martes, 15 de enero de 2008

LOS DIENTES DEL DIABLO

Lo curioso de este clásico es que no sigue las estructuras narrativas convencionales del cine de la época. La película de Nicholas Ray es del año 1960 y casi podría pasar por un documental dramatizado... o tal vez, como un estudio antropológico sobre las diferencias entre sociedades tan distintas como la occidental y la esquimal.

Una voz en off nos introduce en los datos básicos que debemos conocer para situarnos. Luego el director y guionista nos presenta a nuestro personaje esquimal principal interpretado por Anthony Quinn, especialista en este tipo de papeles raciales llenos de energía (sirva de ejemplo recordar “Zorba el griego”). Es entonces cuando descubrimos que los esquimales son cazadores nómadas. Pronto se introduce el primer conflicto de la historia. Quinn necesita una mujer para “reírse” sólo con ella. En una raza nómada en la que casi medio año es de noche, no es tarea fácil. Cuando aparece la oportunidad en forma de mujer de la mano de Yoko Tani, se establece una relación de competencia entre Anthony y otro esquimal que está en parecidas circunstancias a la de nuestro protagonista. Una vez resuelto el conflicto de la mujer, que ocupa el primer tercio de película, Ray pasa al siguiente conflicto para el personaje. Pero no se trata de conflictos reconocidos como tales, sino de la natural evolución de las necesidades que el protagonista siente y tiene que ir solucionando. La aparición de un arma de fuego que otro esquimal posee, y que consiguió a cambio de un centenar de pieles de zorro, obliga a nuestro protagonista a poseer uno de esos artilugios que facilitan la caza. En cuanto ha conseguido el cargamento de pieles, se dirige hacia el campamento de blancos que le pueden proporcionar el ansiado rifle. La llegada al campamento produce un choque cultural en el que las diferencias se hacen aun más evidentes. Las costumbres de los esquimales aun “sin civilizar” chocan de frente con las que han importado los hombres blancos, y las secuencias dentro de la cabaña de estos así lo hacen ver. Nuestra familia (muy importante este concepto a lo largo de todo el metraje) acaba haciéndose un igloo fuera de la cabaña. Por iniciativa de la mujer los esquimales pierden el rifle que han comerciado. De aquí pasamos al siguiente conflicto. Un predicador trata de convertirlos, pero una vez más las costumbres de ambos chocan y acaba produciéndose un asesinato involuntario. Los esquimales no le dan mayor importancia y siguen su camino hacia ninguna parte, lo que les lleva al siguiente conflicto (toda la trama está planteada como una sucesión de estos). El futuro nacimiento de un hijo. Más lecciones antropológicas. El nacimiento de este supone que la suegra que va con ellos se convierte en una carga al ser una boca más que alimentar. Ella acepta su destino de forma voluntaria, no hay lugar para sentimentalismos. La evolución tiene que seguir su camino y eso está marcado a fuego en sus genes. Pasamos al siguiente conflicto, el sexo del nuevo miembro de la familia...

Mientras la subtrama externa derivada del “asesinato” del predicador, del que nuestro protagonista no es consciente, lleva a que la ley del hombre blanco a detener y juzgar al esquimal. Nuevas aventuras y desventuras en este punto llevan a que entendamos que no se puede pretender (aunque los occidentales así lo hagamos) que los nativos esquimales cambien y acepten leyes que no tienen que ver absolutamente nada con su cultura (Quinn así lo expresa en un diálogo cuando dice no haber roto ninguna de sus leyes). Cuando sin sorpresas la subtrama se resuelve, los esquimales siguen con su vida, sus costumbres y sus tradiciones. Es fácil para el espectador ahora entender las circunstancias de estos y justificarlas, hemos conocido su forma de vida, pero lo cierto es que en este punto Nicholas Ray es amable y permite que todo salga bien (probablemente por los problemas con la censura de la época). Que todo siga un orden natural y las situaciones se resuelvan de forma que podamos justificarlos.
Pero ¿qué hubiese sucedido si cada una de las situaciones que plantea se hubiesen resuelto de forma menos amable? ¿Qué hubiese sucedido si en vez de varón hubiese sido una niña y la hubiesen tenido que matar sólo por su sexo?. ¿Qué hubiese sucedido si cuando abandonan en mitad de la nada a la suegra de Anthony Queen hubiésemos visto al oso acabar con ella en vez de ser simplemente sugerido?. El espectador disfruta del punto de vista edulcorado y casi heroico de los protagonistas y después de las explicaciones previas, es fácil para él ponerse en su piel (gran logro del director y guionista). Pero visto desde fuera y reflexionado, no hubiese sido tan fácil de aceptar. El problema (o no) es que todo en la película es sugerido. También lo es el choque cultural con los blancos que se aprovechan y explotan a los nativos. Pero una reflexión más pormenorizada y menos parcial tal vez hubiese llevado a conclusiones muy diferentes. Es fácil aceptar para el espectador los acontecimientos desde la inocencia de sus costumbres y códigos tan diferentes a los nuestros, y de eso se encarga el personaje del policía que persigue al esquimal. Él representa al espectador que somos todos. Y probablemente al espectador por identificación le hubiese gustado actuar igual que a él.

En definitiva una película muy alejada de las convenciones de Hollywood (la película es una coproducción británico-francesa-italiana), que sirve como decía antes casi de documental, siguiendo la estela marcada por Flaherty en “Nanook el esquimal”, con una estructura dramática que no está dominada por un solo conflicto, sino que al igual que el nomadismo del personaje va cambiando a cada paso, sin que el protagonista se los plantee siquiera como conflictos.

Por otro lado, sería fácil hacer una crítica sobre la diferencia entre las secuencias rodadas en exteriores reales, y las rodadas en estudio que son demasiado evidentes, pero una vez que entras en la película estas pasan a un segundo plano y dejan de importarte estas convenciones. Además la película se hace tan ligera gracias a la maravillosa interpretación de Anthony Quinn, que consigue humanizar tanto al personaje, que antes de que te des cuenta has llegado al final sintiendo que has hecho un viaje en el tiempo, lejos de tecnologías y únicamente basada en la supervivencia de la que todos procedemos, antes de que “la civilización” llegara a nuestras cómodas vidas.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fast Eddy Felson:
Si hubiese nacido niña hubiera sido de una crueldad intolerable,no por cuestiones culturales,sino porque la abuela lo comentó previamente.Es decir,es una cuestión de guión.Si no hubiera habido esa explicación previa,y una vez el nacimiento se planteara el conflicto,sería aceptable desde el punto de vista de guión.
Me quedo con el sentido del humor y la sátira al sacerdote,al que más de uno hubiésemos matado no accidentalmente.
La película crece(y mucho)cuando aparece el hombre blanco y se plantea el conflicto ley natural-ley de los hombres,ya presente en la "Antígona".El resto del metraje me parece una reducción cultural de parque temático.