que el prota masculino James McAvoy también ha gustado en los círculos críticos, pero desde mi humilde punto de vista, es simplemente correcto, ya que el papel se le queda grande y no vemos una evolución en su interpretación, más teniendo en cuenta todo lo que el personaje ha pasado a lo largo de las algo más de dos horas de película. Un buen actor hubiese introducido desde luego los cambios interpretativos que necesariamente sufre su homólogo en el papel. Pero probablemente, la que más rentabilidad le saque a la película sea la actriz Saoirse Ronan, es decir la pequeña Tallis (su papel lo interpreta además Romola Garai y Vanesa Redgrave) que se beneficia de la estupenda primera parte de la película porque su personaje es la piedra angular de la trama y sobre todo (creo) porque ha sido fantásticamente dirigida por Wright. Sin olvidar el apoyo que supone que la evolución del personaje la cierre una increíble Vanessa Redgrave.
Para terminar, y a pesar de los pesares, tengo que decir que la fotografía de Seamus McGarvey de la primera parte, para dar luminosidad, suavizar y conseguir brillos a todo lo que ocurre durante el día en la finca Tallis, me horrorizó. Más cuando el efecto es buscado y conseguido a través de un filtro fabricado con una media de Dior que nos retrotrae a los filtros de las películas románticas de los ochenta. Afortunadamente esto sólo supone un tercio de película. Por último una vez más mencionar que la base textual de McEwan y el trabajo de compresión de Hampton, junto a la dirección de Wright, que estoy seguro proporcionaran muchas alegrías tanto monetarias como de premios a sus responsables.
Víctor Gualda.
Él que transcurre en la casa de campo de los Tallis. La excusa que no queda especialmente clara en la película y si en el manuscrito, la vuelta a casa del primogénito de la familia, León, personaje que en la película no tiene siquiera el peso de catalizador del reencuentro. Todo gira en torno a la cena que se va a celebrar en su honor. En este primer acto el director juega con los silencios magistralmente. Esta claro que no puede utilizar los recursos de McEwan para definir los personajes a través de los pensamientos y acciones muy detalladas. Así, que se basa en las actitudes a través de los cambios de punto de vista. Es aquí donde tengo que decir que el libro es muy superior. McEwan hace que los cambios de punto de vista hagan avanzar la trama, de forma que a cada cambio supone un paso hacia delante en el desarrollo, creando una tensión sobre lo que ineludiblemente está a punto de suceder, y que en cierta forma resulta previsible por los antecedentes que ordenadamente nos hacen entrever que vamos a contemplar una relación imposible. Pero Joe Wright con una dirección muy fluida, y a pesar de que en el guión cada punto de vista supone un paso atrás y otro adelante en la historia, consigue que la trama encaje a la perfección, convirtiendo la película en un triangulo amoroso sostenido en la mentira de una niña.
El segundo bloque conserva la estructura de la novela, de forma algo más reducida y tal vez un poco escasa. La parte de la guerra no pierde el tiempo en la película con los nuevos socios de penurias de nuestro protagonista, ni de los nuevos roles establecidos por la guerra y los acontecimientos que les suceden a nuestros protagonistas, de hecho, creo que los responsables resuelven de forma un tanto artificial, en el caso de la película, porque todo el peso especifico del bloque lo basa en la espectacularidad visual de la secuencia de la retirada a la playa de Dunkerke. Aunque en el caso del celuloide esta justificado por una cuestión muy sencilla. Se alienta la esperanza del protagonista-espectador (por identificación) de que llegue el momento de el reencuentro, y a falta de pan, buena es una secuencia cuasi épica con muchos extras (2000) y sin ningún peso especifico dentro de la trama principal, mientras por otro lado creamos expectación sobre el destino de nuestra protagonista femenina, reservando el mayor número de secuencias posibles, y volviendo a dar peso especifico a la pequeña lianta de los Tallis, que paga sus culpas (mejor dicho su sentido de culpa) como enfermera en un hospital militar. Lejos quedan en este punto las experiencias magistralmente retratadas por McEwan, que hace al lector participe de todas y cada una de sus penurias, dando peso a detalles que en la película son pequeños guiños visuales para el lector (como por ejemplo cuando llegan los heridos y ella apenas puede sostener la camilla). También en este punto se ha prescindido sabiamente de subtramas que no hubiesen hecho avanzar la trama principal (como la relación de Briony la pequeña Tallis con la enfermera jefa, y otras).
El tercer bloque cubre la necesidad del espectador para que el triangulo, con todos los sentimientos amor-odio a flor de piel se reencuentre. El espectador se verá satisfecho por una parte con el reencuentro amoroso, y por otra con el reencuentro de rencor y odio. Se resolverá la subtrama planteada en el primer bloque, aunque el resultado era ya evidente (el director lo desmontó con planos de mirada tensa en el primer acto para que al espectador no le cupiese duda de la inocencia del protagonista) que resulta meramente informativo. Por supuesto, no falta el punto álgido en el que los personajes se escupen las verdades a la cara. Pero una vez más el escritor, y por ende el guionista han reservado el plato fuerte para el último giro dramático. En el caso de la película espectacularmente interpretado por una Vanessa Redgrave, sencillamente a la altura del coronel Kurtz en Apocalipsis Now (me disculpo ante los puristas). Con el mismo peso especifico que este, y aguantando un monólogo que avanza a primer plano, que está a la altura de otras actrices que ya consiguieron el Oscar por interpretaciones de corta duración por papeles tan efectistas como este. Y es que hay que ser muy buena actriz para elevar una película hasta el infinito en sólo cinco minutos, cuando estos minutos de descuento representan el último giro, el final del metraje, y dejan un sabor agridulce al espectador incauto que puede acabar soltando una lágrima en el último momento.
No podemos dejar de mencionar las otras interpretaciones. Keira Knightley que parece haberse convertido en musa del director (trabajo con él en “Orgullo y prejuicio”, y la dirigió en el anuncio de Channel) que lleva el peso del protagonismo femenino en todo el metraje de manera efectiva, sin grandes alardes, pero desde luego a la altura del texto, y muy alejadas de sus histriónicas interpretaciones como pirata de alto presupuesto. Parece que el prota masculino James McAvoy también ha gustado en los círculos críticos, pero desde mi humilde punto de vista, es simplemente correcto, ya que el papel se le queda grande y no vemos una evolución en su interpretación, más teniendo en cuenta todo lo que el personaje ha pasado a lo largo de las algo más de dos horas de película. Un buen actor hubiese introducido desde luego los cambios interpretativos que necesariamente sufre su homólogo en el papel. Pero probablemente, la que más rentabilidad le saque a la película sea la actriz Saoirse Ronan, es decir la pequeña Tallis (su papel lo interpreta además Romola Garai y Vanesa Redgrave) que se beneficia de la estupenda primera parte de la película porque su personaje es la piedra angular de la trama y sobre todo (creo) porque ha sido fantásticamente dirigida por Wright. Sin olvidar el apoyo que supone que la evolución del personaje la cierre una increíble Vanessa Redgrave.
Para terminar, y a pesar de los pesares, tengo que decir que la fotografía de Seamus McGarvey de la primera parte, para dar luminosidad, suavizar y conseguir brillos a todo lo que ocurre durante el día en la finca Tallis, me horrorizó. Más cuando el efecto es buscado y conseguido a través de un filtro fabricado con una media de Dior que nos retrotrae a los filtros de las películas románticas de los ochenta. Afortunadamente esto sólo supone un tercio de película. Por último una vez más mencionar que la base textual de McEwan y el trabajo de compresión de Hampton, junto a la dirección de Wright, que estoy seguro proporcionaran muchas alegrías tanto monetarias como de premios a sus responsables.
Víctor Gualda.
2 comentarios:
¿Crees que el hecho de que el escritor sea productor en la peli puede haber influido en que se respete el libro en el guión?
absolutamente de acuerdo, creo además creo que el tipo fue productor ejecutivo, vamos de los que opinan sobre la producción no de los que ponen la pasta, y casi seguro que con la condición de dar el visto bueno al texto. el guión es demasiado fiel a la novela para que no sea así.
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